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Los secretos de Juana de Ibarbourou

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Hay dos tipos de secretos que hace unos años desvelan a los interesados en la vida y obra de Juana de Ibarbourou. Por un lado estallaron los secretos de su vida, bien guardados hasta pocos años atrás, cuando sólo un puñado de escritores comentaba en forma maliciosa o cómplice su afición a la morfina, que la hermanaba con la bohemia novecentista, aunque en este caso ocultada con vergüenza por una señora elegante. En cambio, su vida había sido contada como de una linealidad sosa y doméstica, sin viajes, sin tropiezos emocionales, sin salir casi de su casa. Ella misma contribuyó a alimentar la imagen de poeta sencilla, que escribe "en pantuflas", con mínima cultura y casi pura sensibilidad, de madre y ama de casa común, aunque tocada de excepcional y natural belleza. Sus biógrafos no la desdijeron, por respeto, por pudor o, como en el caso de Dora Isella Russell, por simple conveniencia. El mérito de que estos secretos salieran a la luz sin irreverencia corresponde a la publicación de Al encuentro de las Tres Marías (2008), de Diego Fischer, que ahora se presenta en edición ampliada por nuevas investigaciones. Por otro lado, están los aún más polémicos secretos del éxito de Juana, menos perdonado que las transgresiones privadas.

ALGO DESCONOCIDO.

-Como periodista de investigación, y frente a los documentos y testimonios tan importantes que has reunido, ¿por qué contar la vida de Juana en forma novelada y no escribir una biografía con mayor rigor interpretativo? El formato que elegís (la narración anecdótica, los diálogos) dejan el libro a medio camino entre ficción y biografía.

-No es la primera vez que lo hago. La biografía de Antonio Lussich (Que nos abrace el viento) tiene ese mismo formato. No creo en absoluto que el formato afecte al contenido. En este libro la ficción es una excusa para que la realidad aparezca. Muchos de los diálogos surgen del contenido de cartas al que -para hacer la lectura más amena y ágil- le di esa forma. Además, tengo muy presente una frase del escritor chileno Jorge Edwards: si contáramos la historia exactamente como sucedió, sería aburridísima. Yo pregunto a cuántos lectores les hubiera interesado una biografía de Juana al estilo tradicional. Seguramente a muy pocos.

-Uno de tus intereses es llegar al gran público y sin duda lo lograste (con el libro y luego con la obra de teatro). Otro objetivo es llegar a la "verdad". ¿Cuándo te topaste con la evidencia de que había otra Juana a ser descubierta?

-Efectivamente, mi objetivo es llegar a la mayor cantidad de gente posible. Lo logré con Al encuentro de las Tres Marías y también con ¡Qué tupé! Como periodista procuro aproximarme a los hechos tal como sucedieron y siempre cuestiono la historia oficial. Fue un médico quien me dio a conocer que había otra Juana de Ibarbourou que poco tenía que ver con la que siempre nos mostraron. Es el único nombre que cambié en el libro, porque falleció hace poco y me pareció que no agregaba nada revelar su identidad. Años antes de morir, me mostró una carta en la que Juana confiesa su adicción a las drogas y su amor prohibido con Eduardo De Robertis, quien también era médico y argentino, refugiado en Uruguay durante el gobierno de Perón. Tenía 20 años menos que ella, la edad de Julio César, su hijo. Guardé la carta durante años hasta que me puse a investigar. Sucedió algo muy curioso: empecé a recorrer archivos y a entrevistarme con gente, y en todos lados surgía algo interesante, desconocido. Llegué a la conclusión de que había mucha información que quería salir a la luz.

-¿La necesidad de ocultar fuentes incidió en la opción por la novelización? ¿Pensás que una biografía tradicional hubiera sido cuestionada desde el ámbito académico?

-Las fuentes ocultas son muy pocas, muchas menos de las que podés suponer. Jamás pensé en lo que podía decir o dejar de decir la Academia. Ejerzo el periodismo desde hace 31 años y soy muy riguroso en las investigaciones que sustentan mis libros. Escribo con un lenguaje sencillo para llegarle a la mayor cantidad de gente. Juana no genera respeto, genera devoción en la gente mayor de 40 años. Lo comprobé en las giras que tuve la suerte de hacer por todo el país, presentando la primera edición del libro.

PARRICIdIO, SIN DUDA.

-¿Por qué creés que no existió antes una biografía de Juana?

-Porque se la olvidó deliberadamente. La "Generación del 45" la enterró en vida y la despreció. Hace unos meses, uno de sus sobrevivientes sostuvo que ese grupo de intelectuales se constituyó "para ir contra el mito de Juana de América". Y lo más terrible es que ese señor y muchos de sus colegas se limitaron a leer los tres primeros libros, pero no abrieron ni una página de los que publicó a partir de 1950, donde aparece la gran poeta. Si no lo fuera, ¿por qué las universidades de Harvard y de Stanford, que están entre las más prestigiosas del mundo, se interesaron por sus archivos? ¿Cuántos documentos de los escritores del 45, que tanto la ningunearon, hay en estas universidades?

-Insistís mucho en el desprecio de la Generación del 45. Sin embargo, dejaron pocos escritos en su contra. Hay alguna mención positiva de Ángel Rama, Ida Vitale le dedica un número de la colección Capítulo Oriental, hay una reseña severa, pero no demoledora, de Idea Vilariño a Perdida (1950). ¿Tenés en cuenta el comentario privado o estás pensando en declaraciones muy posteriores a la muerte de Juana, como es el caso de Maggi, por ejemplo?

-Carlos Real de Azúa dijo en más de una oportunidad ante sus alumnos que no valía la pena detenerse en la poesía de Juana. Taco Larreta la descubrió a los 80 años, gracias a un espectáculo que escribió Jorge Arbeleche y hacían Nidia Telles, Estela Medina y Vera Sienra, basado en poemas y textos de Juana. El día del estreno, Taco se acercó a Arbeleche y le preguntó: ¿de dónde sacaste estos poemas de Juana? ¿Están publicados? Lo de Maggi no vale la pena comentarlo. Y es justo decir que Arbeleche es el mayor estudioso de la obra de Juana y, durante muchos años, fue su defensor en solitario.

-¿Por qué te parece que la combatieron tan duramente?

-Parricidio, sin duda. Toda generación literaria trata de matar a la anterior. Es una norma no escrita. Pero, además, Juana era el símbolo de un país feliz, optimista, que progresaba; todo lo contrario a la forma en que la mayoría de los del 45 veían al país.

-¿Qué tuvo Juana, además de sus versos, que la ubicó en un sitial tan prestigioso en el panteón literario como la única mujer consagrada en "ligas mayores"? Pienso, por ejemplo, en su imagen en el billete de mil pesos. En su popularidad, sólo pálidamente pudo acercársele Idea, aunque en ámbitos y momentos muy restringidos.

-Juana juega en ligas mayores, como vos decís, no sólo aquí sino en el mundo de habla hispana, en Estados Unidos, Francia y Alemania. Creo que Uruguay es uno de los pocos países que tiene la muy buena costumbre de recordar a muchas de las personalidades más importantes de su cultura en sus billetes. Hoy que conocemos las penurias materiales que padeció, parece un sarcasmo que su rostro esté en los billetes de mil pesos. Obviamente, quienes así lo dispusieron lo hicieron como homenaje y no como burla.

-¿Qué repercusiones tuvo la primera edición de tu libro?

-La más importante, entiendo, es que gente que la denostaba comenzó a leer su obra. Personas que fueron formadas bajo las directivas de la Generación del 45 la descubrieron y se encontraron con una gran escritora. Creo que es muy representativo el artículo que hace unos años publicó Andrea Blanqué en El País Cultural, quien dijo además públicamente, en varias entrevistas, que Al encuentro de las Tres Marías le había servido para conocer a Juana, a quien antes consideraba una poeta menor. También se volvieron a editar algunos de sus libros, que hacía décadas no circulaban. Y lo que no es poco, le hemos reconocido a Juana el derecho de haber sido mujer, antes que mito y leyenda.

-¿Creés que la imagen de Juana que revelaste puede contribuir a realimentar su imagen y su mito? Ahora Juana puede reivindicarse como víctima de la violencia de género y de las adicciones, convalidar otra clase de testimonios o experiencias. ¿Puede prestarse a nuevas mitificaciones?

-Fue su verdadera historia de vida. ¿Qué sentido tiene seguir ocultando la verdad? Ella misma fue la primera en contar lo que le pasaba y con lujo de detalles. Su adicción a la morfina aparece en decenas de poemas posteriores a 1950. También su enamoramiento tardío. Pocas escritoras han sido tan autobiográficas: en su obra está todo. Hay que tomarse el trabajo de leerla. No creo que nadie en su sano juicio pueda endiosar a Juana por haber sido adicta y víctima de violencia doméstica. Quizá ahora podemos entenderla mejor.

POSTURAS POLÍTICAS.

-¿Creés que pudo haberle servido ser mujer y hermosa para su consagración? ¿Que pudo haber hecho un uso deliberado de "las tretas del débil"?

-Sin duda sabía que era muy hermosa y seductora. Usó la belleza para que algunas puertas se le abrieran. Pero no fue la belleza lo que la consagró como poeta. Cuando mandó a Miguel de Unamuno un ejemplar de Las lenguas de diamante, pidiéndole su opinión y solicitándole que le remitiera otros que despachaba en el mismo envío a Juan Ramón Jiménez y a los hermanos Machado (tratándolo de mandadero), Unamuno, que era Rector de la Universidad de Salamanca y el escritor y filósofo más respetado de habla hispana, no sabía qué cara tenía Juana. Eso sucedió en 1919. Los ejemplares salen de Montevideo en setiembre, cruzan el Atlántico en barco y la respuesta de Unamuno (transcripta en mi libro) llega un mes y medio después. Y no se trata de unas líneas de agradecimiento: es un estudio de las poesías con críticas, sugerencias y un balance general muy positivo. Fue su consagración. Porque semanas más tarde, Unamuno escribirá en La Nación, de Buenos Aires, una crítica que le dio el gran espaldarazo a nivel internacional. Y no tuvo entonces una foto de ese rostro joven y hermoso. Allí hubo una magistral jugada de una campesina que sólo había cursado primaria y que ingresaba al mundo de las letras por la puerta más importante por la que podía entrar. Eso -para mí- es inteligencia y audacia.

-¿Creés que sus posturas políticas fueron deliberadamente ambiguas o complacientes con los gobiernos de turno?

-No, fueron los gobiernos o los políticos que la buscaban a ella. Eso queda demostrado en esta nueva edición de mi libro, donde revelo su firme oposición a la dictadura de Gabriel Terra. Su marido quería que se acercara al gobierno, que aceptara un ofrecimiento para escribir en El Pueblo, el diario de Terra, y ella se negó categóricamente. Lo de su complacencia con los gobiernos de turno es parte del ninguneo de la Generación del 45. No obstante, siempre alentó la leyenda de que era ahijada de Aparicio Saravia, cosa que los documentos desmienten. Tenía simpatías por el Partido Nacional, pero no era una militante, sino una poeta. Hay que leer el discurso que pronunció en 1947, cuando ingresó a la Academia Nacional de Letras. Un año antes, el gobierno de Amézaga había enviado un proyecto de ley para que el Estado adquiriera los derechos de su obra édita e inédita, y se le pagó muy bien. En el discurso, ante las figuras más relevantes de la cultura y de todo el espectro político, dijo: "Mi divisa puede ser ésta: soy fiel y la poesía me tendrá hasta la muerte". Entiendo que está diciendo que no se casa con ningún partido político y que no se vende. Luego está la famosa condecoración que, en 1975, le entregó la dictadura. Una condecoración que -meses más tarde- le darían a Pinochet y a Videla. Algo infamante. Pero sugiero que lean el libro para entender por qué la aceptó.

-Tenía entendido que el padre de Juana era comerciante, que tuvo un almacén de ramos generales. ¿Es otra invención?

-Sí, es un invento. El padre de Juana era gallego, semianalfabeto y anticlerical rabioso. Criaba gallos de riña y terminó como jardinero de la Intendencia de Cerro Largo. Tuvo una familia paralela que vivía a pocas cuadras de su casa oficial. Con esa segunda mujer tuvo dos hijos, con los que Juana se encontró en el lecho de muerte de su padre. Por eso sostengo que la infancia de Juana no debe haber sido demasiado feliz, aunque ella pinta otra cosa en Chico Carlo.

-¿Puede tomarse lo que se dice en un poema como estrictamente "verdadero"? Imaginar que a Juana no le gustaba su última casa, ¿en base a un poema?

-Sí. En el caso de la casa de la Avenida 8 de Octubre es clarísimo. "Elegía por una casa", un poema muy hermoso, pinta muy bien cómo ella se sintió cuando tuvo que abandonar la casa de la Rambla y mudarse a la que sería la última, en la que vivió durante 33 años. Pero además está el testimonio de su amiga Isabel Sesto que, en un librito de impresión casera, cuenta muy bien cómo se angustió Juana ni bien entró en esa casona. En otros temas, los poemas calzan perfecto con situaciones que estaba viviendo en el momento en que los escribió. Escribe "Carta de un frustrado suicida ante la muerte" -uno de los pocos poemas suyos en primera persona del masculino- cuando le dan el alta después de un intento de autoeliminación; el "Romance de la abandonada", cuando De Robertis se marcha con su nueva mujer. Los ejemplos son muchísimos.

EL DESPLANTE.

-¿Hay testimonios que avalen la obsesiva dedicación a la toilette desde su juventud, la ausencia egocéntrica de la vida familiar, la escasa atención al hijo pequeño o la terrible relación con el marido?

-Varios testimonios. Además de algunas cartas, está el aporte de personas que cuando escribí el libro vivían y estuvieron muy cerca de Juana.

-¿Y del hecho de que la casa de la rambla fuera una aspiración de Ibarbourou y no de Juana? Coincidiría con su gusto por el lujo. Tenía ropa, joyas y objetos muy caros y regaló objetos valiosos a Juan Ramón y a Alfonso Reyes.

-La casa era una inversión muy importante que hizo Ibarbourou que a Juana le terminó gustando, y mucho. Ibarbourou quería dejarle a Juana un patrimonio importante para que ella pudiera dedicarse sin sobresaltos a lo que realmente sabía hacer: escribir. Y, efectivamente, dejó ese patrimonio que construyó durante más de 25 años con una buena administración de los derechos de autor que su mujer percibía, pero se evaporó a la muerte de él, en poco más de tres años.

-La adolescencia y el noviazgo siguen siendo un gran misterio. ¿Hubo otros novios, una juventud reprochable que quisiera ocultar?

-Es un misterio. Se casó muy joven, tenía 22 años. Aunque en aquella época era la edad promedio en que las mujeres se casaban.

-¿De qué fuente tomás el desplante de María Eugenia Vaz Ferreira, cuando contesta al envío de Juana que "no lee indecencias"? ¿Y los testimonios de Armonía Somers?

-El episodio con Armonía Somers lo supe por tres fuentes distintas. Lo de María Eugenia Vaz Ferreira figura en una carta de Juana que está en el archivo de la Biblioteca Nacional, y hay otra carta dirigida a Emilio Oribe o a José María Delgado, en la que ella le cuenta que en un acto en el Paraninfo de la Universidad estaba María Eugenia en el palco contiguo y que la ignoró alevosamente.

-La tragedia más perdurable de Juana fue la que ocurrió con su legado, por ese infame testamento a favor de Dora Isella Russell. ¿Dónde se encuentran hoy las cartas y manuscritos de Juana? ¿Cómo accedés, por ejemplo, a las cartas a Alfonso Reyes?

-Hay mucho material en la Biblioteca Nacional. Lo que vendió Dora Isella a la Universidad de Harvard fueron los manuscritos de los libros, desde La rosa de los vientos hasta La pasajera y no sé si el original de Chico Carlo, además de cartas y fotografías. Todo eso formaba lo que Dora Isella llamaba "el museo Juana de Ibarbourou" que guardaba en su casa y que se menciona en el testamento a su favor y en el documento en el que la nombra su representante, firmados en 1952, ante la ruina económica. Es un material muy amplio y valiosísimo. En cuanto a la correspondencia con Alfonso Reyes, llegué a ella a través de un investigador canadiense, Serge Zaitzeff, que trabajó en el archivo de Alfonso Reyes y publicó un pequeño libro con esas y otras cartas.

-¿Se hablaba realmente "mal" de ella en los circuitos montevideanos? ¿Por qué dejás abierta la pregunta en el caso del crítico Lauxar?

-Se hablaba mal de ella como escritora. Juana fue una gran transgresora pero no escandalosa. Sus romances y amoríos los vivió dentro de las paredes de su casa. En su momento muy pocos los supieron. Lo de Lauxar surge de una carta. Y no es una afirmación, sino una pregunta para la que no tengo respuesta.

HUMANIZAR EL MITO.

-Basilisa, la hermana de Juana, ¿tuvo hijos? ¿Realmente escribió versos?

-Sí tuvo hijos. No sé cuántos. Sé que se casó tres veces. Una vez enviudó y luego se divorció y se volvió a casar. Hablé con dos de sus nietos. No escribió versos, sino una novela que nunca publicó y que uno de sus nietos conserva.

-¿No te parece arriesgado afirmar que Juana tenía lo que Alfonsina Storni deseaba: un marido, una seguridad económica, belleza? ¿No es suficiente el testimonio de Mistral de que no le gustaban las perlas para pensar que no todas las mujeres son felices con los mismos logros? ¿No generalizás peligrosamente cuando decís que todas las mujeres se comportan de una determinada manera respecto a la belleza y el poder?

-No generalizo. Pero Juana tenía lo que Alfonsina y Gabriela hubieran deseado tener: belleza, una familia bien constituida y un bienestar económico. Ninguna de ellas imaginaba cuál era la verdadera vida de Juana. Por su parte, Alfonsina era madre soltera y siempre que podía lanzaba comentarios despectivos contra Juana en círculos montevideanos. La propia Juana lo dice en un artículo que escribió a la muerte de ésta: "Jamás tuvo en su mirada azul un mensaje para mí". Gabriela ambicionaba el Nobel y lo obtuvo. Cuando muere, Juana escribe un texto en el que destaca el valor de su poesía, pero habla de su desdichada vida marcada por la locura de los últimos años. En definitiva, eran tres divas que tuvieron que compartir cartel forzosamente. Y, por lejos, Juana era la más linda y a la que todos los escritores expresaban públicamente su admiración: Unamuno, Salvador de Madariaga, García Lorca, Vilas Vargas, Alfonso Reyes, Juan Ramón Jiménez... La lista es interminable.

-¿Se sabe adónde o a quién fue a parar la biblioteca de Juana?

-Al exterior. Aunque me han dicho que, en algún momento, también el antiguo Jockey Club le compró algunos libros.

-¿Quién heredó los bienes de Dora Isella? ¿Por qué el Estado remató la casa?

-La casa de 8 de Octubre la compró el Estado en 1973, antes del Golpe de Estado, y se la dio a Juana en usufructo de por vida. A su muerte, quedó viviendo allí Julio César, que puso incluso un medio tanque en la puerta para vender chorizos. Fue desalojado al llegar la democracia. La casona estaba en ruinas y nada quedaba de sus muebles. Dora Isella murió endeudada y a punto de perder su casa de la avenida Sarmiento, hipotecada con el Banco Comercial y el Banco Hipotecario. Donó su biblioteca a la Universidad Católica.

-¿Qué documentación nueva aporta la segunda edición de tu libro?

-Hay cinco nuevos capítulos sustentados en nueva documentación y en un par de testimonios, y dos capítulos fueron ampliados con más información. Aparece la posición de Juana sobre el aborto en 1938, su oposición a la dictadura de Terra, las gestiones para lograr el Premio Nobel en 1958. En este punto, en particular, hay un intercambio epistolar muy interesante con Alfonso Reyes, a quien Juana llamaba "mi Alfonso Rey" o "mi rey Alfonso", en una expresión de admiración, agradecimiento y afecto. La sorpresiva muerte de un amigo y una carta que Juana escribe al enterarse de ésta a Esther de Cáceres, me hace pensar que pudo haber allí algo más que amistad.

-Por último, ¿es necesario sacar a luz la vida íntima y dolorosa de alguien que se esforzó por ocultarla, por ejemplo, en las últimas cartas a Alfonso Reyes?

-Esa vida íntima y dolorosa la sacó a la luz la propia Juana en su obra. Yo realicé una investigación en la que pude comprobar eso. Conocer su vida íntima nos permite entender su poesía. Y además le concede a Juana el derecho de haber sido mujer. Al encuentro de las Tres Marías humaniza al mito, no lo destruye.

AL ENCUENTRO DE LAS TRES MARÍAS. JUANA DE IBARBOUROU MÁS ALLÁ DEL MITO, de Diego Fischer. Edición ampliada. Montevideo, 2012. Sudamericana, 280 págs. Distribuye Random House Mondadori.

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