Publicidad

La mecanógrafa

Compartir esta noticia
 20101216 415x600

Ana Fornaro

UNA TARDE, mientras sus hijos jugaban en la calle, Nadine Gordimer escribía en su cuarto propio. Hacía ya algunos años que comenzaba a ser reconocida mundialmente como una de las mayores exponentes de la literatura sudafricana. Su obra se difundía y traducía en varios países a la vez que era censurada una y otra vez en el suyo. Las autoridades locales tenían miedo y perseguían a esta escritora blanca que eligió plasmar en su obra las desigualdades sociales, los conflictos interraciales y las contradicciones humanas de una tierra dividida por el apartheid. Gordimer hacía caso omiso tanto de los festejos como de las cadenas y seguía escribiendo. Y esa tarde, cuando sus hijos jugaban en la calle, un amiguito le preguntó a uno de ellos a qué se dedicaba su madre. "Es mecanógrafa", le contestó.

Nadine Gordimer nació en 1923 en una tierra de fuego. Y no es una metáfora. Springs, provincia de Gauteg, era una población minera cercana a Johannesburgo donde la autora creció en una familia de inmigrantes de clase media. Su padre era un relojero judío que había emigrado de Lituania (en ese momento formaba parte del imperio ruso) y su madre una londinense instalada en la colonia. Su infancia transcurrió entre el sopor de una vida suburbana y el descubrimiento temprano de la literatura y de una estratificación económica y social basada en el origen y la raza.

"Crecer en una parte de un vasto país, puede ser muy diferente a crecer en otra parte. Y en Sudáfrica esta diferencia no es sólo una cuestión de geografía. La división de las personas en dos grandes razas (blancos y negros) y la subdivisión de los blancos en quienes hablan el afrikaans y el inglés, brindan una diversidad cultural que puede hacer que dos niños de distintas partes del país se sientan frente a un extranjero". Así comienza el primer ensayo de Telling Times (W.W. Norton, 2010), la reciente recopilación de la obra de no ficción de la escritora que ganó el premio Nobel de Literatura en 1991, y que aún no se ha traducido al español. Un libro donde el lector tiene acceso, por primera vez, a casi la totalidad de artículos, ensayos, conferencias y crónicas de una autora que dedicó su vida a cuestionar y narrar su tiempo. Publicados en diarios y revistas culturales de Sudáfrica, Estados Unidos e Inglaterra entre 1954 y 2008, estos textos recorren el pensamiento filosófico, literario y político de Gordimer y se transforman en piezas fundamentales para entender su producción ficcional.

CARTAS DESDE SUDáFRICA. Casi la totalidad de la obra novelesca y gran parte de los relatos de Gordimer van acompasados con la historia de su país. La situación política y social de Sudáfrica, las injusticias del apartheid, las relaciones de amor -imposibles- entre negros y blancos son los temas que vuelven, bajo distintas formas, a ser tratados y analizados por la autora.

En su primera novela, The Lying Days (1953), que no fue traducida al español, la autora narra el despertar político de una joven blanca en medio de la aparente apacible vida de un pueblito sudafricano. Esta obra -la única de corte autobiográfico- ya sienta las bases de la escritura de Gordimer. Una escritura concisa y sin adornos que investiga en los personajes mostrando sus ambigüedades, dando cuenta de las distintas relaciones de poder. Un intento de nombrar lo innombrable en un país donde el Otro es invisible, ha sido despojado de su voz.

Entre sus novelas más representativas figuran Mundo de extraños (1958), Ocasión para amar (1963), Un invitado de honor (1970), El conservador (1974) y La hija de Burger (1979). El conservador, que explora la cultura zulú y el mundo de los industriales blancos, le valió el premio Booker Prize y ha sido festejada por la crítica como su novela más densa y poética.

LOS NEGROS POR EL FONDO. Muchas de las reflexiones que aparecen como tela de fondo en su obra ficcional, ocupan el centro de los artículos de Telling Times. Ordenados cronológicamente, el lector puede hacer un recorrido por la historia sudafricana de los últimos cincuenta años.

Instalada en Johannesburgo desde los 23 años, Gordimer se convertirá en una cronista de la vida cotidiana de la ciudad y a su vez en una férrea militante política. Los artículos que aparecen en Telling Times están dirigidos, en su gran mayoría, a los extranjeros. La autora describe en ellos, de manera casi didáctica, la realidad de su país y de su ciudad, que, según ella, es donde se dan las mayores desigualdades y contradicciones de Sudáfrica. Así lo explica en el ensayo "Apartheid", que data de 1959."Los hombres no son hermanos, tienen que descubrirse unos a otros, y es este descubrimiento lo que el apartheid busca prevenir. ¿Qué es el apartheid? Depende de quién sea quien responda. Si se le pregunta a un miembro del gobierno sudafricano dirá que es un desarrollo separado y paralelo de los blancos y los negros -esta es la definición oficial y legal. Si se le pregunta a un blanco que apoya esta política responderá que es la forma de mantener blanca a Sudáfrica. Y si se le pregunta a un negro las respuestas coincidirán con las prácticas del apartheid que experimentaron ese día. Porque para las personas negras el apartheid no es ni una ideología ni una política sino un contexto en el cual toda su realidad está inmersa: su educación, su trabajo, sus relaciones."

En este artículo, Gordimer da una idea muy clara de cómo era la vida en Johannesburgo bajo esta política. La parte "blanca" de la capital sólo era accesible para los negros desde las puertas traseras de las casas. Los negros no tenían acceso ni a los bares, ni a los restaurantes ni a los museos. La vida "real" de la comunidad sudafricana estaba totalmente vedada para la mayoría de los habitantes de su país. Así, Gordimer se cuestiona cómo muchos de sus amigos negros, varios de ellos profesionales, no podían ver una película ni tomarse un café con ella en la calle. Ni siquiera tenían derecho de compartir juntos un paseo por la vía pública.

Este ensayo es el primero de una serie que podría llamarse "Vida en Johannesburgo" y que recorre todo el libro dando cuenta de la vida cotidiana y política y los cambios que va sufriendo el país. Así como la primera parte del libro está centrada en los aspectos colonialistas y de la segregación, la última está más enfocada en la violencia persistente de su ciudad, la inseguridad y el sida, una de las preocupaciones más fuertes de la autora en los últimos años.

GESTO ESENCIAL. En la obra de Gordimer, separar el aspecto político del literario no sólo no tiene sentido sino que es imposible. Estos se tocan indefectiblemente formando una trenza que podría llamarse "literatura comprometida" pero sin embargo nunca cae en lo panfletario. Esto aparece explicado en varios artículos de Telling Times donde la autora se centra más en la literatura, en las obras de sus coetáneos y sus referencias literarias y en particular en un tema que la obsesiona: la censura. Estos ensayos, muchos de ellos de corte teórico, muestran la gran erudición de la autora y su preocupación por estar al tanto del acontecer artístico de su tiempo.

En varios de estos artículos Gordimer se interroga sobre cuál es el papel del escritor y de la literatura en la segunda mitad del siglo XX y en particular qué relación debe establecer un autor con el mundo que lo rodea. De esta forma, sus artículos y conferencias van acompasados y cuestionan las modas literarias y teóricas del momento, a la vez que exponen su forma de hacer literatura, lo que ella denomina "el gesto esencial".

Gordimer, que empezó escribir a los 9 años -como cuenta en uno de los pocos artículos autobiográficos de esta recopilación "A Bolter and the Invisible Summer"- comenzó su labor literaria por la necesidad de traducir en historias lo que percibía en su entorno. Y con la narración de historias vino una "responsabilidad". Esta doble tarea, la de escribir ficción y preocuparse por la realidad, aparece descrita como un "gesto esencial" que recorre toda su obra. Gordimer se cuestiona sobre cómo el escritor puede permanecer en el "Edén de la creación" y mantener su libertad creativa y a su vez comprometerse con su tiempo e intentar ser un agente de cambio de su sociedad. "El escritor está en la eterna búsqueda de cómo articular su relación con la sociedad. En todo el mundo el escritor necesita ser dejado tranquilo a la vez que necesita una conexión vital con los demás."

Para Gordimer, esta búsqueda, que acompaña a los escritores de todas las épocas y culturas se resume en "la transformación de la experiencia". Se trata de transformar la experiencia propia y la de su entorno en obras artísticas, en una literatura que actúe como catalizador de la historia. Una tarea que Nadine Gordimer viene cumpliendo con honores hace más de cincuenta años, como se demuestra en esta nueva recopilación de sus textos en el inglés original.

En español

La suave voz de la serpiente (1956)

Seis pies de tierra (1956)

Mundo de extraños (1958)

La huella del viernes (1960)

Ocasión para amar (1963)

No para publicarlo (1965)

El desaparecido mundo burgués (1966)

Un invitado de honor (1970)

El conservador (1974)

La hija de Burger (1979)

Gente en Julio (1981)

La historia de mi hijo (1990)

Nadie que me acompañe (1994)

Un arma en casa (1998)

El encuentro (2002)

Saqueo (2004)

Contar cuentos (2007)

Historiadora del presente

Nadine Gordimer

DURANTE siglos de cultura humana, la palabra ha tomado distintos significados, tanto religiosos como seculares. Tener la palabra se ha convertido en sinónimo de autoridad, de prestigio, de grandiosidad, algunas veces de peligrosa persuasión: tener un programa de televisión en Prime Time, tener el don de la palabra o hablar en lenguas.

En el siglo XXI la palabra viaja por el espacio, rebota en los satélites, nunca estuvo tan cerca del cielo. Pero su mayor transformación para nosotros -los escritores- fue cuando, mucho tiempo atrás (y en África), se escribió por primera vez en piedras o en papiros. Cuando fue transformada de sonido a espectáculo, de ser escuchada a ser leída como una serie de signos, y viajó por el tiempo hasta Gutenberg. Y esa fue la génesis del escritor. Esa es la historia que les dio a ustedes y a mí la posibilidad de ser.

Fue, extrañamente, un doble proceso. Se creó al mismo tiempo el escritor y su tarea de escribir como una mutación de la cultura humana. Como el prisionero del cuento de Borges "La escritura de Dios" que intenta leer en las manchas de un jaguar el significado del ser, pasamos nuestras vidas intentando interpretar mediante palabras lo que leemos en la sociedad que nos tocó vivir. Este es el sentido de la inextricable, la inefable participación de la escritura. La escritura es a la vez exploración del ser y del mundo.

Los escritores en África en el siglo XX interpretaron los grandes acontecimientos de nuestro continente desde la abolición de la esclavitud hasta la caída de los regímenes colonialistas, cruzando el río que va de la opresión a la liberación.

(de "Dando vuelta la página", 1992)

Los negros eran personas

Nadine Gordimer

QUÉ QUIERE decir ser sudafricano? ¿Quién decide? ¿Qué significa para mí ser sudafricana? ¿Califico?

Por supuesto, sólo los blancos en Sudáfrica sienten alguna vez la necesidad de hacerse estas preguntas. Y esto nos lleva a la última interrogante. ¿Existe un africano blanco? ¿Quién decide? (…)

Yo nací aquí, y para mí ese es un hecho de una profunda importancia emocional, porque creo, como los jesuitas y Freud, que los primeros años de vida son definitorios y que quedan grabados en el ser humano para siempre. También creo que la confrontación con el mundo físico, el primer paisaje que uno ve, el primer pedazo de tierra en el que uno apoya los pies, las primeras caras que uno conoce, aunque pasen desapercibidas, dejan una huella en la percepción e interpretación del mundo. Cuando estoy en Europa o América, o en cualquier lugar fuera de África, el recuerdo de mi hogar -en ese estado segundo donde no existen el tiempo y la distancia- está bañado de deshechos de minas y colinas de carbón. No es una visión romántica. Ningún europeo reconocería esta imagen como África. Pero es Àfrica. Aunque lo encuentre duro y feo, y los paisajes de Àfrica ahora signifiquen otras cosas para mí, ése fue mi primer impacto; todo lo que vi tiene su punto de partida allí. Todas las preguntas que sigo intentando responder comenzaron allí.

Me he dado cuenta de que mi reivindicación de ser sudafricana por los recuerdos de mi infancia, por esa memoria anterior, es poco aceptada por las personas blancas. Puede que haya nacido aquí hace más de cincuenta años, pero eso no es un lapso suficiente. Soy hija de inmigrantes, mi madre de Inglaterra y mi padre de Lituania. No eran el tipo de personas que consideraran a Europa como su hogar, pero eso no importa. Para algunos blancos es necesario tener como ancestros a los Voortrekkers o a los British Settlers de 1820 para ser aceptados como sudafricanos.

Venir de un linaje de irlandeses pobres o de judíos que huyeron del pogromo es ser un nuevo rico. (…)

Nacer sudafricana es nacer con una serie de preconceptos de raza que tienen el mismo nivel de absoluto que la vida y la muerte. Quizás esto es lo que quieren decir los blancos cuando se quejan del resentimiento negro incluso con "las mujeres y niños blancos" (siendo las mujeres niños honorarios); y quizás por esto es que las personas negras argumentan que cada blanco es culpable, sólo por el hecho de ser blanco, de la opresión de los negros. He escrito y hablado frecuentemente sobre la especie de renacimiento que vivimos muchos sudafricanos. Renacimiento que ocurre cuando nos damos cuenta de que el hecho que un negro no pueda entrar por la puerta principal no es igual a que los muertos no puedan volver a la vida. De la misma forma, sé por los recuerdos de amigos negros y por sus escritos, que los negros atravesaron por ese estado de conciencia cuando se dieron cuenta de que era posible no llamar a los blancos "patrón".

Para mí, volverme sudafricana fue cuando pude llegar a ese estado de lucidez. Fue cuando volví a nacer. El proceso es esencialmente el descubrimiento de la mentira. El gran sudafricano miente. Y, en desacuerdo con lo que se cree comúnmente, esto no me hizo sentir culpable como se sienten muchos blancos cuando descubren "la mentira". Lo que sobrevino inmediatamente con este descubrimiento fue una revelación: no se puede sentir culpa por haber sido estafado. Descubrí que la estafa de mi sociedad consistía en ocultar que los negros eran personas. No mineros, no sirvientes, sino seres humanos."

(de la conferencia "Qué significa para mí ser sudafricana", 1977)

En el principio fue el verbo

LOS ÚLTIMOS artículos de Telling Times, tienen un punto en común: el análisis de la última década. El lector, que viene acompañando a la autora desde los años cincuenta, se encuentra ahora con una historiadora del presente. Por primera vez el tiempo de Gordimer y el de la lectura coinciden. La escritora, que tiene casi noventa años, sigue reflexionando acerca de este mundo en que le toca vivir y acerca de los escritores que le son más preciados. De esta forma, una carta al escritor japonés Kenzaburo Oé o un ensayo sobre el teórico Edward Said conviven con artículos sobre Cuba, sobre el terrorismo, los problemas del agua y del sida en el siglo XXI. Gordimer es, y siempre lo ha sido, una escritora de actualidad, y el tono de estos últimos artículos es el de una evaluación, evaluación del afuera y evaluación de su tarea literaria. En estos últimos escritos el lector se enfrenta a una escritora que, después de haber narrado el tiempo, se da cuenta de que le queda poco tiempo.

En el artículo "Our Century", Gordimer repasa el siglo XX, intenta entender qué nos dejó el siglo pasado y cómo debemos enfrentarnos al nuevo milenio. La escritora necesita hacer un balance y se pregunta: ¿Fue este el mejor o el peor de los tiempos? En el siglo XX convivieron Hitler y Einstein, Freud y la bomba atómica, Nelson Mandela y Bin Laden. Se lograron avances tecnológicos sólo vaticinados en los libros de ciencia ficción pero las desigualdades siguen en aumento. Se terminó la era colonial pero las estructuras de dominación siguen vigentes. Fue el siglo de los grandes relatos, pero también de su caída. Se logró la libertad sexual, pero esta libertad se perdió con la pandemia del sida. La lista de contradicciones parece interminable. Pero Gordimer no saca conclusiones, sólo expone los hechos y los cuestiona. Lo que le pide a siglo XXI, entre otras cosas, es que le garantice la libertad para seguir haciéndolo.

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad