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Algo más que las palabras

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EL LIBRO es pequeño. No llega a las 140 páginas. Recopila la mayor parte de las notas y ensayos de Circe Maia. Abarca sin embargo mucho: treinta textos, con una introducción y un epílogo. Está dividido en tres partes; cada una incluye salomónicamente diez textos. Las partes se denominan "Mitos y leyendas", "Paralelismos" y "Desde las imágenes a las palabras". Ir recorriéndolo implica un acomodamiento progresivo al estilo de exposición de la autora: escueto y a la vez muy amplio. Y descubrir un placer adicional: el libro se va convirtiendo en una antología de poesía traducida, por una parte, y por otra abundan las precisiones, opiniones y hasta zonas misteriosas sobre los mitos, la filosofía, la muerte.

EN EL MIRADOR. Lo que dura y permanece en ese recorrido es la mirada de Circe Maia sobre poetas o filósofos que ama, de todos los tiempos. En algunos casos figuran apenas uno o dos poemas, con poco análisis o intervención. Pero su estilo aunque escueto es minucioso y certero: uno llega a pensar que no agrega demasiadas palabras justamente para no perturbar el juego de la poesía, los mitos, las ideas o el mundo. Ya en la introducción hace referencia a la traducción muy difícil que hace el poeta no de un conjunto de palabras a otro, sino de la realidad (o incluso, más humildemente, lo que ve o percibe), a sus propios poemas. Despliega ese tema en el trabajo dedicado a tres poemas de William Carlos Williams, a quien reconoce entre los poetas "descubridores" más que "inventores". Los primeros necesitan "ver, tocar y comprender algo más que las palabras y sus combinaciones". (…) "De las distintas tareas que puede emprender un poeta una de las más difíciles es aparentemente la más fácil: traducir en palabras la mirada, cambiar la percepción en poesía". Un poeta del país de los grandes espacios como Williams, convierte esa tarea en un equivalente físico, que es caminar: "Hay pausas para `respirar`, para `cambiar el paso`, para apresurarse a veces y a veces detenerse brevemente, pero todo sin perder el equilibrio y el sentido de la marcha".

LA MUERTE, LA FAMA Y LOS SARGAZOS. En la elección de los poemas se va dibujando el perfil de los gustos de la autora. Figuras clave son para ella los griegos Constantino Kavafis, Yannis Ritsos, Yorgos Seferis y Odyseas Elytis. Establecen un puente a través del tiempo con "lo griego", por una parte, y la continuidad de temas eternos, como la muerte. Uno de los primeros textos, "Los caballos de Aquiles", confirma: "Desde la inmortalidad, el punto más lejano, la muerte es vista como lo que realmente es, un horror incomprensible (…) la muerte es una acción que empieza y que no acaba. Mientras que la vida empieza y termina, no terminamos nunca de estar muertos (…) es nuestra extraña inmortalidad, la de haber sido y no ser nunca más, por los siglos de los siglos".

El tema reaparece en "La (el) visitante". Nuevamente es la dama de la guadaña, para nosotros, aunque en el norte sea un hombre (de ahí el título). Esta vez surge en poemas de Ritsos y de Eddy van Fliet. Y en el clásico absoluto de Jorge Manrique, espartano y tajante: "consiento en mi morir/ con voluntad placentera,/ clara y pura,/ que querer hombre vivir/ cuando Dios quiere que muera,/ es locura".

Un equilibrio aparece en "Las mujeres árboles", cuando alguien siente que es también otra cosa, un árbol, sol mediante: "en un día soleado alguien puede sentir que es él mismo y al mismo tiempo es también el árbol sobre el que apoya su mano, siempre que se haya dejado embriagar por `el zumo del sol`". Allí la epifanía de perder los límites hace que el momento sea tan eterno como la Enemiga.

Otras dos instancias contrapuestas son los textos dedicados a la fama en Ovidio y a la descripción que Ezra Pound hace de una mujer mundana. Circe Maia reconoce: "Ni diosa plena, ni semidiosa ni tampoco ninfa de bosques o ríos, la Fama es un extraño ser". Y cierra: "Lo múltiple, lo fragmentario, lo dudoso, lo incierto… Ovidio presintió este modo de ser sobre la tierra". El poema de Pound tiene un título muy directo en francés: "Portrait d`une femme". Para la autora, también podría llamarse "Los niveles de la vida inauténtica". Habla de una mujer que eligió y alcanzó dos formas de vida, ambas falsas: "en ninguna de ellas aparece nada propio, nada original, nada profundo. Ella sería siempre `segunda`, se la buscará `a falta de alguien más`". El poema comienza: "Tú eres nuestro Mar de los Sargazos". Y el texto culmina abriendo lo que parece puro encierro, pura crítica, reconociendo "que es también un modo de ser y que las superficies existen con tanto derecho como las profundidades. Después de todo el mar de los Sargazos es también un mar".

La riqueza del libro solo de apariencia pequeño o breve es inagotable, se proyecta más allá de las palabras de la propia autora. Una referencia a Lewis Carroll, por ejemplo, recuerda un fragmento de Alicia donde la niña quiere ver un objeto en un estante atiborrado de objetos, pero cada vez que mira, lo ve vacío. El texto lo compara con el modo en que el sentido escapa, se fuga en algunos poemas o algunos sueños. Pero también hay algo de física cuántica, donde la luz (y la mirada) cambian la posición de lo que se quiere ver.

Tener La casa de polvo sumeria a mano es como tener una biblioteca amplia, personal, que se proyecta de forma múltiple, una y otra vez. Y que habla con conocimiento de la traducción poética, reconociendo la dificultad de ejercerla pero también sus frutos: "expresiones lingüísticas que se han vuelto sin interés para los habitantes adquieren nueva vida en el otro idioma (…) el traductor puede aportar una nueva `danza del intelecto` entre nuevas palabras". Aquí hemos presentado apenas una parte de su carga de sentidos: no hemos tocado, por ejemplo, el modo en que los mitos siguen presentes hoy, según la autora. Leerlo lleva más tiempo del previsto, pero no por densidad sino por levedad cambiante, profunda, casi un cubismo textualtrascendente, de la mente y la sensibilidad.

LA CASA DE POLVO SUMERIA, de Circe Maia. Rebeca Linke editoras, 2011. Montevideo, 134 págs. Distribuye Gussi.

Leer en árabe

HAY LETRAS serviciales, solares, lunares; hay verbos cóncavos, sanos y enfermos. (...) El placer de leer hacia atrás, es decir, de derecha a izquierda, es el placer que acompaña a la ruptura de un hábito que se creía adquirido para siempre. Parece que adquiriéramos más libertad al descubrir nuevas combinaciones y formas insospechadas de construir una frase.

El sentido se abre paso a través del texto como un haz de luz que alumbra un paisaje poco familiar. (...) Sí, allí está un pensamiento expresado por la vibración del aire hace cientos de años. Allí está ahora ese mismo pensamiento apresado vivo en la delicada cárcel de estos signos, que no se nos entregan fácilmente.

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