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Vivir de la droga

| Los golpes al narcotráfico han sido eficaces e importantes, una tendencia que tiene un lado negativo: cada vez hay más dedicados al negocio. Humildes familias y bandas armadas a mafias apátridas participan del negocio en Uruguay.

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Fabián Muro

Como lo sueñan los jugadores de fútbol, los mejores negocios se consiguen en Europa: para cualquier patadura el anhelo máximo es llegar a un equipo español, holandés o británico.

Para los narcotraficantes locales el paraíso también está en Europa. Colocar su producto en ciudades como Amsterdam es el primer ascenso social a una vida delictiva autosustentable. El riesgo también es mayor: cuanto más lejos, más dura es la caída.

Los números son claros. Un kilo de cocaína que cuesta cerca de 10.000 dólares en Uruguay, en España se puede vender a 50.000. Y en Holanda, el mejor destino, a 80.000. "¿Cómo no va a querer colocar droga ahí? Las ganancias son enormes", dice un comisario que prefiere no revelar su identidad porque "tema droga, sensible. Mejor no dar el nombre".

Desde su despacho, su contacto cotidiano con las drogas se limita al otro extremo de la escala de precios. Trabaja entre "chasquis" -la dosis mínima, 0,1 gramos que cuestan 30 pesos- de pasta base incautados y una pila de sobres con denuncias de bocas de venta. Muchas veces le ha tocado, lejos del glamour europeo, buscar droga en pozos negros.

CRECIMIENTO. Desde las aguas residuales de Montevideo a los prósperos mercados de la Unión Europea, en Uruguay el negocio de las drogas prospera: hay más incautaciones y procesamientos, lo que es bueno, pero para otros es malo porque habla de que hay muchos más intentándolo.

En los últimos cuatro años las incautaciones de dos de las tres sustancias que sostienen al narcotráfico en el país (cocaína y pasta base, la otra es marihuana) crecieron 2.500% y 1.600% respectivamente. Las cifras incluyen incautaciones de las espectaculares (dos toneladas en Santiago Vázquez, por ejemplo) y de las más modestas pero que revelan una mayor demanda en el mercado.

En Uruguay, la industria del narcotráfico emplea a unas 7.000 personas según una estimación del director de la Brigada Antidrogas, el inspector mayor Mario Layera. La mayor parte de esta fuerza laboral vive del menudeo.

Esa cantidad es el doble de los empleados contemplados en el Consejo de Salarios de la industria láctea, por ejemplo. Layera remarca que se trata de una estimación. Lo concreto, agrega, es que en los últimos 15 años más de 35.000 uruguayos han estado involucrados en el narcotráfico, a menudo por una única vez.

Aunque hay más oportunidades de negocios, la cantidad de personas detenidas por delitos vinculados al narcotráfico se mantiene entre las 1.500 y 2.000 personas. Sin embargo, la cantidad de procesados no ha parado de aumentar desde 2003, cuando los procesados fueron 299. El año pasado cerró con 721 procesados y este año la tendencia podría bajar un poco (al 1° de julio, eran 322 personas).

Con todo, Uruguay aún es principalmente un país de tránsito de cargamentos de drogas, aseguran las fuentes vinculadas al tema. Pero no es, como se ha llegado a creer, de los más importantes. Una lista latinoamericana anual en la que Estados Unidos señala a los países productores y a los que sirven de paso para el tráfico, no incluye a Uruguay entre 13 países.

Tres niveles. Acá, como en cualquier parte del mundo, el negocio del narcotráfico se organiza en tres niveles: unipersonales, pymes y multinacionales clandestinas.

El que está más abajo, el minorista, necesita una infraestructura mínima: vende desde su casa, auto o sencillamente caminando. Y es el que atiende las necesidades locales.

De acuerdo a fuentes policiales, en los últimos tiempos se desdibujaron algunos estereotipos del dealer que realiza sus negocios al amparo de la oscuridad, en tugurios y lejos del Centro o de los barrios más prósperos. La droga se consigue en todos lados y muchas veces es el negocio que sustenta a una familia con aspiraciones de clase media.

Abel (no es su verdadero nombre) tiene dos hijos y vive en un barrio cercano a la costa. Vende principalmente cocaína. "Luego de las ocho de la noche, que no me llamen. A partir de esa hora estoy con mis hijos y no quiero andar transando", dice sobre sus condiciones de trabajo. Luego de las 20, su celular se apaga y no se prende hasta las 10 de la mañana del día siguiente, cuando ya dejó a sus hijos en la escuela.

Juan (tampoco es su nombre), por el contrario, puede terminar una jornada laboral a las seis de la mañana, o más tarde. Y arranca a eso del mediodía, de lunes a lunes. También él tiene familia, pero ésta por lo general es postergada por el negocio. Sólo algunos fines de semana largos y feriados se permite unos días de descanso.

Es que las ganancias pueden ser tentadoras. Los días de mayor demanda, donde Jonathan puede llegar a atender casi a 40 clientes, sólo la venta de un gramo de cocaína a 400 pesos (por cliente) le daría 16.000 pesos libres de impuestos. Y también se dedica a la marihuana.

Ni Abel ni Jonathan venden, por el momento, pasta base. Pero puede que empiecen. A medida que la droga se extiende más allá de los barrios más postergados, la sustancia comienza a formar parte del menú de las tres drogas ilegales más comunes y consumidas en Uruguay.

"Quien crea que la pasta base sólo está en los barrios complicados, se equivoca. Está más cerca de lo que se cree", dice un abogado penalista con experiencia en procesos vinculados al narcotráfico.

Un comisario coincide. Todas las denuncias que aún están frescas en su memoria, y que enumera mecánicamente en su oficina, provienen de direcciones de calles del Centro.

Cuando repasa los sobres con denuncias, le pregunta a un asistente por cuántas van. "Cuatro mil y algo", le responde. Tanta denuncia se debe, estiman varios policías, a que éstas se pueden efectuar anónimamente desde un teléfono.

Por eso, el director de la Brigada Antidrogas duda que haya tantas bocas de pasta base en Montevideo. Una venganza entre vecinos puede generar una denuncia que deriva en un mal momento para el denunciado.

Arriba del minorista, que a veces trabaja sólo y otras junto a integrantes de su familia, está el distribuidor que suministra la droga a ser dividida y vendida. "Si hablamos de pasta base, ese es el que lleva las `tizas` a las casas, donde por lo general hay una familia que las recibe, las fracciona y las vende", relata un suboficial que hace poco entró en el mundo de los procedimientos contra los lugares de venta.

En este nivel -el intermedio- es donde empiezan a aparecer las armas de fuego. Pero éstas tienen una función de "regulación" hacia adentro del mercado. No son, principalmente, para repeler a policías. "No es por nosotros que se arman", dice el suboficial. "Es la competencia de otros distribuidores lo que los motiva a `andar calzados`, porque se disputan los puntos de ventas".

También en este nivel se dan los conflictos que luego pueden ajustarse a los tiros. Porque acá aparecen los `mexicanos de las bocas`, como se les conoce en la jerga: aquellos que asaltan los centros de venta de pasta base. Entran armas en mano y se llevan todo lo que haya.

Pero no hay reglas absolutas. El distribuidor también puede ser minorista, como Mauricio (no es su nombre real). Cuando fue atrapado por la Brigada Antidrogas, tenía más de seis kilos de marihuana y más de 50.000 pesos en su casa, su centro de operaciones.

La elite del negocio. En el puesto más alto de la pirámide está el narco con contactos internacionales. Es el importador, el que hace el negocio sin tener contacto con la droga y el horizonte laboral de muchos mayoristas.

"El mercado local da para un buen pasar, para una calidad de vida buena", explica Layera. Pero la verdadera diferencia está en Europa: "es ahí cuando no sólo cambian las condiciones de vida de quien trafica, sino también las de sus familiares. Si llegan a ese nivel comienza la preocupación por lavar el dinero. Y por no tener que ver ni tocar la droga", explica el jefe de la Brigada Antidrogas, un policía con 15 años de experiencia como investigador del narcotráfico.

Ninguna fuente oficial consultada quiso decir cuántas personas se encuentran en ese estrato. Pero sí dicen que éstos todavía no han adquirido la temida -por las autoridades- "estructura": una organización ya asentada y con capacidad de eludir o -como en el caso de los carteles mexicanos- repeler las acciones policiales y militares.

En la mayoría de los casos, son redes vagamente interconectadas que se asocian para un negocio que puede ser el tráfico de drogas pero también el contrabando de artículos de consumo, según fuentes policiales y judiciales.

Se trata, normalmente, de grupos en los cuales lo principal es la relación personal, no el protocolo empresarial de rubros más legales.

En todos los niveles hay un contacto más o menos fluido, y no conveniente, con algunos policías. "Hay que seleccionar muy bien a quien va a reprimir el narcotráfico", dice un comisario off the record. "Las tentaciones son muy grandes y ya sea para participar o para hacer la vista gorda, el agente está muy expuesto".

Lo habitual es que los negocios que se hacen en Uruguay se acuerdan entre operadores locales y los productores o proveedores de afuera. Las detenciones a ciudadanos de otros países en los últimos años habla de una más aceitada colaboración entre proveedores internacionales y operadores locales.

Colombianos, bolivianos, mexicanos y argentinos cumplen condenas en cárceles uruguayas o pasan por ellas en su camino hacia Estados Unidos o Brasil.

Pero también empiezan a aparecer otras nacionalidades. La operación "Guerreros de los Balcanes" el año pasado trajo por primera vez en mucho tiempo a traficantes europeos a operaciones nacionales.

Al cierre de este número, los juzgados especializados habían concluido tres investigaciones sobre narcotráfico, y las organizaciones desarticuladas tenían a uruguayos, bolivianos, argentinos, ecuatorianos, peruanos, un francés y un suizo en sus filas.

El contacto con un productor o proveedor extranjero se cuida con mucho celo, explica el jefe de la Brigada Antidrogas. Son vínculos que no se consiguen ni se pierden fácilmente. Como ciertas amistades, perduran. "Aún estando en la cárcel sirven", asegura.

El entorno carcelario es, de acuerdo a varios de los consultados, un contexto natural para el negocio. Los contactos conseguidos afuera siguen en pie y adentro se pueden hacer nuevos.

Al comisionado parlamentario para el sistema carcelario, Álvaro Garcé, le consta que a la cárcel entra la droga pero ve más difícil medir si desde los centros penitenciarios algunos de los capos detenidos siguen manejando su negocio.

Otras fuentes aseguran que desde el celular y a través de conversaciones y mensajes de texto se puede seguir manejando el negocio que lo llevó tras de rejas. Varios abogados confirmaron esa modalidad.

Un integrante del Poder Judicial estima que las cárceles juegan un papel "muy importante" y que hay varios casos de narcotraficantes que volvieron a ser procesados ya presos por dirigir negocios desde adentro.

RUTAS URUGUAYAS. La cocaína y la marihuana que se consumen en el mercado local son también las que pasan a Europa. La pasta base es de consumo regional.

Hasta donde saben o admiten, los encargados de reprimir la oferta de narcóticos sostienen que el país todavía carece de una infraestructura productiva relevante para fabricar drogas sintéticas, como por ejemplo el éxtasis.

Ese tipo de drogas es lo que estaría dentro de las posibilidades de un país en el que la coca no se cultiva. Para esas pastillas hay una demanda constatable, pero es muy poco en comparación con las demás.

El mapa de ingreso y salida de las drogas de Uruguay refleja que nuestros socios privilegiados son Paraguay y Argentina. De Paraguay viene toda la marihuana que se fuma en Uruguay -"Brasil es territorio de paso de la marihuana que nos llega", dice Layera- y desde Argentina entra la cocaína y la pasta base, que parten de Bolivia y Colombia.

Por lo general, las drogas ingresan a través de los puentes del río Uruguay y por el tránsito fluvial entre ambos países. Aunque empezaron a aparecer cargamentos de cocaína que caen desde el cielo y últimamente hay también cocaína peruana disponible en el mercado. La marihuana ingresa por departamentos como Cerro Largo o Rivera en autos o camionetas.

Para sacar la droga hacia el codiciado mercado europeo hay dos opciones: el puerto o el aeropuerto. Según algunos policías, el aeropuerto es para las "mulas", personas que llevan poco y corren un riesgo demasiado grande.

Los grandes cargamentos salen, dicen, por el puerto en containers. Un jerarca de la actual Administración Nacional de Puertos se desentiende del tema y dice que ese es un asunto de Aduanas. Para el jerarca, los dos scanners con los que cuenta el puerto funcionan satisfactoriamente, pero reconoce que a veces hay tanto tránsito que no siempre es posible escanear todos y cada uno de los contenedores.

El director de Aduanas, Enrique Canon, fue consultado por Qué Pasa pero no respondió. De todas formas, se supo que Aduanas está elaborando un código de ética para los funcionarios y Canon admitió al diario Últimas Noticias que el organismo "no tiene una tradición de incautaciones de drogas". Una mirada a los resúmenes estadísticos de la Junta Nacional de Drogas sobre incautaciones lo confirma. En el casillero "Aduana" casi siempre hay un cero o están consignadas las menores cantidades capturadas.

Una actividad que cambia su modus operandi de acuerdo a la demanda del consumidor y las acciones que emprenden las autoridades siempre es difícil de combatir. Y más cuando detrás de ellas hay familias, por ejemplo, que siempre vuelven al negocio o tienen pocos recursos para encontrar otra actividad. Siete mil uruguayos viven así.

La pista del dinero

Como en las películas, en Uruguay, cada vez que se inicia una investigación sobre narcotráfico también comienza una sobre lavado de dinero. El viernes pasado concluyó un seminario de capacitación sobre lavado de activos en la ex Casa de Gobierno y según el actual director de la Secretaría Antilavados, Carlos Díaz, se prepara otro junto a las autoridades de Paraguay, de donde proviene toda la marihuana que ingresa al país.

1.600%

es la cifra equivalente al crecimiento de capturas de pasta base en los mismos períodos.

2.500%

es lo que aumentaron las incautaciones de cocaína durante 2005-2009 en comparación con 2000-2004.

De afuera

Peces gordos

Los narcotraficantes extranjeros que han pasado por Uruguay hasta ahora han adoptado una postura que indica pragmatismo y racionalidad: "Por el momento sólo resguardan sus actividades y aseguran las rutas de distribución. Un ejemplo de ello es que no se han registrado acciones delictivas contra la población local. Sólo se registraron enfrentamientos intestinos", dice un experto en narcotráfico del sector privado que elaboró un informe para Qué Pasa sobre el alcance continental de los grupos más poderosos, en particular los carteles mexicanos.

De acuerdo a este consultor, los carteles se dividen en cuatro niveles. Arriba están los capos; más abajo vienen los financieros -los que lavan el dinero- y los lugartenientes, manos derechas de los capos. En el tercer nivel están los sicarios: "Ajustan cuentas, trabajan por sumas importantes y generalmente son pistoleros experimentados y delincuentes". En el último escalón hay tres tipos de operadores: transportista, distribuidor y productor. "El transportista mueve toneladas de droga por cielo, mar y tierra. El distribuidor trabaja en la calle, es minorista. El productor suele ser un campesino pobre comprado o intimidado para que siembre plantas de marihuana o amapola en lugares escondidos".

En la actualidad hay unas 30 organizaciones dedicadas al narcotráfico en México, de 130 que se aglutinan para la delincuencia. Entre ellas Los Zetas, formada por militares de varios cuerpos de elite, creados en su momento por el Estado mexicano para combatir la insurgencia en Chiapas.

Tres capturas importantes

Gustavo Durán Bautista

Colombiano, atrapado en Salto en el marco de la operación San Francisco, que dio una incautación de cocaína de 500 kilos. Dos veces intentaron liberarlo, la última vez en mayo, cuando dos personas trataron de sacarlo del Penal de Libertad haciéndose pasar por agentes de Interpol.

José Paulo Vieira de Mello

Brasileño, apresado en San José de Carrasco en junio luego de vivir dos años en Uruguay con identidad falsa y perfil bajo. Capo del Comando Vermelho, una de las organizaciones delictivas más poderosas de Brasil, será extraditado a ese país.

Al Yoram

Israelí, conocido como el "Rey del éxtasis". Intentó huir de Cárcel Central vestido de mujer y logró escapar en 2005 del Penal de Libertad sobornando a funcionarios. Fue atrapado en Brasil un año más tarde, pero la Justicia brasileña archivó el caso y Yoram fue liberado.

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