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Una adicción "bien vista"

"Qué bien Fulano, se pasa laburando". Esa frase refleja una alta valoración en el imaginario de la gente, pero puede esconder un cuadro clínico nocivo para el individuo y para su lugar de trabajo: son los workaholics.

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Pueden caer bien por su gran contracción al trabajo, pero en realidad buscan el control total. Su utilidad depende de la estructura organizacional que los contrate.

LEONEL GARCÍA

El horario laboral de Karina es de ocho horas, pero ella misma lo extiende a casi quince. No se toma el "corte" que le corresponde. Acepta tareas que no son inherentes a su cargo como coordinadora de un centro educativo. Delega trabajo, pero controla todo lo que hace ella y sus subalternos. "No dejo nada librado". Ha ido a trabajar enferma, y cuando no le queda más remedio que quedarse en cama -más por presión de sus compañeros que por decisión propia- lo hace "con dolor en el alma". Su umbral de tolerancia a las vacaciones no supera los cuatro o cinco días. En casa no termina de desenchufarse: revisa los correos electrónicos y hasta lleva el laptop a la mesa familiar. Aún así, dice que disfruta mucho lo que hace. "Me da una adrenalina especial", afirma. Su ritmo no persigue motivaciones económicas; de hecho, reconoce que ganaría lo mismo cumpliendo estrictamente su horario.

"La gente dice que soy adicta al trabajo", señala la joven de 29 años. "Yo asumo que algo debo de tener, pero no lo he tratado. De todos modos, prefiero eso a que no me guste trabajar". Sí se considera nerviosa y ha sufrido gastritis con principio de úlcera, a causa de su ritmo. Su madre le pide que afloje. No está en pareja; reconoce que ha debido relegar su vida personal.

El término inglés workaholic fue utilizado por primera vez en 1971. Como cuadro clínico, su nacimiento es muy reciente, al punto que no está incluido en el DSM IV, algo así como la Biblia de la Psiquiatría. Otros conceptos como "laborodependencia" o "trabajólicos", son aún posteriores. A diferencia de otras adicciones, como al alcohol o las drogas, la contracción excesiva al trabajo era considerada aceptable, plausible y digna de elogio. La psicoterapeuta canadiense Barbara Killinger la calificó como "una dependencia respetable". Pero es un comportamiento que puede resultar nocivo para la persona y para su propio ámbito laboral.

Vacío. La psicóloga laboral y docente Carolina Moll, define al workaholic como alguien para quien el trabajo es el centro de su vida y le da sentido a ésta. "A través de él, la persona siente que ejerce poder, trata de controlar todo lo que le rodea y, además, niega que sea una adicción". No suele haber una razón económica detrás, agrega. O sea, el multiempleo -mucho más una necesidad que una compulsión- no debe confundirse con la adicción al trabajo.

La fachada "respetable" de esta adicción hace que muchos se confundan con una persona cumplidora con su trabajo. No es lo mismo. "Una persona comprometida con su tarea piensa así: tengo un objetivo laboral y lo voy a cumplir, en tiempo y forma, de acuerdo a lo que me solicitan", señala Geraldine Delfino, gerenta del Área de Selección de Personal de PricewaterhouseCoopers (PWC) Uruguay. El trabajólico, en cambio, "va a hacer más de la cuenta o le va a dedicar más tiempo que el necesario". Delfino, también psicóloga, afirma que detrás de estos casos "hay un gran vacío en otras áreas de su vida o la denuncia de una soledad, al menos, interesante".

¿Existe algo así como un perfil del laborodependiente? El psiquiatra y docente Fredy da Silva señala que puede influir la baja autoestima o un sentimiento de desvalorización que busca ser compensado por la búsqueda de éxito y poder. "Pero también se ve en casos de individuos muy competitivos, con mucha necesidad de reconocimiento social y que gustan de exhibir sus logros".

Todos los especialistas consultados coinciden en que los casos más frecuentes se dan en hombres, en edades que van de 30 a 45 años, y que ostentan cargos de jerarquía. Esto puede llegar a ser un factor de problemas: un jefe workaholic suele exigir a sus sufridos subalternos tanta contracción al trabajo como él; y su vida social también gira en torno a su ocupación laboral, arrastrando a su familia en esa obsesión. Las vacaciones o el tiempo libre están contaminados por cuestiones laborales y por un carácter insatisfecho y hasta irritable; disfrutar de un descanso es casi imposible. En el hogar suele funcionar un segundo escritorio. "A nivel familiar, estos casos suelen terminar en divorcios (siempre y cuando estén casados), porque son individuos de una gran soledad afectiva", agrega Da Silva.

¿Útil? En España, donde este tema ha sido objeto de numerosos estudios, investigaciones recientes han revelado que un adicto al trabajo termina resultando un gran problema para las empresas. Y no resulta difícil darse cuenta por qué. "Si bien al principio puede caer muy bien entre sus compañeros porque aparentemente siempre está dispuesto a dar una mano -dice Moll-, al final resultará ser una persona conflictiva: le cuesta mucho delegar porque considera que nadie hace el trabajo mejor que él. O, directamente, tiene una conducta narcisista".

Para Delfino, lo nocivo o no que pueda resultar una persona de estas características para una empresa depende de su estructura organizacional. Si la firma fomenta los horarios prolongados, la no delegación de tareas o la flexibilidad no es un elemento importante, "entonces va a ser un individuo valioso, destacado". Por el contrario, si en la cultura de esa organización se fomenta el trabajo en equipo, el respeto a las licencias y al tiempo de descanso, ahí ya será un factor de conflictos. Moll agrega que si esa misma persona concentra mucho conocimiento y responsabilidades, "el día que falte la empresa va a quedar muy malparada".

Los datos epidemiológicos son muy escasos. En los `80, se estimaba que el 5% de la población mundial era adicta al trabajo, porcentaje que trepaba al 23% en profesiones "liberales" como médicos, psicólogos o abogados. El área de la comunicación (publicidad o periodismo) también es considerada como un campo proclive para estos casos, aunque los expertos señalan que no hay tarea -especializada o rutinaria- que pueda considerarse inmune a estos cuadros. En España, diversos estudios ubican esta adicción entre el 7% y el 12% del mundo laboral. El psiquiatra Da Silva dice que distintas investigaciones internacionales concluyen un promedio de 10% de workaholics en el universo de trabajadores. No existen datos relacionados a Uruguay.

En tiempos de teletrabajo, donde se fomenta la tareas en equipo y el requisito de dedicación full-time ya no es tan presente en las solicitudes de empleo, encontrar a un workaholic joven ya no es tan común. "No creo que las nuevas generaciones, como la llamada `Generación Y` (menores a 30 años), que priorizan mucho el equilibrio entre la calidad de vida y el trabajo, afilien a esta modalidad", sostiene Delfino, de PWC. Pero eso no quiere decir que estén en vías de extinción. Como muestra, ahí está Karina, con sus 29 años y su deseo de que su trabajo sea siempre bien reconocido, aún a costa de su salud y postergaciones personales.

Karina admite que pensó en acudir a ayuda profesional. "Este año pensé en entrar al mundo del diván, ¡pero no sé si hay algún psicólogo que pueda venir acá!" "Acá" es su lugar de trabajo, donde siempre ella encuentra algo más para hacer.

Tratamiento con fármacos y psicoterapia

La psicóloga laboral Carolina Moll -quien además es docente en la Ucudal y gerente de Recursos Humanos de OSE- sostiene que el momento óptimo para intervenir profesionalmente con un adicto al trabajo es cuando éste queda desempleado. "Es muy raro que un trabajólico acceda a un tratamiento. Es recién cuando queda fuera de este mundo puede hacer un `clic` y darse cuenta de hacia dónde va su vida".

Si alguno finalmente accede a someterse a un tratamiento, el psiquiatra Fredy Da Silva afirma que éste tiene una pata biológica, otra psicológica y otra social. Para la primera se recurre a ansiolíticos, antidepresivos; para la segunda, psicoterapia, siempre individual y con modalidades -según el psiquiatra español Francisco Alonso-Fernández- cognitivo-comportamental, adleriana y existencial.

"Y en lo social es fundamental trabajar con la familia, que sufre mucho por estos casos", sostiene Da Silva. Ahí entra en juego la socioterapia, con el objetivo de reorganizar su plan de vida.

Otros motivos por el cual el workaholic puede caer en la cuenta que necesita ayuda son las complicaciones médicas resultado de su excesiva contracción al trabajo. Da Silva señala que es frecuente que estos cuadros deriven en alcoholismo, depresión, úlceras o adicción a drogas. "En todo caso, ahí se llega a ser un enfermo físico". Es cuando el cuerpo grita basta.

En un trabajo conjunto realizado en 1998 por dos especialistas españoles, Javier Fernández Montalvo y Enrique Echeburúa, Laborodependencia, se pone énfasis en que el tratamiento no es equivalente al de otro tipo de adicciones. El motivo es obvio: es imposible pretender algo así como la abstinencia laboral.

"En la mayor parte de las adicciones -alcoholismo, ludopatía o drogas- el objetivo final de la abstinencia facilita la recuperación del paciente. Como es obvio, esta meta no resulta viable en la adicción al trabajo. Al ser el trabajo controlado la única alternativa terapéutica posible, se trata de potenciar el autocontrol del paciente y de implicarle en actividades gratificantes alternativas", afirman Fernández Montalvo y Echeburúa en el mencionado trabajo.

Las cifras

20% Es el porcentaje de adictos al trabajo en Japón, el país del mundo donde esta problemática está más extendida.

50 Distintos expertos señalan que trabajar más que esa cantidad de horas a la semana puede generar adicción. Según la OIT, el 8% de los empleados trabaja más de 12 horas diarias.

Detecte usted si está pasado de rosca

En su libro Ergonomía y psicosociología aplicada (Lex Nova, 2009), el especialista español Francisco Javier Llaneza enumeró las características más destacadas de un adicto al trabajo. Si usted se siente identificado por todas o por la mayoría, debería comenzar a preocuparse.

1. Sentir preocupaciones agobiantes durante el fin de semana.

2. Incapacidad para tomarse vacaciones o descansar.

3. Imposibilidad de abandonar al final de la jornada un trabajo inacabado.

4. Ponerse nuevos trabajos para realizar durante los períodos de descanso.

5. Ser incapaz de rechazar ofertas de trabajo adicional.

6. Experimentar que el tiempo pasa muy rápido cuando se trabaja.

7. Ser competitivo en cualquier actividad.

8. Mirar impaciente el reloj.

9. Ser acusado por familiares y amigos de que dedica más tiempo al trabajo que a ellos.

10. Experimentar cansancio e irritabilidad si no se trabaja durante los fines de semana.

11. Ser el último en quedarse en el lugar de trabajo.

12. Evitar delegar tareas.

13. Limitar las lecturas a temas laborales.

14. Tener problemas para relajarse.

15. Trabajar con tensión.

16. Comunicarse mejor en la empresa que fuera de ella.

Las cuatro etapas del problema

El psiquiatra Freddy Da Silva señala que hay en un workaholic una implicación progresiva en el trabajo. Estas etapas -desarolladas por su colega español Francisco Alonso-Fernández- comienzan con el comportamiento autoritario y pueden tener un desenlace fatal, si no se trata a tiempo.

Etapa 1. Se traduce en un comportamiento autoritario tanto con sus subalternos como con sus familiares.

Etapa 2. Aparecen el estrés, aparejado con un deterioro de la capacidad laboral o el abuso de drogas o psicofármacos.

Etapa 3. Del estrés se pasa a la depresión o a algún tipo de manifestación psicosomática. El adicto al trabajo ya pasa a ser un enfermo. El abuso de drogas o fármacos ahora se mezcla con otra adicción química: el alcohol.

Etapa 4. El peor desenlace posible: crisis aguda de enfermedad coronaria o muerte repentina.

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