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La voz de una pasión

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Alberto Sonsol. Foto: Fernando Ponzetto

El conductor y relator de fútbol y básquetbol (Sport 890, Tenfield y Canal 10) considera a 2016 como uno de los mejores años de su carrera. El Iris de Oro le sirvió de estímulo y mejoró su posicionamiento. Reconoció la posibilidad de un eventual pase a Radio Carve para el año venidero y habló de su "muerto en el ropero": la debilidad por los juegos de azar. "Es un tema controlado", dijo.

—¿Qué sentiste con la suspensión del clásico?

—Fue un día triste. Me sentí mal, abatido, vencido. De toda la vida yo interpreto el deporte de otra forma. El resultado de cualquier deporte tiene que ser el ganar o perder, irte contento o caliente, pero después la vida sigue. Mi conclusión es que a muchos de los que arman los líos no les importa la vida. Y cuando eso pasa, no hay límites. Les da lo mismo vivir, morir, matar, estar preso o libre. Así es imposible que el deporte funcione normalmente con esa gente en las tribunas.

—¿Crees que se tendría que haber reprogramado el partido sin público?

—No, no sé. Lo que me enferma es que estemos hablando de los problemas, de la violencia o de reglamentos y comisiones. La calle Guayabos (sede de la AUF) la detesto cada día más. A mí me gusta el verde césped. No puedo entender cómo son más conocidos los dirigentes que los jugadores en este país. Si hacemos una encuesta a cualquiera en la calle y le preguntamos por tres jugadores de Liverpool, seguramente no recuerde ninguno. Pero sabe quién es el presidente (José Luis) Palma. Está todo dicho.

—¿La policía debería entrar a las tribunas?

—Sí. No puedo creer que la policía anuncie que a tal lado no va. Es como hacerle el campo de orégano a los delincuentes. Como si mañana dijeran: "No cuidamos más los bancos." ¿A dónde van a ir los delincuentes? A robar un banco. De la misma forma me parece inconcebible que no vayan a las tribunas. Porque los barras hacen lo que quieren: roban, venden droga, se tirotean con toda impunidad. No puede haber fútbol así.

—A menudo se dice que los comunicadores tienen su cuota parte de responsabilidad en la violencia por hacer comentarios muy pasionales o drásticos. ¿Cuál es tu opinión al respecto?

—Yo le pongo el alma a una opinión futbolística o de básquetbol. Yo puedo decir que "la defensa de Peñarol es un flan" porque es lo que siento y pienso y lo voy a decir con mi estilo. Ahora, si alguien cree que eso es violencia, entonces soy un violento. Yo no lo creo. Reconozco que tengo una forma de establecer mis conceptos con dichos populares. Si mañana me piden: "Alberto, decilo de otra manera", va a ser el final. "Hasta acá llegué, pongan a otro". Porque en el barrio donde yo crecí, cuando la defensa era un flan, ¡era un flan! No voy a empezar a hacer comentarios diplomáticos o políticamente correctos. El deporte es para el pueblo.

—Has confesado ser hincha de Peñarol, ¿cuánto de esa pasión se mantiene?

—Cuando se prende la cámara o el micrófono, yo soy hincha mío y solo mío. Quiero ser el mejor y que la gente me ve y me escuche a mí. Como siempre digo, desde el pedestal de la honestidad, vale todo. Si no sos honesto con la gente o con uno mismo, ya es otra historia. En el periodismo hay de todo: gente que habla fenómeno y no sabe nada o viceversa. Y en esa mezcla, la gente puede elegir al que más le guste.

—¿En tu caso, estás satisfecho con los que te escuchan y te ven?

—Creo que ha sido un año muy bueno. Se solidificaron cosas. Lo del Iris de Oro fue una catapulta bárbara, un estímulo brutal. Le ha ido muy bien a Escape perfecto, el básquetbol se escucha y el fútbol también. No puedo quejarme de nada. Por supuesto que hay gente a la que no le caigo bien, no le gusta mi forma de comunicar y contra eso no puedo hacer nada. Lo mío es ponerle el alma y tratar de ser mejor que yo mismo todos los días. Y ser auténtico. Yo soy el mismo ahora acá, que en la radio o en casa con mis hijos.

—En ocasiones se dice que la característica de tu relato es la emoción. ¿Cómo se hace emocionante un partido del fútbol uruguayo?

—A veces no es fácil. Pero cada vez que hay un partido, es como la final del mundo para mí. Capaz que es un error, aunque así lo siento. A veces me dicen: "Alberto, bajá un cambio en el relato si el fútbol local no da para tanto". Y no puedo. Para mí cuando pasan la mitad de la cancha y se acercan del área hay peligro de gol y así lo transmito. En el deporte, como en la vida, lo que yo siempre digo es: "Hagas lo que hagas, hacelo con pasión. Seguramente lo vas a hacer mejor".

—Hace un tiempo te mostraste crítico con la realidad de los periodistas deportivos que en su mayoría venden publicidad para tener sus espacios. ¿Ha cambiado esa situación para ti?

—Algo ha cambiado, pero también entiendo el mercado. En Tenfield y en Canal 10 yo no tengo que vender nada, pero con la radio la situación es diferente. Para hacer una diferencia hay que dedicarse también a la producción comercial: vender y cobrar. El 99% de los periodistas deportivos lo tiene que hacer. En mi caso, lo del Iris del Oro marcó un cambio también en ese sentido. Te posiciona de otra manera frente a los clientes, a los empresarios de los medios, frente a los deportistas, inclusive. Fue increíble la cantidad de gente que me llamó.

—Se habló de un posible pase a Radio Carve para 2017, ¿cuán cercana es esa posibilidad?

—En este momento lo que hay es una manifestación de interés. Nada más. No te voy a mentir porque se trata de eso, hubo un "me gustaría que..." A partir de ahora, vamos a ver cómo se desarrollan las cosas; esto es muy dinámico. Estoy conforme en la Sport, pero uno trabaja por plata. Yo vivo de esto. Es como los jugadores de fútbol. Si a Edinson Cavani le das a elegir entre París, donde está, o un bote en el Río Uruguay con tres amigos, seguramente prefiera el bote. Pero el que le paga es el PSG. Como digo yo: "Show me the money" (Muéstrame el dinero)...

—Antes de ser periodista, fuiste mozo, vendedor de maquinaria y cadete. ¿Qué te decidió a dedicarte a los medios?

—Sentía que hacía muchas cosas pero no ganaba el dinero que quería y que estaba preparado para algo más. Era bachiller, hablaba idiomas. Además, me fascinaba el deporte, el periodismo y el relato. A veces es muy difícil porque se te puede ir la vida buscando en qué enfocarte. A mí me pasó a los 27 años. Un poco tarde, pero me pasó a tiempo.

—¿Qué fue lo primero que hiciste en los medios?

—Me sumé a un equipo básquetbol que estaba en CX 42 que conducía Juan Carlos Olano. Fue el primero que me dio una chance. El 6 de noviembre de 1984 fui a una cancha de básquetbol como periodista por primera vez. No dije ni una palabra. Acompañé a un compañero a ver cómo se hacía la transmisión en una época en que no había celulares ni nada parecido. Luego armé mi equipo y el 12 de agosto de 1985 comenzamos en Radio Universal con el padrinazgo de (Alberto) Kesman. Desde entonces no he parado.

—¿Cuál es tu relación con los colegas?

—Con algunos más que con otros. Por Kesman siento un gran respeto y admiración por su trayectoria, pero sobre todo porque siempre fue y es el mismo tipo. No cambió nunca. Siempre te da un abrazo con la misma calidez. Con (Federico) Buysán trabajamos juntos en todo y hay una gimnasia en la que no necesitamos ni hablarnos para entendernos. Yo creo que hay un juego periodístico que muchos entienden y otros no. Se trata de lo que yo llamo el "tiroteo", la generación de la polémica. Buysán lo entiende, Gorzy también. Es un contrapunto de opiniones cortitas, también de tonos y de voces. Nadie puede acaparar la palabra y estar media hora hablando porque la gente quiere otra cosa.

—El conflicto entre los jugadores de la selección y Tenfield por los derechos de imagen también ha puesto en la mira a quienes trabajan en esa empresa. ¿Cómo lo vivís?

—Lo que pasa es que la gente te encasilla. Yo no tengo nada que ver con eso. Trabajo en Tenfield y nada más. Jamás me llamaron para que diga esto o lo otro. ¿En qué me influye a mí este conflicto? En nada. Que los jugadores de la selección peleen y ganen todo lo que puedan y quieran. Y que Tenfield haga lo mismo.

—¿Pero habrás recibido mensajes críticos por trabajar en Tenfield?

—Sí, miles. Las redes sociales son un arma mortal. Pero si le das bola a todo lo que se dice ahí, no podés trabajar ni salir de tu casa. Me relajan hasta en arameo. Lo que puedo decir es que en esa lucha de poderes no tengo nada que ver. Hay una interna que no conocemos del todo: jugadores que antes eran representados por Paco y hoy están en esta lucha contra Tenfield. Yo he escuchado a jugadores decir que Paco les cambió la vida, hace poco lo dijo El Chino Recoba. Pero se ve que otros no lo ven de la misma forma. Algo cambió.

—¿Cuál es tu opinión sobre Casal? ¿Es positivo para el fútbol?

—Me parece que él hizo algo de la nada y la envidia es el principal impuesto que tiene que pagar. Es un tipo que ve las cosas antes.

—Esta parece que no la vio...

—La vio, sí. Porque él arreglaba con la Mutual. Lo que pasó fue que el gremio no tenía el aval de los futbolistas. Pero Paco no sé qué hizo mal. Si los dirigentes le dieron el fútbol y si la Mutual le dio los derechos de imagen, ¿qué hizo mal? ¿Paga poco? Si ese fuera el caso, no es culpa de él. Si tu auto vale 10 y vos me lo vendés en 4, ¿qué culpa tengo yo? Ninguna. Hice lo que hacemos todos a la hora de comprar cosas: tratamos de pagar menos. No digo esto por defenderlo, porque lo vi tres veces en mi vida, lo digo porque lo pienso.

—Estás casado y tenés tres hijos, ¿qué dice tu familia de tu popularidad?

—Bien, están felices. Para mí la familia es muy importante. Tengo la suerte de tener una mujer que no sabe nada de deporte. No tiene ni idea de dónde trabajo. Entonces los temas laborales no son asuntos de conversación en mi casa, salvo con mis hijos.

—Se ha dicho que tenés cierta debilidad por los juegos de azar, ¿es un tema superado?

—Es un tema controlado. Me gusta: muchas veces fui al casino y me encanta jugar a la ruleta, al punto y banca... Esas cosas. Hace un tiempo que paré. Es como el que se toma un whisky, dos o una botella. En un punto se transforma en un problema. A mí me gusta el deporte, el fútbol o el básquetbol y esto también me gusta. Es otro juego. Lo importante es el control.

—¿Tuviste momentos sin control?

—Sí, tuve. Pero acá estoy. Lo tomo como parte de mi vida. Tampoco puedo tapar el sol con un dedo. Todos tenemos un muertito en el ropero. Este es el mío.

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Alberto Sonsol. Foto: Fernando Ponzetto

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