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Una voz que no se calla

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Mónica Navarro. Foto: Darwin Borrelli

El año pasado, cuando Aris Idiartegaray se la cruzó en un pasillo de tevéCiudad y le dijo que quería hacer radio con ella, a Mónica Navarro no le importó nada.No le importó su reciente diagnóstico de asma, su oficio de cantante, su agenda cargada de actividades que van desde ensayos a entrenamientos ni que nunca hubiera tenido experiencia en ese medio de comunicación, como sí tuvo en televisión haciendo Blister junto a Max Capote. No le importó y dijo que sí: primero porque le gusta la música, segundo porque le encanta hablar, y tercero porque Mónica Navarro no suele tenerle miedo a ningún desafío. El lunes pasado debutó en Emisora del Sur con Nos sobran los motivos, una actividad más para agregarle a su grueso currículum.

Hay un puñado de premios y reconocimientos que se amontona en una pequeña estantería que está justo frente a la entrada del apartamento. Hay un par de Graffiti que ganó por los discos Paquetito de tango y Calle, un Morosoli, una medalla por haber estado nominada a los Grammy Latino y una placa por haber sido Mujer del Año. Pero hay uno que llama la atención: es de 2000, de un concurso de tango.

Por esa época, Mónica Navarro era la cantante femenina de La Tabaré, banda a la que llegó a fines de 1997 para aportarle su voz y todo su prontuario de actriz, ese que se trajo de Buenos Aires cuando se vino a vivir Montevideo, en 1989. Cuando era demasiado rockera como para ceder ante el tango.

"El padre de mi hija me dijo: mirá, hay un concurso, ¿por qué no te presentás? Yo estaba embarazada de Vicky, tenía una panzaza así", dice y señala más o menos el tamaño de su panza. Al final concursó y le fue tan bien que terminó dándose cuenta que sabía de tango más de lo que podía imaginarse, que el género estaba en su ADN.

Hoy, Mónica Navarro es cantante premiada de tangos y reconocida a nivel internacional (así lo indicaron los Grammy Latino, a los que estuvo nominada en 2014), con cuatro discos editados: tres de estudio —Paquetito de tangos, Perra y Calle— y uno en vivo, Tríptica. Es además una compositora en desarrollo, que en 2014 ganó un Premio Nacional de Música entregado por el Ministerio de Educación y Cultura, por su canción "Línea B".

Y sin embargo, la rockera le aflora cuando tiene que hablar de tango, como si una personalidad no pudiera desprenderse de la otra.

"Me peleo horrible con el tango", dice y pone énfasis en la palabra "horrible". "El tango mugriento, orillero, de putas y malevos, de pronto ahora es una cosa cultural donde todo se diserta y hay que saber, que está muy bien para el que se cuelga con eso. Ahora: permitime cantar sin saber con exactitud eso. No sé, no me imagino al Enano de La Vela Puerca diciendo: esta canción la compuse tal día en el baño de mi casa, así y así", explica.

"El tango tomó toda esa cosa parsimoniosa y eso me rompe soberanamente las pelotas. No me gusta. Ahí me crece la cresta; no puedo creer eso de que este puede cantar y este no. Loco, ¿por qué no dejan vivir? Que cada uno ejecute su propia perfección", redondea Navarro. Ahí, cuando habla de tango, mientras el ruido de los vehículos se filtra por la ventana que da a la calle Soriano y su perra Lola demanda atención, es el único momento de una larga charla en la que se la ve molesta.

Más molesta incluso que cuando cuenta que, por la obra del edificio de al lado en el que vive (hace más de una década), se le rompió la pared de su casa y el año pasado le diagnosticaron asma. En algún recital esta nueva enfermedad le trajo problemas, y no la pasó bien. Pero ahora tiene tanto que hacer que no puede pensar demasiado en eso: empezó a correr, volvió a dar clases y, a falta de televisión, debutó en la radio.

***

"Emotion! Imaginate", dice Navarro para explicar cómo pasó los días previos al debut de Nos sobran los motivos. El lunes pasado, a las 16.00 en Emisora del Sur (94.7 FM), empezó su primera experiencia radial junto a Aris Idiartegaray, con quien trabajó ya en tevéCiudad: se trata de un espacio musical esencialmente, en el que habrá agenda cultural y, en principio, un invitado por semana que llegará al estudio a tomar la leche con los conductores.

Un día de rodaje de Blister, el programa televisivo que Navarro hizo durante cuatro años en tevéCiudad y del que se llevó un amigo, Max Capote, Idiartegaray la paró para decirle: "tengo que hablar contigo". La charla se resumió más o menos en: "quiero hacer radio contigo", una propuesta demasiado concreta para que la cantante, que no le teme a nada, dijera que no. Empezaron a trabajar en ella hace más de un año, y recién en enero desde Emisora del Sur les pidieron un piloto.

¿Por qué una cantante de profesión, que además da clases de canto y tiene diagnóstico de asma, asume el desafío de conducir un programa radial a diario? "A mí lo que me gusta es hablar", contesta entre risas. Y no miente: Navarro siempre tiene algo para decir, como que "en este laburo estamos entrenados a apegarse y desapegarse".

Y también tiene siempre algo que hacer. A los ensayos, las clases, el programa de radio y el hogar, ahora se sumó una intensa rutina de entrenamientos que le cambió la vida. "Siempre decía: la gente que corre tiene problemas. ¿Qué corre? Y ahora también me pregunto yo: ¿qué corro? No sé, pero sigo corriendo", comenta.

Corre por salud (tuvo cáncer de mama dos veces) y también porque quiere verse bien. "No me da culpa estética: yo quería verme bien, quiero verme bien y quiero ser Madonna", suelta entre carcajadas. "¡Al fnal uno siente culpa por tanta cosa! Sentí culpa si tenés ropa linda, si estás flaca y espléndida, si estás gorda... Yo quiero estar bien". Ahí, cuando reconoce eso, se chocan la uruguaya y la argentina que tiene adentro: la primera tiene culpa, le demanda sencillez, y la otra le pide que suba un par de cambios.

Su vicio por los perfumes a lo mejor es algo que va más con su personalidad argentina, o su lucidez nocturna que la lleva a estudiar, escribir y hasta a limpiar en plena madrugada, mientras su hija Victoria le pide que por favor deje de cantar, porque ya es tarde.

Pero ella, que todavía tiene algunas deudas pendientes con el teatro —hacer Esperando a Godot, por ejemplo—, no deja de cantar, ni siquiera cuando está ampliando cada vez más sus horizontes de comunicadora. De hecho, ya está pensando en un nuevo disco, buscando esa cosquilla necesaria que le diga para dónde tiene que ir. "A veces estoy como que te lavo el baño, te doy una clase, te escribo una canción y te proyecto. Entro en cortocircuito pero un poco, porque como después hay mucho placer se termina acomodando todo".

El eterno femenino de una imaginativa pintora
Mónica Navarro. Foto: Darwin Borrelli

MÓNICA NAVARRO

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