Mientras Soledad Gilmet vivió en España dejó de lado la actuación. Retomó su vocación siete años después, cuando su padre, Fernando Gilmet, le propuso encarar el monólogo Carta de una desconocida, de Stefan Zweig.
La estrenaron hace dos años en Madrid, luego la trajeron a La Gringa y desde entonces, Soledad Gilmet no se movió de Uruguay. Para ella fue emocionante retornar de la forma que anhelaba, actuando. Y de la mano de su padre, que volvió a dirigirla este año en El accidente.
"Retomarla es hermoso porque me encanta contar el viaje de esta mujer que transmite su amor sin reproches", dice.
En 2015 la llevó por los barrios con el programa de Fortalecimiento de las Artes, y ahora la exhibe en El Galpón los miércoles de noviembre.
El intenso trabajo supuso un reconocimiento para ambos: Fernando debutó en la dirección y Soledad volvió a las canchas con los temores que conlleva. "La recepción fue preciosa, solo recibí amor y por eso me quedé".
LA PRIMERA VEZ...