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El rating antes que el glamour

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Cuántas veces las habremos escuchado o en cuántas ocasiones habremos leído del glamour que representan Mirtha Legrand y Susana Giménez al frente de sus programas de tantos años? Ellas son las divas de nuestras pantallas y no solo lo dicen sino por lo que simbolizan. Porque son estrellas, son mujeres con estilos propios y porque todo lo que promueven tienen un brillo especial. Es así.

POR LUIS VENTURA

De ahí que las apariciones en esos programas de Silvia Süller y Nazarena Vélez abre un debate sobre una necesidad del glamour de asegurarse primero del rating. En los últimos días, por la mesa histórica y glamorosa de Mirtha pasó Süller con su sórdida vida de desdichas y promiscuidades que hasta la llevaran a decirles a los hijos de Claudio Paul Caniggia que ella había sido la amante de su padre mientras la madre de ellos seguía en matrimonio con el exmundialista. ¿Era necesario para Mirtha y sus "mesazas" llevar su charla hacia ese lugar?

La pregunta pretende saber adónde se fue el glamour de "Chiquita" en la búsqueda desenfrenada de lograr el rating morboso a costillas de una mujer definitivamente desequilibrada en su psiquiatría y capaz de decir la peor barbaridad en su desesperación por sobrevivir en una sociedad que la dejó arrumbada de la simpatía que supo despertar para llegar a esta mujer definitivamente marginal que vive de la generosidad de sus padres jubilados y enfermos.

Es la misma Süller que también pasó por un sketch que interpretó Susana Giménez junto a un personaje de Antonio Gasalla, para sacar a relucir la tristeza de una mujer que supo ser símbolo erótico de todo un público y hoy se muestra sobrepasada en la balanza, anclada de un pasado cada vez más lejano y con patéticas historias amorosas en las que quedó enredado el convaleciente Cacho Castaña.

Algo similar a lo que la misma Susana repitió, casi calcado, una semana después con Nazarena Vélez, que aterrizó en el pretendido programa glamoroso de la diva, que volvió a meterse en el fango para buscar ese rating tan costoso por la vía de la vulgaridad, que le permitió a la madre de Barbie recrear todas las miserias de su vapuleada vida personal que se detuvo en el romance que ella vivió con Huberto Roviralta, quien supo ser esposo de la mismísima Susana.

¿Eran necesarias Süller y Vélez en el glamour de Mirtha y Susana?... Y la respuesta se torna definitivamente básica y clara: ¡Sí! Porque a la hora del rating resulta ya evidente que aunque se metan en el barro, la medición está primero que el glamour. Y nunca dejó de ser así.

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