Publicidad

Con el fútbol como Compañía

Compartir esta noticia
Ricardo Piñeyrúa

Creyó que este era el año para distanciarse de la radio, pero su hijo Jorge le ofreció un espacio en Del Sol y aunque tuvo que perder el nombre 13 a 0, a Ricardo Piñeyrúa no le importó.Con Gonzalo Delgado y todo su equipo juntaron sus pertenencias, dejaron parte de su identidad guardada en un cajón y se fueron a emprender en una nueva radio un nuevo programa, Fútbol & Cía, que va de lunes a viernes a las 19.00. En su casa de Punta Carretas, donde lo más futbolero son sus dos vecinos jugando a la pelota mientras transcurre esta entrevista, el profesor que no se considera periodista habla de la salida de El Espectador, sus desafíos, el fútbol uruguayo y el poder.

—¿Les costó el cambio de estudio con esta llegada a Del Sol?

—En esto tenés dos cosas: la radio con su local, y las transmisiones de fútbol, que desde el punto de vista locativo es como si fueran otras radios. Nosotros perdimos la cabina del Estadio Centenario y del Campeón del Siglo que se las quedó El Espectador, y en la del Parque Central hubo que hacer algunas modificaciones. Y como es una radio que se está haciendo de cero, terminamos haciendo nosotros lo de las cabinas. No me molesta para nada porque a mí me encanta, pero hubo que hacer las conexiones de internet, comprar sillas; todo.

—Acostumbrarse al nombre, Fútbol & Cía, eso sí les cuesta.

—(Se ríe) Son muchos años diciendo lo mismo. Yo cuando empecé en 13 a 0, que el nombre me gustaba pero no estaba muy convencido, me imaginaba presentando a alguien y diciendo: "Hola, bienvenidos a 13 a 0". ¿Cómo lo sentiría? Después te acostumbrás. Pero bueno, lo iremos cambiando. Ahora jugamos con que cada uno que dice 13 a 0 tiene que pagar una multa de 20 pesos, y cada uno que dice El Espectador paga 40. Es así, nosotros en definitiva somos 13 a 0, y nos iremos acostumbrando a decir Fútbol & Cía.

—La identidad es la misma.

—Somos los mismos y hacemos las mismas cosas. Yo voy a ver a un cliente y digo: "Somos de 13 a 0".

—El desafío es reinstalar Fútbol & Cía como una marca.

—Es uno de los desafíos, que el nombre sea el que nos identifique. Y el otro es lograr que la gente sepa que estamos ahí. El otro día me pasó una cosa. Me suena el teléfono en casa y yo, que casi nunca atiendo porque si quieren algo te llaman al celular, fui y atendí. Era una mujer, Carmen se llamaba. "¿Familia Piñeyrúa?", me dice. Sí. "¿Profe?". Sí. "Mi hija me dice que estoy loca, que cómo iba a llamar a su casa para preguntarle dónde estaba, pero yo tengo 70 años y quiero seguir escuchándolo". Y le tuve que explicar cómo encontraba la radio. Es un desafío que la gente escuche fútbol en FM o por internet. Es construir todo ese mundo. Pero tenemos una gran ventaja, y es que tenemos una compañía formidable: es una radio que desde que arranca hasta que llegamos nosotros tiene una programación cargada de buena gente, de figuras. Y el otro desafío es olvidar a Lubo Adusto, a Andrés Reyes que hoy está en Océano y era una figura muy importante, pero la vida le dio esa oportunidad.

—¿Se plantearon reemplazar al personaje?

—No. La gente no se reemplaza, si se te va el relator tenés que poner uno pero después hay un montón de cosas que pasan en los programas, que a veces las buscás pero a veces surgen, o buscás de una forma pero empiezan a aparecer de otra. ¿Viste en las telenovelas brasileñas que hay un personaje terciario y empieza a aparecer cada vez más? Es porque se dieron cuenta que eso le gusta a la gente. Y eso no se sustituye. Aparecerá alguien que haga algo distinto, pero no nos planteamos nada.

—¿Hubo que pensar mucho la propuesta de Del Sol?

—La verdad es que no. Yo creo que el ciclo en El Espectador se estaba terminando. Cambió de autoridades y con los nuevos dueños, el proyecto de una radio independiente y periodística pasó a ser más un proyecto comercial. No estábamos cómodos y estábamos cansados. Entonces cuando apareció lo de Del Sol, ya está. Yo este año había pensado seriamente en dejar la radio: tengo tevéCiudad, Canal 5, podía hacer otras cosas. Y la decisión de seguir la tomé porque me llamó mi hijo. No me llamó: estábamos en la playa y me dijo que tenía un proyecto y contaban con nosotros. Desde ese día estaba tomada la decisión porque a mi hijo no le iba a decir que no.

—¿Y cómo es ser empleado de un hijo?

Su hijo lo convenció para emprender este nuevo proyecto.
Su hijo lo convenció para emprender este nuevo proyecto.

—(Se ríe) Por ahora muy bien. Esto recién empieza, pero hay una cosa que es más que interesante. Todos empezamos juntos, no hay recién llegados acá; son todos comunicadores, no hay gerentes que vengan de otro palo y no entiendan la cabeza de cómo funciona. Si yo voy a la radio y hago un mal programa, el que se jode soy yo. Y esto que pasa acá es eso, todos saben que Joel va a querer hacer el mejor periodístico y que Darwin va a seguir rompiendo todo. Entonces los pasillos son muy particulares, son sólo técnicos o gente que va a sentarse a hablar ante el micrófono. A mí me encanta trabajar con Jorge, que tenga esa responsabilidad. Además es muy dinámico, constantemente me está proponiendo cosas. Es un lugar de trabajo que está muy bueno, a mí me provocó entusiasmarme de vuelta con ir a la radio. Soy el único viejo, además.

—¿Que El Espectador se quedara con el nombre 13 a 0, lo sentiste como una traición?

—Lo sentí como una mezquindad. Para plantearlo en sus justos términos: ellos a fines del año anterior me mandaron un telegrama de que rescindían el contrato, y ahí hicimos una negociación, sin firmar nada, de que íbamos a seguir un año más a prueba. Pero ellos no podían pagarnos lo que nos estaban pagando, entonces nos íbamos a ir. Que no nos dejaran usar el nombre después de todo eso, en realidad lo único que hacía era dañarnos a nosotros. A ellos no les da ningún beneficio y no van a poder usar el nombre, porque si yo no estoy no lo van a poder usar: era parte de los contratos. Pero es así. Siempre digo: hay mucha gente a la que le encanta hablar de la libertad y de ser liberales, pero cuando el mercado los ataca ah, ya no son tan liberales.

—¿Esa intención de alejarte de la radio era por cansancio personal o más bien profesional?

—(Piensa) Yo había perdido las ganas de hacer esto por cómo se venía dando la relación con El Espectador. Yo me fui sintiendo que el proyecto que tenía la radio se estaba terminando; ya cuando se fue Emiliano Cotelo empezó a cambiar mucho y perdió a su principal figura. Y yo ya había perdido las ganas, más que nada era un estado de depresión porque aquello que fue el trabajo más largo de mi vida —estuve 19 años ahí— se estaba acabando. Cuando surgió esto cambié de idea, y por ahora estoy muy contento.

—Cuando las ganas empiezan a desaparecer, ¿que se hable más de lo que rodea al fútbol que del fútbol en sí, influye?

—Ah sí, claro. A mí me empieza a pegar fuerte porque te empezás a encontrar con problemas de la sociedad. Yo no estoy capacitado para hablar de esos temas, y me parece que tenemos la mala costumbre de opinar de todo y nunca nos da satisfacción. Esos temas te cansan porque es muy difícil ubicarse en ellos, y porque hay una pila de cosas en juego que no sabés bien para dónde van. Todo este tema de la Mutual, el Pato Celeste, (Julio) Ríos que ahora ataca a la Mutual pero antes de irse para Fox era empleado de Tenfield... Cada uno está defendiendo parcelas de poder que están por fuera del hecho simple de que el fútbol es un juego. El fútbol es muy simple, el problema son las relaciones que genera.

—¿Has tenido presiones o problemas con el poder?

—Problemas no, he tenido discusiones, algunos debates. Tuve uno por un tuit de un colega por los "mandaderos" de Tabárez (se ríe). Presiones nunca tuve, nunca me llamó nadie para decirme: "No digas tal cosa" o "Decí tal otra". También estoy medio cascoteado y la gente que me conoce sabe que no llevo eso. No es que sea valiente, me parece que intelectualmente soy honesto y creo en una sociedad en la que la gente pueda decir lo que piensa sin que signifique una pelea. Pasa que a veces es difícil; yo no estoy en contra de Tenfield, pienso que hace cosas buenas y malas pero no estoy en contra. Es como si estuviera en contra de El País por una nota que no me gustó.

—De hecho te invitaron a un debate televisivo sobre Tenfield y decidiste no participar.

—Porque yo creo que las discusiones son para entender cosas, y si vas a discutir con gente que ya tiene una posición tomada y va a defender un punto de vista, es muy difícil. Yo me reía el otro día cuando terminó el partido de la Sub 20 y Scelza habló de 20 años de apoyo a la selección, y estaba refiriéndose a Tenfield. Desde el medio en que estaba comentando el partido estaba hablando del apoyo, que no digo que no se lo haya dado, pero es como que cada uno saca su partidito.

—¿Del Fútbol & Cía que hacías en la radio Nuevo Tiempo en 1996, se mantiene algo?

—Yo le puse Fútbol & Cía porque me encantaba el programa Badía & Cía. ¿Qué queda de eso? El espíritu, y quedamos algunos porque Gonzalo Delgado empezó en ese programa. Quedamos Gonzalo y yo aguantando el mostrador, y cierta forma de lo que quisimos hacer en aquel momento sigue estando presente.

—Con Fútbol & Cía, y antes con 13 a 0, uno se pone a escuchar un programa deportivo y termina en una tertulia sobre la literatura de Arturo Pérez Reverte y la guerra civil. ¿Cómo se llega a eso?

—Eso tiene que ver con el origen. Cuando empezamos con Fútbol & Cía en 1996 me plantee un programa en base al libro Conversaciones en la Catedral, de Mario Vargas Llosa, en el que dos personas mantienen una conversación en un boliche y a lo largo del libro se van metiendo historias. Cuando planificamos el programa yo pensé en una conversación con gente que entre a plantear otras cosas sin que toque la conversación, aunque se corte. Ese ejercicio de hablar de cualquier cosa fue la raíz de 13 a 0 , porque la gente escucha un programa de radio y escucha a las personas que lo hacen. Así empezó y hasta el día de hoy lo seguimos haciendo. No tenemos guión; empieza, hay un disparador y ¡pum!, te agarrás de eso y seguís. Incluso ahora estamos experimentando, metiendo noticias que no son de fútbol dentro de los titulares de deporte. Porque el fútbol está dentro de la sociedad.

—¿Eso hace que la gente no te vea como el periodista de traje y corbata, en un pedestal? ¿Cómo pensás que te ven?

—(Piensa) No sé. Creo que lo que hago y digo en la radio es lo que soy, no soy distinto. Creo que me perciben así. Nosotros en mi familia tuvimos una vida muy normal, todos fuimos a la escuela y al liceo público, mi padre se crió en el Consejo del Niño y mi madre era una descendiente de italianos que cocinaba pasta casera. Gente común y corriente. Y lo que yo hago es mostrarme cómo soy, me da un poco de vergüenza pensar en cómo me ven. Creo que me he ganado un respeto intelectual y cierto afecto por esa ruptura de no ser perfecto. Hoy en los medios hay mucho miedo al error.

—Hay mucha exigencia con las redes sociales ahora, y ante un error ya todos se alarman.

—Esa es otra historia (se ríe). Mis compañeros me insisten en que tengo que ser más tuitero, y yo en realidad no lo soy porque me pongo a pensar en qué tengo para decir, y no me sale. A mi me preocupa la liviandad con la que se utilizan las palabras y la agresividad de la gente. Cuando pasamos del mail al mensaje de texto hubo una reducción de la calidad de comunicación enorme, y apareció una agresividad brutal. Ahora con Whatsapp está un poco mejor, pero igual te aparece gente que dice cosas horribles de vos, de la persona con la que estás. Es muy fácil generar climas en las redes, es una mechita y no hay con qué pararlo.

"Tengo mucho respeto por los periodistas como para decir 'yo soy periodista'".

—En la columna que escribís para Montevideo Comm se te define como analista deportivo. ¿Así te concebís?

—Yo no me considero periodista, creo que los periodistas son tipos que trabajan la información y tratan de interpretarla. Yo nunca lo hice, muy pocas veces hice eso. Llegué al periodismo siendo profesor y para analizar la preparación física de los equipos, lo cual era un disparate porque no podés hacer eso mirándolo desde la tribuna. Después me gusta analizar y está bien, me siento un analista. Tengo mucho respeto por los periodistas como para decir: yo soy periodista.

—En una entrevista con El País hace algunos años, decías que había que elevar el nivel cultural del fútbol. En esta lucha por los derechos de imagen, ¿se subestimó a los futbolistas?

—Yo creo que sí. Toda esta situación que se está dando es un salto de calidad. Cuando vos hablás con los que están hoy encabezando el movimiento de jugadores, percibís una manera de expresarse y vincularse totalmente diferente. Eso es un salto de calidad, un grupo de gente que está pensando en el fenómeno del fútbol como un fenómeno que hay que defender y mejorar, y que tienen una percepción de la sociedad más elevada. No importa cómo la piensan, no tengo idea si son de derecha o de izquierda o no son nada, pero entienden que hay cosas que están mal y que ese verso que el fútbol uruguayo es pobre, es mentira. El otro día salió un informe de que en los últimos 10 años, el fútbol uruguayo había vendido 100 millones de dólares en jugadores. ¡Una fortuna! El tema es que la plata no está bien distribuida, y los jugadores se están dando cuenta. Pero cuando planteaba eso, también es porque creo que hace falta elevar el nivel cultural de los dirigentes, que puedan entender el fenómeno para administrarlo de una manera distinta y no como hinchas. Hay que mirar las cosas con otra cabeza.

—Y la implicación de los mejores jugadores uruguayos a nivel internacional, potencia a la vez la identidad tan vapuleada del fútbol uruguayo...

—Sí. El fútbol uruguayo es muy contradictorio, tiene una de las ligas de peor rendimiento a nivel de América, y jugadores de mejor rendimiento a nivel del mundo. La selección uruguaya es el reflejo de los jugadores uruguayos y no del fútbol uruguayo. El gran mérito de Tabárez es haber sacado el fenómeno selecciones del mundo de acá, donde le hubieran sacado de todos lados: la pelota, los campos de entrenamiento, los horarios. Hoy ya nadie discute. ¿Pero qué pasa? Tabárez es un tipo con una gran capacidad intelectual y, aparte de que tiene metodología, piensa. Muchos años antes de que se hiciera cargo de la selección me habló de lo que había aprendido de organización con la experiencia en el Milan; eso lo ve él y lo ve Godín en Atlético de Madrid y Suárez en el Barcelona y se dan cuenta que no pasa acá. Y no es porque no haya plata, porque aunque no haya plata las cosas se tienen que hacer bien. El otro día vi Spotlight, los tipos tenían un equipo de investigación y podían dedicar meses a un caso. ¿Mirá si un diario de acá va a pagarle a unos tipos cinco meses para que investiguen? Hay realidades, pero eso no quiere decir que el diario no está organizado. En el fútbol se mantiene una lucha de lo nuevo con lo viejo, que no es un problema político-partidario: es un problema de los que no quieren que cambien las cosas para no perder su poder, y los que sí para que todo mejore. Es una batalla muy importante.

—¿Te interesó en algún momento ser dirigente?

—No, nunca me plantearon. Me gustaría trabajar algún día para Sporting, pero tampoco es algo que lo tenga pendiente. No se me ha pasado por la cabeza, le tengo mucho miedo al poder, no me gustaría que me absorbiera. Yo tengo una desgracia: toda la vida fui opositor y es porque me doy cuenta de que la gente llega a los cargos de responsabilidad y empieza a cometer los mismos pecados que los que estaban antes. Y eso no me gusta.

—¿Te pasa con la izquierda ahora?

—Me pasa con la izquierda ahora y no me gusta. Entiendo que forma parte de los hombres, pero no me gusta. Supongo que los de afuera me verán como que voy a llevar problemas. Soy medio discutidor, no me peleo con nadie pero soy discutidor, y hago siempre lo que quiero. Eso también es un problema. Mi madre siempre le decía a todo el mundo que conmigo nunca tenía problemas porque ella me decía lo que yo tenía que hacer y yo hacía lo que quería.

—¿Qué fútbol te gusta?

—A mí me gusta mucho el fútbol uruguayo. Si tengo que elegir el de otro lado, elijo el inglés porque es muy parecido. Es ese fútbol que tiene urgencia, que de repente como comentarista o analista lo critico, pero forma parte de nuestra forma de ser. La camiseta celeste enseguida queda azul, porque empezás a transpirar y cambia de color. Eso también te transmite que lo nuestro es sacrificio y a mí me gusta ese fútbol de esfuerzo, de inteligencia. Los éxitos que tiene el fútbol uruguayo los tiene porque es inteligente. Yo miro el Barcelona y me aburre un poco.

El Profe también analiza la realidad actual del fútbol uruguayo.
El Profe también analiza la realidad actual del fútbol uruguayo.

Los dos momentos de gloria

"Hay dos momentos gloriosos que viví trabajando en fútbol. El primero fue cuando fui al Mundial de Italia y Uruguay entró a la cancha a jugar contra España. Y el otro es esa secuencia contra Ghana en Sudáfrica, entre la mano de Suárez, el penal en el palo y la picada".

Lágrimas que no se olvidan

"Los momentos más amargos no están asociados a mi trabajo sino a mis sentimientos. De los más amargos fue un descenso de Sporting a Segunda, en cancha de Trouville. Lloré como un desconsolado al lado de mi padre, no podíamos creer. Fue una cosa horrible".

El eterno femenino de una imaginativa pintora
Ricardo Piñeyrúa

ricardo piñeyrúa

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad