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La loba ha vuelto

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Una noche de luna llena y la gran apuesta de Teledoce Me resbala pusieron de vuelta en pantalla a la loba oriental. Tras casi dos años de ausencia, Patricia Wolf integra el elenco de actores y humoristas que juegan en un teatro inclinado, entre otras divertidas incomodidades. “Estoy feliz”, reconoce Wolf por este regreso y en un rol que solo le exige divertirse. Enamoradísima de su novio belga Max Degroote y lejos de las peleas mediáticas de años pasados, la loba habla con Sábado Show de su regreso lúdico y lo importante del juego en su vida. “Hasta para barrer me pongo música”.

—El miércoles fue el estreno de Me resbala (Teledoce), ¿cómo te sentiste?

—Muy bien, feliz. Al principio estaba un poco acelerada por los nervios y la ansiedad normal de un estreno, pero creo que al final todos pasamos muy bien. De eso se trata el programa: más allá de que hay una cámara encendida, te dan permiso para divertirte. Básicamente, me pagan por eso (risas).

—Es un elenco de peso...

—Sí, se quiere soy de las menos experientes. Estoy súpercontenta también por el grupo que me toca integrar, con personalidades muy talentosas y con muy buena onda. Si bien competimos en el programa, nadie está pendiente de ganar, ni de los puntajes, sino de disfrutar de cada juego. Todo es juego y tenemos que desinhibirnos. Alguien muy importante para este programa es el productor Gustavo Landívar. Recuerdo que en la previa del estreno nos reunió a todos y parecía una charla técnica a un equipo de fútbol, motivándonos a que nos divirtiéramos. Y con ese mensaje salimos a comernos la cancha. Creo que a la gente del otro lado le va a gustar porque estamos necesitando cosas para arriba.

—Cuando dejaste Verano perfecto (marzo de 2013) decías que necesitabas de un tiempo fuera de pantalla, ¿ahora sentís que este es el momento ideal de volver?

—Sí, completamente. Aquella necesidad de tranquilidad tenía que ver con el programa diario, que es desgastante. Y un programa además donde tenía parte de responsabilidad en la conducción y me la jugaba en la opinión, decía lo que pensaba sin medias tintas y eso me generó más de un problema. Si por ejemplo decía que no me gustaba Paula Chaves, a quien conocí porque viajé con ella a Sudáfrica, tenía a todos los fans queriéndome linchar. Eso hacía aún más estresante la dinámica.

—¿En Me resbala cuál dirías que es tu rol?

—Vuelvo a la tele como actriz. No tengo que conducir, ni pelearme con nadie. Es un rol más relajado. Me gusta la comedia y reírme de mí misma, así que a mi juego me llamaron. Además, volver al Canal 12 también me parece importante. Es lindo que la empresa en la que trabajaste te vuelva a llamar. El reencuentro con la gente del canal fue muy lindo, no sólo con quienes trabajan delante, sino detrás de cámaras. A mí me interesa mucho el ambiente, me gusta trabajar cómoda: yo llego al canal y saludo y converso con todos, desde el cuidacoches en la puerta. Estoy feliz, como perro con dos colas.

—¿Qué pasó en estos casi dos años fuera de la pantalla?

—De todo. Fue un tiempo de picos para arriba y también para abajo. Conocí a Max (Degroote), mi pareja en abril del año pasado, así que en ese sentido fue muy lindo. Estuve en Chile trabajando varios meses, pero también sufrí la muerte de mi gran amigo Aldo Bressi: un fotógrafo italiano que conocí hace más de 20 años en Buenos Aires y que falleció sorpresivamente en setiembre. Fue la noticia más triste de la vida. También te hace pensar en muchas cosas, valorar lo que tenés.

—Y en cuanto a lo laboral, ¿cómo catalogarías este tiempo?

—Mayormente estuvo tranquilo, aunque siempre trabajé en diferentes campañas acá y también en Chile. Había una propuesta de trabajo en Turquía que estuve a punto de aceptar, pero después algunas cosas no me cerraron. Pero más allá de eso, yo digo que siempre estoy trabajando. Cuando voy al gimnasio estoy trabajando o cuando me compro ropa. A veces, algún amigo me encuentra en el shopping y siempre le digo lo mismo: lo mío es puro y estricto trabajo. Soy una trabajadora de la imagen (risas).

—¿Cómo fue el verano para ti? Estuviste poco por Punta del Este, ¿no fuiste al boliche Tequila, de La Barra?

—No, no (risas) Estoy en otra onda. Fui a la casa de Max en Punta Rubia, que hizo con sus propias manos. La está terminando y fuimos muchas veces en cierta forma a inaugurarla, pero también terminar e instalar cosas. Me encanta. Descubrí que me manejo bien con el taladro y con otras herramientas. Estuvimos en esa, muy tranquilos. Y también trabajando: vine varias veces a Montevideo para hacer algunos comerciales.

—¿Están conviviendo con Max?

—Estamos casi conviviendo, no es oficial.

—¿Pero el cepillo de dientes está ahí?

—Sí, hace meses que está el cepillo. Pero tengo dos: hay otro en la casa de mis padres, donde por ahora vivo oficialmente.

—¿Qué te enamoró de Max?

—Me sorprendió su madurez, sobre todo porque tiene 28 años. Con respecto a los hombres uruguayos, a esa edad, no hay punto de comparación. Además y aunque parezca raro, tenemos mucho en común. Él es belga y yo uruguaya. Pero mi papá es alemán y mi crianza fue muy alemana en varios aspecto. Así que cuando conocí a Max, lo sentí muy cerca, me pareció familiar su manera de pensar. Con él me entiendo perfecto. No quiere decir que estemos de acuerdo en todo, pero hay una sintonía básica que es muy importante para nuestra relación.

—¿Dónde y cómo se conocieron?

—Por amigos en común, aquí en Uruguay. Él se vino solo hace siete años a estudiar español. Luego se dedicó al rubro inmobiliario y estaba a punto de volver a Bélgica cuando nos conocimos.

—Y ahora no se va más...

—(Risas) No, no por ahora se queda.

—¿Qué planes tienen? ¿Casamiento?

—No hay planes. Hay presente. Cada uno tiene muchos proyectos de trabajo y crecimiento.

—Estuviste en Bélgica y conociste a su familia, ¿qué te pareció aquel país?

—Hermoso. Sobre todo por la gente. Me gusta mucho el humor belga. Es ácido, inteligente. Es una manera seria de hacer humor. Max es así: tiene una forma de ser divertido pero con seriedad. Dice cosas y uno se mata de risa, pero él no se está riendo. Es irónico, ácido. Yo también tengo algo de eso. Otra cosa que me encantó de Bélgica son las papas fritas. Las fritan dos veces y a diferentes temperaturas y las acompañan con decenas de salsas. Son unos expertos. Es bien comida chatarra, pero me encanta. Por todos lados hay friteries, como los carros de chorizos de acá, pero de papas fritas.

—Ahora que integrás un programa de juegos, ¿dirías que en tu vida sos de jugar?

—Sí, siempre. Con mis amigas, con mi pareja, con mi hijo. Hasta para barrer me pongo música...

—¿Barrés también?

—Obvio. Todos los días. No me gusta estar en un lugar sucio. Es lo que tengo: soy limpita (risas). Por lo general ando con guantes en la cartera. No me gusta tocar nada sucio. Salí un poquito obsesiva con eso.

—Volviendo al juego, ¿a qué te gusta jugar?

—A todo. A las cartas, al rummy, al War. Juego mucho con mi hijo, con mis amigas.

—¿Y en la pareja, qué tan importante es el juego?

—Y... es elemental. Tiene todo que ver. Por supuesto que está bueno también estar enamorado. A veces me doy cuenta de que hoy en muchas parejas no hay nada más que sexo. Y quizás falta un poco lo otro: el amor, el respeto, la compañía. Cuando se da todo eso, el sexo es mucho mejor todavía.

—¿Qué opina él de tu exposición pública?

—A Max le llama la atención. A mis amigas también le pasa. Muchas veces me dicen: me impresiona cómo la gente te mira, se te acerca, te saluda. A Max le parece raro que todo el mundo sepa de mi vida, pero por otro lado se da cuenta de que lo manejo con naturalidad y no tengo nada que ocultar. Cuando fuimos a Bélgica, le contaba a su familia que yo era famosa y ellos tampoco lo podían crecer. En realidad tengo una vida pública, pero al mismo tiempo es una vida normal. Yo no tengo ninguna actitud de diosa o de estrella. La gente me encuentra en la calle, me habla y se da cuenta de que soy una persona común y corriente. Solo que salgo en la tele.

—¿Max es celoso?

—No, tampoco yo le doy motivos. Y me paso diciéndole lo mucho que me gusta. En ese sentido se siente seguro.

—En realidad, en esta revista hay algunas fotos que pueden transformarse en motivos...

—(Risas) Estaré atenta a ver cómo reacciona.

Patricia Wolf

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