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Humberto De Vargas: "Nuestro trabajo es un gran circo de vanidades"

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Humberto De Vargas. Foto: Leo Mainé

Por primera vez, Humberto De Vargas interpreta a un travesti en teatro. Entrevista al actor.

El multifacético comunicador acaba de estrenar Sangre en los tacones, una comedia negra donde además de interpretar a un travesti ejerce por primera vez la dirección teatral. En una trama atravesada por la problemática de la violencia doméstica y por la transfobia, hay lugar para la risa y para mucha risa. “Lo que me enamoró de esta comedia es que te reís y de inmediato comenzás a pensar en lo que te hace reír”, asegura. Humberto De Vargas, de 54 años, lleva más de 30 en los medios y habla de su carrera, el éxito de Arriba gente (Canal 10) y de la competencia matinal en la pantalla uruguaya. ¿Qué piensa de Desayunos informales?, ¿Cómo lo marcó el accidente de Young en el marco de Desafío al corazón?, ¿Se reconcilió con Sergio Gorzy?, ¿Ha hecho fortuna en más de tres décadas en los medios? A continuación, todas las respuestas.

<i>Sangre en los tacones</i> se estrenó la semana pasada y va miércoles y jueves a las 21:00 en Delaguja Teatro (Río Negro 1180). Además de Humberto de Vargas, actúan: Alessandra Moncalvo, Gato Félix, Charly Álvarez, Silvana Grucci y Nelson Lence. Autor: Humberto Robles. Foto: Leo Mainé
Sangre en los tacones se estrenó la semana pasada y va miércoles y jueves a las 21:00 en Delaguja Teatro (Río Negro 1180). Además de Humberto de Vargas, actúan: Alessandra Moncalvo, Gato Félix, Charly Álvarez, Silvana Grucci y Nelson Lence. Autor: Humberto Robles. Foto: Leo Mainé

—¿Qué es lo más difícil de interpretar a un travesti?

—Nunca había hecho algo parecido. Me di cuenta de que andar en tacos es una verdadera complicación. Tuve que trabajarlo mucho, adelgacé unos kilos y me ayudó que practico fútbol y tengo músculos como para, por ejemplo, algunas piruetas y saltos que Niní (el personaje) tiene que dar en escena. La voz no fue tan difícil porque a Niní la hice riverense en la adaptación. Al llenarla de "eses", quedó algo afeminado el tono de voz y se minimizaron los graves característicos de mi voz. Pero lo más difícil fue el trabajo interior para moverme naturalmente con ropa de mujer a la hora de caminar, la gestualidad, la expresión corporal, el cruce de piernas. Eso fue trabajo muy intenso, de mucho espejo en mi casa, para convencer al actor y al personaje de que es mujer. No quería que aflorara una "mariquita"; si no una mujer. Niní no es un gay; es un hombre que se transforma y se siente mujer.

—¿Cómo llegó a este proyecto?

—Hace dos años, uno de los productores (Ricardo Artola) me cruzó en los pasillos del Canal 10 y me preguntó: "¿Vos tendrías inconveniente en hacer de travesti en una obra?". Para nada. Negarme sería la peor forma de discriminar. Si soy un actor, puedo hacer de travesti, como de ladrón, de médico, de abogado y de todo lo que he hecho. En este caso, Niní es una artista de la noche, un transformista que hace shows y que vive toda una peripecia vinculada a una pareja de vecinos y una serie de asesinatos de travestis.

—La obra implica su debut como director, ¿qué lo convenció?

—El texto. Esto es claramente una comedia negra; un género de humor que el autor (Humberto Robles) maneja muy bien y me gusta mucho. Aquí se tocan temas muy sensibles: violencia doméstica, de género y la transfobia… Todas situaciones muy presentes en el Uruguay de hoy, sobre todo a través de los titulares policiales, lamentablemente.

—¿Cómo cree que tomará el público este estilo de humor?

—La realidad es que el humor negro no se ha desarrollado mucho en Uruguay, y mi principal temor es que se malinterprete. Esperemos que no. Se plantea algo de lo que te reís, pero también lleva a que piensas en lo que te estás riendo. Me gusta que el humor como disparador de otras cosas. El humor negro por definición es el que dispara el comentario: "No ¡cómo vas a decir eso!", pero antes te reís. La muerte, la enfermedad, el sexo… Robles hace muchos chistes con lo que no debería hacerlos, según lo políticamente correcto. Pero de a poco el espectador comienza a ser cómplice y se exculpa de esas cosas en el marco de una comedia. Nunca hay que olvidar que esto es una comedia y no se plantea un abordaje "serio" de estos temas.

—En TV, Arriba gente va por su séptima temporada en la mañana de Canal 10, ¿Qué balance hace?

—Nos va muy bien. La mañana en la TV uruguaya es muy competitiva. No te podés dormir, porque si la competencia tiene una nota mejor que la tuya, ese día vas a sentir que la gente hace zapping. De todos modos, dentro de ese panorama, sentimos que Arriba gente está un poquito por encima en el promedio de audiencia de la semana.

—Hace poco, Teledoce renovó su mañana con Desayunos informales, ¿qué opina de esa propuesta?

—Me parece muy bien. En su momento, Arriba gente era el único informativo informal o descontracturado. Ahora ya no es: hay que decir claramente que el 12 pasó también a esa suerte de mesa, donde la noticia se comenta con diferentes voces.

—¿Está diciendo que hay una inspiración ahí?

—No, no, porque si no se podría tildar de que yo dije: "Nos copiaron". Simplemente, se dieron cuenta de que por el exceso de espacios informativos en la TV, está bueno generar una propuesta intermedia con el entretenimiento. Además ellos deben tener un estilo muy diferente al de Arriba gente.

—María Inés Obaldía, su compañera en Vivila otra vez, ha tenido un crecimiento en cantidad de horas de aire, ¿cómo se lee eso en tiempos donde se dice que la TV pide rostros juveniles?

—Creo que eso habla de la vigencia de quienes tienen una sólida formación profesional. Porque lo fundamental no es ser lindo ni joven, ni operado, tiene que haber una solidez cultural y una formación. No sé si la TV de hoy forma profesionales cabalmente preparados para sostener programas en vivo.

—Usted se inició en TV a comienzos de los 80. Hoy el medio ha cambiado y exige mucho más velocidad y dinamismo que entonces. ¿ha sido víctima de la necesidad de rating?

—Por suerte, nunca me han bajado programas por problemas de audiencia. Desde la época en que miramos el rating, todos los programas que hice han caminado. Ya vimos el caso de Arriba gente y de Vivila otra vez, que también va por su séptimo año. Y Desafío al corazón terminó por una tragedia y no por un problema de audiencia. Al contrario.

—¿Cuánto lo marcó el accidente en Young, del que se acaban de cumplir 10 años y donde fallecieron ocho personas?

—Fue la mayor tragedia que me tocó vivir. Lo seguiré recordando como la situación profesional más desgraciada y horrible que viví. Porque independientemente del accidente, a mí, a Humberto, le quedó (y le quedará) la marca de que yo era el conductor de ese programa y había pasado lo que había pasado. No estaba en Young ese día y cuando recibí la noticia, supe que era el final del ciclo. No había forma de seguir. No me dio pena que terminara un éxito; eso es lo de menos. Lo que lamenté es que finalizara un programa que había aportado mucho. Fue un ciclo que de a 20 pesos llegó a recaudar un millón de dólares para diferentes causas. Nunca más, ningún otro programa de TV uruguayo, hizo algo parecido. Pero obviamente no se podía seguir en homenaje a las víctimas.

—Luego del accidente, estuvo un tiempo fuera del aire, ¿cómo vivió esos momentos?

—Sí, era imposible que yo saliera al aire en esos tiempos. No se podía retomar. Yo fui inmediatamente a Young a unirme en el dolor de las familias de las víctimas. Y me costó muchísimo sacarme algunas imágenes de los lugares donde estuve y de los rostros de dolor que vi. Había que hacer un impasse.

—¿Volvería a la Teletón luego de haber conducido la primera edición y tomar distancia por diferencias con la organización?

—Sí, no tendría mayores reparos. En su momento mi diferencia radicaba en que estuvimos diciendo durante toda la transmisión que lo recaudado era para construir el centro Teletón cuando en realidad solo alcanzaba para preparar el inicio de obras. Yo tampoco lo sabía. De hecho, en la segunda y en la tercera Teletón, el centro no estaba aún construido. Me pareció que teníamos que haber sido más claros con la gente.

—¿También planteó reparos con el equipo de conducción grupal?

—El formato me parece bien. De hecho, en aquella primera experiencia me habían encasillado como "El Don Francisco uruguayo" y no me parecía bien que recaiga sobre una persona la conducción o la imagen central del evento. Tiene que ser un equipo de conducción. Eso está bien. Lo que no me gusta es lo que muchas veces sucede entre los conductores y que desvirtúa el sentido de una jornada solidaria. No me gusta que los comunicadores terminen peleándose o buscando espacio en un programa con un fin de solidaridad.

—¿Cree que eso sucede en la Teletón?

—Creo que eso pasa cada vez que se juntan dos o más comunicadores, sea por solidaridad o no. Hay un concurso de vanidades permanente. Fijate en la foto de los Premios Iris y decime a cuántos no les preocupa estar en la última fila. Es un gran circo de vanidades nuestro trabajo y hay que saber convivir con ello. Hay que aprender que no es tan importante salir en la tapa de Sábado Show, en el centro o en la punta o que uno haya levantado justo el Iris y me tapó la cara. No es tan importante.

—¿Ha vuelto a hablar con Sergio Gorzy luego de que tuviera diferencias en la recepción de la selección uruguaya luego de Sudáfrica 2010?

—La diferencia fue bien clara. Sergio tiene la versión de que a él le habían dicho de que a partir de cierto momento, él asumía la conducción del evento en solitario. A mí no habían dicho eso y cuando vi que él conducía y nosotros, que habíamos ido en representación de los canales privados, estábamos pintados decidí irme. Pero no fue culpa de él. En todo caso, la responsabilidad radica en la organización que no comunicó con claridad los roles. Después de eso, hemos hablado muchas veces con Sergio; hizo incluso informes para Arriba gente en el siguiente Mundial. Tenemos una buena relación.

—No ha ido a los Premios Iris últimamente, ¿por qué?

—Sinceramente, tiene una serie de componentes similares al Martín Fierro, que no van con mi visión de este trabajo. No me resisto al glamour, pero no me gusta formar parte de él porque no lo tengo. En ese evento se expresa una similitud con la parte frívola del medio argentino, a la que no me quiero parecer. Por eso no voy. Mi discrepancia pasa por ahí; por una cuestión en todo caso de envase, no de contenido. Así que no me verán cuando esté nominado o cuando no lo esté. Fui a la primera entrega de Iris en 1983 cuando me entregaron el Premio Iris Revelación en una ceremonia conducida por Víctor Hugo Morales y en una segunda ocasión cuando se le entregó el Iris a Desafío al corazón. Me parecía una falta de respeto no ir por la gente que se rompía el alma por ese programa. Fuera de eso, tengo limpia mi foja de servicio. Estaré equivocado pero soy coherente.

—En su momento hizo conducciones para el Partido Colorado, ¿cree que esa asociación lo perjudicó como comunicador?

—A lo mejor en el Montevideo de hoy tan frenteamplista, eso haya sido resistido. Pero también hubo gente que me dijo que no debía decir que era de Peñarol porque los de Nacional se podían enojar. Yo lo hice como parte de un trabajo; me pagaron siempre todos los partidos. Hice conducción para todos: para los colorados, para el Partido Nacional y para la Unión Cívica. El único partido que en la década del 80 me llamó para un acto final y no lo conduje, fue el Frente Amplio. ¿Por qué? Porque no me pagaban. Si me lo hubieran hecho, iba. Esto para mí es un trabajo. Lo que pongo luego en la urna es otro asunto.

—¿Y qué pone en la urna?

—Me lo reservo. He puesto de todo.

—¿Le quedan desafíos a nivel televisivo?

—Sí, muchísimos. Hace poco hicimos con un gran equipo la ficción Historias de diván, que fue un desafío tremendo. Me quedan desafíos porque tenemos poca producción en Uruguay y poco arriesgada. Es difícil, no hay medios y los costos de producir son altos. Y cuando hacemos una ficción uruguaya, por ejemplo, la gente no la acompaña. Los esfuerzos de Canal 10 han sido múltiples, pero cesaron. Se puede insistir un año, dos, tres, cuatro pero el canal tuvo que parar. Ningún proyecto logra hasta ahora lo que consigue Las mil y una noches o ¿Qué culpa tiene Fatmagul?. No lo hace y me encantaría que lo hiciera. Hay que redoblar esfuerzos y si bien a mi edad tengo que pensar más en el retiro que en otra cosa, me queda mucho por hacer en esa pelea.

—¿Qué cosas de su vida cotidiana han cambiado desde que es conocido? ¿Qué tanto le importa lo que dicen de usted en la calle?

—No, nada. Redes sociales, por ejemplo, no tengo ni me interesa tener. Luego, en la devolución mano a mano, todo lo que recibo es positivo. En más de 30 años que tengo de medios, nunca me paró una persona para increparme por algo. No te paran para eso: a lo sumo no te saludan. Pero en líneas generales en Uruguay es encantador el trato con la gente, todos son muy respetuosos.

—¿Cree que hay farándula?

—No, estoy convencido de que no hay. Es algo que hemos hablado con Luis Alberto (Carballo), con quien somos muy amigos. Yo no creo en la farándula uruguaya. Aquí podemos ser personas populares, pero no famosos. La fama viene acompañada de otras cosas, de una vida que yo no tengo, ni ninguno de mis colegas tiene. Yo salgo de acá y no me viene a buscar una limusina. Yo veraneo en la Barra del Chuy y en gran parte pago en canje la estadía. No le mintamos a la gente, no le digamos que somos algo que no somos. Cuando alguien aparece en un auto de alta gama que no se crea que hizo fortuna con la TV. No, seguramente es rico de cuna o tiene otra actividad exitosa o está en pareja con alguien millonario.

—En más de 30 años en los medios, ¿no ha hecho fortuna?

—No. Yo gano bien, pero trabajo para vivir. Yo alquilo; no tengo casa propia. La tuve pero me bastó un divorcio para perderla. Tengo una camioneta china que se cae a pedazos y trabajo todos los días para pagar el colegio de mis hijos. Es bueno mi ingreso, pero da apenas para una vida digna, con algunas comodidades. Mi meta es comprar una casa y dejarla en herencia a mis hijos.

Vida de éxitos.

Humberto de Vargas (en realidad Humberto Vitureira) tiene 54 años y se inició en 1977 como cantante en Radio Carve. En 1982 debutó con La revista Estelar (Canal 10). En teatro debutó en 1983. Trabajó en los 90 en Canal 13 de Buenos Aires. Es también locutor y fue relator de fútbol. Tiene tres hijos: Josefina (22 años) de su unión con Laura Daners y Facundo (18) y Sofía (11).

El eterno femenino de una imaginativa pintora
Humberto De Vargas. Foto: Leo Mainé

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