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Historia de un disco sin nombre

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Lucas Meyer, Pau O'Bianchi y Fernando Henry.

Lucas Meyer, Pau O'Bianchi y Fernando Henry se juntaron semanalmente durante dos años para componer y grabar un disco que esta noche se presenta en el Cine Universitario.

Hace un año, en un febrero más caluroso que este, Lucas Meyer comentaba en estas páginas cuál era una de sus mayores preocupaciones como compositor, “la música te da muchas posibilidades y yo soy muy consciente de eso”. Esta noche en el Cine Universitario presentará junto a sus amigos Pau O’Bianchi y Fernando Henry, un disco que no tiene nombre, que se compuso, grabó, produjo y mezcló con la variedad de opciones como consigna central de un taller de composición grupal que duró dos años. Esta metodología no es una novedad dentro de la música uruguaya, si lo es la propuesta de este lanzamiento, que ofrece una escucha colectiva en una sala cinematográfica donde se proyectará una creación audiovisual inspirada en este experimento caótico.

Pau O’ Bianchi, Lucas Meyer y Fernando Henry rondan los 30 años y llevan más de la mitad de su vida haciendo música. Cada uno de ellos aseguró en alguna oportunidad que preferiría no imaginar su vida sin ella, y por eso forman parte de una comunidad artística que se hizo a sí misma y cuyo lema reproduce el disco que importa en esta nota, "cualquiera puede hacer un disco, cualquiera puede tener un sello, cualquiera puede hacer música".

Hace 10 años OBianchi junto a otros músicos que conoció en conciertos propios y ajenos -Fabrizio Rossi, Hiram Miranda y Juan Branaá- creó Esquizodelia, un sello independiente y virtual que empezó a compartir las obras de bandas más o menos amateurs que quedaban por fuera del perfil de las discográficas, y que vio a tiempo los cambios que internet impondría a la mecánica de la realización, oferta y demanda musical. Esta dinámica contagió y ayudó a dar unión, visibilidad y almacenamiento a decenas de músicos y bandas de todo el país que formaron sus propios sellos para compartir sus obras y generar espacios para mostrarse. Reconvertido en un colectivo de sellos, en Esquizodelia convive la generación de los entrevistados y otra más joven, que empezó siendo público de la primera.

OBianchi, Meyer, Henry y muchos de los 27 músicos que participan en este disco, estuvieron y están involucrados en varios proyectos musicales de esta comunidad que, incluso, los cruzan entre sí; la abundancia creativa parece ser una bendición para todos ellos. OBianchi integró la que para varios críticos, músicos y espectadores fue una de las bandas más importantes de los últimos años, 3Pecados, proyecto que dejó cinco discos y a un grupo de seguidores entristecido por el fallecimiento de su tecladista Diego Martínez, a quien está dedicada esta creación colectiva. Junto a 3Pecados cantó Henry, y en el proyecto que devolvió a OBianchi a los escenarios, Alucinaciones en familia, participa Meyer como guitarrista.

Mientras OBianchi finaliza la grabación del primer disco de Alucinaciones, el tercero de Millones de casas con fantasmas, el lanzamiento del dúo -junto a su novia- María Rosa Mística y su debut como solista, Henry recolecta ideas para su séptimo álbum y Meyer piensa en un cuarto disco, esta vez compuesto por 100 canciones (ya había hecho uno con 60), presentan este experimento quirúrgico que consistió en construir y desconstruir canciones entre los tres, componiendo y grabando en el cuarto de una casa con grandes ideas y pocas herramientas.

—¿Por qué quisieron hacer un taller de composición colectiva?

—Pau OBianchi (P.O.): La inquietud principal fue hacer otro tipo de canciones, probar otra búsqueda diferente. Siempre escucho la música de Lucas y Fernando y me gusta mucho lo que hacen, así que me pareció una buena idea juntarnos y ver qué surgía.

—Los tres tienen distintas formas de abordar la composición, ¿cómo recuerdan estos encuentros?

—P.O.: Era un caos, iba surgiendo todo casi al mismo tiempo: te salía una música automáticamente y eso le disparaba a uno una melodía y a otro un pedazo de letra y todo así. Al ser tres se dio una cosa muy de lo inmediato.

—Fernando Henry (F.H.): Era estar dispuesto a abrirte a ver qué era lo que el otro sugería y qué despertaba en tí eso, era salir de tu rutina de elaboración y adaptarte a lo que el otro te proponía; eso fue lo más lindo de todo el proceso.

—Pau y Lucas suelen comentar en las entrevistas que son muy meticulosos al componer y al grabar, esta vez trabajaron grabando las composiciones directamente.

—P.O.: Al principio las grabaciones eran así, componíamos y grabábamos la idea, después ese mecanismo se hizo permanente. Una vez que teníamos el boceto grabado seguíamos puliéndolo, decíamos qué pasa si le sacamos la batería, qué pasa si le corremos el estribillo, no fue primero hacer las canciones, después grabarlas y después mezclarlas, sino que se mezclaron esos procesos y todo el tiempo estuvieron interactuando entre sí. Fue muy de laboratorio.

—F.H.: Ninguno de los tres nos quedamos en lo clásico, siempre vamos a buscar algo más, la onda fue ir creando y grabando, y en base a lo que estaba grabado experimentar, cambiábamos ideas, se nos ocurrían arreglos. Fuimos trabajando canción a canción. Quedaron muchas ideas afuera, fue un proceso muy fructífero. Yo soy más explosivo en el momento de las canciones, cómo abordo lo temas, la interpretaciones, los arreglos, Pau puede tener esa actitud en el en vivo pero en el estudio es re meticuloso, tiene una cabeza de productor, machaca mucho y Lucas le llevaba el tren en eso. El proceso fue juntarse todas las semanas durante dos años y en un momento yo me abrí porque me saturé. Grabé todo lo que habíamos pautado y me abrí porque a mí el proceso de grabación llega un momento que me agota y no podía estar dos años así. El proceso de producción fue por parte de ellos dos.

—Hubo 27 músicos invitados, ¿cómo se planearon esas intervenciones?

—Lucas Meyer (L.M.): Fue según lo que nos pedía cada canción. Desde un principio pensamos en invitar a amigos para que colaboraran con el disco en sí, y también para divertirnos. También va con la idea de que queríamos hacer una producción mucho más ambiciosa, mucho más llena.

—Definen al disco como un caos sonoro que se inspiró en la forma en que se consume música hoy, casi siempre por internet, escuchando de a partes, cambiando de un género a otro, ¿esta consigna cuándo la establecieron?

—P.O.: Una vez que llegamos a 30 ó 35 canciones, teníamos temas de diferentes símbolos y perfiles, podíamos agarrar para cualquier lado y ahí se nos ocurrió la idea de darle una estructura panorámica al disco, que fue cómo se escucha música hoy.

—Fue un criterio para seleccionar las 15 canciones que quedaron finalmente...

—P.O.: No solamente, sirvió para definir la dinámica y establecer su carácter: el disco cambia velozmente, no se queda en un eje, todo el tiempo va cambiando de género, de ideas, va derivando. Hasta el momento en que surgió esa idea era más inconsciente eso de hacer canciones diferentes, pero de ahí en adelante en las grabaciones empezamos a acentuar más ese extremo.

—¿Qué piensan ustedes al respecto de esa forma de escuchar música?

—F.H.: Ese concepto es más de ellos dos. Casi todo lo que escucho lo hago en vinilo o en cassette. Yo tengo Facebook sobre todo para ver qué se edita por internet y todo lo que se sube lo escucho, pero en orden, sin interrupción. Le doy mucha importancia al disco, me aburre la descarga. Al principio era un oasis descargar, estaba todo ahí, pero llegó un momento en que eso de que esté todo al alcance me dejó de gustar. Mi predisposición a la música es otra, salgo a buscar discos, me encierro en un cuarto y lo escucho con calma, no me gusta la velocidad.

—P.O.: A mí me gusta escuchar discos enteros como rotar de canción en canción, cambiar de un género a otro. En ese aspecto no tengo un perfil fijo, la música me llega como llega.

—Pau, en una nota dijiste que considerás a estos temas como canciones surrealistas, que más que canciones se transformaron en recipientes de ideas, ¿qué aprendieron de esta experiencia?

—L.M.: Concretar este disco fue cumplir con un cometido, aprendimos pila de cosas de cada uno de nosotros a la hora de componer que probablemente nos servirán como herramientas para empezar a componer otras canciones.

—¿Por ejemplo?

—P.O.: Nos afectó en formas sutiles, el hecho de ver cómo cada uno se maneja en el campo de construir canciones te permite analizarte desde afuera. Por ejemplo, hasta no trabajar con Fernando yo no sabía armonizar, con Lucas aprendí a cantar más bajo y en un registro mucho más grave. Y luego están las experiencias con la canción en sí misma: ver cómo cada uno estructura, ver por qué lado preferiría llevarla, de ahí surgieron muchas discusiones entre nosotros.

—¿Costó ponerse de acuerdo?

—L.M.: A veces sí, pero llegábamos a un entendimiento.

—Muchas de las canciones empiezan, se interrumpen y terminan con ruidos, de vidrios rotos, sirenas, autos...

—P.O.: Va con la idea que teníamos del disco de dar la sensación de que estuviera lleno, de hacer una producción ambiciosa pero con herramientas totalmente limitadas, y nos llevó mucho a ese lado de experimentar con ruidos de la calle, con instrumentos raros por fuera de los tradicionales, por ejemplo hay percusiones rarísimas.

—L.M.: Aparte cada uno por separado ha tomado al ruido como un elemento compositivo más en lo que venimos haciendo. Es un instrumento que no es nuevo para nosotros, es un color más, digamos.

—Buscaron un equilibrio entre canción y experimentación, en sus últimos trabajos por fuera de este disco fue primando la canción más que la experimentación.

—P.O.: Esta fue una reacción natural a ese hecho: queríamos ir contra lo "tradicional" en lo que estábamos cayendo en nuestros últimos trabajos.

—¿Cómo se consigue ese equilibrio?

—L.M.: En este disco casi siempre son canciones a las que les agregamos ciertos arreglos más experimentales, pero creo que predomina la canción.

—¿Por qué proponen la presentación del disco como una escucha colectiva y no como un show en vivo?

—L.M.: En cierta manera para variar un poco. Ya hemos hecho eso de terminar un disco, subirlo a internet y ese día la gente lo escucha y más o menos nos va a ver tocarlo en vivo; queríamos hacer algo distinto.

—P.O.: Estamos un poco aburridos de hacer la clásica, como este disco tiene esa característica de ser bastante deforme y mutante nos permitía también expandirla a su presentación. La propuesta de la escucha es brindar juntos y al mismo tiempo promocionar el lanzamiento de la edición física.

—L.M.: Y vamos a proyectar en el cine un video hecho para el disco que es un collage de imágenes que hizo un amigo argentino, Juan Renau.

—¿Hay más planes para este disco?

—L.M.: Tocarlo en vivo es poco probable porque es muy imposible, tiene mucha instrumentación, necesitaríamos armar una banda numerosa y ensayar mucho. Está la posibilidad de hacer una escucha similar en Argentina porque trabajamos con Elvis Attack! que es nuestro "manager", incluso participó en la financiación del proyecto (que costó $3.000).

—El 2014 fue un buen año para Esquizodelia, editó varios discos destacados, se puede asegurar que la comunidad artística que quería consolidar ya está formada, ¿cómo se sienten haciendo música hoy en Montevideo?

—P.O.: La sensación es casi la misma que teníamos cuando empezamos. Sí cambió en que hay más puertas, hay más atención, pero la intención nuestra es seguir juntándonos y grabar. La locura sigue siendo esa, la permanencia de seguir haciendo esto.

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