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Florencia Rojel, una guarda modelo

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Florencia Rojel
Rafael Botto

Desde niña supo que lo suyo era la pasarela y las cámaras. Pero el mundo del trabajo la tiene en otra labor que aprendió a disfrutar. Florencia Rojel, morocha luminosa, 23 años, se desempeña desde hace tres años como guarda de una unidad de Cutcsa. Conocé su historia. 

—¿Cómo te iniciaste en la carrera de modelo?

—Siempre me gustó la pasarela y posar para las fotos hasta que un día me anoté en el instituto de Silvia Holly. Empecé allí con los primeros desfiles con mucha naturalidad y después en realidad me fui perdiendo del ambiente. Me dediqué más a los estudios. Hasta que el año pasado vino una amiga y me incitó a presentarnos al casting de Maybelline. No tenía muchas ganas pero ella me dijo una frase que me quedó grabada: "Dale, vamos, porque el "no" ya lo tenemos". Fuimos y finalmente quedé en el programa. Eso hizo que resurgiera en mí toda la vocación por ser modelo. Lo único malo es que mi amiga no quedó.

—¿Y tú saliste segunda, detrás de Betina Margni?

—Sí... Creo que estuvo justo. A mí me gustó mucho haber participado del programa para crecer como persona y en lo laboral. Aprendí mucho y me desafié todo el tiempo. Yo no lo veía como una competencia con las demás, sino conmigo misma. Después, el resultado obviamente no fue el que yo esperaba pero bueno, el jurado era el que decidía y tenía sus argumentos. No me puedo quejar: todos en el programa nos re cuidaban, nos trataban bárbaro y una de todas tenía que ganar.

—¿Qué relación tienes Betina?

—Buena, al igual que con todas. Formamos un lindo grupo que cada tanto nos juntamos.

—¿Cómo desembarcas en el otro de tus mundos, el del transporte público?

—En realidad, yo nunca me imaginé que iba a estar arriba de un ómnibus trabajando. Pero mi padre trabajaba acá y cuando él falleció, me quedó la parte con derecho a trabajo. Tenía la responsabilidad familiar de tomar ese rol. En un principio, hice todo lo posible para trabajar en las oficinas de la empresa. No quería estar en la calle pero no había lugar. Tenía que ser guarda. Y la verdad es que entré casi llorando. Con el tiempo, sin embargo, fui descubriendo que me gustaba. Tuve y tengo unos compañeros increíbles que me enseñaron todo lo que sé. Ellos son todo. Se pasan muchas horas en el ómnibus y tener buena onda con tus compañeros es lo mejor.

Si no puede ver las fotos, haga click aquí.

—¿Qué te gusta de este trabajo?

—El trato con el público me gusta. Yo antes era promotora y me doy cuenta de que disfruto de trabajar con gente. Claro que es la calle y es todo el día, lo que hace que muchas veces tengas que afrontar distintas situaciones difíciles, pero trato de resolverlas de la mejor manera. No me gusta entrar en discusiones con la gente.

—¿Qué fue lo más difícil que viviste?

—Por suerte nunca me robaron, que es el principal miedo que siempre se siente en estos días. Pero un día hubo una pelea fuerte entre dos pasajeros arriba del ómnibus. La gente está muy violenta y uno de ellos lo lastimaba mucho al otro. En un principio, yo no supe que hacer hasta que por suerte pudimos controlar la situación. Me puse a los gritos e hice bajar a uno de ellos y llamamos a una emergencia porque el otro estaba muy lastimado. Fue muy difícil.

—¿Y algún pasajero que se haya desubicado contigo?

—Y sí, hay de todo. Es la calle y pasa de todo. Es un ambiente que lo tenés saber llevar. Cuando entré a trabajar yo tenía cero calle. Pero con la experiencia fui aprendiendo, me fui curtiendo. Y ahora como que tengo otro temperamento para enfrentar las situaciones y la gente me respeta. También quiero decir algo lindo que me pasó arriba del ómnibus y fue la repercusión que tuvo Maybelline. La gente me reconocía, me pedían fotos, autógrafos. Fue divino. Hasta hoy hay gente que se acuerda y me saluda.

—¿Y los piropos?, ¿alguien que te haya querido seducir en el ómnibus?

—Sí, muchas veces. Me dejan anotados los teléfonos en los boletos, pero no doy cabida a esas cosas. En el trabajo, trabajo.

—¿Estás en pareja?

—No, ahora no.

—Entonces habrá que revisar los teléfonos de los boletos...

—(Risas) No, no sé si en el ómnibus voy a conseguir novio.

—¿En qué líneas estás?

—En el 148, 180 y 163.

—¿Y horarios?

—Son cambiantes. Puede ser de mañana, tarde, noche. Nunca se sabe. Por eso a veces se me complica con otras actividad. De todos modos me voy a organizar para estudiar periodismo. Me encanta.

—Mucha gente critica la situación del transporte, los horarios, el viajar parado...

—Desde la óptica del pasajero, a veces molestan algunas cosas y todos se la agarran con el guarda, que la mayoría de las veces no es responsable. Los horarios se respetan en la medida de los posible y a veces demoran por imprevistos, porque se rompen los coches o porque el tránsito está cada día más complicado. Los pasajeros se quejan de eso y de muchas otras cosas. Yo creo que estamos en un mundo en que nos quejamos por todo y nada nos viene bien. No digo de practicar lo contrario y que mañana empecemos a decir que todo está bien. Yo he viajado en Estados Unidos y en hora pico, viajás como sardina en lata en el subte. En Europa pasa lo mismo. Estaría bueno ver todas las situaciones.

—¿Cuál es tu opinión del Corredor Garzón?

—Hoy no lo veo como algo malo, es cuestión de acostumbrarse. Al principio había semáforos descoordinados pero se fueron arreglando. La gente ya no se queja tanto como antes, se van acostumbrando. Hay que acostumbrarse a los cambios. Hay que aprender a usarlo. Y cuando uno va en auto hay que prestar muchísima atención, porque es peligroso.

—Otra de las críticas refiere al precio, ¿para ti el boleto es caro?

—Todo está caro en realidad. ¿Qué puede comprar uno hoy con 100 pesos? Capaz que para la gente que paga boleto juntar dos mil o tres mil pesos por mes no es sencillo. Pero también está caro el combustible y mantener los ómnibus. Es una cadena. Además, el precio lo fija la Intendencia por lo que la responsabilidad también es de ellos.

"Seguimos pasando".

A Florencia Rojel no le gusta decir "al fondo que hay lugar", ni el clásico campaneo con la moneda. Prefiere una forma más chic como "seguimos pasando en la medida de lo posible…" o "Colaboramos, en doble fila". Y siempre pide "por favor". Nada de vulgaridad en el transporte.

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Florencia Rojel

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