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Con el circo como hogar

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Sebastian Zaniesienko. Foto: Florencia Barre

Pasó de ser el doble de riesgo de la Mujer Maravilla a un curso intensivo en Montreal para convertirse en acróbata del Cirque du Soleil.

A sus 22 años, el polaco Sebastian Zaniesienko se define como nómada y toma el riesgo de estar en una de las compañías artísticas más importantes del mundo, aunque eso le cueste pasar más de un año lejos de su familia o no tener un sillón cómodo donde sentarse a mirar la televisión inglesa. Es una juventud diferente pero la sonrisa del acróbata revela que lo disfruta mucho, y en Amaluna, el espectáculo del circo que se estrena la semana próxima, en Montevideo, brilla.

El cielo es de un celeste intenso y apenas lo cruzan unas nubes finas, delicadas, sutiles. Sobre la arena, cinco dedos que son marca registrada de Punta del Este sirven de set fotográfico a siete chicos que se paran o se sientan pero repiten un mismo gesto: abren los brazos hacia los lados como si quisieran volar. Y a veces vuelan. A veces, estos muchachos que podrían ser turistas de cualquier lugar del mundo en unas vacaciones cualquiera, están más cerca de ser pájaros que cualquier otro.

Los siete que hace algunos días se tomaron esa foto son en su mayoría acróbatas del Cirque du Soleil y parte del elenco de Amaluna, el espectáculo que de a poco desembarca en Montevideo —la carpa amarilla y azul ya fue montada el martes sobre el Faro de Punta Carretas— y que estrenará este 30 de agosto a las 20.00.

Uno de ellos es Sebastian Zaniesienko, un polaco de 22 años que usa sus redes sociales para contar que ha tenido una semana dura por diferentes motivos, que está entrenando mucho y quiere mostrar sus rutinas a sus seguidores, que está conociendo Sudamérica; o para definirse como nómada.

Pocas palabras pueden caberle mejor a un artista de circo que esa, nómada. Cuando la vida se pasa sobre un avión y recorriendo una cantidad de países por año, ¿dónde está el hogar?

"Mi casa está en Polonia", dice sin dudar Zaniesienko en una charla que se da en Asunción del Paraguay, a poco de empezar una función de Amaluna y de haber terminado su maquillaje. Lo dice así, sin dudarlo, pero vivió sus últimos años en Inglaterra y si se pone a hacer cuentas, sabe que pasará al menos un año hasta que vuelva a ver a su familia. "Nuestra última gira fue europea así que era muy fácil para mí ir a casa, porque en Europa todo está a tres horas en avión y es muy simple", dice. "Pero ahora, estando aquí, no creo que los vaya a ver en breve porque quiero viajar por Sudamérica, quiero explorar este continente hermoso. Así que probablemente la próxima vez que vaya a casa va a ser en un año".

Con Amaluna, Sebastian está por segunda vez en suelo sudamericano, después de unas vacaciones que lo llevaron a Brasil hace un año con algunos de sus compañeros del circo. Para confirmarlo, muestra unas chancletas negras que a los costados dicen "Rio 2016", y despliega su sonrisa.

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Sebastian lleva un rato largo sentado frente al espejo, completando una rutina de maquillaje que tiene que repetir cada día. Cuando aparece, su rostro ya está cubierto por una capa de crema y de polvo, sobre la que irá dibujando líneas y sombras hasta lograr el resultado final: una cara que de tan perfecta y precisa, parece de muñeco.

Sebastian Zaniesienko. Foto: Florencia Barre
Sebastian Zaniesienko. Foto: Florencia Barre

El que hace él es el proceso de todos los artistas del Cirque du Soleil: cada uno tiene que maquillarse por más rebuscada que su estética sea, sin ayuda y con el aprendizaje adquirido en Montreal, donde la compañía tiene su principal base montada.

En Montreal fue, también, donde Sebastian se entrenó durante tres meses y medio para el número que hoy le toca hacer en Amaluna: el de la báscula (esta suerte de subibaja sobre el que trabajan parados) en la que saltan, dan vueltas por el aire, hacen trucos de lo más diversos y arriesgados. Antes de eso y desde pequeño, había trabajado duro para ser gimnasta y estaba preparado para las pruebas convencionales; y si bien se sabía capaz de dar volteretas, la báscula exige mucho más que eso y sobre todo una dinámica colectiva que requiere de absoluta confianza y complicidad con el otro. "Y hoy es lo que hago cada día de mi vida", comenta con una risa torpe pero simpática. "Y es desafiante, seguro, pero es divertido y me genera mucha adrenalina, que al final es lo que más disfruto".

Al Cirque du Soleil, Sebastian llegó gracias a esas redes sociales en las que hoy cuenta cosas de su vida y comparte fotos de cada parada de su gira sudamericana. Alguien del circo lo vio en una competencia de gimnasia, lo grabó en su memoria y lo contactó por Facebook para hacerle una pregunta simple: "¿Querés venir a probar?". Y claro, para este veinteañero con entrenamiento y ganas de conocer el mundo, sonaba muy divertido.

Sin embargo, decidir integrarse al circo en el que ya lleva un año y medio —"todavía soy muy nuevo", dice y comenta que hay artistas que llevan 22 años en la compañía— fue una decisión dura porque justo cuando le llegó la propuesta, había conseguido otro trabajo de lo más atípico, sí, pero de lo más divertido: estaba siendo doble de riesgo en películas de Hollywood. Se metió en la industria por su entrenador de gimnasia, también doble de riesgo, y terminó participando en Kingsman: Servicio secreto, Mortdecai: el artista del engaño y en Mujer Maravilla, proyecto en el que justo lo encontró esta tentadora propuesta del circo.

"De hecho, estuve doblando a la Mujer Maravilla por un tiempo, hasta que se dieron cuenta que era una idea estúpida", cuenta entre risas. "Porque en realidad tenemos una forma física muy parecida, por gracioso que suene; el mismo color de piel, ella es muy delgada y alta como yo, así que la estuve doblando un par de meses. Hasta que nos dimos cuenta que en pantalla quedaba muy tonto", revela.

—¿Fue divertido?

—Es un trabajo divertido, pero fue justo ahí que dejé porque me llamaron de aquí. Fue una decisión difícil para mí, la de decidir hacer películas o venir para aquí, pero soy joven, quiero viajar así que tomé el riesgo y valió la pena. Es algo que extraño al mismo tiempo, ¿pero sabes? Siempre habrá películas, y no siempre voy a ser capaz de hacer lo que estoy haciendo aquí. Esta no es una actividad para siempre.

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Sebastian se hizo amigos en el Cirque, amigos con los que se va de vacaciones a Rio de Janeiro, se saca fotos en Punta del Este, entrena, se gasta bromas (la más frecuente que le hacen a él es ponerle un cartel que dice "vodka" en su botella de agua), se acompaña. Las alianzas en un mundo itinerante para estos nómadas son necesarias, vitales; son estrategias con las que hay que contar sobre todo al principio, cuando las distancias se acentúan.

"Lo que más extraño es sentarme en un sillón a mirar televisión", dice el acróbata polaco reparando en un detalle tan mínimo que nadie se pondría a considerar. "Nosotros viajamos de hotel en hotel y no tenemos la televisión inglesa aquí, o un buen sillón donde simplemente estar cómodo", dice antes de ir a cenar y un poco antes de salir a escena, donde se lo ve volar como un pájaro, donde se lo ve sonreír. Donde se lo ve en la comodidad de un hogar, hogar que hoy es Amaluna.

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SEBASTIAN ZANIESIENKOBELÉN FOURMENT

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