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Valiente: el barco que no volvería

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Tragedia barreminas Valiente: Foto: Archivo El País

El hundimiento del Valiente y la muerte de 11 de sus tripulantes el 5 de agosto del año 2000, marcó un antes y un después en la Armada. Fue un “error humano” que hizo tomar consciencia y procesar cambios. Algunos familiares siguen pidiendo una explicación oficial.

Las fotos de Marcelo, las cartas que había intercambiado con su prometida y decenas de recortes de prensa del día en que murió y de los muchos siguientes días en que siguió muriendo —porque el cuerpo de Marcelo quedó en el mar y nunca pudo ser enterrado—; todo eso, y seguramente más papeles y recuerdos de su hijo predilecto, guarda Rosa Quiroga en una valija vieja que hoy, después de años, toma el coraje de abrir.

Esos diarios devenidos en papel áspero de color ocre titulan: "Accidente en el Cabo Polonio", "El triste final del Valiente", "¿Hubo omisión de asistencia?", "Más dudas sobre el Valiente", "Sanciones para seis oficiales". A través de ellos, Rosa se fue haciendo la idea de lo que había sucedido con su hijo Marcelo Campos. Nunca tuvo una explicación oficial, dice. Del choque se enteró por la radio. El próximo miércoles se cumplen 15 años del hundimiento del barreminas ROU 32 "Valiente" y los recuerdos de Rosa son una madeja enredada por el dolor y la incertidumbre.

Quedó como detenida en el tiempo. El único día que puede reconstruir con detalles es el de la partida de Marcelo en el Valiente. Fue el jueves 3 de agosto del año 2000. A las seis y media de la mañana ella estaba en la parada de ómnibus con otro de sus hijos a quien iba a llevar al dentista. Justo apareció Marcelo y le dijo "mamá, quedate conmigo un rato". Ella le contestó que no, que no podía porque el dentista atendía por orden de llegada. Le ofreció un chicle, él aceptó, e insistió: "mamá, quedate conmigo un rato". Después se fue despacio. A los pocos pasos se daba vuelta y la miraba, y ella lo miraba a él, y así hasta que dejaron de verse.

—Todo ese día pasé contenta. Una alegría rara. Después se iba para la Armada pero nunca apareció, ni vivo ni muerto.

Marcelo Campos tenía 20 años cuando se embarcó aquella última vez. Llevaba dos años como marinero de primera y había viajado otras veces a Punta del Este. Según su madre, no sabía nadar. Ninguno de sus hijos aprendió jamás. Sí sabía de electrónica (había hecho un curso) y por eso lo habían destinado a la sala de máquinas del barco. Marcelo era el segundo de ocho hermanos. Tenía planes de casarse, ya había conseguido un terreno y le había dicho a Rosa que le construiría una pieza para que viviera con él y su mujer.

El día siguiente al accidente, en un clima de confusión y angustia, se organizó una colecta en Manga para contratar una bañadera y acompañar a los Campos Quiroga al funeral de Marcelo. Cuando llegaron vieron ocho cajones cerrados, embanderados con el Pabellón Nacional. Wilmar, el padre, pidió para ver el cuerpo de su hijo. Ya se sabía que el choque con el buque mercante Skyros, de bandera panameña, había arrojado 11 muertos de los cuales tres permanecían desaparecidos. Aunque el nombre de Marcelo estaba entre los ubicados, Wilmar desconfió. Y cuando le abrieron el cajón, se encontró con un muchacho que no era su hijo.

Durante los meses siguientes la prensa siguió incluyendo a Marcelo Campos entre los cuerpos hallados. Pero, como dice y repite Rosa cual mantra: él nunca apareció, ni vivo ni muerto.

Muchas veces reclamó y suplicó Rosa que se reflotara el barco para buscar a su hijo y a los otros tres desaparecidos, Juan Santiago y Christian Pérez. Sabe que los restos del Valiente quedaron a 30 metros bajo el mar, y que en su momento bajaron unos buzos que no encontraron nada. Durante años solo pidió por el cuerpo de su hijo. Después desistió.

La Armada les dio una indemnización que, según fuentes de la institución, se fijó en el doble de lo que se pagaba entonces por un seguro de vida: unos US$ 80 mil por cada marino caído. Además, comenzaron a cobrar una pensión mensual asociada al sueldo de Marcelo.

Pero el dinero solo empeoró las cosas. Rosa y Wilmar, que ya venían mal, se separaron. Él estaba desempleado. Ella empezó un tratamiento psiquiátrico. Dice que su marido le pegó y la echó de la casa, y después la denunció por "abandono de hogar". Él pasó a cobrar todo el dinero. Según sus hijos y su exesposa, Wilmar nunca se hizo cargo de ellos. Repartía la indemnización entre vecinos, amigos, casino y alcohol. Como si se hubiera ganado el Cinco de Oro, dicen. En 2008 formó otra familia y los dejó. Viviana, la hija mayor, tomó las riendas de la casa.

En 2013 Rosa inició los trámites para cobrar al menos la mitad de la pensión. La necesita para mantener a sus hijos más chicos, gemelos, y a una de 24 años con discapacidad. El único ingreso fijo del hogar es una pensión alimenticia que se termina el año que viene cuando los gemelos cumplan 21. Y aunque el reclamo parece justo, en la caja militar "la amedrentan con leyes y artículos". "Le dicen que debió reclamar en su momento", cuenta Viviana. Se aprovechan porque "no tiene estudios".

Si la ausencia de Marcelo marcó el inicio de un calvario, la indemnización despedazó a la familia. Y 15 años después, Rosa sigue necesitando una explicación.

La historia.

Entre el 6 y el 15 de agosto el hundimiento del Valiente y sus pormenores fueron casi invariablemente título de tapa de El País y otros medios. Primero fue el dolor —el velorio, el llanto, la imagen del presidente Jorge Batlle cargando los cajones— y luego la duda: ¿cómo y por qué chocaron los barcos? Y también: ¿por qué los tripulantes demoraron tres horas en recibir el rescate?

La respuesta se dilató. La Justicia intervino de inmediato y rigió el silencio del presumario. Los oficiales sobrevivientes dieron una conferencia de prensa en la que evitaron cualquier referencia al momento del accidente. Contaron, sí, cómo habían sobrellevado el tiempo de espera haciendo cadena humana en distintos grupos para darse calor. El comandante del barco, Carlos Martínez, dijo que los 23 hombres de su tripulación habían abandonado el barco.

Las versiones que se empezaron a filtrar eran contradictorias. Se supo que la jueza Julia Domínguez manejaba la posibilidad de procesar al capitán del Skyros, el griego Artemios Damigos, por omisión de asistencia. Sin embargo, los tripulantes del mercante decían que habían asistido a ocho de los tripulantes del Valiente. "Esperábamos un premio del Presidente de la República. Casi nos morimos por salvarlos", dijo a la prensa Damigos, que luego quedó recluido en Castillos.

El tema llegó al Parlamento, que empezó a discutir un proyecto de ley de indemnización que incluso consideró regalar una vivienda en propiedad a cada familia. Se iniciaron tres investigaciones paralelas: la del Juzgado Letrado de Rocha, la de la Justicia Militar y la de la Prefectura Nacional Naval.

El cruce de versiones también se dio entre la Armada y la Fuerza Aérea respecto a la tardanza del rescate. El 11 de agosto la Fuerza Aérea emitió un comunicado detallando la sucesión de hechos y demostrando, así, que la Armada se había comunicado con ellos recién a las 6:50 —más de dos horas después del choque— y que los helicópteros habían demorado 28 minutos en presentarse en el lugar.

Después de 10 días de noticias constantes, el tema prácticamente se esfumó de los medios desplazado por el accidente de un barco ruso, el "Kursk". En el otro costado del mundo había muerto una tripulación entera: 118 personas.

Un mes después el Comando General de la Armada emitió un escueto comunicado con las conclusiones de la investigación administrativa y un mea culpa inevitable: "Los estudios de referencia determinaron que en la conducción del ROU 32 Valiente, no se siguieron los procedimientos y prácticas navales correspondientes ni se adoptaron los márgenes de seguridad establecidos". Se sancionó y relevó a seis oficiales.

Aunque la Justicia seguía sin expedirse, el griego Damigos pagó US$ 5.000 y, tras 40 días preso, volvió a su país.

En octubre la revista Tres publicó las declaraciones completas de los involucrados ante la jueza. Reveló que el diálogo entre la tripulación del Skyros con el comando de La Paloma había sido accidentada y confusa, y por eso se había demorado tanto. También dejó en claro que la responsabilidad principal del accidente había sido del oficial de guardia en el momento, Diego Carámbula, que habiendo visto al Skyros media hora antes de la colisión, intentó hacer un movimiento para asegurar que pasaran a una distancia mayor, pero ordenó un giro a la izquierda en vez de a la derecha. Cuando se dio cuenta del error, ya era tarde.

Casi dos años después, el 31 de mayo de 2002, Domínguez resolvió el procesamiento de Carámbula (por homicidio) y de dos hombres del comando de La Paloma (por omisión de asistencia). Los tres fueron procesados sin prisión.

Error humano.

Era plena madrugada, noche cerrada y de mucha niebla. Algunos dormían, otros no. En el momento del choque las luces se redujeron al mínimo. El barco empezó a hundirse y el comandante dio la peor orden: "Abandonar el buque, colisión".

Marcelo Porta, el jefe de máquinas, fue el primero en tirarse al mar e indicó a los demás —algunos de ellos paralizados por el miedo— el camino con una linterna. En ocho minutos se sumergió el barco. Todos saltaron; algunos con chaleco salvavidas, otros sin ellos. Se fueron agrupando pero se veía muy poco y las olas estaban bravas. Porta asumió el rol de "levantar la moral", según él mismo declaró a la Justicia y recogió entonces la revista Tres. "Siempre creí que el busque mercante iba a mandar ayuda enseguida", confesó.

Con el paso de las horas la esperanza fue cediendo y la muerte fue ganando lugar. Porta cacheteó a los que iban cayendo en sueño —primera etapa de la hipotermia— pero no pudo con todos. Un marinero se le murió al lado y él lo ató a su salvavidas sin decir nada para que no cayeran los ánimos. Más adelante sería señalado por sus compañeros como "un héroe que salvó la vida de muchos".

Siete y cuarto de la mañana, casi tres horas después del choque, bajó la primera lancha del Skyros para el salvataje. Ante la Justicia los tripulantes declararon que no pudieron hacerlo antes por el oleaje. Priorizaron a los que estaban en peores condiciones, pero igual así fallecieron dos de camino a la costa. La ayuda de la Armada llegó recién 8:30 horas. "La situación en el agua fue muy difícil. Si hubiéramos sido rescatados en un lapso normal, creo salvaríamos más del 80%", declaró Porta.

Sí, dice hoy el capitán Gastón Jaunsolo, jefe de Relaciones Públicas de la Armada: hubo demora en las comunicaciones. La inexactitud se pagó muy caro. Pero aclara que hace 15 años la tecnología era precaria y eso no ayudó. La magra respuesta del mercante también incidió.

Jaunsolo acepta hablar en nombre de la Armada, pero la decisión no fue fácil. La tragedia del Valiente todavía duele y mucho. A nadie le interesa remover esa herida. Sin embargo, finalmente prima el deseo de que la voz oficial aparezca para que Rosa —y quizás otros familiares— tengan la explicación que necesitan.

"¿Qué sucedió? —se autopregunta Jaunsolo. Un error humano. Esto fue ni más ni menos que un error humano. Son cosas que pueden suceder". El error es casi totalmente atribuible al oficial de guardia, que fue quien tomó las decisiones, agrega. No hubo fallas en el barco.

"A las familias se las apoyó, no solamente desde el punto de vista económico sino moral", asegura. "Después, cada una fue siguiendo sus vidas en esta década y media y al día de hoy yo no tengo datos específicos de en qué está cada familia". A su vez, la Armada dio ingreso directo a todos los familiares que pidieron un puesto.

De los 24 tripulantes del Valiente, 17 eran personal subalterno y siete eran oficiales. De los primeros 17, fallecieron 11. La plana mayor del barco se salvó toda. Menos Carámbula, que se retiró de la fuerza voluntariamente, todos ellos tienen actualmente "cargos de relevancia acordes a su jerarquía", dice Jaunsolo.

De los seis subalternos que sobrevivieron, solo uno está activo. Tres se retiraron (algunos por edad) y dos murieron; uno se suicidó años después. Según supo El País, el griego del Skyros trabaja de guardia de seguridad en un museo.

Aquellos que, como Porta, tuvieron actitudes encomiables, fueron condecorados por la Armada. Además, su testimonio fue replicado en charlas y conferencias internas. "Supimos sacar de la tragedia las buenas experiencias para poder estar mejor preparados en caso de sufrir otra desgracia", dice Jaunsolo.

Se suele afirmar que la del Valiente fue la peor tragedia de la historia de la Armada. Hubo una previa, en 1954, en la que murieron 13 personas porque un buque quedó varado en el Banco Inglés a raíz de una tormenta. Aunque a la Armada no le interesa hacer "un ranking de tragedias", es claro que el Valiente marcó un antes y un después. De hecho, entre 2000 y 2001 la fuerza vivió otros dos accidentes con muertos —fue un año terrible, aunque por pura coyuntura, dice Jaunsolo. El Valiente fue un hito por lo que vino después: "Se tomó consciencia de que si uno no pone toda la atención y la mayor capacitación en el personal, un buque nuestro puede ser pasible de accidente".

A raíz de esto empezaron a exigirse cursos de supervivencia, primeros auxilios y respuesta ante incendios para quienes se embarcan. Antes también se hacían —incluso Jaunsolo asegura que todos los tripulantes del Valiente tenían conocimientos de natación—, pero no eran obligatorios.

"En aquel momento teníamos los problemas que tenemos hoy: una flota envejecida, de casi 50 años en promedio, un grado de alistamiento que no es el deseable, un grado de adiestramiento que tampoco es el deseable para nada, pero bueno, se está trabajando en forma incesante para tratar de mejorar", admite.

Los recursos alcanzan para un mantenimiento mínimo de los barcos. Cada salida al mar implica días de arreglos de averías. "Dios quiera que no nos pase nada", dice Jaunsolo, que enseguida se refiere a un acuerdo político celebrado en 2014 para renovar la flota. Jaunsolo no lo oculta: para ellos, es un salvataje de vida o muerte. Producción: Florencia Traibel

Los campos Quiroga, una familia rota por el duelo

La muerte de Marcelo, cuyo cuerpo nunca apareció, marcó a fuego a la familia Campos Quiroga. El matrimonio se rompió y el padre, Wilmar, pasó a cobrar la pensión alegando que la madre, Rosa, había hecho abandono de hogar. La pelea por ese dinero terminó separando por completo a Wilmar de sus siete hijos. Ellos aseguran que su padre se gastó el dinero en vicios y en la otra familia que formó, mientras ellos hacen malabares para cubrir los gastos básicos. Los hermanos mayores colaboran con sus ingresos —dos de ellos trabajan en la Armada—, pero también tienen sus propias familias. En la foto, cuatro de los ocho hermanos: Viviana, Rúben, Maximiliano y Leonardo Campos, junto a su madre Rosa Quiroga.

SABER MÁS

MESES DE MIL VERSIONES E INCÓGNITAS


AGOSTO DE 2000

5/8

?

A las 4:30 horas chocan el barreminas ROU 32 Valiente con el buque mercante de bandera panameña, Skyros. Tras el accidente, el Valiente alcanza a avisar, aunque de forma confusa, al comando de La Paloma. Recién 7:15 baja una lancha del Skyros, y unos minutos después llega la ayuda de la Fuerza Aérea. Mueren 11 de 24 navales.

6, 7 y 8/8
?

Las familias se enteran por los medios. Primero en la Escuela Naval y después en Martinelli velan a ocho de los fallecidos. Los oficiales sobrevivientes dan una conferencia de prensa en la que evitan hablar del accidente en sí. Los buzos buscan a los tres desaparecidos. La jueza Julia Domínguez indaga a los involucrados.

10 y 11/8

El fiscal Ricardo Perciballe pide procesamiento para el capitán del mercante, el griego Artemios Damigos, por omisión de asistencia. La Fuerza Aérea comunica su versión de los hechos: que la Armada le avisó recién a la hora 6:50. Los días siguientes se pone el foco en los desaparecidos. Especulan en qué sitio podrían aparecer.

15/8

Diez días después reina la incertidumbre sobre las causas del accidente. La Armada libera del arresto a rigor al oficial de guardia en el momento del choque. El hecho desaparece de las noticias tras un accidente de un barco ruso por el que mueren 118 personas.

SETIEMBRE DE 2000?

13/9

Tras una investigación administrativa, la Armada dice que “no se siguieron los procedimientos y prácticas navales correspondientes ni se adoptaron los márgenes de seguridad establecidos”. Sanciona y releva a seis oficiales involucrados.

20/9

El griego Damigos paga unos US$ 5.000 y es liberado tras 40 días de reclusión en Castillos.

28/9
?

Las autoridades de la Armada y de Defensa se reúnen con los integrantes de las comisiones de Defensa de Diputados y del Senado. Estos concluyen que el principal responsable del accidente es el oficial de guardia del Valiente. El oficial se retira voluntariamente de la fuerza.

MAYO DE 2002

31/5

Casi dos años después, la jueza Domínguez procesa sin prisión a tres personas: al oficial de guardia del barco y a los encargados de las comunicaciones en el comando de La Paloma.

Tragedia barreminas Valiente: Foto: Archivo El País
Tragedia barreminas Valiente: Foto: Archivo El País
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Tragedia barreminas Valiente: Foto: Archivo El País
Tragedia barreminas Valiente: Foto: Archivo El País
Tragedia barreminas Valiente: Foto: Archivo El País
Tragedia barreminas Valiente: Foto: Archivo El País
Tragedia barreminas Valiente: Foto: Archivo El País
Tragedia barreminas Valiente: Foto: Archivo El País
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Tragedia barreminas Valiente: Foto: Archivo El País
Tragedia barreminas Valiente: Foto: Archivo El País
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Tragedia barreminas Valiente: Foto: Archivo El País
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