Una niña flaca, muy flaca, introvertida, mala en matemáticas, a la que le gustaba inventarse personajes y actuarlos en la privacidad de su habitación: así era Selene Benzano antes de ganar el concurso de reina de Libertad, el lugar donde creció. El concurso le cambió la concepción sobre sí misma y la actitud frente a las críticas de los demás.
Selene está en su casa actual, el apartamento de su tía abuela en el centro de Montevideo. Es un lugar lleno de espejos, Picasos y Mirós, libros de arte y representaciones de elefantes y gatos. También hay dos gatos reales. En su cuarto tiene un ropero pequeño en el que guarda su ropa. Lo abre: hay muchas chaquetas, camisas y vestidos. Ese miércoles lleva un vestidito negro, una camisa blanca de puntilla y medias blancas hasta las rodillas.
"Ser modelo es mostrar algo. Transformarse en otro y mostrarlo al público. Es no tener miedo al ridículo", define la ganadora del Maybelline Model 2015 (un reality show como Gran Hermano, pero de belleza y modelos).
Cuatro o cinco años atrás, tuvo que hacer una "representación" en el colegio: algo así como una actuación con baile para la fiesta de fin de cursos. Le gustaba Lady Gaga así que se lookeó con un vestido extremadamente raro, se tiñó el pelo de fucsia y se maquilló al extremo de volverse irreconocible. "Era como que me escondía detrás de algo", piensa.
Hasta 3° de liceo pasó "horrible". Era tan delgada que sus compañeros la molestaban diciéndole "tabla de surf". "En el interior, la perfecta es la que tiene buena figura, con curvas, una carita linda, unos ojitos lindos y el pelo largo y lacio. Entonces nadie gustaba de mí, o capaz que sí pero yo no me enteré", dice con humor. En aquel tiempo odiaba su cara, sus dientes, su piel. Además, sus compañeras cuchicheaban y la señalaban cuando la veían vestirse distinta.
Un día una prima suya, maquilladora, le pidió que se presentara a un concurso de belleza porque faltaban postulantes. "Me dijeron que me necesitaban. Y aunque me daba mucha vergüenza, me gustaba la idea. Pensé que iba a ganar una amiga que era rubia, de ojos celestes y cuerpo divino: el estereotipo de belleza. Yo era un palo, no me había desarrollado ni un dedo, era horrible. Y claro, pensé que iban a ver la belleza exterior, pero se fijaron mucho en la actitud. Les gusté. Nadie lo podía creer —ni yo— pero gané, y por fin me sentí dentro de algo".
Fue un hito en su vida. Cambió de actitud, dejó de importarle lo que le dijeran y empezó a tener más amigos. "Cuando ganás algo, la gente te acepta, te empieza a seguir. Pero cuando estás en el proceso de lograr algo, te critican y te dan para atrás", dice.
Ahora que ganó el Maybelline Model su carrera tomó otro impulso (al día siguiente ya tenía una sesión de fotos) pero se enfrentó otra vez a las críticas. Dice que se ríe de los comentarios: "No puedo creer que haya gente para eso".
En estos días de "felicidad" por haber ganado, se esconde. Desde marzo va a un liceo en Montevideo donde la conocen muy pocos, pero aun así se esfuerza por mantenerse invisible. Para evitar "entrar en el jueguito de te vi en la tele", pasa las horas libres y los recreos en la biblioteca.
Necesita concentrarse en los estudios, así que la estrategia de camuflarse entre libros quizá dé doble resultado. Selene tiene 18 años y recién está cursando 5°. Se atrasó por varias causas: las sesiones de fotos coincidían con el horario del liceo, se juntó con amigos a los que no les atraía estudiar y, además, tiene déficit atencional y una dificultad especial con los números (discalculia).
Selene sabe que tiene que terminar el liceo porque vivir de la imagen es una posibilidad remota. Después quiere estudiar diseño gráfico, producción de modas o cine. También le gustaría escribir libros o actuar. Y en 10 años se imagina viviendo en Uruguay, con un esposo e hijos. ¿Y la moda? "Ojalá pueda trabajar y convertirme en una modelo muy buena. Voy a trabajar para que eso pase porque me fascina", dice, entre realista y soñadora.
EL MUNDO DETRÁS DE LAS PASARELAS