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¿Cómo salvar a la basura?

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Foto: Francisco Flores

Se duplicó la basura que generamos, pero se recicla menos que antes. Frente a esto, el gobierno prepara una ley para regular la gestión de los residuos. Pero, ¿hay una industria capaz de recibirlos? ¿Y a quién se los venderá? Uruguay enfrenta esta discusión 30 años después que el mundo.

"Una persona genera un kilo de basura por día", dice Lumber Andrada, asesor de empresas y cooperativas sociales en gestión de residuos y dueño de Uruplac, una pequeña planta de reciclaje que desde hace tres años recupera laminados, un tipo de plástico que tiene más de una materia prima en su composición y que, hasta que él tomó la posta, nadie en Uruguay quería recuperar. De este material está hecho el 30% de los desperdicios que tiramos a los contenedores.

Rodeado de fardos amontonados compuestos de cajas de cartón de leche y plásticos que envolvieron quesos, carnes y alfajores, Andrada dibuja una sonrisa maliciosa y pregunta: "¿Ya sacaste la cuenta de cuánta basura dejaste vos en el mundo y qué hiciste con ella? El problema de la basura es que nadie la quiere ver y se la esconde. Como no se ve, no se protesta para que sea mejor gestionada. Y si la gente no lo pide, el político no lo hace. Es un círculo que solo va a cortarse cuando nos hagamos responsables de la basura que dejamos. Y tiene que ser rápido porque el mundo es uno solo y se está quedando sin lugar".

En su página web, Cempre —una asociación civil creada en 1992 por multinacionales que trasladaron a sus filiales la responsabilidad de reducir residuos y promover el reciclaje— expone otro dato lapidario: en los últimos 40 años se produjo más basura en el mundo que desde el origen del hombre hasta 1970. En Uruguay, en las últimas dos décadas la cantidad de residuos se duplicó. Todavía sonriente, Andrada aprovecha el impacto y dispara: "Pero solamente reciclamos el 7% de los desechos".

La cifra está impresa en el producto estrella que manufactura Uruplac: papeleras. Aunque solo venda algunas pocas unidades al mes, le permiten sobrevivir. Las compran firmas como Pyxis, que quieren que sus empleados clasifiquen lo que tiran y que lo reproduzcan en sus hogares. Es que el primer paso en el proceso de reciclaje empieza en casa, por eso advierte: "Es la cadena que sostiene el techo, si no lo empezamos a incorporar en nuestra rutina, todo se cae".

Los destinos.

Mariana Robano es ingeniera especializada en el área ambiental y una de las fundadoras de Reacción, empresa que quiere educar acerca de las tres erres: reducir el consumo, reparar los desechos y reciclar. Según su experiencia, nuestro sistema de residuos tiene entre 10 y 15 años de atraso en comparación a los de Brasil, Argentina, Chile o Colombia. Si hiciéramos la misma comparación con Europa, Estados Unidos o los países escandinavos (líderes en reciclaje), la brecha sería de tres décadas. "El reciclaje es lo último en la cadena del bien", dice Mariale Ariceta, su socia, y agrega: "Hay muchísimo que podemos hacer antes para que un material en desuso sea plausible de ser reciclable. Para empezar, clasificar entre secos y húmedos. Lo que hay que entender es que la basura no existe: son cosas que están fuera de lugar".

Para organizar su gestión, los residuos se separan por origen: los domiciliarios y los del comercio e industria. Las intendencias tienen la obligación de hacerse cargo de la basura de los hogares y de negocios chicos cuyos desechos no sean peligrosos. Además, en los departamentos donde se aplica el plan Tu envase sirve (Montevideo, Rocha, Rivera, Maldonado, Flores y Canelones), recolecta los envases de cartón, metal, vidrio y plástico que se colocan en contenedores ubicados en supermercados y centros comerciales. Como aún no sabemos clasificar correctamente, es habitual que se mezcle yerba entre residuos recuperables: esto arruina el 11% del lote.

En el caso de Montevideo, los materiales que se descartan se entierran para relleno sanitario en el vertedero Felipe Cardoso. Los orgánicos se llevan a plantas de compostaje (y luego se utilizan como abono en espacios públicos), y los reciclables se distribuyen en cuatro plantas clasificadoras manejadas por cooperativas de antiguos hurgadores. Se estima que allí se recupera el 40% de los residuos. Tanto Andrada como Federico Baráibar, director ejecutivo de Cempre, creen que la productividad en esas plantas podría ser mejor.

Los materiales recuperados en esta instancia se llevan a depósitos y a plantas de reciclaje. Por lo general estas empresas pagan por los desechos, aunque hay excepciones como la de los laminados y la chatarra electrónica, en que las recicladoras suelen cobrar por recibirlos.

Por otro lado, el comercio y la industria deben hacerse cargo de su gestión de residuos. En el caso de los envases, están contemplados por la Ley de Envases que desde 2007 regula la gestión a través de un fideicomiso privado. Esta ley obliga a los propietarios de marcas e importadores de productos envasados a recuperar los materiales y reciclarlos.

Si una empresa quiere llevar sus residuos al relleno industrial (que se inauguró dos años atrás y es gestionado por la Cámara de Industria), debe hacer una declaración jurada y pagar dos unidades reajustables por tonelada o metro cúbico. La otra opción es destinar los materiales a una planta de reciclaje, lo que conlleva costos logísticos (como el transporte). "La realidad es que las empresas suelen optar por lo que cueste menos", dice Baráibar.

Debido a los costos que implica sacarse la basura de encima, además de los vertederos regulados por intendencias, hay unos 200 informales que no tienen controles de entrada ni de salida, ni de peso, ni de contaminación ambiental.

Desde hace un año la Dirección Nacional de Medio Ambiente (Dinama) prepara el proyecto de una ley nacional de gestión de residuos que establezca un marco general, y que traslade la gestión de un fideicomiso del sector privado (como en el caso de los envases) al público. Para Andrada esta es una buena noticia, pero no alcanza: "Es como si te dijera que antes tenías un sobrepeso de 15 kilos y ahora estás en cero, podés alegrarte pero todavía tenés que seguir bajando".

Al igual que Andrada, Baráibar opina que antes de fijar normas "se necesita un diagnóstico, luego definir una visión a futuro que diga qué tipo de modelo de país queremos ser en 15 años, pensar las estrategias para conseguirlo y saber qué costo tendrán. Y ahí, recién entonces, se debería definir la ley". El director de Cempre plantea: "¿Para qué nos sirve una legislatura si no tenemos una visión común de qué queremos hacer con la basura?".

Crisis mundial.

A pesar de que aumentó la cantidad de residuos en el país, se recicla menos. Según una investigación que realizó el observatorio de Cempre, si hace 10 años se recuperaba el 55% del papel, ahora es el 40%; si antes se reciclaba el 75% del plástico PET, ahora es el 10%. Esto se debe a que desde 2009 han cerrado varias plantas de reciclaje. Según Baráibar, "lo que pasó es que no llegaban a la cantidad de plástico necesaria para la capacidad productiva que requieren. No llegan por el valor del material, que vale mucho menos ahora que hace tres años".

La industria del reciclaje en Uruguay tiene los mismos problemas que en el resto del mundo. El precio de la materia prima reciclada baja porque el material virgen es más barato, y eso afecta toda la cadena. Comprar materiales reciclados dejó de ser un buen negocio y el más afectado es el plástico. "El kilo de PET costaba $ 14 y ahora $ 7, y sigue bajando", dice Baráibar. "Entonces, el material reciclado compite con el material virgen. Si el precio abarata, estas empresas cobran menos y los clasificadores cobran menos. ¿Qué es lo que sucede? Que tanto las empresas como los clasificadores se van a otro material o a otro sector de la recuperación", asegura el experto.

Para que el negocio funcione, el material reciclado debe costar un 30% menos que el virgen. En el caso del papel y del cartón, la brecha debe ser inferior al 40% con respecto al precio de la celulosa.

Otro factor que altera el equilibrio comercial de las plantas recicladoras es el nivel de actividad del país. Rotondaro es una empresa familiar fundada en 1923 que ahora es gestionada por la cuarta generación. Empezó en el reciclaje de botellas de vidrio, pero cuando las cristalerías locales cerraron y se comenzó a importar envases a costos muy bajos, la firma se pasó al papel y al cartón, un material que puede ser reciclado hasta 11 veces y que aún es solicitado por el mercado. Aunque es un negocio sólido, Claudio, el mayor de los tres hermanos a cargo, explica que este es un momento de baja actividad porque hay menos consumo, lo que genera menos residuos, y porque las imprentas, su principal proveedor de materia prima, están cerrando de a decenas.

Una vez más, Baráibar y Andrada coinciden en que a la Dinama le hace falta conocer este tipo de situaciones para hacer una ley que tenga una visión común, y se preguntan: "¿Qué va a pasar con el material que llenará los depósitos si no hay una industria que los reciba? ¿La industria del reciclaje local tiene capacidad para todo el volumen que va a venir? ¿Está formalizada? ¿No genera impactos ambientales? Y por último: ¿a quién le va a vender lo que produce?".

La vuelta de tuerca.

La industria de la basura reúne a unas 50 empresas. Entre las especializadas en reciclaje está Werba, que con sus cinco depósitos en Montevideo y otro en San José, es una de las más grandes. Al igual que Rotondaro, esta es una empresa familiar. Fue fundada cuatro generaciones atrás, reciclando metales, material que sigue siendo el eje del negocio. Gabriel Werba, el director actual, asegura que su fábrica "tiene la capacidad para reciclar el 100% de los metales y de los deshechos tecnológicos que generamos".

Cada mes Werba recibe entre 500 y 600 toneladas de metales variados que, a su vez, reciclan y exportan: la misma cantidad que se adquiere, se vende. Su principal proveedor es el Estado, luego algunas empresas industriales y por último los depósitos gestionados por clasificadores. "Uruguay nos provee pero como desde los años 90 ya no hay industrias que utilicen nuestros materiales, exportamos el 100% de la producción a distintas partes del mundo, sobre todo a países que estén pasando por un crecimiento industrial, que necesitan materia prima y por eso pagan bien", dice.

Este director cree que la futura ley que está en camino será fundamental para poder fiscalizar y controlar que las cosas se hagan bien. "Y que las empresas que invertimos en maquinaria, capacitación de personal y reestructura tengamos una competencia leal". Al parecer hay otras cosas en este mercado que dejarían de esconderse debajo de la alfombra: "Nuestros competidores son los contrabandistas que llenan camiones con metales y baterías de auto y cruzan la frontera hacia Brasil", denuncia.

Según coinciden los entrevistados para esta nota, es necesario pensarse como país por lo menos de aquí a 15 años. Baráibar dice que esta es una discusión que la Dinama está aplazando y que en definitiva tiene que ver con qué modelo se quiere seguir: "¿Queremos enterrar nuestra basura de forma responsable en rellenos sanitarios o queremos promover el reciclaje? En ese caso, ¿vamos a generar un mercado para esos materiales o las empresas estarán destinadas a exportar lo que producen?".

Andrada cuenta que en Europa, Estados Unidos y Brasil cuando los materiales reciclados no tienen un cliente, se subsidia parte de su costo "para que tengan una demanda constante y pueda seguir girando la rueda". En Suiza, que recicla el 60% de sus residuos, el Estado es el principal consumidor de los productos reciclados. Unos meses atrás Uruplac recibió un encargo del Ministerio de Turismo: le solicitaban cuatro papeleras. "La factura era de $ 3.200 pesos. Me pareció un chiste, así que no hice el pedido", cuenta Andrada.

Entre los modelos de gestión de residuos está el alemán, que recicla el 70% e incinera el 30% para generar energía, está el de San Francisco que recupera el 80% y envía al relleno sanitario el 20%, y el de Rafaela en Santa Fe, una ciudad en la que los vecinos se hacen cargo de la clasificación, para la que dejan la basura en un canasto en la puerta de sus casas, unos días con los desechos secos y otros con los húmedos. Con los materiales reciclados se hacen distintos productos que se venden en Buenos Aires: se generó una industria. Baráibar cree que es hacia allí que tenemos que mirar.

En Uruguay, donde aún hay mucho por hacer, hay una luz de esperanza en Flores, el primer departamento con una planta de reciclaje, que eliminó los contenedores y donde los depósitos de clasificación funcionan tan bien que sus gestores dan charlas en escuelas. En el centro de nuestro país ya hay un lugar en el que el mundo empezó a hacerse un poco más grande.

LOS BUENOS EJEMPLOS QUE ALIENTAN.

Flores, destacado.

Fue el primer departamento en pedir un crédito en el Fondo de Desarrollo del Interior para una planta de reciclaje. Le costó US$ 50.000. La ciudad tiene un circuito de recolección limpia, una planta de tratamiento de residuos fitosanitarios y otra de residuos domiciliarios. Se trabaja en inculcar la clasificación en los hogares.

El relleno sanitario.

En 1990 comenzaron las inversiones de la Intendencia para que Felipe Cardoso se convirtiera en un relleno sanitario. Este tipo de vertedero trabaja con tecnologías para minimizar el impacto ambiental que generan los desechos, por ejemplo capturando y quemando los gases.

Importadores de neumáticos inician plan de reciclaje.

Cada año se importan unas 16.000 toneladas de neumáticos y se descartan unas 10.000. En 2015 la Dirección Nacional de Medio Ambiente sancionó el decreto 358 que regula qué hacer con estos residuos. Aprobó dos planes de gestión, uno de la Cámara de Importadores y otro del Centro de Comerciantes de Neumáticos. El primero tiene como meta recuperar el 80% para este año y el 95% en 2020. El plan comienza con la captación de neumáticos y cámaras fuera de uso en puntos de recepción estratégicos. Los lotes serán almacenados correctamente en depósitos ubicados en terrenos cedidos por municipios, con una capacidad de hasta 20 toneladas cada uno. Hasta ahora están confirmados en Rivera, Flores, Durazno, Colonia y Soriano. La planta de procesamiento estará localizada en Montevideo y se calcula que triturará unas 10.000 toneladas al año, que se utilizará para la valorización energética.

Laminados y electrónicos: los desechos más molestos.

La planta de reciclaje de laminados Urucplac tiene capacidad para tratar 120 toneladas por mes y emplear a 10 trabajadores, pero debido a la poca salida comercial que tuvieron las placas impermeables que produce, Lumber Andrada tiene a cuatro trabajadores procesando la mitad del volumen que había previsto. Uno de los objetivos de la empresa es generar una lista de productos que le permita pagar los costos fijos y la mano de obra. Por ahora produce pupitres, bancos, casillas de perros, composteras, distintos tipos de papeleras y macetas. Sus placas también se utilizan en la construcción. Andrada dice que su emprendimiento "está sobreviviendo", pero le reconforta saber que su iniciativa recupera el 30% de los plásticos que antes terminaban enterrándose en el relleno sanitario.

Otra basura que molesta es la electrónica, un dolor de cabeza a nivel mundial. En la región, Uruguay es uno de los países que más desechos de este tipo genera: se estima que unos 9,5 kilos al año por habitante. ¿Cuánto se recicla? Solo el 1,5%, una cifra que, de tan delgada, asusta. Si bien hay planes de recolección para estos equipos (se pueden depositar en Antel, por ejemplo), el negocio es tan poco redituable que Werba cobra por procesar estos desechos. No siempre fue así.

El director de la firma, Gabriel Werba, recuerda que 20 años atrás, cuando comenzaron a reciclar computadores y celulares, la lógica era opuesta: "Estas máquinas tenían muchos metales comunes que usábamos, así que abríamos los equipos y retirábamos los materiales para comercializarlos. Nos empezamos a encontrar con metales preciosos, que como los equipos eran más grandes, venían en buena cantidad. Los primeros tiempos eran excelentes", concluye.

Werba fue pionera en la región en este tipo de reciclado. Cuando los equipos comenzaron a masificarse, se achicaron, y los materiales disminuyeron. Esto hizo que bajaran los precios para el público, pero también el atractivo para las plantas de reciclaje. "Nuestro mayor proveedor es el Estado. Seguimos reciclando por razones ambientales más que comerciales", dice el director y asegura que "el 95% de los equipos son recuperados". Además afirma que, si fuera necesario, su planta tiene capacidad para reciclar el 100% de la basura electrónica del país.

LOS MEJORES MODELOS DE GESTIÓN DE RESIDUOS DEL MUNDO.

Oslo se quedó sin basura y la compra.

La capital de Noruega tiene 1,4 millones de habitantes y la mayoría clasifica en sus hogares. Desde 2009 importa basura ya que la tasa de reciclaje es tan alta que las plantas incineradoras se quedaron sin materia prima.

Curitiba controla sus desechos.

Le dicen "la ciudad milagro" debido al éxito en su gestión, que recicla el 70% de los residuos. Cada día se recolectan 2.500 toneladas de basura clasificada que se llevan a 20 plantas de acopio operadas por antiguos hurgadores.

Rafaela tiene una aplicación especial.

La ciudad santafesina de 100.000 habitantes tiene una aplicación que recuerda a los vecinos cuál es el calendario de recolección. Gracias a una campaña mediática, se logró que el 70% de los hogares separen sus residuos.

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