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Al rescate de las ideas

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En los últimos siete años el Gobierno destinó más de US$ 28 millones para motivar la innovación de empresas privadas. Lo hizo a través de la Agencia de Investigación e Innovación la que aprobó, en este tiempo, 451 proyectos. ¿En qué emprendimientos invierte el dinero esta Agencia? ¿Cómo se accede a sus subsidios? ¿Qué resultados arroja el aporte del Estado a las empresas?

Un cibercafé que, en lugar de computadoras, tiene máquinas de coser. Frambuesas que se cosechan en invierno en vez de en verano. Un dispositivo que conoce dónde se encuentra cada una de las vacas del establecimiento. Dos jóvenes que pasean a turistas en un circuito meramente futbolero. Son algunos de los proyectos de innovación de empresas uruguayas en los últimos años. Y todos recibieron apoyo del Estado para acercarse a sus objetivos.

Desde 2008, la apuesta del Gobierno para promover la innovación está impulsada por subsidios de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII). Esta institución aprobó 451 proyectos desde entonces hasta fines de 2014. Para ello destinó US$ 28,66 millones, de los cuales US$ 21 millones ya fueron ejecutados.

Aun así, la innovación viene en caída. Uruguay bajó 20 escalones desde 2013 a 2014 en el Índice Global de Innovación que elabora la Organización Mundial de Propiedad Intelectual. ¿El motivo? A todo verano le sigue su otoño. Lo que fue el máximo histórico, en 2009, de a poco empezó a mermar.

Según parámetros del Instituto Nacional de Estadística —que contemplan tanto a los emprendimientos que reciben dinero de ANII como los que no—, entre 2007 y 2009 el 31,5% de las empresas uruguayas dedicadas a la manufactura eran innovadoras. Esa cifra cayó al 23,7% entre 2010 y 2012.

Dice Omar Macadar, exdirectivo de la ANII, que ante esta baja se percibe más la necesidad de que el Estado ayude. "A las empresas les cuesta mucho invertir en riesgo", explica. De este modo, el médico e investigador justifica por qué "papá" Estado debe subsidiar el negocio de particulares. "No es una cuestión ideológica sino una realidad pensando que las empresas uruguayas son pequeñas en cuanto a innovación comparadas con el mundo".

En sintonía, el actual secretario ejecutivo de la Agencia, Omar Barreneche, insiste en que "somos un país chiquito que debe innovar y proteger sus innovaciones (es decir, mejorar la protección intelectual) para jugar en las grandes ligas". Y, por ahora, la ecuación es: cuanto más dinero destine el Estado, más será la inversión de los privados en innovación.

La ANII estima que las empresas beneficiarias invierten casi 235% más en innovación que las que no pidieron —o no consiguieron— una colaboración pública. Más allá de lo económico, quienes obtienen subsidios del Estado realizan 26% más de actividades de innovación que quienes no. Y, más significativo aún, incrementan las innovaciones en productos entre 20% y 30% (se desconoce cuánto significa en las ventas), aunque no necesariamente en los procesos.

Es que para que un proyecto sea financiado por la ANII debe ser, ante todo, novedoso. "Puede ser innovador en un producto, en el modelo de negocios, en el proceso… Lo importante es mejorar la eficiencia del Uruguay productivo y la sustentabilidad que se debe contemplar", dice Barreneche.

De ahí que no se permita la aprobación de un proyecto que sea rival directo de otro ya existente en el país. "Eso sería desleal y meterse en la competencia entre privados", advierte. "Tampoco la idea es crear hijos bobos que solo funcionen gracias al subsidio del Estado".

En un fondo promedio, de esos a los que accede un grupo pequeño de dos o tres emprendedores que suelen ser jóvenes, la ANII puede financiar hasta el 70% del costo, topeado en US$ 250 mil. Para las empresas ya consolidadas (en función de la facturación, la cantidad de empleados y el tiempo que lleva en plaza) el tope es del entorno del 50%.

Son 20 los fondos que tiene la Agencia dedicados a la innovación. El resto del apoyo más significativo es para la investigación. Para ellos, la ANII recibe una partida del presupuesto nacional que, en el quinquenio anterior, fue de unos US$ 20 millones por año. En el caso de los fondos sectoriales (como pueden ser de energía, turismo o educación) hay que sumarle el dinero de otros organismos como ministerios y empresas públicas.

El fondo Orestes Fiandra es uno de los que más dinero reparte desde 2012. No es una subvención sino un préstamo. La ANII y el Banco República dan hasta un millón de dólares para empresas innovadoras que demuestren una expansión significativa. "Deben tener una facturación anual de, por lo menos, US$ 500 mil, cierta proyección internacional, y se evalúa que el riesgo que se corre permita que, en seis años, esas empresas devuelvan la plata", explica Barreneche.

Un ejemplo es el subsidio que obtuvo el canal en internet Pop TV. Este proyecto, que gerencia la productora Oz Media, es una reformulación de aquel que no ganó la licitación para la televisión digital en 2013. Se presentó ante la ANII cuando aún no existían canales digitales con producción propia y transmisión en tiempo real, y recibió de la Agencia y del BROU un préstamo de US$ 600 mil por dos años.

El Orestes Fiandra es uno de los fondos más abiertos pero son pocos los proyectos que se presentan. En 2014 hubo 36 propuestas: 11 se concretaron en proyectos y nueve fueron aprobados. De los más de US$ 6 millones que se disponen, solo se desembolsó la mitad. Las autoridades entienden que hay "muchos empresarios que desconocen este beneficio".

Según el INE, 23% de las empresas uruguayas no sabe de la existencia de estos fondos. Otros deciden no presentarse por dificultades para formular sus proyectos (8%) o por trabas burocráticas (8%). El manejo de la confidencialidad no es una limitante. Solo el 1% de las empresas no beneficiarias teme que le roben una idea lo que, según la ANII, "es un indicador de transparencia y confianza" en el Estado.

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Unos sí, otros no.

Victoria Alonsopérez (27) no tiene la impronta de un científico de antaño. Viste elegante, a la moda, e intenta difundir sus innovaciones lo más que puede. Pudo haberse quedado encerrada en un laboratorio cuando era estudiante de ingeniería, pero optó por salir al mercado. En 2013 solicitó el subsidio de la ANII por un "prototipo" único en el mundo: una plataforma de monitoreo a distancia del ganado. En un país donde las vacas multiplican por cuatro a los humanos, decidió crear un dispositivo que va "enganchado" al ganado y, mediante geolocalización, da señales a una computadora sobre la ubicación exacta del animal.

De los US$ 100 mil que necesitaba para financiar su proyecto, obtuvo US$ 70 mil de la ANII. "En la previa tuve que elaborar un modelo de negocio, explicar la innovación, demostrar que era viable su realización y que era única en el mundo", cuenta. Y luego, una vez aprobado, debió presentar informes trimestrales sobre el cumplimiento de metas.

Es que si bien los proyectos son aprobados cuando las chances de fracaso se consideran mínimas, siempre hay margen para el error. En los últimos siete años hubo 25 proyectos que fueron cancelados por la ANII y debieron devolver el dinero. En la Agencia no respondieron cuáles son esos proyectos, de qué monto se trata ni cuánto fue reintegrado.

"No pongo las manos en el fuego por nadie, pero resulta difícil que alguien logre chantajear por el propio mecanismo de selección", dice Barreneche. "Cuando se presenta un proyecto no lo aprueba la Agencia, sino un comité independiente integrado por personas idóneas. Se busca a los profesionales número uno en esa temática. Ellos enseguida captan cuando alguien quiere sacar una ventaja. Y cuando en Uruguay no están las personas indicadas para evaluar o el mercado es muy chico (por eso de nos conocemos todos) se apela a evaluadores extranjeros".

Otros proyectos pueden quedar congelados porque "el contexto no es favorable", dice Barreneche. En esos casos la ANII deja de pagar las cuotas del subsidio hasta que mejore la situación económica. Pero la mayoría, como el caso del dispositivo de Alonsopérez, funciona sin inconvenientes. Tanto es así que la empresa de esta joven ingeniera (Ieetech) fue seleccionada por el Banco Interamericano de Desarrollo como la start up "más innovadora de América Latina y el Caribe".

"El dinero que nos dio la ANII nos dejó desarrollar el sistema durante todo 2014", explica Alonsopérez. En esa línea, un 73% de las empresas beneficiarias hasta 2012 manifestaron en una encuesta de percepción de la Agencia que les "era imposible" haber realizado sus proyectos sin el subsidio. El restante 23% lo hubiera logrado pero en otras condiciones y tiempos.

Esa es la opinión, justamente, de Mariela Zarzábal. Ella entiende que "podría haber logrado lo mismo, pero más lento". Lo dice en referencia a su cibercafé que tiene máquinas de coser en lugar de computadoras. Porque Café Costura Montevideo —así se llama el emprendimiento— es un espacio de taller textil libre. Uno va, toma una máquina de coser, hace su trabajo y, de paso, comparte el té o café.

Lo de Zarzábal, claro está, no es la ciencia y ni siquiera la informática (la que comprende el 23% de los proyectos que fueron beneficiados en 2014 y el 42% de los rechazados). Los productos químicos, incluidos los farmacéuticos, y el agro son las otras dos ramas con más proyectos aprobados (9% y 11% respectivamente).

Tanto Zarzábal como Alonsopérez ya cobraron el financiamiento de la Agencia y están agrandando la plantilla de empleados. Ambas comenzaron con una microempresa (fue la característica de la mitad de las empresas beneficiarias en 2014) con menos de 10 años de historia.

Las empresas grandes —esas que tienen más de 100 empleados según el criterio de la ANII— son las que hacen la diferencia. Fueron solo el 7% de las beneficiarias en 2014, pero inciden de tal forma que el promedio de personas ocupadas por las empresas beneficiarias es 98.

Solo una de las subsidiadas en 2014 fue de capital extranjero. A priori no es un argumento de rechazo, pero la idea es promover el trabajo y capital uruguayos.

Investigadores y emprendedores buscan no ser el último orejón.

A tres semanas de presentar el proyecto de Presupuesto, el Gobierno enfrenta la presión de varios sectores, una realidad de cierta desaceleración de la economía y un listado de promesas por cumplir. Durante la campaña electoral, Tabaré Vázquez anunció que aumentaría los fondos públicos para impulsar la innovación. Hoy, en plena negociación, la palabra sigue en pie, pero el Ejecutivo no puede asegurar la concreción de esta partida.

Es que no solo consta de innovación. La Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII) tiene también dentro de sus propósitos la investigación, como lo dice su nombre. Sobre ella recae el Sistema Nacional de Investigadores. Hoy cuenta con 1.500 personas: la mitad de lo que los entendidos estiman que debe tener Uruguay. Y para ello, además de formación, se necesitan fondos. "Todos los presidenciables firmaron su compromiso para destinar el 1% del PBI hacia la investigación", recuerda Omar Macadar, exdirectivo de la ANII. Para que se concrete lo prometido, la Agencia se basa en que "es una institución pequeña pero que va con buen rumbo y hace llegar el dinero a donde tiene que ir", dice el secretario ejecutivo de la misma, Omar Barreneche. La ANII tiene, además, otros dos objetivos: la creación de recursos humanos calificados y el apoyo al emprendedurismo. Junto a otras cinco agencias estatales pasará a formar el Sistema Nacional de Competitividad.

SABER MÁS

Tres ideas simples e innovadoras que obtuvieron dinero del Estado.

SER LOS PRIMEROS YA ES UNA IDEA.

Puede que crear un shopping mayorista no sea la idea más excéntrica. Port Trade Center tuvo la ventaja de ser el primer showroom en el puerto libre de Montevideo. Gracias a eso es el proyecto que obtuvo más dinero de la ANII (US$ 400 mil), parte como préstamo.

LA APUESTA POR UN PRODUCTO NACIONAL.

Victoria Alonsopérez postergó su idea de ser astronauta por la creación de un dispositivo sencillo que mediante GPS monitorea la ubicación de las vacas. El potencial del proyecto va más allá y ya especulan con agregarle sensor de temperatura y otros chiches.

A LA CANCHA PARA DARSE EL GUSTITO.

Son dos amigos que les gusta viajar y el fútbol. Por eso armaron Fanáticos Fútbol Tour, la primera empresa dedicada al turismo de fútbol. Recibieron un incentivo de US$ 13 mil de la ANII y ya son un equipo de entre ocho y 10 personas. Más turistas, claro.

el apoyo del estado a la innovación

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