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La pesadilla de los juguetes

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Inspección de juguetes en el LATU. Foto: Ariel Colmegna
Nota por certificacion de juguetes en el Laboratorio Tecnologico del Uruguay (LATU), Mvdeo., foto Ariel Colmegna, nd 20150625
Archivo El Pais

Al año se habilitan 20.000 juguetes en Uruguay y rebotan entre 400 y 800. La certificación implica rigurosos ensayos químicos y físicos que simulan distintos usos y situaciones extremas que podrían ocurrir a manos de niños. Sin embargo, luego no hay inspecciones para controlar que todos los productos a la venta estén en regla.

La escena no es apta para niños. Hay una muñeca desmembrada, una camioneta partida al medio y un oso de peluche verde esperando a ser prendido fuego. También hay una trincheta bien afilada, tubos de ensayo y máquinas que encienden y apagan luces rojas y naranjas.

El lugar es un laboratorio del LATU donde se analiza la mayoría de los juguetes que se venden en Uruguay. Los diseños, los colores y las presentaciones infantiles desentonan con lo frío de las mesadas de piedra, las paredes de azulejos y las túnicas blancas que van y vienen.

"Esta es el área de Espectrometría Atómica de Alimentos y Medio Ambiente del LATU, y acá, entre otras cosas, se analizan y certifican juguetes", dice la jefa del departamento, Raquel Huertas. En Uruguay, desde 2005, y tras incorporar una norma que rige para todo el Mercosur, está establecido que es obligatorio certificar esos productos. Por eso ahora, cuando faltan pocas semanas para el Día del Niño, este laboratorio está en zafra, con más de 400 juguetes en fila para ser analizados.

Letra chica.

La certificación establece parámetros de seguridad que refieren a la información que se brinda al consumidor, las características del diseño y los materiales utilizados. Además del LATU, el instituto UNIT y algunos laboratorios privados realizan los análisis requeridos.

De esa forma, cada año 20.000 juguetes son habilitados antes de llegar a los comercios. La habilitación implica obtener la certificación y recibir una licencia por parte del Ministerio de Industria. Desde esa cartera informaron que anualmente se declaran como "no conformes" entre el 2% y el 4% de los juguetes para los cuales se inició el trámite: equivale a entre 400 y 800 muñecas, autitos u ositos de peluche que no podrán ser vendidos.

Las distintas etapas del análisis exigido se pueden resumir en la entrega de la muestra al laboratorio, la evaluación de la rotulación del producto, ensayos químicos y físicos y el proceso de decisión de habilitación o, por el contrario, de elaboración de un informe que explique por qué se califica como "no conforme".

"La rotulación —la información que le llega al usuario— es clave. Si el juguete viene dentro de una bolsa de nylon, eso debe estar indicado. Si tiene grampas, lo mismo. Porque son cosas a las cuales el niño les puede dar otro uso: la bolsa puede terminar en la cabeza o las grampas en la boca", advirtió Ricardo Hourdebaigt, gerente de Certificación del LATU.

Según explicó, los errores en la rotulación son la principal causa por la cual algunos productos no pasan la certificación. "Las no habilitaciones son más por errores en la información que se da al usuario que por presencia de sustancias o errores de diseño", dijo el especialista.

De todos modos, los importadores entienden que "hace falta un mejor relacionamiento entre la Dirección de Industrias y el LATU. Hay un vacío en el medio, a veces una parte tiene un criterio y la otra piensa algo distinto, y eso a nosotros nos genera complicaciones", dijo Federico Gerwer, presidente de la Asociación de Jugueteros del Uruguay.

También opinó que hace falta revisar las sanciones: según él, no es lógico poner en igual nivel un error de rotulación que la presencia de, por ejemplo, plomo.

A examen.

En los ensayos químicos se toman en promedio 10 muestras de cada juguete; una de cada parte, aunque en ocasiones se llegan a analizar a 20 o 30 muestras por unidad. En 2014 el LATU realizó 24.819 ensayos sobre juguetes. Se analiza cada color y cada material.

En las pruebas químicas se verifica la presencia de hasta ocho metales distintos y se somete a las muestras a una solución semejante a la saliva humana. "Se observa en qué cantidades están presentes esos metales, se estudia si se pueden extraer y se simula que el niño se pone ese juguete en la boca", indica Hourdebaigt. Los niveles aceptados de ciertos metales como cromo, plomo o mercurio están también establecidos en el decreto 388 del 2005.

Una vez culminados los ensayos químicos, los juguetes pasan a análisis físicos para evaluar la presencia de puntas filosas o piezas pequeñas y analizar su estabilidad. En esta etapa los laboratoristas someten a los juguetes a una prueba de fuego: los arrojan desde determinada altura para observar primero si se rompen, y segundo si al hacerlo generan un riesgo para los futuros usuarios, ya sea porque se rompen en pedazos filosos o en partes lo suficientemente pequeñas como para ser introducidas en la boca.

En esa instancia se realizan ensayos sonoros y eléctricos para evaluar que los decibeles generados o la energía utilizada no alcancen niveles peligrosos.

También se hacen pruebas de inflamabilidad que se aplican especialmente a los peluches. La norma dice que "los juguetes no deben constituir un peligroso elemento inflamable en el ambiente del niño".

Hourdebaigt explicó que en las pruebas "se simulan casos extremos para prever qué puede ocurrir si el niño somete el producto a determinadas situaciones. A los cochecitos de bebé se les carga un peso que parecería excesivo, por ejemplo 24 kilos, pero se hace pensando en que pueden subirse de a dos, y estimando que la carga puede hacer que se cierre y apriete al niño que esté adentro. Se busca que los productos estén diseñados para soportar un abuso razonable sin colapsar".

Seguimiento.

La certificación implica un seguimiento luego del ingreso al mercado durante un plazo de 120 días. Para eso, el LATU concurre a los puestos de venta y verifica la identidad del producto. "Se emite el certificado, pero se observa que lo que se ofrece es igual a lo habilitado", dijo Hourdebaigt. El certificador puede abrir un producto y llevarlo a estudiar.

Pero más allá de los análisis que hace el LATU de los productos ya certificados, no existen inspecciones en los puntos de venta para asegurar que todos los juguetes hayan pasado por los controles. Esto es algo que inquieta a la Sociedad de Pediatría. De todas formas, la pediatra y tesorera de la institución, Alicia Fernández, dijo que no es un tema que hayan analizado en profundidad.

Gerwer, de la Asociación de Jugueteros, confirmó la falta de controles. El empresario advirtió que aunque no hay constancia de un "mercado negro" muy extendido que venda juguetes sin certificar, sí es fuerte la presencia de productos "copiados", de menor calidad que los originales, lo que también tiene riesgos.

¿Qué analizar al darle un juguete a un niño?

Hay distintas recomendaciones sobre los aspectos que deben ser atendidos a la hora de entregar un juguete a un niño. El principal punto es corroborar que las condiciones del producto se ajusten a la edad del menor, con lo cual también se hace referencia a atender especialmente la información que proporciona el envase. Leer las indicaciones con las que el mismo viene es fundamental. También se recomienda prestar atención a que los juguetes y sus partes tengan la resistencia mecánica y la estabilidad suficiente para soportar las tensiones que genera el uso, que no haya roturas o deformaciones que puedan causar lesiones. Que los bordes, salientes, cuerdas y cabos estén diseñados y construidos de forma que no presenten riesgo de lesiones. Que no se puedan separar, especialmente los destinados a menores de 36 meses, en dimensiones que puedan ser tragadas y/o inhaladas. También hay que observar que no haya elementos que puedan generar asfixia.

Ensayos sonoros, eléctricos y de inflamabilidad son parte de las pruebas. <br> Foto: A. Colmegna
Ensayos sonoros, eléctricos y de inflamabilidad son parte de las pruebas.
Foto: A. Colmegna
SABER MÁS

Un decreto regula los aspectos que hay que analizar.

Todos los juguetes que llegan al país, y también los de producción nacional, deben pasar por un proceso de certificación antes de ponerse a la venta. Uruguay adhiere a una norma del Mercosur que con rigurosidad establece la información que estos productos deben proporcionar al cliente y los materiales que pueden contener. Se analiza cada color y cada parte para evaluar los metales que contienen. También hay pruebas físicas para constatar su seguridad.

Inspección de juguetes en el LATU. Foto: Ariel Colmegna
Inspección de juguetes en el LATU. Foto: Ariel Colmegna
De un solo juguete se llegan a extraer hasta 30 muestras distintas. Foto: A. Colmegna
De un solo juguete se llegan a extraer hasta 30 muestras distintas. Foto: A. Colmegna
Inspección de juguetes en el LATU. Foto: Ariel Colmegna
Inspección de juguetes en el LATU. Foto: Ariel Colmegna
Inspección de juguetes en el LATU. Foto: Ariel Colmegna
Inspección de juguetes en el LATU. Foto: Ariel Colmegna
Inspección de juguetes en el LATU. Foto: Ariel Colmegna
Inspección de juguetes en el LATU. Foto: Ariel Colmegna
Inspección de juguetes en el LATU. Foto: Ariel Colmegna
Inspección de juguetes en el LATU. Foto: Ariel Colmegna
Inspección de juguetes en el LATU. Foto: Ariel Colmegna
Inspección de juguetes en el LATU. Foto: Ariel Colmegna

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