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"Se hizo una cacería de opositores"

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Alejandro Melgar. Foto: Telesur.tv

Alejandro Melgar lleva tres años detenido en Cárcel Central. La tramitación de su pedido de extradición es una de las más largas de la historia del Uruguay.

—Se lo acusa de haber pagado los pasajes de quienes llegaron a Santa Cruz para organizar una suerte de resistencia militar, según la versión oficial. ¿Lo hizo? ¿Tiene pruebas de que no lo hizo?

—Para que quede claro, jamás conocí que se hubiera conformado ninguna clase de grupo separatista, entonces ¿cómo podría formar parte de algo que nunca existió? Por mi formación familiar, personal y moral jamás integraría o fomentaría iniciativa ilegal alguna. Es más, toda la comunidad cruceña se enteró de la supuesta existencia, luego que el gobierno comenzó su represión y persecución agitando el espantapájaros del separatismo. En el 2009, se vivía un clima político pacífico, con el respaldo de las victorias obtenidas democráticamente a favor del proyecto autonómico. En ese momento la esperanza de Santa Cruz fue encontrar con el presidente Morales el mismo deseo de progreso para todos, sin exclusiones, sin embargo obtuvimos como respuesta violencia, exilio y persecución, a pesar de que la idea política de la autonomía fue incluida en la Constitución. Jamás existieron intenciones, manifestaciones o peor, un grupo separatista. Eso solo existe en la imaginación de la mente enfermiza que urdió este sangriento plan. Está demostrado con irrebatibles pruebas aportadas por los exoperadores gubernamentales como jueces, fiscales, abogados del Ministerio del Interior, jerarcas policiales y militares que el proceso judicial en el que se me involucró junto a más de un centenar de cívicos, empresarios e intelectuales, fue un acto de terrorismo de Estado, que usó y abusó del Poder Judicial para iniciar una ilegal cacería de opositores cívicos que generaban opiniones y resultados políticos contrarios al régimen abusivo reinante.

—El gobierno boliviano dice que puede demostrar su vinculación con los supuestos "mercenarios" (así los califica en la acusación). ¿Puede demostrar su inocencia?

—Me sobran pruebas para demostrar mi inocencia. Nunca pagué los pasajes de nadie. La versión oficial está totalmente desacreditada ya que no posee fundamento jurídico alguno, se sostiene en una hipótesis descabellada y abusiva. Hace dos semanas, un coronel, alto funcionario de las fuerzas armadas bolivianas, reveló que el armamento supuestamente perteneciente a la organización subversiva fue retirado de una unidad militar y plantado en la escena del crimen por funcionarios gubernamentales. Hoy en día este coronel está en España, salió de Bolivia para salvar su vida y está tramitando su refugio político.

—¿Por qué dice que es víctima de una persecución política? La justicia uruguaya desestimó ese argumento y cree que tendrá todas las garantías para un juicio justo.

—En la actualidad existen más de un millar de refugiados políticos bolivianos alrededor del mundo, más que en la sumatoria de todas las dictaduras, según cifras aportadas por el organismo especializado en tema de Naciones Unidas. Desafortunadamente el único que se encuentra preso soy yo, otros están en el exilio y varios en el cementerio. Del millar de exiliados, todos tienen asilo o refugio político, ¿cómo es que yo, siendo uruguayo, estoy preso en mi país? Sin embargo, Brasil, Perú, Colombia, España, Canadá y Estados Unidos han acogido a los perseguidos políticos bolivianos, incluyendo a personas acusadas en el mismo proceso. Habría que preguntarle a los operadores del presidente Morales cuáles fueron los criterios de elaboración del listado de las personas a ser perseguidas, probablemente incluyeron a los que estorbaban en la implementación de su agenda política por su capacidad en generar corrientes de opinión u opciones distintas.

—¿Por qué dice usted que no tendrá garantías cuando, como aseguró la justicia uruguaya, se trata de un régimen democrático con independencia de poderes?

—Tengo toda la evidencia del montaje gubernamental, pero tendría que ser muy ingenuo para creer que en un juicio con motivación política, en manos de jueces obedientes al gobierno boliviano, exista la más mínima chance de que estas pruebas sean tomadas en cuenta. El hecho de estar incluido en un juicio que se planificó con anticipación, según los abogados del Ministerio del Interior; que se desarrolla ante un Tribunal cuya incompetencia está declarada por la Corte Suprema de Bolivia. La Secretaría General de Interpol en Francia, calificó este asunto como político negándose a tramitar las solicitudes de captura de todos los perseguidos. Sumado a ello, las Naciones Unidas, mediante sus grupos de trabajo ha emitido dos fallos que descalifican el proceso judicial boliviano, remiten antecedentes al Relator especial contra la tortura y abren causa por ejecuciones extrajudiciales, así como por violaciones de derechos humanos. A pesar de todo esto, el presidente, el vicepresidente, los ministros de gobierno y de Defensa de Bolivia están encaprichados en obtener mi condena. Si esto no es una persecución política, entonces explíquenme ustedes qué es.

—Sin embargo la Justicia uruguaya desestimó todos sus argumentos en el caso de extradición.

—No es cierto que la Justicia Uruguaya hubiere desestimado la exposición de mi defensa, lo que sucedió es que una jueza de primera instancia fue incapaz de analizar las pruebas de mi persecución política y mucho menos de conmoverse frente a la flagrante violación de derechos humanos de la que soy víctima. Es una barbaridad que además de actuar con falta de humanidad no se hubieran respetado las normas básicas en cuanto a la forma contenidas en el Pacto de San José, el Tratado de Estambul y el Tratado de Extradición del Mercosur. Confío que el sistema judicial uruguayo, garantistas de los derechos humanos, analice con seriedad la incongruencia jurídica de la sentencia y finalmente proteja mis derechos como ciudadano uruguayo. Le demostramos la imposibilidad real de acceder a un juicio imparcial, sin embargo ni tan siquiera se interesó en comprender los riesgos personales a los que con un fallo injusto se me expone.

—Lleva tres años preso, ¿qué pasa por su cabeza?

—Siento que en el Uruguay se me vulneraron todos mis derechos, que a pesar de ser inocente de todos los cargos y además una víctima de una violenta represión he sido tratado como culpable, nunca existió la voluntad de tratar de comprender la real dimensión del problema. Conmigo se armó una pantomima judicial que desdibujó la seriedad del Uruguay por culpa de una jueza inexperiente en este tipo de casos. Me arrestaron a pesar de que la Secretaría General de Interpol de Francia negó la captura internacional, me procesaron a pesar de que el pedido de extradición llegó de un juez declarado incompetente. Me mantienen preso aunque demostré que soy un perseguido político. Este abuso tiene que parar en algún momento. Uruguay pasó de ser un cómplice ingenuo a ser el actor principal de un secuestro político, es un verdadero escándalo. A veces pienso si habría que ser del Medio Oriente para ser escuchado, para ser protegido, ante esta indiferencia total cualquier ciudadano uruguayo está indefenso ante la injusticia.

—¿Tiene temor de volver a Bolivia?

—Cualquier persona en su sano juicio tendría temor de someterse ante jueces de comprobada parcialidad, sin embargo guardo la esperanza que mis descargos presentados surtan efecto, para finalmente recuperar mi ansiada libertad. Siguiendo la lógica de los sucesos, existe un riesgo de vida inminente.

—Otros detenidos cambiaron su declaración y confesaron ser culpables y quedaron libres. ¿Hará lo mismo si es extraditado?

—En el más loco de los escenarios declararme culpable por algo que no he hecho, para salir libre, sería como pagar el rescate exigido por mi secuestrador. Llevo seis años de destierro, de los cuales tres los he pasado entre rejas, metido en un sistema penitenciario autoritario y represivo, diseñado para el cumplimiento de una condena y no para el tratamiento humanitario de un perseguido político. A lo largo de este tiempo he visto pasar mi vida, como quien mira una triste película surrealista. Soy otra víctima del elefante artrítico, pesado y lento de una obsoleta burocracia. En la cárcel, al chocarse con la más grande miseria humana, solo sabemos el día que ingresamos porque la salida tiene fecha incierta. Me martiriza ver cómo voy perdiendo momentos irrecuperables.

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Alejandro Melgar. Foto: Telesur.tv

Alejandro Melgar

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