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Día uno para la Educación

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Se utilizarán tablets para controlar y prevenir la deserción estudiantil. Foto: F. Ponzetto.
Liceo Nro 13, ND 20160224 foto Fernando Ponzetto
Archivo El Pais

La preparación del comienzo de clases desde dos liceos de la capital pone en evidencia algunos de los problemas principales que enfrenta el sector, mientras las autoridades proponen varias medidas para evitar la deserción y recuperarse de un año conflictivo.

Durante el año pasado, el liceo número 13 de Maroñas tuvo un nuevo alumno. Chupete, babero y pañales ingresaron a cursar las materias de tercero junto con Virginia, una alumna de 16 años que acababa de dar a luz a su hijo. Cuando en una de sus visitas a los salones el director del liceo vio lo que estaba pasando, torció la boca en señal de desaprobación. "Ahora el bebé va a empezar a llorar", recuerda haber pensado en su momento Claudio Franco. Sin embargo, el recién nacido y su madre sorprendieron a todos. No solo se convirtió en uno más, sino que pasó a tener el apoyo de los compañeros de clase de la joven, profesores, adscriptos y del director, que hoy pone como ejemplo los logros de la alumna.

Desde hace unos meses el liceo tiene su propia sala de lactancia. Las paredes con baldosas limpias y blancas de un vestuario inutilizado están ahora pintadas con flores que reciben a las madres de la institución junto con una pequeña heladera, un sillón, un extractor de leche y otros insumos. La iniciativa surgió de algunas docentes, y así el 13 pasó a ser el primer liceo público en contar con un recurso de este tipo, lo que sin duda fue un soporte para que Virginia amamantara a su bebé en un ambiente privado, cómodo e higiénico.

Con su nueva responsabilidad a cuestas, Virginia cursó todo el año y aprobó. Incluso en los días de lluvia la joven se trasladaba con su bebé para aprender, recuerdan las adscriptas del liceo, que la describen como una excelente alumna y ya la vieron en la fila para inscribirse y así empezar cuarto año esta semana.

Este lunes comienzan las clases en gran parte de los liceos públicos y tras un año de conflicto para la educación, docentes y autoridades se preparan para intentar revertir la crisis educativa que afecta al país. Evitar que jóvenes como Virginia dejen de asistir a pesar de las dificultades que puedan tener es uno de los principales objetivos, según dicen desde el Consejo Directivo Central (Codicen) a El País. Lograr que los alumnos asistan a clase y realmente aprendan, actualizar la formación docente y mejorar la administración de los liceos son algunos de los desafíos a los que la educación secundaria se enfrenta este año, uno en el que se plantea además iniciar la discusión para cambiar los programas educativos y, lo que es más importante, definir qué tipo de estudiantes quiere formar el país.

El 13.

Se habla de "imaginario colectivo", "mala fama" y "estigmatización" del liceo número 13. Los docentes —tanto de la institución como en otros de la zona— están cansados de escuchar hablar sobre el lugar donde, en 2004, la joven Fiorella Buzeta recibió un disparo que la dejó parapléjica. Algunos llegaron a plantear un cambio de número, a ver si les traía más suerte. Las adscriptas, por su parte, organizaron visitas con escolares para derribar el mito desde temprano.

A unos 300 metros del Hipódromo de Maroñas, con un estado edilicio que sería la envidia de otros liceos y un equipo docente al que describen como "muy comprometido", el 13 es, desde hace varios años, el que tiene las tasas de repetición más altas del país: 52,2% de sus alumnos de Ciclo Básico no pasaron de año en 2014, mientras a nivel nacional la media es 28%. Pero adentro, los docentes, e incluso el director, hacen oídos sordos a estos números. Ellos entienden que su situación es diferente.

Es que el 13 es un liceo "de aluvión", cuenta Emiliano Mandacen, adscripto y dirigente de la Federación de Profesores de Enseñanza Secundaria (Fenapes). Al ser grande y tener capacidad para cerca de 1.100 alumnos, la institución recibe estudiantes de Casavalle, Marconi, Manga y otras partes de la capital. En promedio, calculan que en cada clase hay entre 20 y 25 alumnos. Algunos de ellos tienen que tomarse tres ómnibus o caminar un par de kilómetros para llegar. Eso, junto con la inseguridad que hay en la zona, los recurrentes hechos violentos —como los que el año pasado provocaron la solicitud de más de 20 pases en una semana— y la situación crítica en la que viven muchos de los alumnos, es el combo perfecto para una alta tasa de deserción.

A pesar de esto, si se analizan los resultados de 2014, la diferencia en el índice de repetición entre los que tuvieron más y menos de 25 faltas es abismal. Para los primeros, la repetición se ubica en un 75% en 2014, y para los últimos fue solo un 17%.

Hambre, violencia familiar, enfermedades psiquiátricas y drogas están presentes en el liceo, pero el equipo que trabaja allí se ha vuelto experto en adaptarse. El caso de la joven y su bebé es un ejemplo, pero hay más. El equipo de adscripción sabe que la primera pregunta que hay que hacerle a un estudiante al que echan de clase o que se siente mal es si tiene hambre. Si dice que comió, hay que ver qué, porque a veces es solo un pedazo de pan. Por eso tienen becas de alimentación —que no siempre alcanzan, dicen— y un par de bolsas de ropa para atajar los casos más extremos. A veces, atajan una deserción. Otras, no.

El año pasado, recuerda el director, los docentes se alarmaron porque notaron que había varios casos de adolescentes mal alimentados. Intentaron coordinar con un comedor de la zona, hasta tenían la lista de los alumnos que necesitaban la comida, pero tuvieron que superar la frustración de que el proceso se truncara por un problema administrativo.

Y por más trabajo que hagan, si del lado de los padres no hay respuesta, no hay mucho que puedan hacer, dicen. El año pasado, por ejemplo, en la reunión previa a un campamento hubo solo cuatro padres. Ante los problemas de inseguridad se llegó a formar una comisión de padres, pero con el tiempo sus miembros se redujeron a cuatro, después a dos y al final solo quedó una madre.

Así como los alumnos tienen problemas para trasladarse o asistir, gran parte del grupo de padres también lleva la falta y son especialmente aquellos que más se necesita que estén. Eso es lo que más alarma a las adscriptas, a los docentes y al director de cara al nuevo año que comienza. Al igual que en otros liceos, los docentes del 13 prepararon el comienzo de cursos previendo que muchas de las situaciones que deberán enfrentar durante este año les serán impredecibles.

Borrón y cuenta nueva.

El liceo 64, de Villa Española, no tiene los mejores índices de aprobación del país, pero según datos de 2014, está en el pelotón de arriba. Al igual que todo Ciclo Básico, el liceo va a empezar este año de una forma diferente. Ahora, durante 15 días, los estudiantes que empiecen primero van a encontrarse con una bienvenida con actividades lúdicas en todas las salas del liceo, como para que lo conozcan bien.

El 64 se ubica en un edificio relativamente nuevo —fue construido hace una década —, registró un 27,8% de repetición en 2014, tiene una comunidad involucrada y muchos de los docentes son de la zona, cuenta su directora, Silvana Laborde. "Este liceo es como el privado de lo público", opina. Tiene capacidad para 800 alumnos y en el turno de la mañana hay un promedio de entre 30 y 32 alumnos por clase.

Y sin embargo, de los cerca de 220 alumnos que cursaron primero en 2015, 74 repitieron el año (alrededor de un 34%). La directora resalta la cifra con preocupación. Cree que el primer año debería tener menos materias porque es la malla curricular la que ofrece mayor dificultad. "Pienso que está todo dado: tutorías, clases de apoyo, está todo; pero me parece que son demasiadas asignaturas", opina.

Precisamente para reducir el escalón de primer año y para reforzar las habilidades de los alumnos en lengua y matemática es que desde el Codicen se propuso este inicio de clases "distinto" para Ciclo Básico. Se prevé que todos los liceos trabajen con unas guías elaboradas por las autoridades y que se realicen tareas multidisciplinarias durante las primeras dos semanas de clase. Además servirán de diagnóstico y como bienvenida para las nuevas generaciones. Para los de primero se espera que, en palabras del integrante del Consejo de Educación Secundaria, Javier Landoni, el paso de primaria a secundaria sea un "deslizamiento".

Para Robert Silva, consejero del Codicen y dirigente del Partido Colorado, esto debería extenderse también a UTU. A su vez, se realizará una sola encuesta inicial y virtual a los alumnos para centralizar las respuestas en un sistema informático. Se les preguntará desde su situación familiar hasta laboral, sobre transporte y preferencias personales.

Este año, en el marco del plan Uruguay Estudia, también se pasará lista con tabletas, de forma que la información de los estudiantes esté digitalizada y se puedan presentar alertas tempranas cuando empiecen a faltar. "Va a implicar un desafío muy importante, no solo tecnológico. Permitirá hacer seguimiento para evitar la desvinculación temprana", apunta Silva. "Una vez que estén, queremos que se queden, que es el problema que tenemos. Lo otro, que nadie puede negar, es que no aprenden, y hay que mejorar", apunta Landoni. El jerarca prevé que este año se instale la discusión para hacer cambios curriculares.

Otra novedad importante para este año es que en la mayoría de los liceos no habrá clase los sábados. En esos días se ubicarán las actividades extracurriculares y de coordinación que deben hacer los docentes.

La fecha de inicio de clases generó molestia en Fenapes, según su presidenta, Virginia García, que la catalogó de "inoportuna". Desde la federación consideran que es exagerado que los alumnos empiecen en la primera semana de marzo y rechazan la posibilidad de que las vacaciones duren una semana en vez de dos —aunque esto no fue confirmado por las autoridades—, ya que se trata de un período en el que suelen rendirse exámenes. Por su parte, Silva se muestra satisfecho con la medida: "Hay que aspirar a que por lo menos educación media efectivamente tenga 180 días de clase. Si pudiéramos 190, mejor".

Landoni destacó además que hay 120 liceos (de un total de 299) que trabajan con sistema de tutorías y anunció que se tenderá a reforzar a los estudiantes en ese sentido. Por otro lado, las autoridades consideran que la situación edilicia de los liceos este año es "aceptable" como para comenzar las clases. Desde Fenapes se señaló que son cerca de 15 los liceos de la capital con problemas de infraestructura, pero el Consejo responde que en varios se está preparando el cambio de local. La federación pide que se concrete en un plazo corto.

Todas estas medidas serán evaluadas, promete Landoni. "Si hay que dar marcha atrás, se va a dar marcha atrás".

Este año comienza con un 98% de las horas docentes asignadas. Entre las materias con más falta de docentes están informática y música. Landoni espera además que se pueda reducir a la mitad ese 2% faltante al suplirlo con clases remotas, profesores itinerantes y el trabajo de docentes jubilados. Sobre la elección de horas, Landoni dijo que se ha mejorado en la asignación pero que este año se formará una comisión para estudiar la elección de cargos por más tiempo, medida que fue resistida el año pasado por los sindicatos. "En Formación Docente los profesores eligieron los cargos por tres años, con una ratificación administrativa de las horas. Formación Docente comienza 2016 con el 100% de las horas provistas para sus cursos", destaca Silva.

La última semana de febrero fue también la última del director del 13, que será trasladado a otro liceo. También es la última de la adscripta Mónica Martínez, que a pesar de querer seguir formando parte del equipo, no llegó a elegir las horas. Sus compañeras lamentan que se desarme el grupo de trabajo. El hecho de que haya un equipo docente fijo es otro de los pilares para que los liceos marchen. Si un director está apenas un año en un liceo, es difícil que pueda establecer un programa a largo plazo para atacar los problemas principales del lugar. Silva propone que se establezcan concursos para las direcciones y que los equipos roten menos, pero la discusión ya es casi histórica y continuará.

Esos objetos tan útiles.

Llenar la mochila con lo básico para comenzar las clases puede costar entre $ 700 y $ 1.132, con un pequeño aumento con respecto a 2015, según un relevamiento del Sistema de Información de Precios al Consumidor (SIPC) del Ministerio de Economía y Finanzas. Esto sin contar la vestimenta. Una túnica puede costar entre $ 260 y $ 520, por ejemplo. Se analizaron 42 artículos entre los que había gomas, lápices, cuadernos, juego de geometría. Si se compara con 2014, 13 no se encontraron este año, 19 subieron de precio y 13 bajaron. El informe concluye que la canasta más barata se encuentra en Supermercados Géant.

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Se utilizarán tablets para controlar y prevenir la deserción estudiantil. Foto: F. Ponzetto.

Desde dos ángulosMARIANA CASTIÑEIRAS

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