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Cómo cerrar el círculo del abuso sexual

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El 30% de los abusadores tiene personalidad psicopática: no sienten miedo, ansiedad ni empatía. Foto: Shutterstock

UN MAL QUE SE ESCAPA DE LAS MANOS

El universo del abuso sexual a menores es amplísimo, y también el perfil de quienes cometen esta agresión. No hay un agresor idéntico a otro. Psicólogos forenses, sexólogos, peritos y criminólogos dan pistas para entender sus mentes, y discuten cómo prevenir y contener a estos individuos.

La crueldad podría volverse costumbre. La psicóloga forense Adriana Savio dice que el ser humano está habituándose a ser hostil con sus pares. Cruel, hostil y perverso. Cree que se debería poder leer los crímenes de niños que se cometieron a lo largo del año de forma multicausal. "Todos estamos embebidos en una composición que tiene que ver con la era en la que vivimos, con la economía, la política y lo social. Esa mezcla es como una semilla y su germinación va a depender de la tierra en la que caiga. Si esa semilla se tira en una cabeza que ya trae una predisposición psicológica, genética y psiquiátrica que apunta hacia lo delictivo y lo inmoral, va a crecer una mala planta", explica.

Entonces, un sujeto que agrede sexualmente a menores es una mala planta. Los expertos advierten que cada abusador es único. No hay dos iguales. Y sostienen que, por eso, es importante estudiar caso a caso. "Estadísticamente pueden caer en el mismo rango, pero cada uno trae su historia vital que lo condiciona. Evaluarlos individualmente sirve para determinar su peligrosidad y la posibilidad de que reincidan", explica Gustavo Álvarez, psicólogo jurista, perito e integrante de la Asociación Latinoamericana de Psicología Jurídica Forense.

Las plantas malas suelen reunirse con las buenas y camuflarse sin esfuerzo. Es que, según los especialistas, lo inquietante de estos agresores es que no hay un perfil claro y lineal, por eso es tremendamente difícil identificarlos. "En su mayoría son hombres de entre 25 y 45 años insertos en la sociedad, con trabajo, con familia y sin ninguna característica grosera que los aparte de su entorno", explica Álvarez. Podría ser cualquiera. Podría ocurrir dentro de cualquier hogar. Y podría no saberse jamás. El 70% de estos ataques ocurren en el ámbito intrafamiliar o de primer círculo de conocimiento del niño. Para el menor, el suceso es tan traumático —"porque suelen ser personas amadas y en el lugar donde deberían encontrar protección se los violenta", continúa Álvarez—, que deja como resultado "una ambivalencia tremenda".

Para este psicólogo, el abuso sexual infantil es de los delitos que menos logra visualizarse en las cifras. "Si hay un homicidio aparece un cadáver e ingresa a las estadísticas, pero con el abuso infantil es más complejo. He tenido pacientes de 50 años que vienen a consultar por trastornos de ansiedad y terminan redescubriendo que habían sido abusados durante su niñez".

El universo del abuso es amplísimo. En este vivero, con plantas más o menos agresivas, la violación y el asesinato son los extremos, pero no la única forma de maltrato. Es abuso observar un cuerpo, frotarlo, masturbarse con él y filmarlo o fotografiarlo para realizar pornografía. Álvarez cree que es importante la aclaración porque "en la cotidianidad se suele pensar que si no se violó entonces no es tan importante". Es un error, asegura: "Cualquier tipo de abuso es brutalmente dañino porque es un abuso de poder".

Igual de heterogéneo es el tipo de abusador. Germán Aller, catedrático de derecho penal, director del Instituto de Derecho Penal y Criminología de la Facultad de Derecho, lo expone así: "En la ciencia todo es relativo. He visto a muchos abusadores que sufren tremendamente por cómo son". Por lo general a estos agresores se los encasilla en categorías. Está el pedófilo, que ve al niño y al adolescente como un objeto sexual, ya que su desarrollo psico-sexual no evolucionó como su racionalidad y su intelecto, por lo cual no puede evitar sentirse atraído por alguien mucho menor a él. Varios de ellos son "célibes" y controlan su deseo. Está el pederasta, que pasa de la fantasía al acto, es decir que sí comete el abuso sexual pero no se ve a sí mismo como un criminal, porque no desarrolla una empatía que le permita comprender que lo que hace está mal. Finalmente, el pedosádico es quien además de realizar el abuso sexual ejerce violencia contra el niño. Estos criminales tampoco consideran que cometan un crimen. No son capaces de sentir remordimiento.

Cuando atacan, algunos buscan una "víctima de oportunidad", como cuando captan a una persona en la calle por medio de engaños. También pueden planificar el método de ataque, por ejemplo acercarse por redes sociales a una víctima. Este agresor actúa como un depredador. Así lo explica Agustín Romano, psicólogo forense y autor de Éxtasis letal, criminales psicopáticos en Uruguay (Fin de Siglo, 2015): "Es el caso de Brissa. El acusado tiene antecedentes por violencia, había estado en prisión, internado en un hospital psiquiátrico y había ido a rehabilitación. Lo que él fue haciendo es lo que en criminología llamamos una escalada en la violencia. Va acercándose a la víctima y tanteando, y ganando confianza en su hazaña criminal. Luego abusa, después viola, y la confianza es tanta que termina matando a su presa".

En estos agresores el riesgo de reincidencia es comparable al de los asesinos seriales. "Por eso hay que atraparlos pronto, porque ellos actúan como por chispazos en el tiempo", alerta Álvarez.

Un bicho odioso.

Los violadores y asesinos de Felipe Romero (10), Valentina Walter (9 ) —de quien también se investigan violaciones anteriores—, Brissa González (12) y la niña de ocho años que fue violada y asesinada por su padrastro el domingo pasado, son casos extremos, que contrastan con la mayoría de los abusadores sexuales. Romano dice que "los que más hay en nuestro medio tienden a marcar un vínculo de asimetría y de jerarquía sobre alguien en particular, pero es raro que terminen matando".

De los agresores homicidas, hay un mínimo cercano al 10% que tienen trastornos psiquiátricos, y por lo tanto no cometieron los actos en consciencia plena. Otros, aproximadamente el 30%, "remiten a una estructura de personalidad psicopática", explica Álvarez. La psicopatía no es una enfermedad, es una manera de ser y de estar en el mundo. "Estos sujetos saben que lo que hacen está mal y tienen voluntad de hacerlo", aclara.

Pero, ¿quiénes van a prisión? Ximena Ribas, perito del Instituto Técnico Forense (ITF), realiza pericias a víctimas y victimarios en busca de un "objeto de estudio" que determina el fiscal a cargo de cada investigación. De acuerdo a su experiencia, si la persona tiene una enfermedad psiquiátrica y no actuó con consciencia y voluntad tiene que recibir ayuda terapéutica. "Pero por lo general estos abusadores no tienen un trastorno que les impida elegir".

Para el psiquiatra que hace la pericia "la libertad de elección es fundamental", dice. Si se comprueba que el acusado "no tiene una patología alienante" y pudo elegir, va procesado.

—¿Por qué llegan a asesinar?

—Los que alcanzan las conductas más violentas no sienten miedo, ni culpa, ni ansiedad. No está dentro de sus registros el sufrimiento o el daño que pueden causar en sus víctimas. Matan para satisfacer sus deseos —dice Ribas.

Si se comprueba que el acusado tiene un trastorno y se declara inimputable, el fiscal puede pedir medidas curativas. En ese caso, los peritos como Ribas realizan un control del tratamiento que recibe mientras está recluido en un centro de salud mental y cuando es dado de alta.

Entre los sentenciados que van a la cárcel, algunos han trabajado con Robert Parrado, psicólogo licenciado en Seguridad Pública. "Los que son asesinos como los de Valentina y Brissa no piden ayuda, pero hay otros que sí lo hacen", asegura. Con algunos trabajó a comienzos de los años 2000 en un taller carcelario en Minas, y con otros de forma particular. "Llegan porque sus familias se lo piden o porque se dieron cuenta de que algo está mal con ellos. Decodifican inadecuadamente supuestos signos de seducción en niños o adolescentes".

—¿En qué estado llegan a la consulta?

—Me dicen, "me quiero sacar el bicho que tengo adentro porque ya no aguanto vivir así".

El psicólogo explica que se trabaja primero sobre el daño que generaron en sus víctimas: "Tienen que darse cuenta qué fue lo que pasó y cómo pasó. Muchos te cuentan sus historias, que en más de un acaso son aberrantes porque hubo abuso sexual hacia ellos". Eso también se aborda, explica. Parrado cuenta que cuando confiesan su trastorno a sus familias, algunas los contienen y otros los aíslan.

—Si un paciente le confiesa que abusó de un menor, ¿lo denuncia?

—Sí.

—¿Alguno de sus pacientes fue preso?

—Sí. Algunos pueden controlarlo y otros no. Terminan denunciados o procesados, ingresan al sistema carcelario y vuelven a salir.

—Un niño que fue abusado, ¿vuelve a abusar cuando es adulto?

—Ese es un mito. No es determinante. Algunos sí y otros no. Pero tenés que trabajarlo y a las cárceles les falta trabajo. Hay que cortar el círculo. Acá hay que hacer de todo: tenés que usar todas las herramientas que sean posibles.

Juan Miguel Petit, comisionado parlamentario para el Sistema Penitenciario, confirma que hace dos meses comenzó un programa piloto en el módulo 14 de la cárcel de Santiago Vázquez, área en la que están los procesados y condenados por abuso sexual. "Es una buena noticia que exista", sostiene. Hay psicólogos que trabajan con grupos de 15 a 20 presos, utilizando técnicas cognitivas conductuales y realizando ejercicios prácticos para fortalecer la racionalidad del recluso, atenuar su distorsión del acto cometido y para evitar situaciones abusivas que puedan generarse en el futuro. La intención es replicar el programa si es que da buenos resultados.

El futuro posible.

Los especialistas coinciden en que la rehabilitación del que cometió un asesinato es muy difícil. "Ya es muy baja la tasa de éxito para aquellos que reciben terapia", argumenta Álvarez. "Científicamente no puedo decir que no es rehabilitable, pero las estadísticas indican que la tasa de reincidencia es alta y la rehabilitación es baja. ¿Por qué? Porque no hay eco afectivo, no hay culpa, no hay vergüenza, no hay miedo, ni ansiedad. Entonces, si yo no entiendo que hay algo que está mal en mí, que hay algo que debo solucionar y para eso necesito ir en busca de ayuda, no hay posibilidad de ningún proceso terapéutico", explica.

Aller, el criminólogo, plantea que lo necesario es que estas personas se acerquen a "terapeutas, asistentes sociales, psiquiatras, grupos religiosos, lo que sea que los ayude". Hay una experiencia alemana que podría servir de referencia. Allí se lleva adelante desde 2015 el Proyecto de Prevención Dunkelfeld, que ya atendió a más de 500 hombres y tiene lista de espera. Es considerado un éxito.

En los últimos días, figuras públicas y varios políticos sugirieron una batería de soluciones que van desde la cadena perpetua, la castración química, la creación de un registro público de violadores y abusadores e, incluso, la pena de muerte. "Lo entiendo, porque la humanidad a lo largo de toda su historia ha respondido a la violencia con violencia", dice Aller.

Uruguay tuvo una historia con la pena de muerte que terminó en 1907, cuando el presidente Claudio Williman y el jurista —y pintor— Pedro Figari llevaron a cabo una campaña para eliminarla. "La defendían como un freno disuasorio para evitar que otros delincan, o se creía que si se eliminaba podrían venir criminales extranjeros a cometer delitos aquí", explica el abogado. Lo cierto es que los condenados a muerte no se ejecutaban salvo en contadas excepciones. Poco después también se fue eliminando la cadena perpetua.

"Ya quedó plenamente comprobado que a mayor pena no hay menos delitos. No funciona así. Alcanza con mirar lo que sucede en los países con pena de muerte y cadena perpetua: son en los que hay más delincuencia", dice Aller. "El verdadero problema para contener conductas aberrantes no pasa por la reclusión. A estos individuos hay que tenerlos recluidos, pero con un tratamiento que deben dárselo los técnicos indicados. Hay que trabajar en la parte preventiva y en la contención, más que en la punitiva", añade.

Para Romano, la prevención debe ir por el lado de la víctima: educar a los niños sobre el sentido negativo y positivo de ser tocado y lograr un uso responsable de las redes sociales. "Y hay que hacer un seguimiento permanente del sujeto para que no quede librado al azar en su entorno y pueda nuevamente delinquir, porque sino sería como depositar otra vez en la sociedad a un depredador que en algún momento puede atacar de nuevo", dice.

En ese sentido, Aller indica que en lugar de plantear la creación de un registro público de violadores, podría plantearse junto a la pena una inhabilitación, tal como se hace con los empleados públicos que son retirados de su cargo. "Se le puede prohibir estar en determinados ámbitos", explica.

Sobre el mismo tema, Álvarez opina que el registro podría ser bueno siempre y cuando no sea público, "si no estaríamos llevando a la sociedad a una franja de riesgo, porque habría una sobre estigmatización de alguien que jurídicamente ya está libre, y porque podríamos estar facilitando la justicia por mano propia".

La castración química está descartada para los expertos. "Es una medicación que baja el deseo sexual, pero no asegura que los ataques disminuyan", sostiene Ribas, y retruca Álvarez: "Esto no se procesa en la genitalidad ni en la sexualidad, esta es una cuestión de mente. Hay casos de individuos que tomaron la medicación y salieron a violar con objetos".

Los especialistas sienten que la ola de odio que recorre la opinión pública demoniza aún más a los agresores. "Si se quiere entender pareciera que uno busca justificarlos", dice Ruben Campero, psicólogo y sexólogo. Cree que lo que le está faltando a Uruguay como sociedad es pensarse como una red. "Pensamos que yo soy el bueno y el malo está en otra parte. Pensarnos en bandos no sirve de nada, ahora más que nunca debemos estar todos interconectados, porque acá no es válida la lógica de muerto el perro se terminó la rabia".

Adriana Savio, la psicóloga experta en abuso infantil, cree que además es urgente renovar el Código Penal, redactado en 1934. Allí los delitos sexuales se engloban en los "delitos contra las buenas costumbres y el orden de la familia". Se habla de "mujer honesta", "doncella" y de "rapto". Allí se señala que, en el incesto en menores varones "de comprobarse mediante un testigo la excitación de la víctima frente al abuso, se anula el delito", cuenta Savio.

—¿Y qué pasa con las víctimas? ¿Ellas sí pueden recuperarse?

—Nunca se recuperan totalmente. Quedan en un estado posterior al trauma. Lo que hacen es levantarse sobre esa lastimadura y, en las mejores circunstancias psíquicas, se convierten en sobrevivientes.

La reacción de los políticos frente a los crímenes ?

PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA
Tabaré Vázquez ante la Asamblea General de la ONU. Foto: Reuters
Tabaré Vázquez

Es un problema que hay que estudiar y hablarlo mucho en sociedad”, dijo. Alentó a denunciar “cualquier situación por pequeña que sea”. Cree viable la creación de un registro público de violadores y abusadores.

SENADOR DEL PARTIDO NACIONAL
Luis Lacalle Pou en comparecencia de ministros por UPM. Foto: Francisco Flores
Luis Lacalle Pou

Pidió al gobierno “no esquivar la realidad” y discutir su propuesta -presentada en tres oportunidades- de realizar un registro público de violadores y abusadores de menores, como tienen otros países.

senador del partido nacional
Jorge Larrañaga en el Parlamento. Foto: D. Borrelli
Jorge Larrañaga

El senador nacionalista dijo que los asesinos como el de Brissa González “no deberían estar en la sociedad”, “hay que aplicar sanciones gravísimas con mano muy dura”. Pidió discutir la pena de cadena perpetua.

 

SENADORA DEL PARTIDO NACIONAL
Senadora Verónica Alonso. Foto: Ariel Colmegna.
Verónica Alonso

La senadora del Partido Nacional expresó en redes sociales: “Vamos a proponer y exigir: que se cree un registro público de violadores, presentado hace años por el Partido Nacional y Luis Lacalle Pou. No más excusas”.

 

senador del partido colorado
Pedro Bordaberry propone mejor seguridad. Foto: Archivo El País.
Pedro Bordaberry

El senador del Partido Colorado apoyó la creación del registro público de violadores y abusadores de menores que propuso Lacalle Pou. También está dispuesto a discutir la pena de cadena perpetua.

 

SENADOR DEL PARTIDO INDEPENDIENTE
Pablo Mieres, senador del Partido Independiente. Foto: Francisco Flores.
Pablo Mieres

Apoyó la creación del registro, pidió aprobar normas preventivas más fuertes, y sugirió el uso de tobilleras para los casos de denuncias de abuso sexual en menores. No lo convence la cadena perpetua.

 

REDES

Tierra fértil para el depredador sexual

"Con las redes sociales para el depredador sexual está el terreno allanado, porque se puede manejar desde el anonimato. Puede acercarse al niño haciéndole creer que se trata de un par, lo va seduciendo con promesas y logra obtener mejores datos. Tiene un terreno donde se puede sentir más cómodo y confiado", dice el psicólogo forense Agustín Romano. En 2014, la Policía recibió 400 denuncias por casos de pornografía infantil. En 2015 el número trepó a 500. En 2016, en tanto, hubo 700 denuncias por casos de grooming (cuando un adulto se crea un perfil falso simulando ser un niño). Julio Sena, director general de Crimen Organizado e Interpol en Uruguay, dijo que las denuncias por pornografía "no son las más frecuentes aunque son las más graves".

Un código antiguo y una ley con más penas

El Código Penal que regula las penas por abuso sexual y violación fue redactado en 1934. Estuvo por ser modificado en 2005, y luego en 2014. Desde julio de 2015 el proyecto de reforma está siendo estudiado por la Comisión de Constitución, Código, Legislación General y Administración de la Cámara de Representantes. Tal y como está redactado el código vigente, la pena por violación puede ir desde los dos años hasta los 12, y no hace distinción según la edad de la víctima. Por otro lado, está el delito de atentado violento al pudor, que son todos aquellos casos de abuso sexual que no incluyen penetración. Para este delito, la pena prevista es de ocho meses a seis años.

"Acá entramos en el campo de la nada por la nada, porque no hay pruebas claras como en una violación, y es muy difícil probar el abuso sexual, sobre todo cuando se trata de niños. Hay un montón de casos que quedan inciertos", dice el abogado penalista Andrés Ojeda.

La semana pasada, durante un Consejo de Ministros, el presidente Tabaré Vázquez dijo acerca de los agresores sexuales que cometen un homicidio, que "el Código Penal tiene sanciones muy severas para estos delincuentes, 30 años la pena máxima más 15 de medidas de seguridad suman 45 años. Es un tiempo prudencial". Sin embargo, Ojeda explica que "esta pena no está castigando al delito sexual sino al homicidio muy especialmente agravado". También dijo que las medidas de seguridad "casi no se aplican". Además, aclara que los 30 años pueden reducirse por trabajo o estudio (dos por uno), y que se puede pedir la libertad anticipada. A modo de ejemplo, explica que a Pablo Goncálvez le fue negada la libertad anticipada, pero que sí redujo la pena de 30 años a 23 por estudiar y trabajar en prisión.

La Ley Integral contra la Violencia Basada en Género —que fue aprobada por el Senado— sustituye el atentado violento al pudor por el delito de abuso sexual, agrava las penas para los abusadores de menores y en los casos en que el victimario sea familiar, persona cercana o funcionario policial, educador o "responsable de atender la salud de la víctima". Prevé una pena por inhabilitación para abusadores sexuales (limita sus lugares de empleo), y una reparación tarifaria para las víctimas.

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