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Cataluña en pie de guerra por declararse país

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Expresión: estudiantes en Barcelona copan las calles a favor del Si. Foto: Reuters
Students attend a demonstration in favor of the banned October 1 independence referendum in Barcelona, Spain September 28, 2017. REUTERS/Jon Nazca SPAIN-POLITICS/CATALONIA
JON NAZCA/REUTERS

UN LARGO ANHELO QUE LLEGA A LAS URNAS

La Barcelona que clama por independencia es adolescente y octogenaria; es universitaria y jefa de familia. A pesar de que los sondeos de opinión dan que las posturas se dividen en mitades, en sus calles todo es Sí, y todo es No: no al “maltrato”, no a ceder riqueza. Las urnas medirán su fuerza.

Arnau mide más de dos metros y odia los aviones. Parece un contorsionista, con sus piernas pegadas, inclinadas hacia un costado para poder entrar en el asiento. Está incómodo, está cansado, lleva casi tres días de aeropuertos y vuelos, de un lado para otro para que le salga más barato el viaje. Tiene 28 años, un doctorado en Ciencias, y hace unos 10 meses que trabaja en Japón, en un proyecto para aislar el dióxido de carbono de la capa de ozono. Pero él nació en Videres, un pueblo de 7.000 habitantes en la comunidad autónoma de Cataluña. No tenía planeado volver hasta fin de año, pero está haciendo un viaje relámpago porque quiere votar.

"Estoy cansado de que nos maltraten, que me maltraten a mí, que maltraten a mi familia, que maltraten a mis amigos. El gobierno del Partido Popular (PP) no nos devuelve ni la décima parte de lo que nosotros le damos a Madrid. Y el Partido Socialista (PSOE) es cómplice de todo esto", dice. Y aquí aparece uno de los argumentos más utilizados por los independentistas que mañana votarán por Sí separarse de España: creen que su lazo con el reino solo sirve para perder dinero.

Barcelona está llena de banderas de colores con un Sí grande en el medio. Los balcones las lucen casi siempre al lado de las de Cataluña, de rayas horizontales rojas y amarillas. A las 22 horas, todas las noches, se producen estruendosos caceroleos. En los bares, las paradas de ómnibus, los kioscos, los teatros, los museos, en cada punto de la ciudad, no se habla de otra cosa. En la Plaza Cataluña un grupo de adolescentes se reunió el pasado jueves a protestar a favor del referéndum, que para el gobierno español es ilegal. Ellos no tienen edad para votar, pero igual adoptan posturas firmes. Y repiten casi las mismas palabras que Arnau. "Lo que pasa es que nosotros somos maltratados, comparado con otras comunidades autónomas. Vamos por delante, porque acá hay mucho turismo, pero no nos dejan dar ni un paso cuando podríamos dar de a tres. Somos los que generamos más dinero y nos dan menos que a otros que no generan nada", insiste Miguel, de 14 años, que está cursando segundo de Secundaria y tiene la cara llena de granos. Dice que en su clase hay pocos que no sean independentistas, y aclara que esos pocos no son sus amigos. "Cada uno por su lado. Tampoco les hacemos bullying", señala y se ríe.

En la Plaza Sagrada Familia, ubicada frente a la majestuosa catedral de Antoní Gaudí, un grupo de siete amigos se reúne todas las tardes. Seis tienen más de 80 años y uno los cumple el mes que viene, tres usan bastón y uno dice que debería pero se niega, y ninguno de ellos quiere dar su nombre. Todos son independentistas y sostienen que el gobierno de Mariano Rajoy "persigue" a los catalanes. La gente aquí tiene miedo. Dicen que el gobierno central ordenó cerrar las mesas de votación. Dicen que mañana les van a mandar a la Guardia Civil para que no puedan votar. Dicen, también, que van a hacer todo lo posible para que no puedan independizarse.

"El problema aquí es que se llegó a un punto del que va a ser difícil salir. Este es un conflicto que tiene por lo menos 15 años, y en vez de negociar soluciones el gobierno lo que hizo fue machacar y machacar contra Cataluña, ya sea el PP o el PSOE. Y la gente dijo hasta aquí hemos llegado, nos queremos ir", dice uno de los que está en la plaza, de 84 años. Otro, de 87, apunta que "hagan lo que hagan esta comunidad se va a independizar" y asegura que "después se viene también el País Vasco".

La voz del pueblo.

En la calle también hay muchos carteles: Bienvenida República; Hola Unión Europea; Dignidad e Independencia. Hay pins, destapadores, imanes y pegotines con el Sí, que salen entre 1 y 3 euros. Hay camisetas que ya valen 8 euros. Pero no hay sedes de organizaciones independentistas abiertas y la información sobre dónde hay que votar circula principalmente en internet. Ayer, en el cierre de campaña del Sí, que se hizo en la Plaza España, con el gigantesco Palacio Nacional como telón de fondo, sí se pusieron mesas en las que la gente podía consultar dónde tenía que ir a votar. Y se colmaron de gente.

"El problema está en que muchos de los que se niegan no van a ir a votar porque consideran que el referendo es ilegal", sostiene Agustí, de 65 años, mientras juega una partida de dominó en un bar alejado de las zonas céntricas. Le toca a él, saca un doble cero, celebra, saca un cero y un tres, y sigue hablando: "Yo por ejemplo pienso que no es una buena idea independizarse, pero voy a ir y voy a votar el No, porque tampoco me gusta que no nos dejen decidir. Tenemos que ir a votar y acatar lo que quiera la mayoría", agrega.

Agustí no es Agustín. Agustí es catalán. Y en Cataluña se habla catalán o castellano, las dos lenguas oficiales de la región. Depende de por dónde se camine. Hay algunos que hablan una lengua intermedia, un poco de cada cosa. Hay quienes ni saben español, o al menos dicen no saber, pero no parece haber ninguno que no sepa catalán. Los diarios locales están en ambos idiomas. En los carteles de las esquinas no están los nombres de las calles, sino los de las "carrer". No hay supermercados, sino "supermercat". Y el correo es el "correu". Las bateas más visibles de las librerías están reservadas para los libros catalanes; esto también pasa con los libros que se venden en las tiendas de los museos, pese a que es esperable, con la gran cantidad de turismo que hay —los hoteles de Barcelona recibieron 7.490.633 turistas en 2016, y 44.154.693 pasajeros en el aeropuerto, según los datos oficiales— que muchos de los que se dirijan a ellas provengan de otra comunidad de España o de otro país.

"La voz del pueblo de Cataluña la vamos a respetar sean cuales sean los resultados", señala Francesc Bellavista, miembro de la Asamblea Nacional Catalana, la principal organización independentista. Es licenciado en Derecho, tiene 53 años y hace cinco que lucha porque su comunidad se separe de España. Está en el acto de cierre de campaña, en medio de las más de 1.000 banderas y decenas de miles de independentistas de todas las edades. Hay rock: en catalán. Hay mojitos: que se venden en locales con carteles en catalán. Y hay catalanes gritos de euforia.

También están las enormes camionetas de los mossos de escuadra, esos policías grandes, fornidos, que cumplen su deber sonrientes y con un dejo de vergüenza. El miércoles, en una manifestación de empleadas domésticas que exigían el pago de una partida extrasalarial, les pedían permiso con la cabeza gacha para poner vallas que les impidieran avanzar hacia el Ayuntamiento de Barcelona. Protestaban por otra cosa, pero ya de paso agitaban sus banderas independentistas. El gobierno español les ha pedido más firmeza a los mossos contra el referéndum. Ellos son agentes del orden, pero sobre todo son catalanes.

Rodolfo NIN NOVOA
Rodolfo Nin Novoa en la ONU. Foto: EFE
Uruguay en contra del referéndum.

El canciller uruguayo expresó ayer en una rueda de prensa la postura oficial de Uruguay respecto al referéndum independentista que se convoca en Cataluña para mañana.

"La Constitución española establece que España es una única unidad política indivisoria (y) que un referéndum de separación tendría que ser votado por todos los españoles", dijo Nin Novoa, según recogió Subrayado. Y agregó: "Uruguay se afilia a la integralidad territorial, porque si empezamos en un proceso de fragmentación de los países, creo que las dificultades para interrelacionarse desde todo punto de vista van a ser cada vez mayores y hasta peligrosas".

Ocupan los centros de votación y guardan urnas en lugares secretos.

Decididos a que nadie les quite de la mano la posibilidad de expresarse sobre si quieren una Cataluña independiente o seguir siendo parte de España, grupos de jóvenes y familias catalanas empezaron anoche a ocupar los puntos de votación para que no sean tomados por la Policía.

"Yo me quedo a dormir aquí en principio con mi hijo mayor", declaró a la agencia AFP Gisela Losa, madre de tres alumnos en la escuela Reina Violant de Gracia, un barrio independentista de Barcelona. "Tenemos cuatro o cinco familias como mínimo que vendremos con nuestros hijos (...) mañana (por hoy) seguro que tendremos muchas más", añadió.

"En estas horas de vigilia, en estos momentos tan intensos y tan emocionantes, percibimos que eso que hace un tiempo solo era un sueño, ya lo tenemos al alcance", celebró ayer el presidente regional de Cataluña, Carles Puigdemont, en el cierre de la campaña por el referéndum.

Mientras, decenas de escuelas por toda la región eran ocupadas por los "comités de defensa del referéndum", coordinados desde las redes sociales, para mantener los colegios abiertos hasta mañana domingo con actividades como picnics, cine al aire fresco, talleres o conciertos.

"La gente vendrá el domingo y votará. Nosotros estamos aquí para garantizar que eso se podrá hacer", explicó Oriol Amorós, alto cargo del gobierno catalán, que ocupaba como "vecino" un centro en Barcelona.

Unos 5,3 millones de catalanes están llamados a votar en un total de 2.315 colegios electorales. La Policía incautó abundante material electoral —incluidas millones de papeletas—, detuvo a 14 altos cargos implicados en su organización, cerró numerosas webs y registró el departamento del gobierno regional encargado del recuento de votos, todas medidas buscando impedir el referéndum.

En medio de este clima de tensión, funcionarios catalanes presentaron ayer viernes en una conferencia de prensa una de las urnas de plástico adquiridas para la consulta, que llevan el escudo del gobierno regional. Puigdemont declaró que más de 6.000 de estas urnas están siendo custodiadas en lugares secretos.

En otro revés a los preparativos del referéndum, una juez del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña ordenó a Google eliminar una aplicación para dispositivos móviles usada por el gobierno catalán para informar sobre la consulta. Puigdemont tuiteó el miércoles un enlace para descargarla en la tienda Google Play.

Una portavoz de Google en España dijo que la compañía retira los contenidos de sus plataformas cuando recibe una orden judicial. Los tribunales ordenaron también a la Policía que acordone los colegios designados como centros de votación. En base a AFP y REUTERS

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