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La Biblioteca quiere pasar la página

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7,911 fueron las personas que visitaron la Biblioteca en 2014.
Sala de lectura de la Biblioteca Nacional, Mvdeo., ND 20140827, foto Ariel Colmegna
Archivo El Pais

La Biblioteca Nacional cumple 200 años y busca la forma de volver a acercarse a la gente. Con problemas de presupuesto y con graves carencias en materia de personal, la institución pretende modernizarse y cambiar la cara, al tiempo que las computadoras desplazan a los libros.

La Biblioteca Nacional cumple 200 años y busca la forma de maquillar sus arrugas. Para eso, aún trata de diferenciarse en un mundo conquistado por lo digital, lidia con carencias presupuestales y falta de personal, y pone a prueba la resistencia de su emblemático, pero también desgastado, edificio central.

"Queremos mostrar la Biblioteca, darle una visibilidad que creemos que no tiene y que se merece. Queremos mostrar que la Biblioteca está abierta, que la gente entre y que vea que, si bien hay cosas de la fachada que están feas y que queremos cambiar, adentro hay mucho para ofrecer", resume la directora de la institución, Esther Pailos, en diálogo con El País.

La jerarca asumió hace cuatro meses, y si bien muestra un amplio optimismo en cada tema que se le consulta, la realidad deja a la vista algunas situaciones que se imponen al menos preocupantes.

Según datos oficiales, 7.911 personas visitaron la Biblioteca en 2014, de las cuales 2.734 fueron investigadores y 5.177 fue parte del público en general. La cifra representa un gran crecimiento respecto a los registros de años anteriores. En 2013, el total de visitantes fue de 4.854 personas (2.546 de público en general, y 2.308 investigadores), y en 2012 la cifra se ubicó en 2.195 personas (932 del público en general y 1.263 investigadores en total).

Pero más allá de lo alentador que aparece el crecimiento en las visitas en el último año —algo que la Dirección adjudica a la mejora en la confortabilidad que se realizó en las distintas salas—, si se analiza el flujo de visitantes que esos registros suponen, se tiene un panorama más claro de cómo es un día cualquiera en la Biblioteca Nacional.

Haciendo una estimación generosa, y dividiendo esas 7.911 visitas en 365 días (suponiendo que la institución está abierta todo el año, cuando en realidad sólo abre de lunes a viernes), resulta que 22 personas visitan la Biblioteca por día. Eso, dividido por las casi 10 horas que abre en cada jornada (de 9 a 18:45), muestra que al lugar llegan solamente dos personas por hora.

Esa cifra, ante una colección de más de 1.000.000 de ejemplares entre libros, folletos y revistas, además de un importantísimo archivo de prensa, una fototeca y una mapoteca (colección de mapas), deja en claro que la Biblioteca tiene el enorme desafío de volver a juntar a la gente con sus libros.

Pailos se muestra preocupada por ese aspecto, y dice que por tal motivo las celebraciones de los 200 años estarán orientadas a "acercar a la población a la Biblioteca". "Que sientan que no son celebraciones sólo para bibliotecarios, ni sólo para funcionarios ni tampoco para una elite intelectual. Que vean que es un festejo de todo el país", afirmó la directora.

Incómoda.

Para ingresar a la Biblioteca Nacional, el usuario tiene que depositar sus pertenencias en casilleros ubicados en el hall de entrada. Luego, debe dejar la cédula de identidad para que le entreguen hasta tres libros por vez. Si tiene el carnet de investigador, que se tramita de un día para otro, puede acceder a los textos más antiguos y también a la colección de diarios, que incluye todos los periódicos de la historia nacional. Al menos eso es lo que debería suceder, aunque lo cierto es que hay colecciones dañadas. Cuando uno las pide, se entera de que están en "restauración", lo cual equivale a que cayeron en una suerte de agujero negro del que van a tardar meses en salir.

También el visitante se puede encontrar con situaciones extrañas o molestas, como por ejemplo pedir un libro que figura en el catálogo y enterarse que no podrá acceder al mismo, sin más explicaciones. A veces también puede chocar con una mala cara del funcionario en cuestión y una frase tan insólita como: "Yo te doy lo que me pasan desde arriba, pero más que eso no puedo hacer".

Arriba es donde están los libros. Bajan por un antiguo ascensor que, cuando se tranca, paraliza toda la Biblioteca. No hay quien baje los libros por la escalera. Si uno accede al libro y se dirige a la sala de lectura, se encuentra que el lugar tiene asientos incómodos y una luz en extremo tenue. Hay que tener paciencia.

La nueva directora Esther Pailos, busca modernizar la institución. Foto: M. Bonjour
La nueva directora Esther Pailos, busca modernizar la institución. Foto: M. Bonjour

"Tapando agujeros".

Al ser consultados por la situación, los funcionarios de la Biblioteca reconocen que no están cumpliendo con los cometidos básicos de la institución. Admiten que la atención o tareas tales como el mantenimiento de las obras se ven afectados, pero aseguran que eso ocurre porque tienen una "tremenda" carencia de recursos humanos.

"La falta de funcionarios es brutal. Tenemos 70 vacantes que no se llenaron. Se jubilan unos dos funcionarios por mes, entonces no nos dan las manos para hacer las cosas", denunció la coordinadora de la Asociación de Funcionarios de la Biblioteca Nacional (AFBN), Patricia García.

En total, en la institución hay cerca de 100 empleados, y plantean que la falta del personal hace imposible que la Biblioteca esté abierta al público los sábados. "Estamos tapando agujeros. Hay secciones con muy poco personal e incluso hay jefes que no tienen personal a cargo", dice la coordinadora del gremio.

También afirma que si bien la comunicación con la dirección de la institución mejoró, dado que con la anterior no había ni siquiera diálogo, aún "no se consiguen soluciones ni avances" ante los temas que les preocupan. Subraya que ya hace un mes que se reunieron con la ministra de Educación, María Julia Muñoz, de quien depende la Biblioteca. "Por más que se le planteó claramente la situación y nos dijo que nos iba a tener en cuenta, hasta el momento no hemos tenido respuestas", reclamó.

El sindicato también se queja por inequidades en materia salarial, y plantea que hay empleados que acaban de ingresar en cargos administrativos o semitécnicos de segundo nivel que ya ganan más que los propios jefes de área. Así, preparan una movilización en la cual plantearán el tema de los sueldos y también la falta de inversión en la institución. "¡AFBN lucha por salarios y por una biblioteca del Siglo XXI! ¡Hay que invertir en cultura!", piden en una gran pancarta que acaban de terminar de elaborar.

En el debe.

El edificio de la Biblioteca Nacional fue inaugurado en 1964, y si bien en el último tiempo tuvo reformas, la estructura, de 4.000 metros cuadrados y de cinco plantas, requiere ajustes.

"Tenemos hongos en los depósitos de diarios, que están en un subsuelo. Eso ocurre por problemas en la ventilación y en la calefacción", denuncia la coordinadora del sindicato. Además, afirma que hay colecciones de libros que no están recibiendo un correcto mantenimiento y que tienen problemas de limpieza, todos elementos que afectan la conservación del material, el cual es uno de los cometidos centrales de la Biblioteca Nacional.

La directora de la institución prefirió no hablar del presupuesto solicitado para los próximos años, pero sí dijo que "siempre se necesitan más recursos, sobre todo humanos". Pailos admitió que hace falta un depósito externo, dado que en el edificio central ya no cuentan con espacio para guardar más material.

Ahora la jerarca está enfocada en dotar a la institución de una nueva cara, y quiere aprovechar los 200 años para actualizarla. Como ejemplo, quiere sacar los clásicos ficheros de madera que están ubicados en la entrada del edificio y pasar los catálogos a digital. "Quiero que la Biblioteca Nacional no sea vista como un lugar distante", repite Pailos. Pero para eso, debe conseguir los recursos, porque si no será difícil que dé vuelta la página.

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7,911 fueron las personas que visitaron la Biblioteca en 2014.

A 200 años de existenciaANDRÉS ROIZEN

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