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Las aguas que agitó y dividió Fidel

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Embajada de Cuba en Montevideo tras la muerte de Fidel Castro. Foto: Ariel Colmegna.
Ariel Colmegna

Hoy entierran al hombre que inspiró a parte de una generación en América Latina y que, a los pocos años de ostentar el poder, comenzó a cosechar amores y odios en Uruguay.

Fidel Castro fue el comandante de una revolución que alineó a anarquistas, comunistas ortodoxos, socialistas y progresistas de los partidos tradicionales. Fue el que dio refugio a 1.200 exiliados uruguayos en la dictadura y entrenó con armas a los guerrilleros, y fue también el dictador que motivó una mayor injerencia de la CIA en Uruguay. ¿Hasta dónde llegó su influencia?

Un día Fidel Castro es sepultado. Noventa años le fueron suficientes a este hombre para influir entre sus contemporáneos, incluso en el disenso. Al lado de la tumba de José Martí, en el solemne y blanco cementerio de Santa Ifigenia, yacerán los restos del líder de la revolución cubana. Hoy entierran al Fidel Castro que discutió con el expresidente Julio María Sanguinetti en un ascensor, al que practicó tiro con Mauricio Rosencof, al que quiso acompañar en su lujoso Mercedes negro al entonces estudiante Óscar Destouet y al que llevó a que la CIA aumentara su presencia en el Servicio de Inteligencia y Enlace uruguayo.

Luego de nueve días de duelo por su fallecimiento, y un cortejo fúnebre que hizo el recorrido inverso a la "Caravana de la Libertad" de 1959, se pone un punto final (o punto y seguido) al señor de barba tupida que protagonizó como nadie la dictadura del proletariado en América Latina, el que hospedó a uruguayos exiliados y entrenó a quienes quisieron internacionalizar la guerrilla. También al que rompió relaciones diplomáticas con Uruguay dos veces, y al que dividió las aguas sobre su figura.

La génesis.

La revolución cubana "fue la gran ilusión de nuestra generación". Estas palabras no son de un viejo militante comunista, sino que corresponden al colorado Sanguinetti, a quien Castro definió como su "conservador predilecto". El ex presidente uruguayo había visitado Cuba como periodista en julio de 1959, un semestre después del triunfo de la revolución. Fue entonces que Castro y Sanguinetti se toparon en el ascensor de un hotel de La Habana. "Le reproché el alejamiento que había provocado del presidente Manuel Urrutia", recuerda el exmandatario. Urrutia fue el juez que liberó de la cárcel a los revolucionarios que enfrentaron al dictador Fulgencio Batista y que ocupó la Presidencia menos de siete meses. La charla entre ambos había continuado en un pasillo, pasada la medianoche, y se extendió por una hora y media.

Sanguinetti escribió desde la isla unas notas en el diario Acción en las que combinaba su admiración por las ideas antiimperialistas de Castro con la condena a los fusilamientos de partidarios de Batista, aunque "pensaba que era el precio inevitable de una revolución", dice hoy. De regreso a Montevideo, su esposa, la historiadora Marta Canessa, le reprochó la distancia con que el joven periodista hablaba de esa revolución.

Porque si algo lograron Castro y sus seguidores en el comienzo, fue impactar positivamente en la izquierda y también en facciones de los partidos tradicionales. Fue la imagen de David contra Goliat, explica el historiador Carlos Demasi en referencia a la postura contra Estados Unidos que adoptó la revolución. "La izquierda no comunista lo vio como un ejemplo de socialismo latinoamericano apartado del modelo soviético", dice el historiador. Y generó la adhesión de parte del batllismo y sectores progresistas del Partido Nacional.

Un ejemplo fue el diputado blanco Ariel Collazo. El legislador visitó Cuba en 1960 y se enamoró de lo que ocurría. Al regreso comenzó a difundir su prédica por el interior, al punto que los líderes de su partido lo llamaban "el iluminado", recuerda Mario Rossi Garretano. Tiempo después, Rossi Garretano armó su propio grupo político, el Movimiento Revolucionario Oriental (MRO), que adoptó la invasión de la Bahía de Cochinos como la fecha de su fundación (abril de 1961).

Muchos de estos actores políticos, como el ex ministro blanco Enrique Erro, terminarán creando el Frente Amplio una década después. La simpatía que logró la revolución cubana en su comienzo es comparable, según el historiador Aldo Marchesi, a la generada en la región por la revolución mexicana en 1910 —aunque en Uruguay impactó más la cubana.

Castro, como líder carismático, obtuvo seguidores en toda la región. En 1961 el nombre Fidel se registró 12 veces en Montevideo, siendo ese el pico histórico.

"Las izquierdas del país venían de conflictos en la década de 1950, la separación entre socialistas y comunistas, la imposibilidad de una única central sindical y una coalición partidaria", indica Marchesi. Por eso el caso cubano sirvió de "motivación". Incluso los sectores anarquistas, que portaban un discurso antisoviético, "vieron un buen ejemplo en Cuba" y crearon el Partido para la Victoria del Pueblo.

La adhesión al modelo castrista de parte de la sociedad uruguaya llevó a reacciones en las alas más conservadoras. En julio de 1960 se creó Amigos de Cuba Libre y Democrática, que por dos años fue la mayor organización contra el régimen cubano. Solía convocar a entre 1.000 y 2.000 manifestantes, y tuvo su sede en 18 de Julio 1233. La historiadora Magdalena Broquetas dice en su libro La trama autoritaria, que esta organización llegó a anunciar: "Fidel Castro, cuya trayectoria reivindicadora de las libertades todos aplaudimos y que ha traicionado a sus propios ideales", resultó "el mejor agente" para introducir en América Latina el proceso revolucionario planeado por Rusia y la "China Roja".

Cuba sí, Cuba no.

Un grupo de exiliados cubanos junto a agentes de Estados Unidos invadieron la playa Girón, en la bahía de Cochinos al sur de la isla, en abril de 1961. El ejército de Fidel Castro logró confrontar la ocupación y, tras la victoria, anunció su inclinación marxista-leninista. Así comenzó una nueva etapa.

El Partido Comunista uruguayo, que representaba al 40% de la izquierda local, "capitalizó la adhesión de Castro al bloque soviético", según Demasi. Desde Uruguay se enviaron a profesionales, sobre todo médicos, para apoyar la revolución en Cuba.

La defensa del modelo cubano se acentuó en la izquierda uruguaya cuando Cuba fue expulsada de la Organización de los Estados Americanos (OEA) en una conferencia en Punta del Este en 1962. Recién en 2009 la organización revocó este decreto, pero al día de hoy Cuba sigue afuera de la OEA.

También en 1962 surgió una de las primeras coaliciones de izquierda que reunió a comunistas con el MRO, entre otros. "Un aliado proveniente del Partido Nacional, Luis P. Bonavita, propuso un ingenioso acrónimo para utilizar políticamente el nombre de pila de Castro: FIDEL (Frente Izquierda de Liberación)", señala Demasi. Otro bloque lo conformarían los seguidores de Enrique Erro y los socialistas.

Collazo fue electo otra vez y en marzo de 1963 les pidió a diplomáticos cubanos que le permitieran viajar a la isla a entrenarse militarmente. Una vez en Cuba, el encargado de los aparatos de seguridad, Manuel Piñeiro —Barbarroja—, le propuso que volviera con más militantes para armar un curso. El legislador uruguayo pidió licencia en el Parlamento, aduciendo que iba a viajar a la Unión Soviética, pero se fue a Cuba, aprendió el manejo de metralletas y el armado de explosivos —aunque dijo que no le sirvió de mucho.

La acción de Collazo y otros tantos militantes —estiman que más de 200 uruguayos se entrenaron en Cuba por unos meses— fue contraria a la postura que Ernesto "Che" Guevara había anunciado en un discurso en la Universidad de la República. En agosto de 1961 el Che sostuvo que en Uruguay no era necesaria la lucha armada y que la pelea debía darse por la legalidad. También Castro adoptó una posición similar al decir: "En Uruguay es imposible la revolución porque no hay montañas". Según el historiador Marchesi, esta postura inicial de Castro y Guevara debe ser entendida en su contexto. "Cuba aún peleaba por no ser expulsada de la OEA y habían llegado a Uruguay en visitas oficiales". Pero enseguida los líderes de la revolución cubana pasaron a alentar la exportación de la lucha armada.

La tensión sobre cómo debía llevarse a cabo la revolución en Uruguay dividió a la izquierda. La prueba más clara ocurrió en 1967 cuando se creó la Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS). Distintas figuras uruguayas participaron del encuentro en Cuba en que se aprobó la estrategia de expandir la revolución sin fronteras. Sin embargo, el Partido Comunista, con Rodney Arismendi a la cabeza, no ratificó la idea y Arismendi —más allá de ser compinche de Castro— no aplaudió el discurso final. El hecho significó, según Demasi, "una mayor independencia del comunismo uruguayo o una mayor dependencia de la línea de Moscú".

Otros sectores políticos uruguayos sí aprobaron la resolución de OLAS. El exministro del Interior José Díaz fue uno de los que votó a favor en representación de los socialistas. Díaz recuerda que esa adhesión llevó a que su partido fuera proscrito bajo el gobierno de Jorge Pacheco Areco. "Cincuenta años después sigo teniendo la misma postura, aquella organización fue determinante", admite.

La propia fracción de Collazo, el MRO, mantuvo una doble postura: por un lado siguió con la lucha constitucional desde el Parlamento, y por otro envió militantes a formarse a Cuba. Uno de los que viajó para recibir instrucciones fue Jorge Zabalza, incluso antes de afiliarse al MLN-Tupamaros. "Fuimos a las sierras de Pinar del Río para acompañar al Che en Bolivia, pero nos avisan que lo habían matado y ahí se frustró la operativa", recuerda.

Aunque el Partido Comunista uruguayo no estaba afín con el empleo de armas en el país, sí cooperó con la lucha en otros territorios y, según el exdirigente Jaime Pérez, el Che pasó por Uruguay previo a la incursión en Bolivia. Entre algunos dirigentes bolcheviques se sostiene que Guevara partió desde Tacuarembó con documento uruguayo falso, haciéndose pasar por un comerciante.

El escritor Mauricio Rosencof recuerda que en uno de los entrenamientos de guerrilleros uruguayos en Cuba, practicó tiro en Punto Cero, y Fidel Castro le fue a avisar sobre la táctica que tenía Pacheco Areco contra ellos, información que había obtenido por un infiltrado en Inteligencia. Rosencof dice que Castro estaba "siempre al tanto de lo que sucedía en el mundo" y preocupado por la guerrilla (en los 80 la televisión cubana transmitió una telenovela que se llamó "Tupamaros").

Con Uruguay la cooperación militar cubana estuvo más centrada en entrenamiento que en infraestructura, dice Marchesi. Si bien pudo haber algún apoyo material a los comunistas, no se conoce un intercambio de armas como el enviado por Castro a Salvador Allende en Chile —aunque luego no se usaron. Según Rosencof, a los tupamaros no los apoyaron porque "como dijo Raúl Sendic (padre): la revolución será a la uruguaya o no será". El exguerrillero cuenta que con el asalto al Cuartel de la Marina, en Ciudad Vieja, pudieron obtener 150 fusiles, cajones con revólveres, equipos de comunicación y toneladas de municiones, provisiones que en parte fueron a parar a Bolivia.

Cuba tuvo tres vías de relacionamiento con Uruguay, explica Marchesi. Hubo un vínculo entre el Partido Comunista de un país y el otro; hubo un apoyo a grupos guerrilleros a través del Departamento América que buscaba extender la revolución armada; y hubo un lazo diplomático, convencional, de gobierno a gobierno hasta la ruptura de relaciones.

En respuesta al crecimiento de los movimientos de izquierda en el país, surgieron grupos armados de extrema derecha en Montevideo que protagonizaron atentados. Los servicios de Inteligencia de Estados Unidos pasaron a operar con mayor protagonismo en la Inteligencia uruguaya, recuerda Broquetas, aunque ya había agentes de la CIA desde la década de 1940. Y tras la muerte de Luis Batlle Berres (1964), que tenía una postura "tercerista" —alejado de los dos bandos de la Guerra Fría—, se produjo la primera ruptura de relaciones de Uruguay con Cuba.

El refugio.

Cuando los movimientos de izquierda comenzaron a ser perseguidos con mayor dureza, Cuba sirvió de protección. Según la historiadora Silvia Dutrénit, la isla albergó a unos 1.200 exiliados uruguayos. El mayor flujo, dice, se dio entre 1972 y 1976.

Para conseguir el refugio en un país socialista era necesario contar con el aval de una organización. Cuba aceptó a comunistas y también a tupamaros, que fueron los primeros en llegar. El exilio del MLN-T fue desde Chile y en busca de reorganizarse. De hecho, a quienes tenían hijos se les pedía viajar solos porque la idea era apostar a la lucha armada. Por eso la mayoría durmió en barracas y en centros de entrenamiento, sin mucho contacto con el pueblo cubano.

El exilio comunista vía Argentina se concentró entre julio y septiembre de 1976 dado que la dictadura los venía siguiendo con énfasis desde 1975. Estos refugiados pasaron a vivir primero en hoteles y luego en pequeñas viviendas. Muchos se integraron a la rutina de La Habana y estudiaron allí, señala Dutrénit.

Algunos de los uruguayos exiliados, más otros que se sumaron luego, conformaron un grupo de 50 guerrilleros que fueron a combatir desde Cuba a Nicaragua en el primer semestre de 1979, comentó Aldrighi en Brecha. Otros guerrilleros uruguayos habían ido a Angola, Mozambique y Argelia.

Amigos otra vez.

Con la vuelta a la democracia, Uruguay recompuso las relaciones diplomáticas con la isla y facilitó las reuniones entre militantes de ambos países. Rosencof viajó y una ministra cubana le enseñó el monte en que se había planificado la revuelta de Bolivia. Esta ministra, que había sido el contacto con el Che, lo invitó a entrar a una vivienda en que sonaba un disco de Carlos Gardel. El escritor uruguayo sospecha que era el mismo disco que dos décadas antes él le había regalado al Che.

El impacto que supuso la derrota guerrillera no quebró el vínculo entre Cuba y la izquierda uruguaya. Sí comenzó a haber un distanciamiento de las nuevas generaciones, "conforme la izquierda fue adoptando el paradigma de los derechos humanos", dice Marchesi.

Ese mismo paradigma llevó a que Jorge Batlle rompiera relaciones, las que se recompusieron en el primer gobierno del Frente Amplio. En aquel momento José Mujica, como ministro de Ganadería, viajó junto a algunos de sus pares, y al no ser recibido por Castro lo terminó acusando de "viejo". Esta semana el expresidente fue a rendirle homenaje.

La influencia de Castro va más allá de un momento. Como resume el militante del MRO Rossi Garretano: "En los primeros 50 años del siglo XX, la clave fue Lenin. En los segundos 50, fue Fidel".

Pero ante esa influencia, entusiasmarse "solamente frente al mito", dice Sanguinetti, "es tan patético como la actitud de quienes solo quieren ver en él al terrible dictador que fue".

Duelo y amor a 7.000 kilómetros de la habana

Los nueve días de duelo que decretó el gobierno cubano se extendieron a sus embajadas en el exterior. A la sede de Montevideo, en Pocitos, fueron llegando referentes políticos —como la ministra de Desarrollo Social Marina Arismendi— y delegados de organizaciones sociales como el Sunca. También dijo presente un grupo de médicos uruguayos formados en La Habana, una modalidad por la que pasaron 800 profesionales. La manifestación de cariño se hizo visible desde un improvisado altar en las rejas de la embajada y en una pequeña sala interior donde había coronas florales y un libro de visitas. Raquel Baratta, militante del Frente Amplio, llegó a firmar y a agradecer porque los oftalmólogos cubanos le recuperaron la visión. Como ella, otros 67.000 uruguayos fueron operados de los ojos, lo que para el exembajador Jorge Mazzarovich supone "otra influencia de la revolución". Este punto es discutido por quienes sostienen que el sistema sanitario y educativo de la isla dejó de ser tan ejemplar.

Restos de Castro reposarán junto a los próceres cubanos.

La solemnidad del entierro de Fidel Castro (hoy a las 10 horas de Uruguay) dista de todo final trágico que pudo imaginar un novelista. Fidel Alejandro Castro Ruz murió a los 90 años por causa natural, y ninguno de los más de 600 atentados en su contra pudo acabar con su vida. Ayer el cortejo fúnebre con sus restos bordeó la Sierra Maestra, enclave desde donde los revolucionarios de 1956 armaron el combate tras el desembarco del Granma.

El cuerpo de Castro será sepultado junto al de José Martí, el héroe de la independencia cubana a finales del siglo XIX. El cementerio está ubicado en Santiago de Cuba, a 1.000 kilómetros de La Habana, y desde hace días viene siendo pintado (sobre todo de blanco) para la ocasión.

La necrópolis de Santa Ifigenia, al norte de la ciudad santiagueña, fue inaugurada en febrero de 1868 y lleva el nombre de una santa afrodescendiente.

Sobre varias lápidas flamea la bandera roja y negra con la inscripción "26 de Julio", lo que recuerda que allí descansan algunos de los guerrilleros que junto a Castro realizaron el asalto al Cuartel Moncada, en Santiago de Cuba, en 1953.

Si bien se espera un entierro austero e íntimo, varias figuras internacionales dirán presente. El ex presidente brasileño Lula Da Silva y la exmandataria Dilma Rousseff, el presidente electo de Haití, Jovenel Moise, y el saliente René Preval, así como el presidente de Congo, Denis Sassou-Nguesso,

Evo Morales de Bolivia (que ya había estado en la isla días atrás), Nicolás Maduro de Venezuela y el exfutbolista Diego Maradona serán algunos de los visitantes más emblemáticos. Ellos acompañarán a Raúl Castro, el hermano menor de Fidel y que gobierna la isla desde que su hermano abandonó el poder en 2006 por razones de salud.

Raúl ofreció un discurso de despedida ayer, en la tardecita cubana, en la plaza Antonio Céspedes de Santiago de Cuba. Estiman que más de medio millón de seguidores de la revolución estuvieron presentes en el momento histórico. Algunos de ellos se quejaron ante la prensa internacional porque estos días "pintaron algunas partes de edificios por donde transitaba la caravana, pero solo la parte que se ve en televisión", dijo una vecina santiagueña. El comité organizador del sepelio pidió a los cubanos disciplina para este momento.

Las sorpresas que causó "el comandante".

Quienes lo conocieron en persona dicen que Fidel Castro era imprevisible. Además de sus largos discursos, era capaz de entablar una charla con un periodista uruguayo y quedarse hasta la madrugada hablando sin importarle la agenda. Eso le ocurrió a Esteban Valenti, quien en su oficina guarda una foto de su encuentro con Castro, en 1987. "Era la época de la Perestroika y ese fue un tema del que se conversó", recuerda Valenti. El hoy militante del Frente Amplio era por entonces un activista comunista y había viajado a Cuba junto a otros tres dirigentes para una reunión. Luego de ella, Castro le concedió una entrevista que duró horas. De ese tipo de sorpresas también tuvo el profesor de Historia Óscar Detouet, quien entre 1986 y 1988 vivió en La Habana porque integraba el secretariado de la Organización Continental Latinoamericana y Caribeña de Estudiantes con sede allí. Un día fue a visitar a Líber Seregni, que estaba en la isla, y al salir de la finca del expresidente del Frente Amplio aparece Castro en su Mercedes negro. Para la emoción de Destouet, el revolucionario le ofreció llevarlo en el auto.

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Embajada de Cuba en Montevideo tras la muerte de Fidel Castro. Foto: Ariel Colmegna.

UN ADIÓS REVOLTOSOTOMER URWICZ

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