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Adiós a la plata líquida

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Foto: Wikimedia

El impacto nocivo del mercurio en la salud genera consenso para la reducción del uso de este metal. Aunque está en termómetros y luces, en Uruguay el 82% de la liberación de este tóxico proviene de la única industria de cloro-soda, que fue intimada a modificar la tecnología.

Un niño juega con las pelotitas imantadas que cayeron al suelo cuando se rompió un termómetro de vidrio. Un veterano sale con una amalgama color plata cuando termina la consulta con un dentista. Un obrero transporta una garrafa con cloro que servirá para potabilizar el agua. Y un municipal sustituye una de las viejas lámparas de la ciudad que dejó de funcionar. Cualquiera de ellas parecen actividades inofensivas y hasta cotidianas, pero hoy constituyen un serio riesgo. El mercurio, ese químico conocido como plata líquida y que está presente en productos y procesos industriales, tiene los días contados. Su contacto con la piel o inhalación, porque se volatiliza a temperatura ambiente, es nocivo para el sistema nervioso central.

El riesgo potencial llevó a que la Dirección Nacional de Medio Ambiente (Dinama) clausurase un área de tres hectáreas, en Ciudad del Plata, por la concentración de mercurio "en valores superiores a los normales". Se trata de un viejo espacio de almacenamiento de Efice, la centenaria fábrica uruguaya de cloro-soda. Aunque la empresa aclara que este espacio está en desuso, arrastra los vestigios de un modelo productivo menos cuidadoso. De hecho, la planta contaba con un tubo subterráneo que pasaba por debajo de la vieja Ruta 1 y que vertía los residuos al río. Esa zona es, además, parte de una franja de humedales que desde febrero de 2015 está bajo protección especial.

La industria de cloro-soda libera el 82% del mercurio que, se estima, circula en Uruguay. Para separar el cloro de la soda cáustica, dos productos que son materia prima de artículos de limpieza y de la industria alimenticia, se necesita de un choque eléctrico. La forma tradicional para esa reacción consiste en usar mercurio, que cumple la función de un polo negativo (cátodo). Por esto Efice compra unos 2.500 kilos del metal líquido que se traen desde México y que duran "un par de años", lo acumula en celdas herméticas y lo va usando a demanda. Al menos hasta ahora, porque en setiembre del año pasado la Dinama intimó a la empresa a que dé por finalizado este sistema productivo y se ciña a las nuevas tecnologías.

Según Alejandro Infanzón, gerente de operativa de la compañía, ya estaba previsto un cambio de tecnología y un megaproyecto de US$ 300 millones, convirtiéndose en el emprendimiento privado más ambicioso de capitales uruguayos. Y como prueba de su preocupación por el posible impacto del mercurio, dice, la empresa realizó diversos análisis de orina a sus trabajadores y no se encontraron niveles "significativos" del metal.

Aún no existen estudios que midan el impacto del mercurio en la población uruguaya en general, sobre todo en las embarazadas y recién nacidos, que son la población más vulnerable. Sí hay un proyecto en marcha con parte de los usuarios de ASSE, cuyos primeros resultados estarán dentro de un año.

La falta de exámenes rigurosos, también a nivel ambiental, es una de las quejas del biólogo Javier García Alonso. Según este investigador del Centro Universitario de la Región Este (CURE), en las playas de Montevideo hay 60 veces más presencia de mercurio que en el resto de la costa, sin embargo la intendencia capitalina "no tiene registros similares porque analiza el agua y no los sedimentos". García Alonso explica que "las propias estufas en que se buscan agentes contaminantes hacen que el mercurio se volatilice y sea indetectable".

Para García Alonso "es imposible" saber si Uruguay está mejor o peor en esta materia, sencillamente "porque no hay registros". Del mismo modo, señala que los pescados contaminados con mercurio en 2013, y que causaron "alarma" en el mercado de Estados Unidos, "probablemente fueron pescados a miles de kilómetros de la costa uruguaya".

El consenso.

Cada vez que surge un debate sobre el efecto contaminante de un químico, los discursos se polarizan aunque no haya una verdad científica absoluta. Pero en el caso del mercurio el consenso reina. Ya hace cuatro años que se firmó un acuerdo internacional en que se insta a los países a eliminar la explotación primaria de este metal y una progresiva reducción del producto circulante. Lleva el nombre de Convenio de Minamata, en referencia a la localidad japonesa que había sido contaminada por mercurio y que se había constituido en la "peor contaminación" tras la Segunda Guerra Mundial.

Uruguay fue uno de los promotores del acuerdo, liderado por el hoy embajador en China Fernando Lugris, y fue el segundo miembro en ratificar el texto. Esa ley, ya vigente, establece una agenda de cambios que, para 2020, promete eliminar "por lo menos 3.302 kilos de mercurio", señala el plan de trabajo oficial.

La movida comenzó con la sustitución de algunos productos que usaban mercurio, pero cuyas alternativas ya están avaladas y no son costosas. El ejemplo más práctico es la sustitución de termómetros de mercurio por los digitales. Estos últimos "incluso duran más porque solo hay que cambiarles las pilas cada uno o dos años", dice el ingeniero Martín Benzo.

Históricamente, el mercurio ha sido uno de los elementos más usados para equipos de medición. Es un metal líquido sensible a los cambios de presión y temperatura. Cuando se comprime o dilata es reflejo de un cambio que rápidamente puede ser interpretado por el humano. Otro cambio sencillo, aunque más lento y costoso, es la sustitución de las lámparas de mercurio que tienen una vida útil de 7.000 horas y que eran el 45% de la luminaria de Montevideo en 2015.

Una preocupación de la ambientalista María Isabel Cárcamo es que se siga usando las amalgamas dentales de mercurio. Si bien está habiendo un cambio "por razones estéticas", Cárcamo advierte que en "salud pública" se sigue con este material que implica el 15% de las emisiones de mercurio en el país. Por eso insiste en que el verdadero cambio "debe darse en todos los sectores, porque todo influye".

Millones para "limpiar" la contaminación.

El olor a hipoclorito en un baño es sinónimo de limpieza. Es uno de los desinfectantes más potentes pero, para llegar a él, hace falta un riesgoso proceso industrial. El cloro, uno de los componentes de este producto, en estado normal es un gas letal. Si una de las garrafas explota, libera una nube verde muy tóxica. Por eso en Estados Unidos está prohibida la concentración de este producto como una forma de evitar ataques terroristas.

En Uruguay esta no parece ser la principal amenaza. En todo caso la preocupación pasa por el uso de mercurio para conseguir el cloro. El metal se usa para generar el choque eléctrico que separa al cloro gas del sodio metálico. En el cloro que luego se vende no quedan residuos de mercurio, pero sí en el sodio que forma la soda cáustica (usada para jabones y botellas).

Este proceso industrial da una cantidad similar de cloro que de soda. En el caso de Efice, la única fábrica del país en este rubro, el negocio estuvo más centrado en la soda, de la cual obtiene unas 48 toneladas diarias. En cambio, en cloro consigue unas 37 toneladas al día, parte de las cuales van a parar a las plantas de OSE.

Efice ya anunció un proyecto de US$ 300 millones para cambiar el modelo y conseguir el choque eléctrico mediante una membrana sintética. Esta nueva tecnología, amigable con el ambiente, es la misma que implementará Alliance Uruguay. La fábrica que abrirá desde setiembre en el Polo Tecnológico de Pando, y cuya inversión asciende a US$ 8,3 millones, es la tercera de esta franquicia en la región.

Ambos proyectos llevarán a que en pocos años los productos digan "libre de mercurio". En esa situación ingresará España este año, que a pesar de haber sido uno de los mayores explotadores de mercurio, promete eliminar la producción de cloro-soda con mercurio en los próximos meses.

España es uno de los 35 países que, como Uruguay, han ratificado el convenio de Minamata. Pero el caso del país europeo sobresale por esa explotación del metal que es usado en la extracción de oro. Ese problema está afectando a Bolivia, Ecuador y Perú, cuya minería artesanal sigue siendo relevante.

Europa es el que tiene mayor cantidad de celdas de mercurio para uso industrial. Uruguay solo cuenta con los 22 alojamientos de Efice, una empresa centenaria que emplea a 160 trabajadores y donde "jamás se ha detectado un problema por mercurio", dice el gerente Alejandro Infanzón.

De todas formas, con el proyecto millonario se "eliminaría el riesgo potencial", dice el gerente, y se triplicará la producción de cloro y soda.

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Foto: Wikimedia

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