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El virus sobrevive y es muy contagioso

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Desmanes. Entre mil incidentes, los hinchas británicos más violentos causaron tragedias de los estadios Heysel (1985) Hillsborough (1989).

Dos tragedias obligaron a autoridades y clubes británicos a tomar medidas contra los grupos de hinchas organizados y agresivos: hoy el problema está bajo control pero no ha desaparecido totalmente.

LUIS PRATS

Las imágenes de la tragedia del estadio Heysel en Bruselas, cuando antes de la final de la Copa de Europa 1985 el hostigamiento de los hooligans del Liverpool a los hinchas de Juventus provocó una avalancha entre quienes buscaban escapar, causando 39 muertos y 600 heridos, contrastan con las de la actual Premier League, un espectáculo pacífico, caro y distinguido que es la envidia del resto del planeta deportivo.

El punto de quiebre de la situación no fue sin embargo la masacre del Heysel. Durante cuatro años más no se tomaron medidas de fondo, hasta que, en abril de 1989, 96 personas murieron aplastadas contra las vallas de seguridad del estadio de Hillsborough, antes del partido entre Liverpool y Nottingham Forest. El gobierno de Margaret Thatcher ordenó una investigación, que fue realizada por Peter Taylor, alto funcionario judicial —con título nobiliario además: barón Taylor of Gosforth—. Sus conclusiones y sugerencias, conocidas como Informe Taylor, representan hoy la brújula para todos quienes desean acabar con la violencia en el fútbol, aunque esta presenta características propias en cada sitio.

Las medidas adoptadas en el Reino Unido abarcaron reformas en los estadios (eliminación de las localidades de a pie, supresión de los alambrados, mejoras en los accesos para facilitar la evacuación de las gradas, instalación de cámaras para registrar lo que sucede en la tribuna), de procedimiento (prohibición de vender entradas en los estadios el día del partido, prioridad para la venta de abonos por temporada, aplicación del derecho de admisión) y de control del público (confección de un registro de hinchas, reemplazo de los policías por los llamados stewards, civiles debidamente capacitados para manejar grandes grupos dentro de los estadios; especialización de los cuerpos policiales, prohibición de consumo de drogas y alcohol).

Las penas por transgresiones a la ley se endurecieron y se aplicó a los hinchas belicosos la prohibición de concurrir a los partidos por determinado lapso. Incluso se llegó a sancionar a las empresas de transporte que llevaban hooligans y a los locales comerciales por permitir sus reuniones.

Una medida paralela fue el aumento del precio de las entradas, que dejó afuera a los sectores de menores ingresos, de donde provenían por lo general los hooligans. La liga inglesa tiene el fútbol más caro del mundo, con un promedio de 80 dólares la localidad en 2016. Los aficionados se quejaron y realizaron protestas (pacíficas), por lo cual para 2017 se fijó una entrada máxima de 30 libras (38 dólares) para las populares de visitantes.

Un cuarto de siglo más tarde del inicio de la aplicación de esas medidas, la agresividad de muchos hinchas británicos no ha desaparecido, pero sí se mantiene lejos de los estadios. Las autoridades no bajaron la guardia: en la temporada 2015-2016 se produjeron 1.895 arrestos relacionados con el fútbol, un aumento del 1% con relación a la temporada anterior, según cifras oficiales del gobierno británico. Se trata de 4,8 arrestos por cada 100.000 asistentes a los partidos. Además, se dictaron 2.085 órdenes de prohibición de concurrir a los partidos, una disminución del 4%.

Muy cada tanto se registra alguna trifulca en las tribunas. En 2015 hubo una grave pelea entre aficionados del Blackpool y el Leeds, en un partido de segunda división. La barra más temida sigue siendo la del Millwall londinense, que milita en tercera división. Los hooligans continúan con sus desmanes cuando viajan al continente, como ocurrió en la Euro 2016 de Francia, aunque esa vez los hinchas rusos resultaron todavía peores. El virus de la violencia sobrevive y es contagioso.

"El mundo corporativode la Premier requiere aficionados apasionados"

—¿Se resolvió el problema de la violencia en el fútbol inglés con las medidas tomadas después del Informe Taylor o persiste en algunos niveles?

—La historia del mundo nos muestra que algunas personas son violentas y algunas de estas personas son violentas en el fútbol. La situación en Inglaterra desde mediados de los años 60 siempre fue exagerada. Ejemplos de violencia relacionada con el fútbol fueron evidentes en todo el mundo en esa década y las posteriores. El informe Taylor vino en respuesta a una tragedia por la cual fue culpado el hooliganismo pero la historia ha puesto en duda este correlato. El informe anticipó que el fútbol buscaría nuevos ingresos y una nueva audiencia. El dinero para la construcción de nuevos estadios llegó en parte a través de las ganancias de las apuestas del fútbol, por ejemplo. Con los nuevos estadios subieron los precios de las entradas y con ello llegó un público nuevo y más rico. Esto se acompañó con la vigilancia de cámaras de circuito cerrado y más guardias privados profesionales. También con la creación de bases de datos de los hinchas peligrosos y con aspectos de la legislación para controlar a esos hinchas y castigar la transgresión de ciertos estándares de comportamiento. A pesar de todo, el vandalismo sigue siendo evidente en los partidos de fútbol, aunque en una escala menor que hace 25 años. Los desórdenes ocurren generalmente fuera de los estadios.

—¿Ha habido clubes sancionados por las acciones de sus hinchas violentos?

—Existe un reglamento de la FA (Asociación inglesa de Fútbol) y un cargo que puede recaer en los clubes por fallar en el control a los aficionados, pero rara vez se utiliza. Los clubes tienen buenas relaciones con sus respectivas fuerzas policiales y la mayoría de las fuerzas tienen un oficial de enlace dedicado a la tarea de asegurar el orden público alrededor del fútbol en su jurisdicción. Desde la década pasada, los clubes han empleado cada vez más oficiales de enlace para mantener contacto con los aficionados y alentar implícitamente alguna forma de autorregulación. Este es un aspecto poco investigado del tema en este momento.

—¿Los grupos de hooligans tenían algún tipo de relación con las autoridades de sus clubes?

—Los hooligans formaban parte del núcleo duro de las hinchadas y las autoridades de los clubes, si era necesario, los reconocían cuando jugaban en casa o de visitantes. Sin embargo, siento que la relación era históricamente de evasión mutua. Los clubes dejaron los temas de los desórdenes a la policía y al sistema de justicia penal. Advierta que a diferencia de Italia y Sud América, los hooligans no representaban un bloque de votos al que apelaban aquellos directores de clubes que tenían ambiciones políticas. El fútbol y las carreras políticas son cosas separadas en Inglaterra. El hooliganismo en Inglaterra no se refería a las ideologías de izquierda y derecha, sino que se provocaban peleas como forma de entretenimiento, con algunos antecedentes históricos, que grupos de hinchas rivales recreaban dos veces por temporada.

—Además de la renovación de los estadios, ¿qué hicieron los clubes para acabar con la violencia de sus hinchas más agresivos?

—A partir de finales de los 80 los principales clubes buscaron nuevos flujos de ingresos. Estos llegaron en forma de patrocinadores de la camiseta, por atribuir nombres comerciales al estadio y de muchas clases de merchandising y acuerdos con socios comerciales. Esto trajo nociones de imagen de marca y reputación. Si el club lograba estos acuerdos podía obtener más dinero y el dinero suele traer el éxito, que trae más hinchas y más dinero. Esto llevó a los clubes a manejar su estrategia de comunicación como nunca antes.

—¿Qué pasó con la gente que formaba parte de las barras?

—Se hicieron mayores. Algunos ahora son abuelos. Todavía asisten a los partidos y se reúnen para hablar de sus cosas tomando cerveza. Los más jóvenes no los ven como figuras siniestras que se sientan en el fondo y dan consejos. Algunos clubes organizan reuniones en la que participan hinchas antiguos y jóvenes, lo que vendría a ser el equivalente a los encuentros de exalumnos. Pero los puñetazos todavía se lanzan alrededor de partidos de fútbol en Inglaterra. El mundo corporativo de la Premier League requiere aficionados apasionados, lo cual trae otras emociones que van desde lo irrazonable y transgresor a lo furioso y violento. En el fútbol siempre habrá tanto vinagre como lujoso perfume.

"El precio de las entradas exilia a los antiguos hinchas"

"El precio de las entradas en Inglaterra exilia a los antiguos hinchas", afirma el docente universitario, investigador e historiador David Goldblatt. Según explica, la edad promedio de los aficionados en la Premier inglesa aumentó de 22 a 47 años. "Los hombres de 47 no son un problema", comenta. Este es un resumen del análisis del fenómeno de la violencia deportiva que Goldblatt realizó a pedido de Ovación:

"La violencia viene de muchas formas y tamaños en el fútbol y en el resto de la vida social. Como el fútbol tiene una dimensión tan teatral y tan de oposición, constituye un buen escenario para desarrollar formas más antagónicas de rivalidad. Se nutren las actitudes violentas y agresivas, pero éstas se originan en otros lugares. Las condiciones sociales bajo las cuales todas estas fuerzas efectivamente explosivas se expanden y llegan a la violencia, dentro y fuera de los terrenos, varían mucho.

En Gran Bretaña, en los años 60, fue una combinación de multitudes cada vez más reducidas, la ruptura de los mecanismos de autorregulación en las tribunas, el alcohol, la aparición de las subculturas juveniles con una rebeldía más amplia y la ruptura de los sistemas de regulación. Agregue estadios terribles, malas e improductivas respuestas de la policía, y allí tiene usted el problema.

Después del Informe Taylor se añadieron asientos en las tribunas y eso significó un gran cambio, pero fue solo una parte. También influyó la transformación de la policía y los guardias privados. Aunque el costo de los boletos exilia totalmente a los antiguos hinchas. La edad de los hinchas de la Premier League ha pasado de 24 años en 1992 a 47. Los hombres de 47 años no son un problema.

Este sistema sigue funcionando. Las detenciones y los juicios se encuentran en los puntos históricamente más bajos. La cólera de los hinchas ahora está más dirigida contra dueños de los clubes, como ocurrió últimamente en Blackpool (hubo protestas por la mala campaña del equipo, NdeR).

La cuestión al final, para mí, no es tanto preguntarnos por qué suceden estas cosas en el fútbol, sino cómo somos como sociedades, nutriendo a tantos jóvenes que encuentran en la agresión, la violencia, la amenaza y el riesgo una actitud placentera y moralmente aceptable.

En muchas partes del mundo este cóctel ha intervenido en la política o con las pandillas vinculadas a ella: tráfico de drogas, fuerzas de choque pagadas o turbas políticas fueron asumidas por grupos del fútbol con un gusto por la violencia que los atrinchera, protege y normaliza.

Sin embargo, algunos sectores de hinchas también se han aliado con causas progresistas en las luchas políticas. Por ejemplo, con su presencia en las protestas de la plaza Tahrir en Egipto o los fanáticos de la Bundesliga que apoyan a los refugiados que llegan a Europa".

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Desmanes. Entre mil incidentes, los hinchas británicos más violentos causaron tragedias de los estadios Heysel (1985) Hillsborough (1989).

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