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Un campeón del mundo en Cerro

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José Basualdo, el argentino que dirige a Cerro. Foto: Marcelo Bonjour
Marcelo Bonjour

Como director técnico José Basualdo cree en el enganche, en el buen pie y en el juego vertical.

José Basualdo, el nuevo técnico de Cerro, fue un gran jugador. Defendió a Argentina en dos mundiales, Italia 1990 y Estados Unidos 1994, además de haber sido campeón de América y del Mundo en dos oportunidades, con Vélez y Boca. Le gusta que sus equipos jueguen como lo hacía él y es un gran defensor del enganche, de ese jugador distinto.

“El jugador es inteligente. Trato que mis equipos sean verticales, pero con inteligencia. Que tengan fuerza para recuperar la pelota y con jugadores de buen pie. Me gusta el enganche, siempre me gustó el jugador diferente. Estuve con Diego (Maradona), con Ruben Paz, con Román (Riquelme). He estado con grandes números 10 y quizás eso me marcó demasiado. Por eso voy a tratar de jugar 4-3-1-2”, le explicó a Ovación.

Siempre estuvo rodeado de uruguayos, por eso esta experiencia no le resulta extraña. “Mandiyú era una sede uruguaya”, dijo, riendo. Después, ya como técnico en la Universidad de Chile, donde tuvo un pasaje entre Markarian y Pelusso, dirigió a Victorino y a Juan Manuel Olivera. “El jugador de fútbol es humilde y los uruguayos siempre me han demostrado no ser sólo excelentes compañeros, sino grandes amigos. Ahora, cuando llegué, los primeros que me llamaron fueron el ‘Murmullo’ Perdomo, Ruben Paz con quien jugué en Racing, Gabrielito Cedrés, con quien estuve en Boca, el ‘Manteca’ Martínez… Todos pasaron por mi carrera y les estoy agradecido por el apoyo que me están dando”, dijo Basualdo, quien ya había tenido una posibilidad de dirigir en Uruguay que al final no se concretó.

“En Cerro encontré muchas ganas de crecer y un poquito de desorden, en cuanto a acomodar ciertas funciones. Pero encontré una gran predisposición de parte de todos, para creer en el proyecto y para tratar de que esto funcione. También de los técnicos y dirigentes de inferiores. Acá estoy para colaborar y volcar toda mi experiencia dentro del fútbol. Todo se va a ir acomodando, estuve en clubes, en Ecuador y en Perú, donde brillaba el desorden y pudimos salir adelante”.

Basualdo llegó a Cerro con su hijo Juan, de 20 años. Es la primera vez que dirigirá a su hijo. “Se dio de casualidad y es una situación difícil. Igual los dos tenemos los pies sobre la tierra. Se dio la posibilidad y yo estuve de acuerdo porque es una forma de corregirle los errores. Perfeccionarlo y tenerlo cerca. Pero lo trato como a cualquier otro jugador. Hablo con él, como con todos. Es un jugador más y va a tener su oportunidad si lo creo conveniente”, aseguró.

Cuando salió de su Campana natal no soñaba hacer la carrera que luego hizo. “Salí con miedo. Yo la cancha la tenía a cinco cuadras de mi casa y era un lugar donde iba a divertirme con mis amigos. Debuté en Primera División con 16 años, todavía tenía la cabeza puesta en jugar en el barrio. Jugaba los sábados a la tarde, terminaba y me iba corriendo a seguir jugando en los campeonatos de barrio con mis amigos”, relató. “Cuando salí de Campana para ir a Mandiyú, y me subí por primera vez a un avión para Corrientes, toda mi vida cambió. ‘Vas a tener que demostrar todo lo que me dijeron los que te recomendaron’, me dijo el técnico cuando llegué. Y ahí ya me di cuenta que era otra vida, que el entorno había cambiado. La exigencia ya era grande. Me costó, pero salimos campeones y se me abrió el panorama”.

No sólo el panorama, se le abrieron demasiadas puertas juntas. “La posibilidad de la selección, el Stuttgart de Alemania, la Copa América del 89 y en ese momento no estaba preparado. Cuando me dijeron para ir a Alemania, yo con mi mentalidad de chico de pueblo, pensé que si me iba afuera Bilardo no me iba a ver y no me iba a convocar. Quería quedarme en Mandiyú. Después, fue el mismo Bilardo el que me dijo que me fuera, que me iba a venir muy bien. Era previo al Mundial de Italia 90, y me fue excelente. Cambié mi estilo de juego y me adapté a los alemanes. Y me vino muy bien para el Mundial, donde jugué los siete partidos y en distintos puestos. Bilardo me catalogó como un polifuncional. Y seguí creciendo, conocí diferentes lugares, otros idiomas. Cosas que uno lo van madurando”.

De las dos veces que fue campeón del mundo con Vélez y Boca, le resulta muy difícil elegir una. Y las disfrutó por igual. “Las dos fueron importantes. Una porque no la esperaba, con un equipo humilde como Vélez, ganar todo y llegar a jugar contra el mejor Milan y vencerlo categóricamente por 2 a 0. Fue lindo y sorpresivo, algo de lo que capaz que todavía no nos dimos cuenta. Y lo de Boca fue especial porque era al final de mi carrera. Yo ya tenía 38 años y disfrutaba lo que más podía porque sabía que estaba por terminar. ¡Y qué mejor manera de despedirme!”.

Como técnico trabajó en Ecuador, Perú, Colombia, Chile, Bolivia. En todos lados, menos en Argentina. “Estuve en El Porvenir, pero solo para darle una mano a un amigo, no fue algo efectivo. “Trato de pensar que no se dio la oportunidad. Cuando me fueron a buscar yo estaba con un club afuera y cuando no tenía club ya estaba todo ocupado. Le busco esa vuelta, no creo que haya nada oscuro. Sigo esperando la oportunidad mientras tanto sigo trabajando afuera. A uno siempre le gusta dirigir en su país pero si no se da tampoco me quita el sueño”.

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