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Van a la silla eléctrica

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Nosotros nos salvamos de la televisión", me dijo una vez Ramón Barreto, el mejor árbitro del fútbol uruguayo durante décadas. Y tenía razón. Con esa visión que sólo los jueces pueden tener, sabía a lo que se refería.

JOSÉ MASTANDREA

Y eso que las transmisiones televisivas no eran como las de ahora, donde los árbitros pasan a ser "el objetivo" bajo la mira de millones y millones de telespectadores.

No tienen margen de error. Deben comportarse como máquinas, no pueden equivocarse en nada, y si erran por cinco o diez centímetros un offside son juzgados como criminales. Si no pitan un penal que sólo se "ve" después de cuatro o cinco repeticiones, son condenados a la silla eléctrica de los medios sin piedad.

Barreto, uno de los más grandes en el referato mundial, la tenía clara. Porque sabía que le iba a errar, como le pasa a cualquiera, pero también sabía que su error quedaba entre las cuatro paredes del estadio. Era entre él y los jugadores. Y nada más.

Hoy las cámaras no perdonan. Los árbitros están en la mira. Y si antes no tenían hinchas, hoy son "personas no gratas" después de cada partido. No es justo.

Desde el Arco

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