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El otro Acevedo: Alejandro, componedor

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Alejandro Acevedo. Foto: Ariel Colmegna

El técnico alterno de Defensor Sporting tiene el fútbol en los genes y en el alma, como su hermano.

L os Acevedo son diez hermanos. Cinco varones y cinco mujeres. Eduardo es el tercero y Alejandro el séptimo y el primero que nació en la casa de Gestido y Brito del Pino. Son hijos de un exjugador que pasó por Peñarol, Danubio y Wanderers, pero que dejó joven para poner un negocio. Ser tantos en casa los marcó para siempre. Por algo ser solidario y tratar de unir y ayudar, es principio básico para Alejandro.

En el año 75 la economía de la casa cambió. falleció un tío y hubo que vender el almacén al por mayor. Su madre salió a trabajar al igual que los hermanos mayores. Alejandro tenía 10 años y se ocupaba de cuidar a los más chicos. "Pasamos momentos complicados, pero todos salimos adelante. Me tocó aprender a cocinar y cuidar a los tres hermanos más chicos. Iba a Rivera, a tomar el ómnibus, con Sabrina, Reinaldo y Virginia, de la mano".

Los Acevedo son un clan. Ser tantos en la familia, tuvo cosas buenas y de las otras. "Por ejemplo, nunca te peleas con el mismo hermano, los vas rotando. No te queda rencor con ninguno. Y lo malo es que nunca tenés un día de paz. Y siempre había un problema antes que el tuyo y tenías que esperar el turno. Y obvio que siempre te tocaba la ropa de los más grandes. Nunca te preocupabas por vos mismo", contó Alejandro. "Hasta hoy somos muy unidos. De repente muy autocríticos entre nosotros, pero con los de afuera siempre nos defendemos.

No son muchos los que recuerdan al Alejandro futbolista. Jugaba de número 5 o de zaguero. "Dicen que era bueno. Era muy metedor y bueno técnicamente, pero no rápido. Eduardo era velocista y yo fondista. Corría y hablaba mucho dentro de la cancha. Mi mejor momento fue cuando el "Tato" Ortiz me llevó a El Tanque en el año 90. Hicimos un grupo bárbaro y fuimos campeones", contó sobre sus épocas de cortos donde pasó por Defensor, Uruguay Montevideo, Nacional de Minas, El Tanque, Rampla y Fénix.

Con los Acevedo se cumple el dicho de que el hermano jugaba mejor. Reinaldo, uno de los menores, es el más técnico de todos. "Es delantero y el más parecido a mi padre. Pasó por las juveniles de Defensor, pero no le gustaba entrenar. Matías (Cabrera), que es hijo de mi hermana, tiene muchas cosas de mi padre y de Reinaldo".

Eduardo y Alejandro jugaron juntos en Fénix en 1993, cuando el primero recién había regresado de jugar en el Toshiba de Japón. A los 28 años y con el curso de técnico hecho, Alejandro se retiró. Y tres años después arrancaron juntos a entrenar a Sud América. Luego dirigieron la selección de la B durante dos años. Y se reencontraron en el 99 en Deportivo Maldonado. Siguieron juntos hasta hoy. Pasaron por varios equipos mexicanos, Cerro, Nacional, Danubio y Banfield de Argentina.

"Siempre hablábamos de fútbol y Eduardo me decía que me preparara porque quería que trabajara con él. El fútbol es la pasión de los dos. Y siempre nos gustó escuchar a la gente mayor, acá en Defensor tuvimos al profesor De León y a Julio Pérez, que era su ayudante. Las charlas con él eran fabulosas, sus palabras eran de sabio", relató.

Trabajar con un hermano no siempre resulta fácil, tampoco para los Acevedo. "Eduardo es un poco obsesivo con el trabajo, tiene que salir todo perfecto. No le gusta cuando algo no está en su lugar. Y a veces, la confianza de hermano te lleva a tener más discusiones. Lo que aguanta Alejandro, dicen a veces los jugadores. Tenemos una relación muy especial, pero muy buena. No tenemos filtros y lo mismo pasa con OJ, que es como otro hermano para nosotros. Tenemos un cuerpo técnico muy bueno. Yo creo en la gente que cuando hay un problema trata de unir. Lo más importante del ser humano es ser solidario y tratar de ayudar", afirmó.

Como suele suceder con los ayudantes, Alejandro es el que está más cerca de los jugadores. Pero no significa que no marque las cosas cuando uno de ellos se está equivocando. "Cuando uno se descarrila hay que decírselo en la cara. Y en esas cosas influye mucho la familia de los futbolistas. Muchas veces me tocó hablarles y lo toman bien. Yo no pacto con ellos cuando entran a la cancha. En cada práctica y en cada partido tienen que dar lo máximo, todo lo demás, lo comprendo. Si tiene un problema familiar, por ejemplo, soy el primero en ir a la casa".

No es la primera vez que le proponen irse a trabajar solo, ser el primer entrenador de un equipo, pero nunca aceptó. Se siente cómodo con su hermano. "Me siento bien con Eduardo, aunque discutimos y chocamos mucho. Pero te escucha y eso es muy importante. Trabajé en la selección Sub 17 y Sub 20 de la B solo, me fue bien y de ahí salieron jugares muy buenos. No descarto dirigir solo, pero en este momento no. Yo siento que lo protejo mucho a Eduardo, nos protegemos mutuamente y nos cuidamos las espaldas. En Banfield no la pasamos bien, vivimos cosas muy fuertes, pero la hinchada nos adora porque sabe que dimos el máximo".

ARBITROS. A propósito de esa protección, Eduardo ha dicho públicamente, que muchos de los problemas que Alejandro tuvo últimamente con los árbitros fueron para cuidarlo a él. "Para los que no me conocen se me puede haber hecho mala fama, pero con los que me conocen, no. Siempre he sido solidario con los jueces porque sé que están en minoría y me revelan las injusticias", dijo Alejandro.

"Fue un año complicado con los árbitros. Y conste que yo creo que el árbitro uruguayo es muy trabajador y creo en su honestidad. A mí no me gusta exponerme, en 21 años como técnico me echaron cuatro veces, y tres de ellas fueron este año. Yo siempre he tratado de ser solidario con los jueces, porque sé la forma en que trabajan. Recién ahora han podido mejorar sus condiciones y entrenan en la cancha de Bella Vista. Siempre digo que a los árbitros hay que ayudarlos porque no es fácil para ellos. Pero este año se dieron cosas particulares. En el partido frente a Cerro hubo tres penales muy claros y no cobraron ninguno. Nunca me había pasado. Me echaron mal en ese partido", aseguró.

"Me gustaría sentarme a tomar un café con Yimmi Álvarez. No sé por qué en los últimos tiempos hemos tenido tantas diferencias. Sin embargo, todos me hablan muy bien de él", dijo sobre el cuarto árbitro que lo expulsó en el partido con Peñarol. "Me echó perfecto Álvarez porque salí de la zona. Es verdad que voló un zapato mío, pero no fue adrede. Cuando le anulan el gol a Zunino, quise patear una botella de agua y le erré. Voló el zapato. Nunca uso mocasines en la cancha y ese día tenía mocasines. Fue bronca, no fue contra el juez". Y pasó a contar por qué fue a increpar al línea.

"Yo veía que Rojas estaba como sacado. Y no tengo ningún problema con Rojas. Cuando el cuarto árbitro me echó pensé que perdíamos y el Profe De León siempre decía que si no podes ganar, no hay que perder. Y faltaba mucho. Entonces fui a decirle al línea que estaba pasando algo grave por el impulso de la gente de Peñarol. Le dije que se había equivocado con Zunino, que estaba habilitado como un metro y que prestara atención en lo que quedaba. No le falté el respeto. La hinchada de Peñarol no me tiró nada ni yo le hice ningún ademán. Me arrepiento de haber entrado a la cancha, pero no lo hice para agredir, todo lo contrario. Y capaz que no tendría que haber ido a hablar con Sebastiani. Y los jugadores nos pedían que protestáramos. Lo que yo quería era parar el partido. Y sirvió porque los jugadores de Peñarol bajaron la energía", reconoció. "Ese día después del partido le dije a los jugadores que si no habíamos perdido ese partido, no perdíamos más."

Increíble - El día en que se equivocó y alentó al rival.

Alejandro es de alentar mucho a los jugadores. En el primer campeonato que dirigieron a Defensor Sporting, en el partido frente a Cerro pasó algo increible. Estaba Lucas Hernández, el entonces lateral izquierdo albiceleste por su costado. "¡Lucas, vamo arriba! ¡Dale cerrá!", le gritó y estaba alentando al contrario. "Lucas me miró y se rió. Es que yo estaba acostumbrado a tenerlo en Cerro y además, le vi la cara y necesitaba una voz de aliento", contó Alejandro.

El amor - Le llegó cuando la familia ya no lo esperaba.

Conoció a su esposa Laura en un campamento en Aguas Dulces. Él tenía 26 y ella 18. "Había tenido tres novias de años, pero ya no me casaba más, iba derecho a ser soltero. En mi casa me miraban porque todos se casaron muy jóvenes y yo cuando ya nadie lo esperaba", contó.

En la familia de Laura eran todos profesionales; su padre, un cirujano pediatra grado 5 y no le gustó nada que la nena llevara a un jugador de fútbol a su casa. "Al principio no la pasé bien, hoy me adoran", añadió. Alejandro y Laura tienen tres hijos: Joaquín, Victoria y Felipe.

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Alejandro Acevedo. Foto: Ariel Colmegna

HISTORIASSILVIA PÉREZ

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