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Wimpi y el tipo de hoy

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Hace hoy 60 años moría Arthur N. García, nuestro Wimpi. Como Larra o Chesterton, jamás redujo lo humano a un amontonamiento de datos y encuestas. Al contrario: captó íntegro a “el tipo”. Sus libretos hicieron reír. Sus reflexiones hicieron filosofar. Campero o ciudadano, supo fijar valores y conceptos. Jamás contagió palabrotas.

Hace hoy 60 años moría Arthur N. García, nuestro Wimpi. Como Larra o Chesterton, jamás redujo lo humano a un amontonamiento de datos y encuestas. Al contrario: captó íntegro a “el tipo”. Sus libretos hicieron reír. Sus reflexiones hicieron filosofar. Campero o ciudadano, supo fijar valores y conceptos. Jamás contagió palabrotas.

El tipo de hoy no es el que Wimpi observó en los años 30 desde El Imparcial, y en los 40 y 50 en la Carve, el Plata y El País.

Aquel sufría las ansiedades de la privacidad y la libertad. Educaba a los hijos con docentes respetados que los impulsaban a distinguirse por sus talentos y virtudes. La “ambición y angustia de la adolescencia” se resolvía sin pasta base, ni justificación psico-social de las responsabilidades personales.

El tipo actual tiene la intimidad invadida y la libertad espiada. A pretexto de cuidarlo, lo filman. Por mejorar el servicio, le graban la llamada. Le imponen cinturón de seguridad y alcohol cero. Se lo hace hablar con máquinas. Los servicios todo lo impersonalizan, mientras fingen sonreír en la “atención personalizada”.

El tipo que reflejaba Wimpi tenía una ternura comprensiva ante la imperfección ajena y propia. Desde esa actitud, el Uruguay a diario obedecía la regla latino-francesa Castigat ridendo mores: castiga las costumbres, riéndote. Y en el reverso de esa sensibilidad cultivada, el duelo en común unificaba a la familia y a la ciudadanía.

El tipo de hoy, en cambio, pasa de largo ante el otro. Abrevia hasta los velatorios. No se detiene en el yo ajeno. Tampoco en el propio. No se da tiempo para reír jugueteando con semejanzas ni para llorar las atrocidades nuestras de cada día. Un Estado supuestamente socialista, enancado en un capitalismo supuestamente liberal, le arrebata lonjas a la persona que, reducida a número PIN, se jibariza para adaptarse.

Pero la adaptación pasiva es lo contrario del hombre. Wimpi lo enseñó luminosamente. Cedámosle nuestra columna.

“Había hace mil millones de años, una colonia de gusanos cuyos individuos estaban adaptados a su medio. Podían considerar asegurados su mantenimiento y su conservación. La adaptación, empero, no bastó para auspiciar mejoramiento alguno en las formas de vida.

“La evolución, antes bien -‘inestabilidad creadora’- fue el criterio que inauguró la libertad sobre la Tierra; que permitió avanzar al pequeño latido elemental de la primera vida, a través de una espesura de monstruos, para que viniera a cobijarse en el corazón que ahora lleva en su pecho la Criatura del Destino.

“Aferrados al medio, los adaptados fueron quedando atrás. Por fortuna, en aquella colonia reptante apareció un gusano rebelde. Se sintió incómodo en el sitio que a los otros les satisfacía, y se apartó de ellos. Sin duda habría querido que lo siguieran. Pero lo dejaron solo. Era el gusano loco.

“De él -fundador de la libertad sobre la Tierra- se valió la Naturaleza para culminar su obra en la gracia del sentimiento y el milagro de la idea. ¡Loor al gusano loco! Como la rosa está, ya, dentro de la semilla, dentro de él se preparaba una aurora de Franciscos, Leonardos, Galileos y Colones”.

¡Y es en ese camino de libertad creadora que hoy, 2016, los incómodos y rebeldes estamos llamados a impulsar el Risorgimento cultural que necesitan, a la vez, el tipo y la República!

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Leonardo Guzmán

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