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La vuelta de la gran potencia

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A comienzos de junio participé en Macao, China, de un encuentro académico y empresarial sobre la Iniciativa One Belt One Road (OBOR en sus siglas en inglés). La OBOR, una iniciativa lanzada en 2013 por el presidente Xi Jinping,consiste en la creación de ejes de infraestructura terrestre y marítima de Asia hacia el Mediterráneo, recreando las antiguas rutas comerciales que constituían la Ruta de la Seda.

A comienzos de junio participé en Macao, China, de un encuentro académico y empresarial sobre la Iniciativa One Belt One Road (OBOR en sus siglas en inglés). La OBOR, una iniciativa lanzada en 2013 por el presidente Xi Jinping,consiste en la creación de ejes de infraestructura terrestre y marítima de Asia hacia el Mediterráneo, recreando las antiguas rutas comerciales que constituían la Ruta de la Seda.

La OBOR está compuesta por dos vertientes distintas: el Cinturón Económico de la Ruta de la Seda (Belt), corredor terrestre que establece una conexión de infraestructura entre China, Asia Central y Europa; y la Ruta de la Seda Marítima (Road), que conecta China, Sudeste Asiático, Oriente Medio y Europa por la vía marítima.

Se trata de un proyecto bastante ambicioso que abarca cerca del 65 por ciento de la población mundial, cerca de un tercio del PIB global y casi un cuarto de todos los bienes y servicios mundiales.

Es importante destacar que, más allá de las consideraciones de estrategia geopolítica, la “One Belt” estaría generando beneficios para la economía china y a su comercio exterior. De acuer- do con un informe de la Universidad Renmin (RDCY, en su sigla en inglés), en- tre junio de 2013 y julio de 2016 China comercializó bienes con países situados en la ruta inicial de la OBOR por un valor de US$ 3,1 billones, lo que representa el 26% del volumen de su comercio en aquel período. Además, hasta junio de 2016 las empresas chinas firmaron contratos por un valor de US$ 9,41 mil millones con países integrantes de la iniciativa (un crecimiento de 33,5% comparado con 2015).

Se estima que las inversiones totales de ese ambicioso programa entre 2016 y 2021 estarán en los US$ 5 billones. La OBOR contará con dos mecanismos principales de financiación: el Banco de Inversiones en Infraestructura de Asia (AIIB) -que inició sus actividades en diciembre de 2015, con un capital de US$ 100 mil millones- y el Fondo de la Ruta de la Seda, anunciado a fines de 2014, con un capital integrado de US$ 40 mil millones. Con relación al flujo de inversión de China en países de la “One Belt, One Road”, según se informa, entre junio de 2013 y junio de 2016, la inversión externa directa china en la región fue de US$ 51,1 mil millones (12% del IED chino total en el mismo período). De acuerdo con datos del Ministerio de Comercio de China (Mofcom) sobre el flujo de inversión directa de China para el año 2015, los países incluidos en la OBOR recibieron US$ 18,9 mil millones y cuentan con stock de IED chino de US$ 115,5 mil millones. La lista completa de proyectos concluidos o en curso no está disponible y son escasos los datos sobre las condiciones de financiación y los valores precisos de las inversiones realizadas por estatales y fondos chinos en los proyectos de la OBOR.

La OBOR es una de las principales prioridades de la diplomacia china y forma parte de la estructura institucional de la proyección de China como potencia global en el siglo XXI. La emergencia de China en nuestros días es un hecho. Pero es correcta la percepción de que China retoma su papel en el mundo, como ocurrió hasta el siglo 18. Con la iniciativa OBOR, China pasa a sustituir a los países occidentales en la propuesta de proyectos de gran porte y de visión de futuro.

La realización de la cúpula multilateral sobre la OBOR en Pekín, en mayo pasado, que contó con la presencia de más de 20 jefes de Estado, incluyendo los presidentes de Argentina y Chi- le, fue un ejemplo de “soft power” para la diploma- cia china.

El Cinturón económico es parte de la acción de mayor penetración y la proyección de China en Asia y en otros continentes. Pekín se propone como posición central en una especie de nueva arquitectura económica regional encabezada por China, principal proveedor de recursos y de empleos en regiones con elevada demanda por infraestructura y con mano de obra joven en búsqueda de trabajo.

La proyección de influencia global deberá extender-se a los sectores cultural, educativo y hasta de cooperación en el área espacial. Los servicios ofrecidos por los satélites chinos serían parte de un “corredor de información espacial” de la OBOR, a ser constituido en los próximos cinco años. La red Beidou, actualmente con 14 satélites en operación, deberá contar con 35 hasta fines de esta déca- da, según el gobierno chino, con un costo de US$ 25 mil millones.

Es temprano para afirmar si OBOR se transformará en un marco significativo en la historia económica global. A nivel microeconómico, las firmas chinas se van a confrontar con una serie de riesgos cuando se piensa en términos de proyectos.

Esos riesgos pueden incluir barreras diplomáticas y regulatorias, incomprensiones culturales y una miríada de diferentes sistemas legales que tendrán que ser enfrentados.

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Rubens Barbosa

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