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Universidad o universidades

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El oficialismo está impulsando la creación de una Universidad de la Educación como si esa fuera la única manera de dar rango universitario a la formación docente. Ese supuesto es falso, lo que tiene el efecto de reducir artificialmente la cantidad de opciones entre las que podríamos elegir. Pero aún suponiendo que uno prefiera el discutible modelo de la universidad pedagógica, la modalidad específica que se está proponiendo es demasiado problemática.

El oficialismo está impulsando la creación de una Universidad de la Educación como si esa fuera la única manera de dar rango universitario a la formación docente. Ese supuesto es falso, lo que tiene el efecto de reducir artificialmente la cantidad de opciones entre las que podríamos elegir. Pero aún suponiendo que uno prefiera el discutible modelo de la universidad pedagógica, la modalidad específica que se está proponiendo es demasiado problemática.

En esencia, lo que plantea el oficialismo es reunir los 22 centros de formación docente que existen en el país, los 6 CERP que están funcionando en otros tantos departamentos, el Instituto de Profesores Artigas (IPA), el Instituto de Perfeccionamiento y Estudios Superiores (IPES) y varias entidades más, para convertir a ese conjunto en una única universidad.

La tarea luce muy difícil, debido a la heterogeneidad que existe en ese mundo y al hecho de que ninguna de esas organizaciones tiene hoy carácter universitario (de manera muy típica, ni siquiera se considera la posibilidad de acercar a la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de la República).

Convertir a ese conjunto de instituciones en una universidad genuina es una tarea titánica. Y aún si lo lográramos, enseguida nos veríamos enfrentados a un desafío mayor: cómo conseguir que varias decenas de centros distribuidos en el país ejecuten los mismos programas de enseñanza e investigación con estándares de calidad académica equivalentes. Este es un reto difícil en cualquier parte del mundo y lo es de manera especial en Uruguay, donde carecemos de toda experiencia. Ninguna de las universidades públicas o privadas que funcionan en el país se ha animado nunca a intentar nada semejante.

Y luego está el problema de cómo dirigir a ese monstruo, tomando decisiones que involucren al conjunto de sus unidades. Vista nuestra historia educativa y la desigual distribución de docentes, estudiantes y recursos, es muy probable que todo termine en un gran ejercicio de centralismo montevideano.

Ante tantas dificultades, surge una pregunta que el oficialismo no se ha hecho: ¿por qué proponerse crear una sola universidad de la educación? ¿Por qué no crear, por ejemplo, cuatro universidades dotadas de perfiles y modalidades de funcionamiento específicas, una sola de las cuales esté ubicada en Montevideo? De este modo generaríamos instituciones más manejables y más capaces de articular con las comunidades locales, al tiempo que crearíamos las condiciones para el surgimiento de una diversidad de propuestas y estilos pedagógicos que estamos necesitando desesperadamente.

La idea de crear cuatro (o más, o menos) “universidades de la educación” enfrenta sus propios problemas, el primero de los cuales es que seguiríamos apostando al poco recomendable modelo de la universidad pedagógica. Pero, dado que el oficialismo no parece tener dudas sobre este punto, es curioso que ni siquiera se haya planteado esa posibilidad como hipótesis de trabajo.

Los que están manejando este asunto están obsesionados con una única idea. Y la sensación que queda es que se abrazaron a ella porque es la que implica introducir menos cambios en el mundo de la formación docente tal como existe hoy. Se trata de una actitud defensiva y conservadora, que no le hace ningún bien al país. Falta audacia y faltan ideas.

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Pablo Da Silveira

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