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Turistas y planchas

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Es sabido que la rambla del puerto de Punta del Este es una de las zonas más cotizadas del balneario. Allí se encuentran edificios de apartamentos cuyos dueños pagaron mucha plata para disfrutar del privilegiado paisaje que regala la bahía de Maldonado. En su mayoría son propiedades de lujo y también como tales se alquilan cada temporada. Por el público que puede acceder a ellas, no están supeditadas a los vaivenes económicos de la región y al humor del gobierno argentino. La zona toda es además uno de los principales reductos gastronómicos de la Península y el paseo preferido de turistas extranjeros y veraneantes uruguayos. También es el placentero y obligatorio pasaje de los que llegan en los cruceros. Para estos turistas, constituye la carta de presentación de Punta del Este, la primera imagen que reciben y que —por lo general— es la que marca el recuerdo del lugar visitado.

Es sabido que la rambla del puerto de Punta del Este es una de las zonas más cotizadas del balneario. Allí se encuentran edificios de apartamentos cuyos dueños pagaron mucha plata para disfrutar del privilegiado paisaje que regala la bahía de Maldonado. En su mayoría son propiedades de lujo y también como tales se alquilan cada temporada. Por el público que puede acceder a ellas, no están supeditadas a los vaivenes económicos de la región y al humor del gobierno argentino. La zona toda es además uno de los principales reductos gastronómicos de la Península y el paseo preferido de turistas extranjeros y veraneantes uruguayos. También es el placentero y obligatorio pasaje de los que llegan en los cruceros. Para estos turistas, constituye la carta de presentación de Punta del Este, la primera imagen que reciben y que —por lo general— es la que marca el recuerdo del lugar visitado.

Toda esta parte de la costa es transitada a cualquier hora por gente caminando y automovilistas. De mañana son los que salen a correr o hacer caminatas deportivas y los que bajan a desayunar en las confiterías que tienen terrazas en la misma Rambla, los que se apoderan del paseo. No tengo idea cuántas personas trabajan en estos comercios, ni tampoco la mano de obra que emplean los edificios de la zona, pero seguro que son muchos cientos.

El paisaje se transforma por las noches. A los turistas que salen a pasear o cenar, se le suman grupos de adolescentes locales que, con sus motos, se instalan en medio de las veredas a escuchar cumbia villera y a tomar alcohol hasta quedar tirados por la borrachera. Nadie me lo contó, lo comprobé personalmente el martes pasado, cuando con un matrimonio amigo de periodistas (él finlandés y ella española), caminamos sobre las 22 horas desde el comienzo hasta el final de esta parte de la Rambla.

Fueron tres los grupos de muchachos y chicas que con gesto y actitud desafiante entorpecían, en diferentes tramos el normal andar de los paseantes. Era evidente que estaban alcoholizados, no ocultaban los bidones de agua mineral de cinco litros a medio llenar con vino. Tampoco tenían pudor en mostrarse consumiendo porros. No eran pocos los turistas que se sorprendían por las escenas patéticas que estos jóvenes protagonizaban. Y ante la pregunta de mi colega finlandés, si esto era consecuencia de la ley que legalizó la marihuana, respondí que no; que era el resultado del quiebre social registrado en el Uruguay durante la crisis económica del 2002 y que —pese a la bonanza económica de la última década— el gobierno del presidente Mujica había profundizado. A estos jóvenes se les llama planchas o también Ni-Ni y les expliqué el significado de los términos.

De nada han servido las quejas de los vecinos. La ley de vagancia data de 1941 y fue reflotada en 2009 por la jueza de Maldonado Adriana Graziuso, quien recibió el aplauso de comerciantes y personas de la zona, sabedoras de lo que buscan los turistas que vienen a Punta del Este. Pero Graziuso fue trasladada hace dos años y desde entonces la norma cayó nuevamente en desuso. Subsisten hoy algunos sectores de la izquierda que ven con recelo y hasta desprecio a Punta del Este.

Desconocen que en la cadena de playas que se extiende desde Portezuelo a José Ignacio se genera el 60% de los ingresos por turismo y que de él vive el 80% de la población del departamento de Maldonado. ¿Será posible que unos pocos cientos de jóvenes condenen a la ruina a una de las fuentes de trabajo y de ingresos más importante del Uruguay?

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Diego Fischer

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