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Trump descuida la región

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Es hora de que el presidente Trump le preste un poco de atención a América latina: hasta Venezuela, un país en bancarrota, ha sido más rápida y generosa que Estados Unidos durante la tragedia que está azotando a Perú -un aliado de Estados Unidos- en las últimas semanas.

Es hora de que el presidente Trump le preste un poco de atención a América latina: hasta Venezuela, un país en bancarrota, ha sido más rápida y generosa que Estados Unidos durante la tragedia que está azotando a Perú -un aliado de Estados Unidos- en las últimas semanas.

Me costó creerlo cuando leí un artículo en el periódico El Comercio, de Perú, en el que se listaba a los presidentes extranjeros que habían expresado su solidaridad con el país por las inundaciones del fenómeno de El Niño, que ya han causado al menos 75 muertes y han dejado a más de 100.000 personas sin hogar.

Los presidentes de España, Venezuela, Colombia, Bolivia, Chile, Argentina, Paraguay, Nicaragua, Honduras y Panamá, entre otros, llamaron al presidente peruano Pedro Pablo Kuczynski o anunciaron ayuda humanitaria. Pero Estados Unidos no estaba en la lista.

Cuando llamé a un asesor de Kuczynski para preguntarle si el artículo había omitido mencionar a Estados Unidos por error, me dijo que aún no había una declaración oficial de Washington ni un anuncio de ayuda estadounidense.

El embajador de Estados Unidos en Perú había llamado para ofrecer ayuda, lo que resultó en el traslado, el 22 de marzo, de 10 helicópteros antidrogas estadounidenses de la zona de Huallaga, en el centro de Perú, a la zona inundada en la costa norte, me dijo el funcionario peruano. Pero eso era todo.

Cuatro días antes, el régimen autoritario de Venezuela -que se encontraba en medio de una disputa diplomática con Perú por los reclamos de Kuczynski de que se permitan elecciones libres- anunció el envío de un avión militar con 100.000 cajas de comida y equipo de rescate.

Kuczynski respondió que la ayuda de Venezuela era “obviamente bienvenida”.

Casi al mismo tiempo, Colombia envió cuatro helicópteros con 30 toneladas de ayuda humanitaria; Chile envió 18 toneladas de artículos de emergencia, y Brasil, un C-130 Hércules de transporte. Al momento de redactar estas lineas, cinco días después de estos puentes aéreos, Estados Unidos todavía no había anunciado un paquete de ayuda.

Para ser justos, un presidente de los Estados Unidos tiene que pasar por más controles que un dictador venezolano para aprobar gastos especiales. Y también es cierto que el gobierno de Donald Trump tiene solo dos meses de vida y que el Departamento de Estado está pasando por un momento difícil.

Trump ha solicitado un recorte del 29% en los fondos para el Departamento de Estado, incluyendo recortes sin precedentes en ayuda exterior. Y el secretario de Estado Rex Tillerson todavía no ha nombrado a varios funcionarios, incluyendo al encargado de Asuntos Latinoamericanos.

Sin embargo, hay razones para preocuparse de que Estados Unidos se aleje de sus amigos y fortalezca a sus adversarios en la región.

Trump ya ha ordenado la retirada estadounidense del Acuerdo Transpacífico, o TPP, que incluye a varios países latinoamericanos. Además, promete renegociar el tratado de libre comercio con México y Canadá, y examinar los acuerdos comerciales con América central, Chile y Perú.

La semana pasada, por primera vez en por lo menos 20 años, Estados Unidos no se presentó ante la respetada Comisión Interamericana de Derechos Humanos, que examina- ba cuestiones de inmigración, con lo que les dio una victoria propagandística a Cuba y a otros regímenes autoritarios de la región que a menudo boicotean las audiencias de la Comisión.

Una semana antes, el 15 de marzo, Estados Unidos había sido invitado, pero declinó participar, de una reunión ministerial de los otros 11 países del TPP, en Chile, para discutir posibles nuevos acuerdos. China, que no formaba parte del acuerdo original del TPP, mandó un enviado presidencial a la reunión.

Mi opinión: ningún presidente de Estados Unidos en los últimos tiempos le ha prestado mucha atención a América latina, pero pareciera que la nueva administración ni siquiera pretende aparentar tener interés en la región.

La ausencia de un envío de ayuda o siquiera una declaración de apoyo moral para el presidente peruano -un exbanquero de Wall Street que visitó a Trump en la Casa Blanca el 24 de febrero- es preocupante.

Puede que se deba a la indiferencia, la arrogancia o la inexperiencia, pero ciertamente no es algo que vaya a ayudar a Estados Unidos.

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Andrés Oppenheimer

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