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Sindicalistas, vivienda ¿y?

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Desde que el mundo histórico occidental hacia el siglo XV se acreció por múltiples factores, fundamentalmente el descubrimiento de nuevos territorios, comunicación entre civilizaciones y sociedades que estaban aisladas unas de otras, expansión colonial de las potencias europeas y apropiación de territorios, pueblos y riquezas (especialmente materias primas y metales preciosos) la economía cambió al descubrirse en Inglaterra la máquina de vapor, que trajo el desarrollo del maquinismo.

Desde que el mundo histórico occidental hacia el siglo XV se acreció por múltiples factores, fundamentalmente el descubrimiento de nuevos territorios, comunicación entre civilizaciones y sociedades que estaban aisladas unas de otras, expansión colonial de las potencias europeas y apropiación de territorios, pueblos y riquezas (especialmente materias primas y metales preciosos) la economía cambió al descubrirse en Inglaterra la máquina de vapor, que trajo el desarrollo del maquinismo.

Que produjo en Europa la revolución industrial y se vio a la economía esencialmente feudal, vivir grandes migraciones poblacionales del campo a las ciudades convocadas por el trabajo en fábricas que iban levantándose a impulsos de nuevas tecnologías. La acumulación de riqueza y las nuevas realidades pusieron en marcha en lo económico al capitalismo fundado esencialmente en la propiedad privada de los medios de producción, la libre empresa, la libertad de la circulación de bienes y el surgimiento de instituciones comerciales tales como las compañías de seguros, las casas de cambio, las sociedades anónimas y los bancos. Todo lo cual desarrolló un nuevo orden económico y social.

Hay citas célebres llamando a los trabajadores, sometidos a duras condiciones de vida, a unirse en una lucha de clases contra el capital —Marx y Bakunin— y también otras como la encíclica Rerum Novarum del Papa León XIII, hacia fines del 1800, pregonando que la empresa debía ser una comunidad de vida en la que las relaciones de trabajo deberían desarrollarse en un marco armónico buscando el bien común de los empleadores y sus dependientes.

De la temprana industrialización hasta nuestros días las relaciones de trabajo se han visto, ven y verán conmovidas por nuevas realidades y hoy, casi puede decirse que vivimos en una revolución tecnológica y un cambio de realidades humanas y económicas permanente. De todo esto surgieron dos capitalismos, con muchas manifestaciones intermedias. El uno desrregulado basado en el respeto de la propiedad privada y los contratos, innovador en ciencia y tecnología, y el otro, el socialista, única realización socialista que quiso parecerse a la utopía matriz, en el que los medios de producción son del Estado —de la “nomenklatura” gobernante— que se apropia de la vida y haciendas de los súbditos y se reserva para sí, disfrutar de los bienes y servicios que ineficientemente la sociedad produce.

Todos saben que lo último implosionó, se cayó como un castillo de naipes, no obstante lo cual hay necios, impedidos de ver lo obvio, que en 2014 se dicen… ¡comunistas!

Y, en países como el nuestro a pesar de su volumen de convocatoria minoritario tienen mascarones de proa, caso del rico empresario Tabaré Vázquez, o el “acorbatado” Astori y sus muchachos, que ponen la cara ante la opinión pública incauta para facilitar la sobrevivencia de este resabio de la antigüedad política, facilitándole hacer lo que quieran a fin de arruinar al país. Con iniciativas tales como lo que ya es otro escándalo público, ganadas por denuncias penales por estafa. Se refiere al negocio, impulsado fundamentalmente por comunistas, y “vivos”, que iniciaron una cadena de negocios de edificación de viviendas como promotores privados, que tomaron dinero de gente pobre, bajo la promesa de negocios futuros de construcción, recibiendo —además— cheques que se descontaron y esfumaron con prestamistas privados. Urge el esclarecimiento judicial de los hechos. Lo que ya se sabe es socialmente muy grave.

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Ricardo Reilly Salaverri

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