Publicidad

¿Señales positivas?

Compartir esta noticia

Hubo un par de hechos en 2016 que por un instante parecieron marcar un cambio en el país, vinculado a su sensibilidad social y política y a su espíritu cívico. Quisiera no estar equivocado, pero ciertas cosas que habían dejado de tener valor durante un tiempo, por un momento volvieron a ser importantes.

Hubo un par de hechos en 2016 que por un instante parecieron marcar un cambio en el país, vinculado a su sensibilidad social y política y a su espíritu cívico. Quisiera no estar equivocado, pero ciertas cosas que habían dejado de tener valor durante un tiempo, por un momento volvieron a ser importantes.

Una de ellos fue la reacción popular ante la devastadora turbonada que golpeó a Dolores. Hubo ante ella una inmediata solidaridad, simpatía y comprensión. Mucha gente se dirigió a las organizaciones especializadas para hacer sus donaciones o en forma personal se encargó de acercar la ayuda necesaria. Ante un golpe tan duro que dañó a un grupo de uruguayos, todos los demás reaccionaron. Lo hicieron por sí mismos, por iniciativa propia, no a la cola de lo que el Estado proponía.

También hubo una reacción ya no tanto en lo social, como fue el caso de Dolores, pero sí en lo cívico, que se percibió con el fuerte impacto que provocó la muerte de Jorge Batlle. Muchos uruguayos, más allá de sus posturas, se involucraron en forma directa o a través de los medios, con sus exequias.

Uruguay mostró que la muerte de uno de sus grandes líderes políticos, de esos que marcaron una época, que fueron controvertidos, admirados, denostados, queridos y odiados, todo a la misma vez, era capaz de conmover al país.

Y al hacerlo, demostró que estaba dejando atrás un largo período de letargo y volvía a comprometerse con actitudes cívicas que son claves para la vida democrática.

La reacción ante la muerte de Batlle, abarcó a mucho más que sus seguidores. Afectó a colorados, pero también a blancos y frentistas que entendieron que al darle importancia al ceremonial de despedida, estaban valorando una historia, una biografía y una forma de hacer política que no era patrimonio de nadie, sino algo que se fue arraigando en el país, pese a que en los últimos años pareció desdibujarse.

Prueba de ese deterioro reciente fueron algunas reacciones energúmenas (no hay otra manera de llamarlas) que aparecieron en las redes. Pero ese fenómeno no se generalizó. La reacción por el contrario, fue de respeto y también de refle- xión. De revisar lo bueno y lo malo del pasado recien- te, del rol jugado por Jorge Batlle en esas situaciones, de sus decisiones acertadas y erradas y de ubicarlo todo en un contexto complejo que quizás el paso del tiempo permite evaluar con otra claridad.

El propio presidente Tabaré Vázquez ayudó a fomentar ese clima cívico al aceptar la invitación de dar un discurso frente al féretro de Batlle en el Palacio Legislativo. No solo aceptó hacerlo, sino que además fue un buen discurso. Vázquez no es precisamente un vigoroso y fervoroso orador. Pero en el tono que lo caracteriza, fue claro, sencillo y supo ubicar a quien había actuado desde filas políticas opuestas y a quien fue su antecesor en la presidencia.

De hecho, la abrumadora victoria de Vázquez en 2004 fue también la abrumadora derrota del Partido Colorado luego de que Jorge Batlle debió lidiar con la peor de las crisis. Sin embargo el presidente sabía muy bien a quién despedía, reconocía su talla e importancia histórica y así lo trasmitió.

Su actitud acompasó a la del país. Fue pues una manera de recuperar esos valores cívicos que parecían perdidos. Sin duda muchos de los que desde sus casas vieron por televisión paso a paso las exequias de Batlle, no eran seguidores suyos. Algunos sufrieron con dureza la crisis de 2002 y en su momento se lo reprocharon. Sin embargo, hubo una aceptación generalizada de que quizás él no era el único responsable de aquel terremoto, o al menos no lo era del todo, y que al final había sabido sortear el temporal al punto de pasar el gobierno a Vázquez con un país ya en la salida de aquella crisis.

El tiempo ayudó a entender mejor el rol jugado por Batlle en aquella instancia. No para disculparlo pero sí para comprender lo que intentó hacer y lo que logró.

Es posible evaluar ambos casos con lecturas coyunturales. La respuesta por lo de Dolores pudo haber sido impulsada por la necesidad de que la iniciativa ciudadana se pusiera por delante de la respuesta del Estado. O que ante lo de Batlle, también haya habido cierto cansancio por la gestión frentista que va ya por su tercer período. Algo de eso tal vez hubo.

O quizás tales respuestas se expliquen por otras causas. Lo cierto es que el país había caído en un clima de complacencia, de dividirlo todo en blanco y negro, de exasperarse con facilidad y ante estas dos situaciones respondió con una visión abierta y amplia.

No soy un optimista incorregible. Estos síntomas alentadores y llamativos deben ser destacados y rescatados, pero sigue habiendo un tejido social dañado en el país. Por lo tanto quisiera creer que las señales que empiezan a surgir, ayuden a construir y reconstruir mejores modos de afrontar la vida política, la convivencia social, los dramas de la gente, la forma de gobernar.

No será fácil y tomará tiempo. Ojalá estos dos hechos hayan sido el punto de partida.

SEGUIR
Tomás Linn

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad