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San Estado

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Entre nos: el Estado es un santo canonizado y la actividad privada “cosa ‘e mandinga”.

Entre nos: el Estado es un santo canonizado y la actividad privada “cosa ‘e mandinga”.

Esta actitud reposa en una creencia falsa, consistente en sentir que la organización estatal es de una pureza inmaculada, ignorando que la administran seres de carne y hueso con sus egoísmos y debilidades a cuestas. Estados Unidos de Norteamérica, Inglaterra, ambos potencias que sucesivamente se han encargado del predominio mundial, con ciencia y tecnología incluidos, y Japón, por citar algunos ejemplos, son países en los que no hay empresas del Estado. China, el coloso que asoma, crece y se expande a partir del desarrollo de un capitalismo privado arrollador, asentado en una tiranía oligárquica y policial, ha dejado de lado el viejo endiosamiento comunista del estatismo, que le vio permanecer por años en condiciones de vida de estancamiento y pobreza extrema.

En nuestro país, a partir de la creencia de José Batlle y Ordóñez en el intervencionismo estatal (principios del siglo XX), proliferaron actividades del Estado en el terreno empresarial, alejado de los cometidos esenciales que pertenecen a lo público. Eran varias sus razones para esto: que lo estratégico debe ser estatal, que donde el particular no se atreve el gobierno debe intervenir, que se evita la fuga de ganancias al extranjero, etc. Si una empresa pública -Ancap- debe refinar y distribuir el combustible en régimen monopólico, ¿por qué le han agregado tareas de todo tipo ajenas al hecho, y por qué se han creado en su seno más de una docena de sociedades anónimas, que incluyen la fabricación de perfumes, y que se rigen por el derecho privado sin el control de nadie? La realidad es que las empresas estatales son hoy de los sindicatos y de los gobernantes frentistas, que usan los monopolios de combustible y electricidad, entre otros, para tapar su agujeros fiscales, y nos hacen tener combustibles y electricidad con precios que son los más caros de la región y del mundo. La bancarrota de Ancap no se sabe cuánto nos va costando (¿1.500 millones de dólares quizás?). ¿Y la de Pluna? Al tiempo que la primera sostiene a ALUR, productora de biocombustibles y derivados de la caña de azúcar a pura pérdida, pues Ancap le compra con ganancias aseguradas (el gerente de ALUR ganaba $ 438.000 mensuales en 2014). También escandalosa es la situación de las cementeras del ente y de la planta de cal. Esta montaña de pérdidas que pagamos todos los uruguayos no son neutras: perjudican los costos de producción de bienes y servicios, a la exportación, a la comercialización, a los fletes, y por lo mismo a Juan Pueblo, consumidor final. Y, en esta línea de estatismo siempre saltan los sindicatos de la educación pública. Buenos para hacer paros, para enseñar datos no lo son tanto. Se ha proyectado una licitación para construir 165 nuevos centros de enseñanza a finalizar en 2019: 46 son jardines de infantes, 33 son escuelas -20 de tiempo completo- 60 centros de secundaria y 10 gimnasios. Para ello se recurrirá a la inversión público-privada y se paga a los inversores con la administración por 20 años de los locales y lugares citados. Cumplido el plazo deben entregarse al Estado los inmuebles en perfectas condiciones de uso.

Los sindicatos ya han programado paros porque… dicen que es un secreto plan para privatizar la enseñanza pública (falta citar a los marines y Donald Trump, para que estemos en la Venezuela chavista).

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Ricardo Reilly Salaverri

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