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El Reino sigue Unido

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Con la rapidez característica de los países bien organizados, no pasó mucho tiempo de cerradas las urnas, a las 10 de la noche, que ya se supo lo que éstas marcaban. El referéndum promovido por los nacionalistas escoceses que tuvo en vilo, no solo al gobierno británico, sino a toda Europa, no logró su objetivo y se impuso el NO a la independencia, por once puntos. Escocia seguirá siendo parte del Reino Unido, como desde hace 307 años.
Con este desenlace también disminuyeron los peligros del efecto dominó que podría haberse esparcido por varias naciones europeas, empezando por España. Con Cataluña que no deja de insistir, aunque más civilizadamente que los vascos, con su demanda separatista. La tristemente conocida Eta del país vasco, que hace décadas se convirtió en una sangrienta pesadilla, bajo la bandera de sus reivindicaciones independentistas, son los casos más conocidos, pero ello no excluye otros brotes más tibios en zonas como Galicia o Andalucía, Canarias o Aragón. O más

Con la rapidez característica de los países bien organizados, no pasó mucho tiempo de cerradas las urnas, a las 10 de la noche, que ya se supo lo que éstas marcaban. El referéndum promovido por los nacionalistas escoceses que tuvo en vilo, no solo al gobierno británico, sino a toda Europa, no logró su objetivo y se impuso el NO a la independencia, por once puntos. Escocia seguirá siendo parte del Reino Unido, como desde hace 307 años.
Con este desenlace también disminuyeron los peligros del efecto dominó que podría haberse esparcido por varias naciones europeas, empezando por España. Con Cataluña que no deja de insistir, aunque más civilizadamente que los vascos, con su demanda separatista. La tristemente conocida Eta del país vasco, que hace décadas se convirtió en una sangrienta pesadilla, bajo la bandera de sus reivindicaciones independentistas, son los casos más conocidos, pero ello no excluye otros brotes más tibios en zonas como Galicia o Andalucía, Canarias o Aragón. O más al norte en Bélgica, donde permanece el latente problema entre Flamencos y Walones y muchos otros a raíz de unos 30 movimientos, que abarcan desde separatistas a autonomistas y nacionalistas, esparcidos por Italia, Francia, Alemania, Europa del Este e inclusive Gran Bretaña. Allí también hay otras regiones con inquietudes de este tipo, como ser Cornaualles, Gales o Irlanda del Norte.
De haber triunfado el SI, de “desaparecer el Reino Unido como lo conocemos”, tal como gravemente lo sentenciara David Cameron en los prolegómenos del día D, habría traído grandes consecuencias ,tanto en lo interno como en el viejo continente y en la estabilidad global. El Reino Unido ha sido desde el fin de las guerras napoleónicas, hasta la segunda guerra mundial, el centro de gravedad del sistema internacional. El Reino Unido fue el eje de la revolución industrial y en muchos sentidos, de la historia mundial. Su disolución sonaba alarmante.
Escocia e Inglaterra han sido enemigos históricos durante siglos y la desconfianza entre ellos ha tenido buenos motivos de una y otra parte, con luchas dinásticas, intereses nacionales e intentos de unión impuestos o a través de la conquista o por medio de intrigas palaciegas. La unidad que se produjo en 1707 fue el resultado de actos parlamentarios en ambos lados, que desembocaron en la creación del Parlamento de Gran Bretaña. Inglaterra, motivada por sus viejos temores geopolíticos y Escocia, empujada más bien por problemas financieros que no podía resolver por si misma. Así fue como la isla se convirtió en una sola nación, con apenas algunas diferencias culturales, al menos visto desde afuera. Sin embargo, el sentimiento nacionalista no desapareció nunca del todo y así se llegó a esta instancia. La cual fue liderada en buena medida por el ministro social demócrata Alex Salmond, quien sostenido por la mayoría absoluta obtenida en 2011, decidió atreverse a desafiar al establishment londinense. Si bien su habilidad fue ligar la crisis económica británica, con la ilusión de que una Escocia separada podría vivir mejor, desde el punto de vista económico no tenía mayor lógica fomentar esta aventura.
No bastaba creer que con el control del petróleo del Mar del Norte se aseguraba la suerte de Escocia. Como opinara compatriota historiador, Niall Ferguson, la idea de que Escocia pudiera dejar el Reino Unido y mantener la libra, era un absurdo. Como también querer abandonar la unión fiscal con un país muy rico como Inglaterra y tirar por la borda el haber sido parte de “una de las sociedades más exitosas de la historia, a partir de la unión de los clanes y la creación del Parlamento que formó al Reino Unido.”
Anuncios como el del Royal Bank of Scotland, de que mudaría su sede de ganar el SI, fue parte de los mensajes potentes para quienes pudieran haber dudado sobre la conveniencia de esta romántica aventura. Una evidente demostración de que el comportamiento del ser humano muchas veces no pasa tanto, por valorar el éxito de un modelo económico probado, sino por privilegiar otros sentimientos medio incomprensibles a primera vista, como los histórico culturales, aun cuando se trate en realidad de un salto al vacío.
Aunque tampoco se puede dejar de profundizar para tratar de entender ese ideal de la propia determinación, que viene desde lo hondo de ciertas valoraciones y principios de la vieja Europa. Los cuales han sido motivo de embanderamientos de una intensidad y una brutalidad que ha llevado a destrozar al continente y a rediseñar sus fronteras una y otra vez, con el consecuente corolario de muerte y dolor que provocan las guerras. Justamente, una de las razones de la creación de las Naciones Unidas, fue la aspiración de abolir formalmente los enfrentamientos bélicos por cuestiones de auto determinación, al establecerse un cierto marco de garantías que al mismo tiempo proteja a las naciones estado y a sus habitantes de los daños de la guerra. Loable propósito, con pobres resultados en gran parte del planeta, si bien en Europa finalmente, han podido disfrutar de una larga temporada de paz.

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Julia Rodríguez Larreta

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