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Las reflexiones de Jorge Vázquez

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Una semana corriente permitiría tratar una nueva “michelinada”. Esta vez, el autor fue Jorge Vázquez, que hace ya un buen tiempo que está dividiendo a la sociedad en buenos y malos. Declaró, seriamente, luego del terrible asesinato del Géant, que “si usted no está vinculado al narcotráfico, y si no tiene problemas familiares importantes, tenga la seguridad de que nadie lo va a matar”.

Una semana corriente permitiría tratar una nueva “michelinada”. Esta vez, el autor fue Jorge Vázquez, que hace ya un buen tiempo que está dividiendo a la sociedad en buenos y malos. Declaró, seriamente, luego del terrible asesinato del Géant, que “si usted no está vinculado al narcotráfico, y si no tiene problemas familiares importantes, tenga la seguridad de que nadie lo va a matar”.

Vázquez agregó una dimensión fascista a su “michelinada” que resultó francamente original. En este Uruguay con la peor tasa de homicidios del último siglo, y en donde hay zonas de Montevideo en las que esa tasa es de las peores del mundo, el subsecretario de Interior tradujo al siglo XXI aquella frase que justificaba la peor represión de los años setenta en el Río de la Plata: “algo habrán hecho”. Porque, según él, si Ud. hurga en su cotidiano y asegura su beatitud, nada deberá temer. Así, con esta novedad vazquista, se verifican los requisitos para una gran “michelinada”: el mundo maniqueo; la tranquilizadora certeza para quien cree, tras el muro de yerba, que la inseguridad es exageración “de la derecha”; y la falsedad absoluta de lo afirmado.

Pero no fue una semana corriente. La inseguridad diaria y feroz golpeó, precisamente, al senador Michelini. Como cualquier vecino de la Mondiola, volvió de hacer las compras, lo quisieron robar, y lo balearon en la puerta de su casa. Fue una desgracia con suerte. Permitió sacar dos conclusiones.

Primero, que la “michelinada” de Vázquez fue de terror. De verdad, no hubo aclaración posterior que pudiera enmendarla. Este gobierno sinceramente relativiza la inseguridad que todos vivimos. Y por cierto: el candidato Vázquez apoya integralmente la gestión de su hermano.
Segundo, que socialmente estamos pasados de agresividad. Los numerosos insultos a Michelini, particularmente en las redes sociales, dan muestra de la degradación colectiva que vivimos. Porque, claro está, una cosa es ser irónico y crítico con los dichos y posiciones políticas de Michelini. Eso forma parte del debate político que no es terreno de ensoñaciones galantes, sino arena de duro combate. Pero otra cosa muy distinta es desear el mal a Michelini o festejar que haya vivido semejante desgracia. No es una cuestión de matiz. Es una diferencia fundamental que hace al respeto por quien piensa distinto, sin desmedro de ser crítico de lo que él piense y diga.

En nuestra historia reciente no conozco más grave ilustración de este asunto que la de Ferreira en su carta al dictador argentino Videla luego de los asesinatos de Michelini y Gutiérrez Ruiz en 1976. “Cuando llegue la hora de su propio exilio (…) si busca refugio en el Uruguay (…) lo recibiremos sin cordialidad ni afecto, pero le otorgaremos la protección que usted no dio a aquellos cuya muerte hoy estamos llorando”. Ese Uruguay tolerante, que sabía distinguir entre las ideas de los hombres y los hombres que portan esas ideas, está horadado por centenares de gestos y agravios personales. Entre ellos, sin duda, los insultos soeces y repetidos del presidente Mujica ocupan un protagonismo particular.

Yo creo que el signo general de la política que lleva adelante el senador Michelini es despreciable. Con sus maledicentes y periódicas “michelinadas”, destruye al Uruguay plural y tolerante. Pero no me alegro de su desgracia y le deseo pronta recuperación.

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Francisco Faig

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