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La reducción de costos

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Aunque parece estar todo dicho y comentado, sería una frivolidad no hacer referencia a los desastres climáticos, a sus consecuencias sobre las vidas humanas, a los efectos sobre la producción y el bienestar y a las consecuencias hacia el futuro.

Aunque parece estar todo dicho y comentado, sería una frivolidad no hacer referencia a los desastres climáticos, a sus consecuencias sobre las vidas humanas, a los efectos sobre la producción y el bienestar y a las consecuencias hacia el futuro.

Un paréntesis especial para la ciudad de Dolores, uno de los tractores que encabezaron el notable progreso del sector agropecuario y que seguramente tendrá la misma energía para recuperarse de las adversidades. Sin embargo, si bien puede estar todo dicho, no está todo comprendido de la misma manera ni se han aprendido las mejores lecciones para atender eficazmente la prevención y la mitigación de los desastres naturales. Han ocurrido eventos de la misma o similar magnitud, pero no siempre han actuado sobre un sistema social igualmente vulnerable.

El valor patrimonial del sector agropecuario y de las cadenas de abastecimiento de insumos y servicios nunca había alcanzado los niveles que tiene hoy en día. En consecuencia, el flujo de riqueza generado, el empleo, las capacidades humanas creadas y el valor agregado a la economía y al comercio exterior también son excepcionales en relación a lo que había sido hasta hace pocos años. La demanda internacional, el mejoramiento de la oferta tecnológica y el cambio positivo de las empresas del campo han hecho posible estas modificaciones, pero también han derivado hacia una mayor vulnerabilidad.

Hoy, entre los principales logros, cultivamos dos millones de hás de granos, producimos más de dos mil millones de litros de leche, dos y medio millones de toneladas de celulosa y una ganadería que ha conquistado mercados más valiosos que en el pasado. Los cultivos, la lechería y la ganadería con mayor empleo de granos y forrajes, están expuestos a daños mayores, no solo en la producción sino además en la pérdida de suelos, de caminería, de maquinarias e instalaciones de almacenaje. Si hay mayor vulnerabilidad ante los eventos climáticos, se debe invertir más para mitigar los daños. La riqueza y bienestar generados en el país en estos años tienen hilos conductores que arrancan en las exportaciones y el sector agropecuario que las produce. Los bienes públicos son aquellos necesarios para potenciar o proteger lo que mejora el ambiente socioeconómico. Se habla mucho de ello pero se hace poco.

Desde hace tres años que se viene manifestando un debilitamiento de los vientos de cola del mercado internacional al mismo tiempo que nuestras políticas siguieron con el acelerador a fondo. Los precios de los granos y la leche bajaron en al menos una tercera parte, lo cual derivó en una caída de las inversiones y la producción. Ahora se suma el desastre climático en el peor momento del año. Los cálculos del ministro son minúsculos al lado de las verdaderas pérdidas de los empresarios y los trabajadores, no solamente de las chacras, sino de todas las cadenas de valor complejas y competitivas.

Hoy el foco debería ponerse en la reactivación económica. Con menores precios y costos extraordinarios, más que nunca, el único camino sensato es la reducción de costos. Lamentablemente no hay ningún movimiento en esta dirección. Todo converge en mayor recesión e inflación, mayor desempleo y menores exportaciones. En la calle se reclamará que pague el capital (?).

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Joaquín Secco García

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