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La rebeldía intelectual

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No escribir del lío del café, los perros y los mejicanos! Ese fue el “leitmotiv” de esta semana, más que nada porque el caso reveló aspectos tan deprimentes, ignorantes y protofascistas en la sociedad uruguaya, que es preferible ignorarlos para seguir adelante. Aunque la carta del decano de Economía, Rodrigo Arim, redoblando la apuesta oscurantista, daba unas ganas...

No escribir del lío del café, los perros y los mejicanos! Ese fue el “leitmotiv” de esta semana, más que nada porque el caso reveló aspectos tan deprimentes, ignorantes y protofascistas en la sociedad uruguaya, que es preferible ignorarlos para seguir adelante. Aunque la carta del decano de Economía, Rodrigo Arim, redoblando la apuesta oscurantista, daba unas ganas...

Pero no. El tema de esta semana es otro, menos sensacionalista, pero no menos grave. El disparador fue la entrevista publicada por El País a Juan Grompone, que generó fuerte polémica por su postura sobre la situación productiva del país, y una visión alarmante sobre el futuro de los principales productos de exportación. Sin embargo, para el autor lo más interesante de la nota fue otra cosa. Fue su postura crítica con el Frente Amplio en relación a dos temas clave: la situación en Venezuela y la crisis de la educación. Según Grompone, “estoy entre los que creen que es un desastre lo que está pasando con la educación. A corto plazo tendremos un problema social y económico”. Y sobre Venezuela afirma “es un disparate. Pensar que a eso se le puede llamar socialismo del siglo XXI es de una falta de criterio increíble”.

Grompone arranca declarándose “frentista disidente”, y está claro que guarda diferencias duras con ese partido al menos en dos temas centrales: la educación y el concepto de democracia. Incluso va más allá y explica el problema que genera la división en dos mitades en el oficialismo, con una que según él, “tiene una visión antigua, no han podido salir del manifiesto comunista”. Pese a esto, se percibe una visión “simpática” hacia Tabaré Vázquez o Astori, a quienes se ve casi como quijotes en una interna que los maniata.

Algo parecido pasó hace algunas semanas en el mismo espacio dominical de entrevistas con Fernando Filgueira, quien fuera subsecretario de Educación y luego despedido por el presidente Váz-quez. Filgueira pintó un panorama dramático de la enseñanza, lo cual implica “no solo un problema económico sino de fractura social, de desigualdad”. Sin embargo, Filgueira se identifica como frenteamplista, y señala que pese a su mala experiencia personal en este gobierno, es probable que vuelva a votar al FA.

Para volver a Arim y su valiente defensa de los mexicanos, toda esa polémica motivó criticas airadas de mucha gente formada e informada. Entre ellos varios intelectuales cercanos al Frente Amplio, que se mostraron alarmados ante la ignorancia, la prepotencia y la falta de noción de lo que significa la libertad de expresión. Pese a eso, el intendente Daniel Martínez, gran carta del FA para ser candidato en la próxima elección, habló sin dudas burguesas: lo del señor del café fue un acto de discriminación y la IMM hizo muy bien en reflotar el tema del permiso de bomberos a ver si por algún lado se lo podía castigar.

La gran pregunta que genera todo esto es dónde fue a parar el espíritu crítico, la rebeldía, que debe caracterizar al sector intelectual de una sociedad. Es claro que en Uruguay la mayor parte de este estamento con formación universitaria y capacidad de analizar el mundo, ha sido históricamente afín al Frente Amplio.

También es claro que buena parte de esta gente viene experimentando un proceso de desencanto ante un partido que se ha desprendido de buena parte de sus pretensiones intelectuales, y que ha quedado en manos de sectores que no solo no comparten el diagnóstico de estos referentes ilustrados, sino que lisamente los desprecian y los ven como parte del problema. Basta ver las cosas que dice el expresidente Mujica, las posturas de los sectores más jóvenes del MPP o del PCU o del grupo de Constanza Moreira, y ahora hasta Daniel Martínez.

Y no hablamos de temas menores. Hablamos de que las diferencias son en cosas centrales como la visión de la democracia, de un derecho humano básico como la libertad de expresión, del futuro de generaciones enteras con el drama de la educación. ¿Cómo puede ser que pese a estas diferencias, estos estamentos intelectuales no tengan una postura más firme, menos complaciente?

Desde Unidad Popular, hasta Lacalle Pou, el arco de posibilidades electorales que ofrece el país hoy es amplio y variado. Sin embargo, esta gente que conoce la realidad del mundo, no logra desprenderse de una suerte de Síndrome de Estocolmo que la ata a un partido que la usa y desprecia. Y, vale aclarar, esa prescindencia al que más perjudica es al propio Frente Amplio, que tarde o temprano tendrá un quiebre en su vínculo con la sociedad, a medida que vaya quedando cada vez más en manos de esos sectores con los folletos atrasados. Pero que mientras estos referentes intelectuales no pateen el tablero, su dirigencia no tendrá incentivos para cambiar algo. Y dar la importancia que merecen estos temas vitales para una sociedad que pretenda ser prospera, justa y democrática en los tiempos que corren.

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Martín Aguirre

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