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Empleo, realidad y fantasía

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Hace un par de años, en ocasión de conocerse las pautas de negociación salarial por parte del equipo económico que asumió el 1/3/2015, analizábamos desde esta columna las previsibles consecuencias que las mismas traerían aparejadas.

Hace un par de años, en ocasión de conocerse las pautas de negociación salarial por parte del equipo económico que asumió el 1/3/2015, analizábamos desde esta columna las previsibles consecuencias que las mismas traerían aparejadas.

En aquel entonces, y ante la inminente desaceleración económica que se avecinaba, los objetivos planteados en esas pautas parecían indicar que el gobierno estaba más preocupado por el mantenimiento del empleo que por el aumento del salario real, salvo para los trabajadores de ingresos más bajos. Obviamente se trataba de un objetivo totalmente compartible.

Sin embargo, las pautas cuantitativas planteadas en aquel momento que aparecían a primera vista como “moderadas”, en los hechos se traducirían en aumentos bastante mayores, ya que era necesario compensar la inflación real con la “esperada” por el gobierno en los convenios anteriores. Esto agregaba un componente de aumento adicional de casi el 3.5% para la mayoría de los grupos.

Concluíamos entonces en que la pretendida defensa del empleo con estas pautas, más la “herencia” de los convenios anteriores, terminarían perjudicando a los trabajadores con menor calificación por la vía de un aumento en el desempleo. Si las pautas oficiales se cumplían entonces, habría aumentos de salario real solo para aquellos que lograran conservar su puesto de trabajo.

Conocidos los datos del año 2016, es posible realizar un balance de lo sucedido. En los años 2015 y 2016 se produjo efectivamente un aumento del salario real de 3.7% tal como proyectábamos en el 2015. También se verificó una disminución en la tasa de ocupación de 3.3%, lo que equivale a una pérdida de alrededor de 33 mil puestos de trabajo.

Esta relación entre evolución del salario real y del empleo no necesariamente tiene que ser inversa. Durante la década que va del 2004 hasta el 2014 creció tanto la ocupación como el salario real dando como resultado un aumento en la masa salarial.

El tema es que para que esto sea posible es necesario que el PIB de la economía crezca, ya que su evolución es la contracara de la participación de los distintos factores en el ingreso que se genera. Y allí es justamente donde radica el problema. En el bienio 2015-2016 el PIB aumentó solamente 1.8%, y ese modesto crecimiento no resulta compatible con un aumento del salario real como el que se produjo. Por lo tanto, la variable de ajuste fue el empleo. La masa salarial se mantuvo prácticamente estancada.

O sea que los resultados son consistentes con lo que proyectábamos que sucedería.

Si la economía no logra crecer por encima del 2.5% y mantiene estos niveles de salarios seguirá teniendo muchas dificultades para generar empleo.

El ministro de Economía se refería al tema a fines del año pasado cuando, aprovechando un “descenso estadístico” del desempleo en un mes, afirmó que “un salario real que no sólo no decrece sino que sigue creciendo y un desempleo que sigue cayendo es lo más difícil de lograr y es lo que Uruguay está haciendo”.

Sin lugar a dudas es muy difícil, si no imposible, lograr esos objetivos con una economía que apenas crece. Sin embargo como es habitual, el ministro cuando afirma que el Uruguay lo está logrando, nos habla de un país de fantasía.

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Fanny Trylesinski

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