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¿Qué país queremos?

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Luego de un largo proceso electoral estamos arribando a la definición de la segunda vuelta el próximo domingo. En papeletas que solo tienen los nombres de los candidatos a la Presidencia y Vice de la República, sin colores, sin partidos y sin listas, elegiremos a las máximas autoridades del Poder Ejecutivo y Legislativo.
La campaña ha sido deslucida. Ha habido poco espacio para el intercambio de ideas y no ha sido sencillo hablar de los temas de fondo en tiempos en que la bonanza económica acalla los reclamos de más seguridad o mejor educación. Una prosperidad económica curiosamente cimentada en las reformas realizadas en los gobiernos de los partidos fundacionales que permitió aprovechar la situación financiera y comercial a nivel internacional es la principal carta del oficialismo. No es sencillo explicar estos procesos cuando la asociación natural es adjudicar la prosperidad o la recesión que se vive al gobierno de turno, pero es sencillamente la estricta verdad.
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Luego de un largo proceso electoral estamos arribando a la definición de la segunda vuelta el próximo domingo. En papeletas que solo tienen los nombres de los candidatos a la Presidencia y Vice de la República, sin colores, sin partidos y sin listas, elegiremos a las máximas autoridades del Poder Ejecutivo y Legislativo.
La campaña ha sido deslucida. Ha habido poco espacio para el intercambio de ideas y no ha sido sencillo hablar de los temas de fondo en tiempos en que la bonanza económica acalla los reclamos de más seguridad o mejor educación. Una prosperidad económica curiosamente cimentada en las reformas realizadas en los gobiernos de los partidos fundacionales que permitió aprovechar la situación financiera y comercial a nivel internacional es la principal carta del oficialismo. No es sencillo explicar estos procesos cuando la asociación natural es adjudicar la prosperidad o la recesión que se vive al gobierno de turno, pero es sencillamente la estricta verdad.
Debe encomiarse el esfuerzo que Luis Lacalle Pou y Jorge Larrañaga han realizado en esta segunda vuelta por plantear temas de importancia (educación, seguridad, economía, salud) frente a la campaña agresiva del continuismo. Quizá los spots del PVP clasistas y discriminatorios por los que el propio presidente Mujica pidió disculpas sean la muestra más clara del ánimo que inspiró al Frente Amplio. No llama la atención, desde su creación su estrategia fue la de la división entre los uruguayos, el insulto y la amenaza, que también han practicado desde el gobierno.
Dónde los principales dirigentes frentistas ven enemigos y “almas podridas” los principales dirigentes blancos han visto adversarios que merecen respeto. Ni siquiera la representación de cientos de miles de uruguayos detiene la prédica del odio de un oficialismo que cada vez se parece más a sus peores expresiones de los setenta y menos a su cara lavada del Encuentro Progresista – Frente Amplio – Nueva Mayoría que usaron para llegar al poder.
No es un hecho ineluctable que tengamos que vivir como dos mitades enfrentadas, porque en realidad conviven dos visiones bien distintas. Mientras la mitad frentista es excluyente la mitad conformada por los partidos fundacionales es incluyente. Los primeros gobiernan por y para ellos mientras los segundos con talante republicano ven al país en su integralidad. No advertir esta diferencia nos impide ver el aspecto medular de la decisión que tomaremos en tres días, que es si hacemos el intento de ser un solo país más allá de las discrepancias naturales que existirán siempre o si nos resignamos a vivir en dos bloques enfrentados dónde el que gana manda y el que pierde mira.
La deriva autoritaria del Frente Amplio parte de la premisa de que la mayoría parlamentaria vuelve invisible a la oposición. 50 diputados frentistas valen por 99 mientras que los 49 de la oposición es como si no existieran. Esto es lo que está en juego, una democracia representativa dónde todos tengamos un lugar bajo el sol o un gobierno de partido radicalizado.
Nada está decidido y la reflexión de cada uno en estos días puede reencontrarnos con las mejores tradiciones de nuestro país, las que nos hacen sentir orgullosos de ser uruguayos.
Cada voto por Lacalle Pou–Larrañaga le dará fuerza a esa visión integradora del país que podemos ser, si así lo decidimos. 

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Hernán Bonilla

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