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El prisionero de Ramo Verde

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El pasado jueves la Corte Suprema de Venezuela ratificó la sentencia de 14 años de cárcel al prisionero político Leopoldo López. El líder de Voluntad Popular ya ha cumplido dos años en la prisión militar de Ramo Verde.

El pasado jueves la Corte Suprema de Venezuela ratificó la sentencia de 14 años de cárcel al prisionero político Leopoldo López. El líder de Voluntad Popular ya ha cumplido dos años en la prisión militar de Ramo Verde.

Crecí en un hogar de exiliados en Madrid por el que pasaron un buen número de disidentes que cumplió largas sentencias en el presidio político cubano de los Castro. Si algo aprendí de ellos es que el peor de los crímenes es abandonarlos a su suerte bajo regímenes despóticos que pisotean los derechos humanos.

El castrismo, que lamentablemente es mentor y aliado del chavismo, siempre ha tenido claro que a la disidencia hay que aplastarla y no permitirle que tome aliento en la calle. De ahí la importancia de su lema a lo largo de casi sesenta años: “La calle es nuestra”. Las pacifistas Damas de Blanco apenas pueden recorrer unas manzanas antes de ser rodeadas por las turbas de repudio. Y la oposición en la isla tiene muy poco margen de maniobra, con nulo acceso a los medios y exenta de plataforma visible que llegue al pueblo.

El caso venezolano es distinto al cubano. En el país sudamericano el bloque opositor tiene representación en los comicios por irregulares que estos sean y aún quedan espacios de libertad a pesar de los embates oficiales contra los escasos medios independientes como El Nacional, Tal Cual o La Patilla, cuyos directivos son objeto de persecución judicial impulsada por Diosdado Cabello, segundo hombre fuerte junto a Maduro.

Cuba es un estado totalitario y Venezuela es un estado autoritario; en ambos países los presos políticos sufren penurias y corren el peligro de languidecer mientras sus familiares y un puñado de gente solidaria luchan para que no caigan en el olvido y la indiferencia de los demás.

La esposa de López, Lilian Tintori, recorre incansablemente el mundo exponiendo los atropellos del gobierno. La propia madre del preso, Antonieta Mendoza, se convierte en portavoz de su hijo en el día en que ratifican su sentencia, denunciando que se trata de un “amaño” político con unos jueces secuestrados por el Ejecutivo. A su familia se unen los esfuerzos de políticos como el exjefe de gobierno español Felipe González, a quien no se le ha permitido visitar a López en la cárcel y es objeto de calumnias por parte de los chavistas. De lo que se trata es de neutralizar la indudable fuerza del opositor. Debilitarlo en una umbría celda. Hacerlo invisible.

Es una estrategia perversa que ha funcionado en China, donde un Premio Nobel se pudre en la cárcel a pesar de las denuncias de organismos internacionales. En la Cuba de la dinastía de los Castro los opositores han llegado a cumplir condenas de hasta 30 años en prisión y muchos de ellos llegaron al exilio ancianos, enfermos y vencidos. Hoy Venezuela encierra a quienes se rebelan y luchan por el cambio, siguiendo el ejemplo de los modelos políticos que admiraba el desaparecido Hugo Chávez.

Leopoldo López es joven y desde la cárcel mantiene vivo su espíritu. Pero, el tiempo pasa, los ánimos se apagan y los abusos no cesan. Urge mantener vivo el reclamo por la libertad de López y el resto de los presos políticos venezolanos. Eso es lo que aprendí de los hombres y mujeres que sobrevivieron al presidio cubano para contarlo.

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Gina Montaner

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