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Un portero equivocado

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Años atrás me tocó asistir profesionalmente a los integrantes de un condominio en el Cordón, Montevideo. Habían seleccionado a un portero que pasó a vivir con su esposa en un departamento del inmueble. Al principio todo iba bien.

Años atrás me tocó asistir profesionalmente a los integrantes de un condominio en el Cordón, Montevideo. Habían seleccionado a un portero que pasó a vivir con su esposa en un departamento del inmueble. Al principio todo iba bien.

Como ocurre habitualmente antes que empleado, era un vecino más. Un día el hombre empezó a ponerse de mal carácter. Destrataba a los habitantes del edificio, no cumplía sus tareas, ni horarios, y recibió observaciones de los condóminos. Fue para peor. Al que le decía algo le cortaba la luz y lo dejaba un rato en un entrepiso en el ascensor. A veces en días claves como los de un partido de fútbol mundialista, les hacía un “apagón general”. Lo mismo con el agua. En el momento menos pensado cerraba la general. Mis patrocinados -obviamente- vivían al borde de un ataque de locura.

Todo terminó gracias a ese gran caballero que es “don Dinero”, con el dolor del bolsillo de mis patrocinados que eran gente de trabajo. El portero estaba equivocado. Había lugar para convivir todos, pero sintió que el edificio era de él.

Los sindicatos de los empleados públicos en el Uruguay, son parecidos. Entienden que el Estado es de ellos. No del pueblo que abona los impuestos y los “precios de las empresas públicas” monopólicas (Ancap, Ose, Afe, Ute, Antel, etc.) que son impuestos encubiertos e inconstitucionales por no aprobarse por el Parlamento. Y, se traducen -por ejemplo- en la nafta más cara del mundo y la electricidad más cara de la región.

En el caso de Ancap ¡que se funde teniendo el monopolio de la importación y refinado del petróleo, y la distribución nacional del combustible!, tras las andanzas del “licenciado”, las pérdidas y capitalizaciones de Alur, las de las industrias de portland y cemento, las de la cerrada fábrica de perfumes etc. No cabe duda que para la producción y el trabajo nacional es una calamidad. A ello se suma que insólitamente estos negocios, los más grandes de la república, como la distribución del combustible por el Estado, están administrados por sociedades anónimas “ancapianas”, que eluden controles estatales, caso de los del Tribunal de Cuentas: son una invitación amplia a la más variada corrupción.

Por estos días, reiterando lo de siempre, un grupo de empleados del ente deja al país entero sin combustible. No importan las inundaciones, las siembras y cosechas, las ambulancias, los fletes y transportes, la vida cotidiana del ciudadano, ni nada. La razón: les molesta que el desquiciado sistema de salud del delirante Olesker -que ha perjudicado a la mayoría de la población- barra con un sis-tema de asistencia sanitaria propio de Ancap, que cuesta 4.000.000 de dólares por año. Los sindicalistas piden que lo que su gobierno progresista hizo obligatorio para todos, con ellos haga una excepción…

Anuncian que irán a la OIT para protestar porque esta administración de libertinaje nacional ¡les dictó “servicios esenciales”! No acatan el pronunciamiento del organismo internacional citado, que en tema paleolítico les dijo que la ocupación de los lugares de trabajo no es parte del derecho de huelga. Que viola la libertad de trabajo y la propiedad ¡y quieren que les digan que desabastecer de combustible a un país, por medio de la paralización de una empresa monopólica y estatal, no es servicio esencial…!

Las huelgas de Ancap dispuestas por un grupo de personas que baja llave de los surtidores, las hacen quienes ignoran que Ancap no es de ellos. Es del pueblo y no pueden usarla contra el pueblo.

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Ricardo Reilly Salaverri

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