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La plata de los otros

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Las familias cuentan sus pesos, postergan gastos, achican presupuestos, discuten con sus hijos lo que se puede y lo que no se puede comprar, el vaquero que tira un poco más, los championes que están de oferta, el comercio que le da un descuento un poquito mayor con tal o cual tarjeta.

Las familias cuentan sus pesos, postergan gastos, achican presupuestos, discuten con sus hijos lo que se puede y lo que no se puede comprar, el vaquero que tira un poco más, los championes que están de oferta, el comercio que le da un descuento un poquito mayor con tal o cual tarjeta.

La mesa familiar es como un ateneo de la Facultad de Economía donde todas las variables se ponen en juego, y al final los ministros de Economía de la casa dicen qué se puede y qué no. Por supuesto, de la mesa siempre hay alguien que se levanta con alguna postergación, seguramente no en lo esencial, pero si en aquello que para él es importante pero para el resto es postergable. Esa es una mesa familiar de las tantas de trabajadores de clase media uruguaya. (¿Me equivoco?)
La prudencia y el Derecho enseñan que cuando la norma no puede establecer los extremos exactos de una conducta, lo que se debe evaluar es si se actuó como lo haría un buen padre o madre de familia. Ni más ni menos.

Casi todos los uruguayos aplicamos lo anterior, menos los uruguayos que están en el gobierno. Dos episodios de esta semana hablan de la impunidad de muchos que se la juegan de populares, pero con el sueldo del otro. Actúan como nuevos ricos de la plata ajena. El conflicto con los judiciales es uno. Tienen razón los trabajadores de ese Poder, reclaman lo que se les debe. ¿Por qué causa? Porque Mujica advertido por el Partido Nacional del error jurídico con enormes consecuencias económicas que estaba cometiendo, impulsó una ley que ahora no quiere cumplir. Los trabajadores reclaman y la deuda la van a cobrar, más tarde o más temprano, por más chicanas que les pongan, cobrarán. La deuda no la va a honrar Mujica, la vamos a honrar todos los uruguayos, Juan Pueblo. El que habla de los humildes le sacará a cada uruguayo por este “error” 1.000 pesos de su bolsillo, lo que vale un pantalón o un par de camisas para el trabajo. Habla de los pobres y después los embroma. Una señora que trabaja en el servicio doméstico, un peón rural, sacarán de su hogar entre 3.000 y 4.000 pesos para pagar el desastre de Mujica con esta ley. Mujica no lo va a sentir, esta gente sí.

El otro episodio es el de la cementera de Ancap. Está fundida, es un desastre de negocio que no compite, que está subsidiado y que el motivo de su permanencia es simplemente político. Esta semana, fundida, aumentan su plantilla. Con el voto contrario del director blanco de Ancap, Labat, le sumaron 43 funcionarios más. No es por gestión es por política, total los que votaron eso saben que a ellos no les cuesta un peso, porque paga… Juan Pueblo. Por eso, la discusión no es la Rendición de Cuentas, eso es tema del gobierno. Es una ley que en estas circunstancias la hacen para licuar el dinero mal gastado, tirado a partir de una farra de impunidad donde dirigentes devenidos en ricos de la plata ajena juegan a los progresistas mientras se quedan con el sacrificio de las familias. Es sensato, porque además es verdad, que cuando en la mesa familiar le digan al hijo esto o aquello este mes no se puede, le agreguen que viven en un país donde hay gobernantes que funden empresas públicas monopólicas y meten la pata tapándola con el trabajo de los uruguayos. Que hablan del pueblo pero no conocen su mesa familiar. Un país donde la gente se sacrifica mientras Tinelli aplaude a Mujica, y Mujica defiende al Pato Celeste.

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Javier García

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