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Los petisos se ahogan primero

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Nuestros ciclos económicos nos someten a fuertes variaciones de las tendencias financieras. Hay un problema de fondo que se relaciona con la manera de gestionar las alteraciones del contexto que nos afectan. Por nuestras políticas, por nuestra organización interna, por nuestras capacidades o por nuestros modelos de producción, tenemos limitaciones para filtrar los elementos externos negativos. Dinamarca o Nueva Zelanda, tienen menor vulnerabilidad frente a los eventos negativos mientras que Argentina o Venezuela se enfrentan cíclicamente a crisis profundas. Como en muchos otros ámbitos, clasificamos en la mitad de la tabla.

Nuestros ciclos económicos nos someten a fuertes variaciones de las tendencias financieras. Hay un problema de fondo que se relaciona con la manera de gestionar las alteraciones del contexto que nos afectan. Por nuestras políticas, por nuestra organización interna, por nuestras capacidades o por nuestros modelos de producción, tenemos limitaciones para filtrar los elementos externos negativos. Dinamarca o Nueva Zelanda, tienen menor vulnerabilidad frente a los eventos negativos mientras que Argentina o Venezuela se enfrentan cíclicamente a crisis profundas. Como en muchos otros ámbitos, clasificamos en la mitad de la tabla.

Hemos tenido una década excepcional, motivada por un cambio global profundo, el cual creó notables condiciones para el desarrollo. Sin embargo dejamos pasar oportunidades. Especialmente no moderamos las fuerzas del ciclo, cuando debimos haber aumentando las inversiones dirigidas a favorecer un desarrollo mas sustentable. Por el contrario favorecimos un enorme consumo improductivo desalineado con la productividad y simbolizado en la burocracia. Es la perpetua tentación procíclica que persigue a todas las sociedades pero que convence mas a unas que a otras.

En la actualidad, fallan algunos de los principales motores del crecimiento reciente, en especial la industria y el turismo. Ya habíamos perdido la demanda regional del MERCOSUR a la vez que durante dos décadas se abandonó la inversión en infraestructura de transporte. Solo retórica sobre puertos, carreteras y ferrocarriles.

Después de muchos años no se sabe cómo se hace para fortalecer la competitividad de aquellos sectores que no dependen del crecimiento agropecuario. La batalla contra la primarización o a favor del cambio de la matriz productiva solamente tiene carácter de consigna mediática para gobernantes y organizaciones motivadas por profundizar el giro a la izquierda. No hay proyectos ni resultados y lo que mas se aproxima a una estrategia, consiste en gravar al agro —debilitar su competitividad— para favorecer a la industria. Un modelo K que quiere empezar cuando ya es imposible.

Por su parte, los mercados empiezan a ser mas negativos para el agro. Los granos que encabezaron las exportaciones, empiezan a mostrar debilidades en su cotización. La soja que se vendió a cerca de usd 500 por tonelada, para la próxima cosecha tiene precios en el entorno de usd 380. La sucesión de buenas cosechas permitirá una recomposición de reservas que mantendrá la debilidad de los precios. Como resultado, es probable que se desafecten áreas de cultivo, especialmente en las zonas agrícolas mas lejanas a los puertos, castigando a las regiones mas aisladas del país. Tendremos menos producción, menos precio y mas concentración en el litoral sur del país. La inflación y el atraso cambiario ponen otra nota adicional.

Se dice que habrá megainversiones que compensarán la debilidad de los sectores que dejarán de crecer. Sin embargo, no son los mismos actores, ni las mismas cadenas, ni las mismas redes trabajosamente construidas. Los sectores productores de bienes se desarrollan formando redes, empresas, capacidades, servicios, negocios. En todos los pueblos hay PYMES que responden a la demanda por servicios. Se construyen casi a oscuras y forman parte de las cadenas de valor que mejor reparten el auge económico. Nada hay mas importante para el desarrollo que la estabilidad. Como se dice, los petisos, se ahogan primero.

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Joaquín Secco García

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