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Cuando todo está perdido

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En el año 2013 se estrenó la película “All is lost”, título traducido como “Cuando todo está perdido”.

En el año 2013 se estrenó la película “All is lost”, título traducido como “Cuando todo está perdido”.

La misma tiene como único protagonista a Robert Redford, y trata sobre las mil dificultades que vive un marino navegando en solitario por el Índico luego de que un contenedor que flota a la deriva abre una vía en su velero. Es una película muy dramática, estresante para cualquiera, pero brilla por destacar cómo la determinación y la voluntad humana son capaces de vencer los peores obstáculos.

El título, que antes de ver la película le puede parecer apocalíptico al espectador, cambia su sentido al final de la misma, dejando una sensación de esperanza, y de que siempre se puede dar un poco más, aun en las peores circunstancias, ahí cuando parece que todo está perdido.

Trataré de enlazar algunas historias parecidas, individuales y colectivas, con el mismo denominador común, para concluir en lo que he adelantado: la voluntad humana siempre puede triunfar.

El pasado jueves habría cumplido años un querido amigo. Un maldito y cobarde cáncer se lo llevó hace unos meses, a pesar de que él no se la hizo nada fácil. Cuando le diagnosticaron la enfermedad el pronóstico fue muy malo, con una baja expectativa de supervivencia y de calidad de vida. Sin embargo él dejó todo en la batalla, y multiplicó por mucho las chances de vivir que le pronosticaron. En el tiempo que le ganó a la enfermedad (se lo ganó a la vida) fue un héroe cargado de determinación y coraje, llamó desde el comienzo al cáncer por su nombre, sin seudónimos, y lo puso contra las cuerdas más de una vez. No lo amedrentaron las estadísticas, pensó, planificó, proyectó, vivió y disfrutó de su familia y amigos, y hasta en el final, tuvo la generosidad de regalarnos su ejemplo de valor, fe, esperanza, y ganas de vivir. Un ejemplo que nos dejó con la convicción de que él con su determinación, no perdió más que en el plano físico. Inspirando a los que lo rodeábamos al final le ganó a la enfermedad y a la muerte.

No conocí personalmen-te a Alejandro Atchugarry, pero sentía por él gran consideración.

Es que un Ministro de Economía apreciado por unanimidad, no puede generar otra cosa más que respeto y admiración.

Y él se ganó todo esto con justicia, a mi juicio tanto por el inteligente manejo que hizo de la crisis económica, como por la humildad con la que manejó su éxito.

Estoy convencido, de que esa humildad fue el cimiento de la fortaleza de voluntad con la que nos llevó seguros a puerto en aquellos fatídicos momentos. Su férrea determinación basada en su humildad y sensibilidad fue lo que lo hizo capaz de aunar los consensos necesarios para capear la tormenta.

La Expedición Imperial Transantártica se inició en 1914 liderada por Ernest Shackleton. En la misma, su barco el Endurance, quedó atrapado en el hielo del mar de Weddel donde luego se hundiría. Toda la tripulación acampó en bloques de hielo flotantes, comiendo focas, y haciendo posteriormente un duro viaje en botes salvavi-das hasta la Isla Elefante. Una vez que sus hombres estuvie- ron seguros en dicha isla, Shackleton y unos pocos marinos, se embarcaron en el James Caird, un barquito que no llegaba a los siete metros de eslora, y navegaron casi setecientas millas náuticas (mil trescientos kilómetros aproximadamente) por el durísimo Atlántico Sur, hasta llegar a las islas Georgias. Antes de encontrar ayuda debieron caminar noche y día mal pertrechados y muertos de frío y cansancio por montañas y glaciares. Cuatro intentos fueron necesarios para rescatar sana y salva a la tripulación que había quedado en Isla Elefante. Todos volvieron gracias al ingenio, el liderazgo, y la contagiosa voluntad de Shackleton. No se perdió ni uno. Nunca la bandera arriada, nunca la última empresa, dicen que era uno de sus lemas.

En 1797, al almirante Nelson, que hasta ese momento estaba enterito con sus dos brazos, se le ocurrió que sería buena cosa para la corona británica conquistar Canarias, empezando por Santa Cruz de Tenerife.

Y así, bien armado como suelen guerrear los ingleses se apersonó en la isla, con sus barcazos y todo lo más moderno de la industria bélica del momento, y con unos cuatro mil soldados. El gobernador de Tenerife, Antonio Gutiérrez de Otero, debió apañarse con unos mil setecientos hombres, rejuntados entre vecinos patriotas y de buena voluntad que conformaron las milicias, casi sin presencia de tropas profesionales. El ataque en sus diferentes fases duró aproximadamente tres días, al cabo de los cuales la brillante estrategia dispuesta por Gutiérrez de Otero y las ganas que pusieron los milicianos de no ser sometidos, terminaron por vencer a los ingleses. Tuvieron que volverse a Londres con un barco hundido, un montón de soldados presos, con bajas que representaban casi diez veces las sufridas por los isleños, y con Nelson manco. Ni todo el poderío militar y la disciplina británica pudieron contra la voluntad de no caer de Tenerife. ¡Que en España siempre hubo toreros!

Unos pocos años después, el 2 de mayo de 1808, los españoles se aburrieron de bancar los berretines de Napoleón y sus tropas asentadas en la península. Se cansaron de la prepotencia en forma colectiva, y reaccionaron en una forma de manifestación de voluntad colectiva como casi nunca se ha visto. Dice Pérez Reverte que en el “Memoriale di Sant’Elena” el Conte di Las Cases cita a Napoleón quien dijo “Desdeñaron su interés sin ocuparse más que de la injuria recibida. Se indignaron con la afrenta y se sublevaron ante nuestra fuerza corriendo a las armas. Los españoles en masa se condujeron como un hombre de honor”.

El pueblo español actuó como un solo hombre. Fue una comunión de voluntades que decidieron decir ¡basta!, y se la jugaron. ¿Recuerdan lo que les decía de los toreros?

¿Se dan cuenta entonces cuál es el hilo que une la historia de Robert Redford, de mi amigo, de Atchugarry, Shackleton, los milicianos de Tenerife y los que se hartaron el 2 de mayo de 1808?

Es la fuerza imparable de la voluntad humana que logra milagros tanto en lo individual como en lo colectivo. Como nación, deberíamos plantearnos con determinación emplear toda nuestra voluntad para avanzar hacia el desarrollo.

Pensando en positivo, todos juntos, para adelante, sin complejos y sin cargas ideológicas en la mochila.

Porque no todo está perdido.

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Tomás Teijeiro

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